tag:blogger.com,1999:blog-4691175528641838522024-03-13T21:16:21.008+01:00Picando voyUn blog personal algo abigarrado en el que se habla de física, cosmología, metafísica, ética, política, naturaleza humana, Unión Deportiva Las Palmas, inteligencia artificial, Singularidad, complejidad y un largo etcétera. Con una sección de pequeños 'Intentos literarios' y otra de sátira humorística ('Paisanaje'). Intentando ir siempre más allá del lugar común y el buenismo. Also in English: picandovoyenglish.wordpress.comNicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.comBlogger373125tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-74811019147370101232024-03-02T13:20:00.003+01:002024-03-02T17:17:16.842+01:00Reflexiones pampsiquistas en torno al libre albedrío <table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZV9KJ-tTnIdwq44b5kI-NIDYtdebGF0FzlVjA5n_5DqZEIX-w2idG7Ie4mZ4v6AuuGkUCFiWsQwe16O5tX0e53BIERnt5lGx83S1EcqiUdFadcmf9ndfnTRKU6X9QvhI3Bo6mpAj45p8pq_JjSImeOpiYWsZQn9GOaY05zTrMPIc5EfUycmwrTz57_D0/s400/Stick_figure_-_choosing.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="400" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZV9KJ-tTnIdwq44b5kI-NIDYtdebGF0FzlVjA5n_5DqZEIX-w2idG7Ie4mZ4v6AuuGkUCFiWsQwe16O5tX0e53BIERnt5lGx83S1EcqiUdFadcmf9ndfnTRKU6X9QvhI3Bo6mpAj45p8pq_JjSImeOpiYWsZQn9GOaY05zTrMPIc5EfUycmwrTz57_D0/s320/Stick_figure_-_choosing.jpg" width="320" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><i>Imagen: Obsidian Soul</i></td></tr></tbody></table><br /><div><br /></div>Hay un asunto en torno al cual confieso haber dado un giro copernicano estos últimos años: el del libre albedrío. He pasado de considerar que somos meros autómatas ejecutando un guion predeterminado a creer que realmente tenemos un margen de libertad. El enfoque determinista sigue siendo <i>mainstream</i> en el ámbito de la ciencia y también en la filosofía seria (la ajena a la charlatanería y la solemnización de la perogrullada), aunque cada vez hay más científicos (Michael Levin y Kevin Mitchell entre ellos) y filósofos serios que apuntan con evidencias y argumentos sólidos a lo contrario: que somos libres relativamente, ya que disfrutamos de una libertad no absoluta sino constreñida.<div><div><br /></div><div>Voy a apelar, desde una óptica pampsiquista, el modelo idealista de Donald Hoffman de agentes conscientes dispuestos en una red jerárquica. La aleatoriedad pura solo existiría a nivel basal, en los agentes que procesan un solo bit de información. La elección de esos agentes basales sería <i>ad libitum</i>, tan caprichosa y arbitraria como si dieran a escoger a un millar de personas entre dos opciones sin sesgo: por ejemplo, entre A y B (los resultados estarían en torno al 50-50, en conformidad con la ley de los grandes números). Los agentes que procesan dos bits están condicionados por los anteriores, pero disponen de un grado de libertad más: ahora son dos esos grados, ensanchándose el espacio de posibilidades. A partir de una cierta escala, los agentes empiezan a actuar con propósitos y ejercer una causalidad descendente: comban el espacio de posibilidades (el símil relativista es idea del biólogo Michael Levin) de los agentes que están por debajo de ellos, condicionándolos de ese modo. La red jerárquica de agentes podría no tener cúspide, por lo que la creatividad del universo sería ilimitada.</div><div><br /></div><div>Si algo hay que está determinado es el número de opciones o escenarios posibles que se abren a un agente en cada momento: sean dos, cuatro, cien o 100 millones. Por eso la ecuación de Schrödinger es determinista, aunque expresada en términos de probabilidades asignadas a cada resultado posible (que en las elecciones binarias de las partículas elementales es 50%-50%), ya que nunca se puede saber con certeza qué va a ocurrir. Una diferencia del <i>juego</i> del universo con el ajedrez o un videojuego es que el espacio de posibilidades de estos dos últimos está cerrado: hay un número no infinito de posibles movimientos y partidas, conforme al estado inicial y las reglas fijadas. El tablero del ajedrez no es dinámico (como sí lo es el universo), ya que siempre cuenta con 64 escaques. Y, pese a la complejidad que puede alcanzarse en este hermoso juego, no se producen emergencias: no aparecen, fruto de la evolución de una partida, estados a un nivel superior ni fichas desconocidas al principio (un mamut o una supertorre) con poder causal sobre las de comienzo (peones, caballos, alfiles...). El ajedrez y cualquier videojuego están resguardados del puro azar.