martes, 15 de enero de 2019

Alianzas transversales en pos de buenas causas transversales (como el animalismo)

Soy socio de Greenpeace pero no comparto su oposición frontal a los transgénicos, ya que no hay evidencia científica de que supongan un riesgo para la salud (aunque los posibles efectos ecológicos y las cuestiones legales y socioeconómicas -abusos en las patentes y en su comercialización oligopólica- son discutibles y nada desdeñables). Soy socio de Amnistía Internacional pero estoy a favor de la cadena perpetua revisable e incluso no encuentro razones morales (aunque sí estéticas) para oponerme a la pena de muerte en ciertos casos. Me considero un socialdemócrata pacifista, pero ello no obsta para que defienda una política de mano dura contra la delincuencia violenta, el terrorismo y las organizaciones criminales. Y todo ello al tiempo de considerar que la vida de un sádico asesino no vale más que la de un buen perro, ni siquiera que la de una mosca o un abeto. Y de no descartar que estemos viviendo en una especie de simulación creada por alguna inteligencia superior que nos trasciende.

Lo cierto es que la gente suele asumir una ideología en bloque. Si es de derechas, toma todo el paquete del pensamiento conservador: nacionalismo, religiosidad, patriarcado, escasa o nula preocupación por el bienestar animal, recelo del extranjero y de una sexualidad no ortodoxa, etc. Si es de izquierdas, compra completo un pack progresista que incluye el agnosticismo o ateísmo, el feminismo, la defensa de los derechos de la comunidad LGTB, el internacionalismo (paradójicamente combinado con el nacionalismo si eres de una comunidad periférica), el relativismo moral (el "no hay culturas mejores que otras") y el buenismo (detrás del cual se halla la ignorancia de la naturaleza humana, la creencia de que somos una hoja en blanco al nacer que se puede editar culturamente de arriba abajo), este último también paradójicamente hermanado al maniqueísmo (¡los de arriba, a diferencia de el pueblo, sí que son malos!).

Sin embargo, esa tradicional divisoria izquierda-derecha está siendo zarandeada por la irrupción de megatendencias como el ecologismo (ya felizmente consolidada) y el animalismo, que suponen un desafío ideológico de primer orden para la izquierda. Yo no puedo concebir que una persona progresista simpatice con la tauromaquia, una salvajada impropia de un país civilizado. O que defienda la caza deportiva y se burle de vegetarianos y veganos. Como quizá un progresista genuino de hace 60 años no podría entender que alguien desde la izquierda no asumiera plenamente los derechos de los homosexuales. Por eso estoy totalmente en desacuerdo con el autoproclamado izquierdista Mauricio Schwarz, que considera que esas cuestiones son poco menos que paparruchas feng shui. La ciencia es otro reto para la izquierda, todavía muy anclada a planteamientos académicos desfasados (propios de las "ciencias" sociales tradicionales) o sencillamente grotescos (los propios de la factoría intelectual posmoderna, a la que se adscriben los estudios culturales y de género).

Quizá el significado de la palabra progresista no sea el mismo en una ciudad que en un pueblo, en la Comunidad de Madrid que en la Región de Murcia. Realidades como la homosexualidad no solo han sido aceptadas en los países más civilizados por la derecha moderada, sino también por la extrema derecha (recordemos que el líder ultra holandés Pim Fortuyn, asesinado en 2002, era declaradamente gay). Aunque la actriz Brigitte Bardot milite ahora en el ultraderechista Frente Nacional, no puedo más que compartir su rechazo del especismo o de la tauromaquia: en eso la siento más próxima que un izquierdista andaluz taurino y cazador. Y el ecologismo, aunque ligado inicialmente a la izquierda, empieza a ser ya algo transversal más relacionado con el desarrollo social de una comunidad que con la ideología. En promedio, seguro que un conservador sueco tiene una mayor conciencia ecológica que un socialista almeriense.

En conclusión, que a la hora de forjar alianzas para defender causas justas como el ecologismo o los derechos de los animales, así como la cadena perpetua revisable o el combate implacable a las mafias y el terrorismo, habrá que contar a veces más con enemigos ideológicos que con amigos (también para la defensa de un análisis científico, riguroso y sosegado de la realidad de la violencia de género). Y no es malo que así sea. En eso consiste la democracia, en la convivencia civilizada entre personas con distintas ideas bajo un marco consensuado más allá del cual no puede imponerse nada aunque nos parezca una barbaridad (por ejemplo, que las corridas de toros sean legales). Muchas veces será necesario convencer a algunos amigos haciendo palanca junto a algunos enemigos para incluir o excluir más cosas en ese marco consensuado.

3 comentarios:

Julio Oliva Freuding dijo...

Muy acertado. Pienso exactamente lo mismo.

Adolfo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Adolfo dijo...

Hola Nico. Yo creo que todo esto viene de la comodidad de la mayoría y la pereza intelectual. Necesitamos clasificar a los demás como de "izquierda" o "derecha", porque así les atribuimos unos determinadas formas de pensar. De este modo nos ahorramos "el esfuerzo" de escuchar a los demás.

La gente que compra esos packs ideológicos no son mejores. Se ahorran pensar por sí mismos. Atribuyen a su paquete unas virtudes mágicas "y no tengo que darle más vueltas", (por ejemplo, la izquierda se autoconcede la virtud de la bondad, y la derecha del orden o respeto), y diciendo que somos de uno u otro grupo nos arrobamos esas virtudes. A cambio de aceptar acríticamente un paquete que no tiene porqué incluir la racionalidad en todo lo que defienden.

Hay una cosa peor. No es práctico. Perjudica a las causas nobles. Un ejemplo:

Si vas a una manifestación en favor de los derechos de los animales y alguno coge el megáfono y se pone a decir consignas contra los partidos de derecha, está expulsando del movimiento a la gente que sea conservadora y tenga sensibilidad hacia los animales, que son muchísimos y cada vez más. Me da rabia esa gente por imbéciles y por importarles más sus prejuicios que la causa que teóricamente defienden.

(Ahondando en este tema, una gran parte de los partidarios de la caza son de izquierdas, pues se trata de una afición transversal, que tiene más que ver con las costumbres rurales).

¡Abrazos!

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