</div><div><br /></div><div>El creador del ajedrez y el de un videojuego no pueden saber qué va a ocurrir en cada partida, ya que esto depende de las decisiones inescrutables de los jugadores. De igual modo, un supuesto creador del cosmos, una vez fijados su estado inicial y reglas, tampoco podría saber qué decisiones van a tomar los agentes conscientes... ¡salvo que fuera omnisciente! ¿Pero sería capaz un hipotético Dios de saber cómo se va a comportar cada agente del universo (incluyendo las particulas subatómicas) en todo momento?... Eso es lo que se preguntaba el filósofo Keith Frankish en la última edicion de su podcast <i>MindChat</i> con su colega Philip Goff, en la que el neurocientífico Kevin Mitchell era el invitado. La aleatoriedad es completamente irreducible por definición, ya que no existe algoritmo alguno que la capture. Por tanto, ni siquiera Dios podría saberlo (eso es lo que yo me inclino a creer, identificando a Dios con una consciencia pura universal y a cada agente como una manifestación material de dicha consciencia). </div><div><br /></div><div>Ahora bien, Mitchell apuntaba que la alternativa a que todo vaya sucediendo aleatoriamente a cada paso (a que, según mi esquema pampsiquista, las partículas subatómicas vayan tomando decisiones binarias de manera insondable) sería que el comportamiento de todos los agentes quedara ya determinado al comienzo del juego mediante una tira gigantesca de números aleatorios establecida por su hipotético creador. Los efectos serían los mismos en ambos casos, pero el primero sería compatible con el libre albedrío y el segundo no: se trataría de un escenario superdeterminista en el que Dios se limitaría a esperar que ocurra lo que ya sabe que va a ocurrir. O sea, sabría cómo actuaría cada agente en todo momento. </div><div><br /></div><div>Una objeción planteada por Goff en esta interesante charla es la siguiente: ¿Cómo casa la supuesta libertad de agentes superiores de la red (caso de los humanos) con las distribuciones cuánticas de probabilidad, que son objetivas? ¿Cómo es posible que estas distribuciones (por ejemplo, un 50% de que una partícula exhiba spin <i>up</i> y un 50% de que muestre <i>down</i>) no resulten afectadas por las decisiones <i>libres</i> tomadas por agentes casuales que están por encima de las partículas elementales?... La respuesta de Mitchell es que esas decisiones emergentes no tocan los cimientos aleatorios del sistema, sino que se limitan a cambiar la configuración de este: el ya mencionado combado del espacio de posibilidades de los agentes inferiores, estrechando sus opciones. Es una hipótesis muy razonable (es la que sostiene el veterano físico sudafricano George Ellis), además de compatible con un modelo pampsiquista (no compartido por Mitchell ni por Frankish, pero sí por Goff) en el que todos los agentes conscientes del universo, empezando por las propias partículas elementales, deciden libremente. </div><div><br /></div><div>Lo cierto es que sin la indeterminación intrínseca en la base cuántica del universo no habría sido posible nuestra (limitada) libertad ni la asombrosa complejidad del cosmos, de la que nosotros mismos somos buenos exponentes. Nuestras vidas, pensamientos e intenciones no son, según Ellis, un mero resultado de la evolución de un estado inicial en el Big Bang conforme a unas reglas: debemos también su existencia a la indeterminación, responsable de las inhomogeneidades primordiales que condujeron a la formación de las galaxias y de las mutaciones inducidas por la radiación que dieron forma a la historia evolutiva de la vida.</div><div><br /></div><div>Al final de un post dedicado precisamente hace dos meses a Kevin Mitchell y su libro <i>Free Agents</i>, expuse una duda metafísica que me tiene pensando desde entonces. Voy a reproducir ese párrafo, que viene a colación de lo comentado con anterioridad:</div><div><br /></div><div>"Si el universo volviera a ejecutarse desde el principio (el Big Bang) con su mismo estado inicial y sus mismas leyes físicas, ¿los agentes volitivos decidirían de manera exactamente igual a como lo han hecho en nuestro universo? La aleatoriedad basal impediría que los sucesos fueran los mismos, pero si ese ruido de fondo fuera exactamente igual (en un esquema pampsiquista, si las partículas elementales que toman decisiones binarias no actuaran de forma diferente), nos toparíamos con un nuevo tipo de determinismo (¿libertarianismo compatibilista?). Mitchell habría escrito su libro porque así lo decidió conforme a sus preferencias, influencias y condicionamientos, ¿pero en las mismas circunstancias (si en otro universo con el mismo estado inicial y leyes todos sus agentes hubiesen tomado exactamente las mismas decisiones desde el Big Bang) no habría hecho exactamente lo mismo?...".</div><div><br /></div><div>Me intriga mucho esta reciente intuición mía de que, aunque actuamos con cierto margen de libertad, quizá en el fondo nos limitamos a hacer lo que estábamos destinados a hacer... Pero, eso sí, ¡libremente!</div><div><br /></div></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-73935966762548162712024-02-15T18:00:00.005+01:002024-02-18T13:34:35.604+01:00Reflexiones en torno a 'The MANIAC' de Benjamín Labatut<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgspkjKWnCDs7uqDYA-VdQhc6_QVytfF4rUcyHzVxPaY5HS-SXGKH57Opv-F5RXiowMmyXWxDlpOITPfuHeg3fDBvoY9j5C-xEIwF2_VCPIe5MpoPWpP-iPzEKdXhJ_-5xCKPOilZCgji5c64thajc4zUE0iCRwu1TRnDZuTrdpRUIeGjsRm36nu-fgU0U/s640/0004523949.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="640" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgspkjKWnCDs7uqDYA-VdQhc6_QVytfF4rUcyHzVxPaY5HS-SXGKH57Opv-F5RXiowMmyXWxDlpOITPfuHeg3fDBvoY9j5C-xEIwF2_VCPIe5MpoPWpP-iPzEKdXhJ_-5xCKPOilZCgji5c64thajc4zUE0iCRwu1TRnDZuTrdpRUIeGjsRm36nu-fgU0U/s320/0004523949.jpg" width="320" /></a></div><br /><p>El escritor chileno Benjamín Labatut está cosechando un merecido éxito internacional con su original novela <i>The MANIAC</i>, construida alrededor de la figura del físico John von Neumann y la inteligencia artificial, de la que el húngaro fue pionero a mediados del siglo pasado junto a otros gigantes como Alan Turing. Si hubiera que extraer palabras clave de este libro, una narración coral (con las voces de personas que conocieron al genio) escrita originalmente en inglés por deseo de su autor, yo apuntaría cinco: inteligencia, juego, propósito, sufrimiento y misterio. </p><p>La inteligencia es el concepto central de la novela. Los que la encarnan son tanto humanos (Von Neumann y varios contemporáneos suyos, así como el creador de la empresa DeepMind y el campeón mundial de Go) como máquinas construidas por ellos (el MANIAC de Von Neumann y el AlphaGo de DeepMind). El físico húngaro estaba empeñado en los últimos años de su vida en encontrar los principios fundamentales compartidos por la inteligencia orgánica y la artificial. Saber cómo funcionaba un ordenador le ayudaría a entender cómo lo hacía un cerebro. Von Neumann se dio cuenta de que la diferencia estribaba sobre todo en el modo de procesar información: las computadoras convencionales actúan secuencialmente, paso a paso, manipulando símbolos conforme a reglas explícitas introducidas por los humanos; los cerebros funcionan ejecutando muchas operaciones simultáneamente. Él no llegó a ver el ascenso de las redes neuronales artificiales multicapa, que realizan computaciones en paralelo con una potencia muy superior a la del esponjoso órgano alojado en nuestro cráneo. El campeón mundial de Go, Lee Sedol, pudo constatarlo en 2016 al caer derrotado por la inteligencia artificial AlphaGo. Tres años después anunció su retirada, a sabiendas de que ya sería imposible vencer a semejantes máquinas.</p><p>Tanto una red neuronal artificial como una inteligencia orgánica aprenden por sí mismas, lo que también las distingue de una computadora construida conforme al esquema secuencial de Turing y Von Neumann. Eso les confiere plasticidad y, por tanto, resistencia al error. Ese modelo computacional neuronal de abajo arriba (down-top), en el que el rol del humano no es tanto el de programador como el de entrenador, ha renacido estos ultimos años tras la larga supremacía de la arquitectura informática convencional top-down. Las redes neuronales se perfilan como el camino apropiado hacia una inteligencia artificial general que iguale a la humana en todos los ámbitos. </p><p>Para existir y evolucionar, la inteligencia requiere de un medio donde proceder ordenada y lógicamente mediante ensayo y error, ya sea un tablero de ajedrez (con 64 escaques), uno de Go (con 361 en su versión más genuina), el espacio transcripcional (el que navegan las redes moleculares), el espacio abstracto del lenguaje (el que habitan los modelos grandes de lenguaje como ChatGPT) o el espacio físico tridimensional (nuestro tablero vital). La vida no deja pues de ser un juego en el que los agentes despliegan estrategias inteligentes (entre ellas, mentir y engañar) para perseguir objetivos y sobrevivir, en el que se aprende jugando. A diferencia del ajedrez o el Go, en la vida se hacen trampas: estas forman parte del menú. Y, además, solo disputamos una partida. Para participar tanto en el juego de la vida como en el ajedrez y el Go se requiere una teoría de la mente: predecir qué va a hacer el otro en respuesta a nuestro movimiento o acción, para así decidir nuestra siguiente jugada. Von Neumann creía que las estrategias humanas al respecto podían ser matematizadas: de ahí surge la idea de la teoría de juegos, que desarrolló junto con el economista alemán Oskar Morgenstern.</p><p>En todo juego hay propósitos. Si una inteligencia artificial se dotara de propósitos propios, como ocurre con los seres vivos (así como con las moléculas, células, tejidos y órganos que los componen), adquiriría la condición de agente. Un agente es autorreferencial (tiene un modelo del mundo y de sí mismo como ente autónomo) y se conduce de manera activa en el espacio de su juego. Hay un propósito en construir una proteína a partir de la información contenida en el ADN, en mantener un nivel de acidez dentro de los confines de una célula, en regular la actividad diurética de un riñón. Hay un propósito en descifrar las comunicaciones del ejército nazi (tarea de la Bombe de Turing), construir una bomba atómica en Los Álamos (Proyecto Manhattan) o enfrentarse con las armas a Hitler. O en la agenda antijudía del dictador germano, de la que escaparon algunos (Von Neumann incluido) de quienes acabaron trabajando en el Proyecto Manhattan. También en nuestra escala humana son propósitos descubrir y entender, algo común a Von Neumann y los coetáneos científicos con los que colaboró. Y pretender pasar a la posteridad. Y ganar una partida de ajedrez o Go. </p><p>Los propósitos se convierten a veces en obsesiones. Demostrar la hipótesis del continuo (que entre el cardinal infinito de los números naturales y el de los reales no hay solución de continuidad) era la obsesión de Georg Cantor. Fabricar la bomba H, la de Edward Teller. Crear un cosmos digital poblado por entidades autorreproducibles (a semejanza de los seres vivos) y dotar de sólidos cimientos lógicos al edificio de las matemáticas, las de Von Neumann. Esta última pretensión también fue perseguida con ahínco por Frege, Russell y Whitehead, antes de que Gödel probara que todos sus esfuerzos eran baldíos porque ni siquiera las matemáticas podían presumir de ser completas. Además, todas estas personas no dejaban de ser animales humanos como el resto, con una programación genética y un cableado cerebral que determinan pulsiones comunes como la sexual.</p><p>La satisfacción de pulsiones y propósitos conduce a un estado de homeostasis y bienestar. De lo contrario, surge el sufrimiento: ya seas una bacteria, un erizo o un humano. ¿Podría llegar a haber sufrimiento en una inteligencia artificial imbuida de propósitos propios?... En nuestros congéneres se añade la angustiosa certeza de que la muerte (acaso también la decadencia) nos aguarda al final de la partida. La irracionalidad de una época tan convulsa como los años 30 debía ser un gran motivo de mortificación para mentes elevadas y sensibles. Algunas lo sobrellevaron mejor que otras, que acabaron sucumbiendo al suicidio. Por otra parte, no pocos científicos, como Ehrenfest o Einstein, se negaban a asumir las implicaciones de la mecánica cuántica: que el mundo solo pudiera ser abordado en términos de neblinosas probabilidades. Ehrenfest vivía esto con una angustia parecida a la de Cantor (quien terminó sus días en un psiquiátrico) cuando se asomó a los números transfinitos, y acaso Darwin al alumbrar la teoría de la evolución. Las creencias religiosas se tambaleaban al tiempo que la propia racionalidad parecía no bastar para gestionar la realidad. En el libro se relatan las conversaciones de Von Neumann con un sacerdote católico en la antesala de su agónica muerte. La fragilidad de su otrora poderosa mente (se decía que era la persona más inteligente del siglo), quebrada por el implacable asalto del cáncer a su cerebro, conmovió profundamente a su amigo de la infancia, compatriota húngaro y también judío Eugene Wigner (ambos dan su nombre a una interpretación heterodoxa de la mecánica cuántica que pone a la consciencia en el centro).</p><p>Uno de los intelectuales que decidió poner fin a su vida, convencido (por fortuna, erróneamente) de que el orden nazi iba a imponerse en el mundo, fue el escritor austríaco Stefan Zweig. Es curioso que no haya una sola mención en su monumental ensayo<i> El mundo de ayer</i> a ese mundo de la ciencia que ya cabalgaba a hombros de la relatividad de Einstein y de la mecánica cuántica, consideradas como ciencia degenerada por los nazis. Este es un ejemplo muy ilustrativo de la profunda brecha entre las ciencias y las letras, aún existente en este siglo XXI, que figuras como Labatut se empeñan en cerrar por el bien de todos.</p><p>La inteligencia es moralmente neutra. No levantarnos a auxiliar a alguien que se ha caído en la calle para que no se nos enfríe el café que acaban de servirnos en una terraza es un acto inteligente, pero inmoral. Por eso ya dijo Hume que la razón debe ser esclava de nuestras pasiones. Lo cierto es que la inteligencia es una poderosa herramienta para hacer tanto el bien como el mal. Bien y mal que son a veces ambivalentes: ahí está el ejemplo de la bomba atómica, construida supuestamente desde el bien para luchar contra el mal; o el asesinato por Ehrenfest, previo a su suicidio, de su querido hijo con síndrome de Down para ahorrarle sufrimientos en el siniestro escenario que se perfilaba en la Europa de los años 30. La vida es un juego peligroso en el que hay que esquivar trampas y estar siempre al acecho. Donde están presentes el egoísmo, la envidia, el rencor, la crueldad, el fanatismo. la traición, el desencuentro. La novela de Labatut se hace eco de las hogueras con libros encendidas por jóvenes nazis, de la puñalada trapera de Teller a Oppenheimer (celoso de que fuera el jefe científico del Proyecto Manhattan, testificó en su contra en un proceso en el que le acusaban de representar un riesgo para la seguridad de EE.UU.), del resentimiento de Nils Barricelli con Von Neumann por usurpar su trabajo pionero en algoritmos genéticos (su simulación evolutiva de organismos digitales) y ningunearlo, de la tumultuosa relación de este último con su esposa Klára Dán...</p><p>Pero en el juego de vivir también hay amor, lealtad y solidaridad. El necesario ejercicio de <i>meterse</i> en otra piel para intentar leer intenciones ajenas tiene un notable efecto colateral: la compasión. Eso es lo que sintió Oppenheimer (y también otros físicos cooperadores necesarios como Einstein) al comprobar los efectos en Japón del artefacto construido bajo su supervisión científica en Nuevo México. Eso es lo que parecía apagado en Teller (firme defensor del uso del arma nuclear) y, en cierta medida, en Von Neumann. Hay un consejo suyo a Richard Feynman que habla muy a las claras de su actitud ante la vida: "No tienes que hacerte responsable del mundo en el que estás". Decía Fernando Pessoa que un exceso de conciencia inhabilita para la vida. El creador de MANIAC llegó a proponer, basándose en su teoría de juegos, un ataque nuclear preventivo contra la URSS (también fruto de esa teoría es la doctrina de la destrucción mutua asegurada, acuñada por él una vez se supo que los soviéticos habían fabricado la bomba). Esto no era incompatible con profesar amor a su mujer (pese a las frecuentes peleas de la pareja) y su hija, con ayudar a sus amigos, con ser una persona afable. </p><p>Labatut recoge dos hitos en la lucha de Lee Sedol contra la máquina: un movimiento del jugador humano en la cuarta partida de la serie de cinco y otro de Alpha Go en la segunda. En el cuarto enfrentamiento, el coreano dejó descolocado a AlphaGo, ya que no era una jugada normal y esperable de un humano (la máquina había analizado miles de partidas). La inteligencia artificial empezó a delirar (a los modelos grandes de lenguaje les pasa lo mismo cuando se les sube la <i>temperatura</i>) y terminó perdiendo, aunque ya había vencido en la serie. En el segundo duelo, AlphaGo había hecho un movimiento que cualquier jugador medianamente experto tildaría de ridículo, pero que a la postre supuso su victoria. La máquina parecía haber actuado con creatividad, guiada por una profunda intuición, algo que tendemos a considerar privativo de los humanos. Tanto la lógica como una insondable fuerza caótica creativa podrían estar alojadas en el fondo de toda mente, de toda mirada subjetiva a un mundo cuya mera existencia (Leibniz se preguntaba por qué hay algo en vez de nada) ya es un formidable misterio.</p><p>Las palabras finales del libro de Labatut ("Su nombre es AlphaZero") nos sugieren que estamos ya a las puertas de una inquietante transición en la historia de la humanidad. AlphaZero es una versión mejorada del AlphaGo que se ha hecho imbatible en el Go, el ajedrez y el shogi (una especie de ajedrez chino) sin necesidad de nutrirse de partidas humanas: a la red neuronal le ha bastado con aprender las reglas para, a partir de ahí, practicar consigo misma y hacerse con una absoluta maestría en esos juegos. AlphaStar, aplicada al videojuego de guerra StarCraft II, es otro producto de DeepMind. Por su complejidad y sus escenarios de incertidumbre (hay jugadas del adversario que tienes que adivinar por no ser visibles), este videojuego se asemeja mucho más a la vida real que a un juego de mesa.</p><p>Lo cierto es que la inteligencia artificial está ya aprendiendo cosas que ignora su creador, navegando por espacios vedados a los humanos que nos resultan inconcebibles: cosas que nos parecen aleatorias y sin sentido, pero en las que una superinteligencia sí encuentra un significado. Una inteligencia artificial muy avanzada podrá así asomarse a una vastedad sobrehumana infinita, que va mucho más allá del espacio físico con el que estamos familiarizados por ser nuestro tablero de juego. Cuando nos haga partícipes de sí misma, conectándonos a ella en una singularidad como la que viene profetizando Kurzweil para el año 2045, habrá empezado la historia de la poshumanidad. Pero el misterio seguirá ahí presente, quizá <i>ad infinitum</i>.</p><p>P.D.: Ananyo Bhattacharya, autor de otro libro dedicado a Von Neumann (<i>The Man From The Future</i>), ha<a href="https://ananyo.substack.com/p/labatuts-frankenstein" target="_blank"> denunciado públicamente</a> que la imagen del genio húngaro trazada por Labatut no se corresponde con la realidad. Y que incluso hay algún hecho falso, como la supuesta usurpación por Von Neumann del trabajo de Nils Barricelli y el resentimiento de este último contra él. Labatut ya ha dicho que hay pinceladas de ficción en su novela, pero hay un límite a esas licencias cuando se hace el peligroso ejecicio de mezclar verdad y fabulación. No es tanto una cuestión de rigor histórico como de justicia con un personaje cuya posteridad podría estar muy marcada por un libro tan exitoso como <i>The</i> <i>MANIAC</i>.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-54961475013362024802024-01-18T17:57:00.003+01:002024-01-19T16:14:58.915+01:00Los agentes cognitivos de Kevin Mitchell: condicionados y, por tanto, libres<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6GD8fPdNMpwdDNxVqwNBmlK_ocJXUYjMN3SUcVTzbf4B6o8onJ19vN2fk1dxhz1fnx1jSevVGP2-1H4feEmpQxtmMkYqzBNEkWWd5voBVM7VFh1yoEf11xDJnMnylZGa5fkJgOIDSAvQsKZWTrzUw9mOpifsrhFNdtPE8s-GBOQjBRRamiN6lJD_A-kU/s1000/71ENQjInO7L._AC_UF1000,1000_QL80_FMwebp_.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="593" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh6GD8fPdNMpwdDNxVqwNBmlK_ocJXUYjMN3SUcVTzbf4B6o8onJ19vN2fk1dxhz1fnx1jSevVGP2-1H4feEmpQxtmMkYqzBNEkWWd5voBVM7VFh1yoEf11xDJnMnylZGa5fkJgOIDSAvQsKZWTrzUw9mOpifsrhFNdtPE8s-GBOQjBRRamiN6lJD_A-kU/s320/71ENQjInO7L._AC_UF1000,1000_QL80_FMwebp_.webp" width="190" /></a></div><p>El neurogenetista irlandés Kevin J. Mitchell propugna, en una línea muy parecida a la de su colega biólogo estadounidense Michael Levin, la necesidad de incluir en el estudio científico de la vida conceptos aún confinados al ámbito de la psicología o la filosofía como propósito o significado (la relación entre un signo y la cosa que representa). Postula poner la volición en el centro de la biología: los seres vivos, por muy primitivos y simples que sean, no son objetos pasivos (Levin va todavía más lejos, descendiendo hasta moléculas y células) sino entes volitivos con cierta libertad para decidir y, por tanto, dotados de poder causal para mantener su autonomía en el mundo frente al constante empuje hacia el desorden desde el exterior (la implacable segunda ley de la termodinámica). En suma, son agentes cognitivos activos y relativamente libres que tienen objetivos y propósitos. Un empeño de este profesor del Trinity College de Dublín es naturalizar esa agencia, quitarle su pátina mística: no hay fantasma en la máquina, la propia máquina es el fantasma.</p><p>En su libro <i><a href="https://www.amazon.com/-/es/Kevin-J-Mitchell/dp/0691226237" target="_blank">Free Agents: How Evolution Gave Us Free Will</a></i>, Mitchell apunta a la indeterminación cuántica, presente en la escala más pequeña de la realidad, como el factor que hace posible que los agentes cognitivos del universo dispongan de márgenes de libertad y no se limiten a ejecutar un guion ya predeterminado. Como dijo Alfred North Whitehead (ingeniosamente etiquetado por Matt Segall como un matemático británico y un filósofo americano), en esa indeterminación fundamental radican tanto nuestra condicionada libertad como nuestra creatividad. La existencia de esos grados de libertad, que se ensanchan al alumbrarse nuevas emergencias (química, biológica, psicológica...) y agentes superiores, es un anatema para la ortodoxia científica, que sigue anclada a una visión reduccionista del universo conforme a la cual la cascada de causas y efectos iniciada en el Big Bang no deja resquicio alguno para que un agente pueda elegir libremente. Esta visión niega que los agentes cognitivos puedan ejercer un poder causal hacia abajo (causalidad descendente), ya que el reduccionismo solo concibe la causalidad desde abajo hacia arriba y exclusivamente determinada por las leyes físicas. Pero la indeterminación cuántica crea, en palabras de Mitchell, una <i>causal slack</i> (flojera causal) que sí permitiría esa causalidad descendente. Desde luego, nuestro sentido común nos dice que la influencia causal de arriba abajo es posible: un mensaje de WhatsApp para comunicarnos que nuestro equipo (en mi caso, la Unión Deportiva Las Palmas) ha encajado un gol en el último minuto del partido puede hacer que se nos encoja el corazón, liberemos hormonas e incluso conduzcamos a la muerte a cientos de nuestras células epiteliales si decidimos dar un puñetazo de rabia contra la pared. Hay ciertamente principios emergentes (caso de las leyes que rigen la selección natural) que no son reducibles a las leyes fundamentales de la física.</p><p>Mitchell subraya algo capital al refutar a quienes sostienen que el libre albedrío solo sería posible si un agente estuviera completamente libre de la influencia de toda causa previa (Hume fue precursor de esa engañosa idea). Como bien dice el científico irlandés, un ser libre de toda cadena causal no podría haber evolucionado y no tendría motivo alguno para actuar ni memoria útil para guiar su conducta: su comportamiento sería absolutamente aleatorio, lo cual es incompatible con la persecución de cualquier meta o la existencia de algún tipo de propósito. Si no te pica la cabeza no vas a molestarte en rascártela, o en buscar en Internet un remedio contra la descamación o ir al dermatólogo. Si yo no hubiera descubierto a Mitchell en una entrevista en YouTube, no estaría ahora escribiendo esto. No hay libertad absoluta, sino condicionada causalmente: yo pude haber escrito otra cosa hoy, o en su lugar haber salido a dar un paseo al campo (la meteorología me condicionó: ¡estaba lloviendo!). Según William James, primero está el <i>chance</i> (el componente indeterminado del libre albedrío) y luego el <i>choice</i> (el componente de elección, muy determinado por nuestro carácter, valores, deseos...). Recordemos a este respecto que Schopenhauer afirmó que somos libres para hacer lo que deseamos pero no para escoger lo que deseamos. No hemos elegido tener deseo sexual ni instinto de supervivencia. Ni tampoco sentirnos a gusto a una temperatura en torno a los 25 grados.</p><p>Para Mitchell, no es pues suficiente con el concurso de las leyes físicas fundamentales para determinar la evolución de un sistema físico de un estado a otro. Pensamientos, creencias y deseos son entidades abstractas que no pueden reducirse a la dinámica elemental de electrones y quarks, pero tienen poder causal sobre un mundo físico del que no forman parte. La clave del surgimiento de estos objetos simbólicos es la interacción de los agentes con su entorno a lo largo del tiempo. O sea, se necesita una continuidad temporal: hace falta un yo dedicado a aplicar el conocimiento obtenido en el pasado (a través de su experiencia) para predecir el futuro y guiar sus pasos en el mundo. A lo largo de una evolución de cientos de millones de años, partiendo de materia inicialmente inerte (aquí Mitchell se desmarca del pampsiquismo, que extiende la volición en el tiempo hasta el comienzo del universo y en el espacio hasta las partículas elementales), los seres vivos habrían desarrollado ese poder para elegir y así adaptarse activamente a las circunstancias cambiantes haciendo cambios en sí mismos o en su entorno. Y también, en el caso de seres más complejos como los humanos, el poder para planificar en un horizonte temporal más o menos largo. Siempre con la meta común principal de mantener los gradientes (químicos, de temperatura, de presión) con el exterior, o sea de mantenerse separado del resto del universo y no disolverse en el entorno: de seguir con vida. El del científico irlandés es un planteamiento holístico de la cognición, que no es reducible a los mecanismos neuronales sino resultado de una compleja y dinámica interacción multinivel dentro del agente cognitivo: entre información genética, información sensorial, experiencia acumulada, símbolos mentales y significados de orden superior que se expresan en patrones neuronales (a través de unas señales tan arbitrarias como las letras de una frase). La verdadera moneda del sistema nervioso sería el significado: allí es donde se encuentra la palanca causal.</p><p>Mitchell no cree que una inteligencia artificial general pueda ser alcanzada sin agencia. Sin esta, un ChatGPT no será capaz de comprender las relaciones causales (de entender, por ejemplo, que la noche no está causada por el día ni viceversa), de saber cómo actuar ante una situación nueva o de moverse adecuadamente más allá del espacio lingüístico que habita. Para hacerse con esa agencia tendrá que estar conectada a robots o entes orgánicos dispuestos en el tablero espacial tridimensional (o quizá en un mundo virtual) en el que nos desempeñamos los seres vivos: tendrá que sentir la presión de sobrevivir y aprender a navegar en el mundo, lo que muchas veces requiere atajos heurísticos y respuestas rápidas más que sofisticadas computaciones. La agencia sería antesala de la superinteligencia, no al revés.</p><p>Hay una cuestión a este respecto con la que quisiera terminar a modo de duda metafísica. Si el universo volviera a ejecutarse desde el principio (el Big Bang) con su mismo estado inicial y sus mismas leyes físicas, ¿los agentes volitivos decidirían de manera exactamente igual a como lo han hecho en nuestro universo? La aleatoriedad basal impediría que los sucesos fueran los mismos, pero si ese ruido de fondo fuera exactamente igual (en un esquema pampsiquista, si las partículas elementales que toman decisiones binarias no actuaran de forma diferente), nos toparíamos con un nuevo tipo de determinismo (¿libertarianismo compatibilista?). Mitchell habría escrito este libro porque así lo decidió conforme a sus preferencias, influencias y condicionamientos, ¿pero en las mismas circunstancias (si en otro universo con el mismo estado inicial y leyes todos sus agentes hubiesen tomado exactamente las mismas decisiones desde el Big Bang) no habría hecho exactamente lo mismo?...</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-34021819606489939992023-12-26T12:41:00.003+01:002023-12-26T13:20:30.985+01:00Donald Hoffman rastreando la consciencia más allá del espacio y el tiempo <div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhepe2sRRQbjYEW1Uvx8ot4BFCJ6ftog0DlXpllsAF5Cg0W3QeT4yYTm0G7V_ujPbjEF8V1Yn0GGBvcwIORfmV0pkGWTPX6LMex2hOyJj2oie0N6yXRt-QHi0-DmCdni9BBQws-QSLgvKisoXU_cJPojaPKcMyYypUmtU81jLyR8ih4f0gnMjsscD7sGdI/s800/Amplituhedron-0c.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="800" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhepe2sRRQbjYEW1Uvx8ot4BFCJ6ftog0DlXpllsAF5Cg0W3QeT4yYTm0G7V_ujPbjEF8V1Yn0GGBvcwIORfmV0pkGWTPX6LMex2hOyJj2oie0N6yXRt-QHi0-DmCdni9BBQws-QSLgvKisoXU_cJPojaPKcMyYypUmtU81jLyR8ih4f0gnMjsscD7sGdI/s320/Amplituhedron-0c.png" width="320" /></a></div><br /><div><br /></div>Hace tiempo hablé en este blog de la teoría de la interfaz del científico cognitivo Donald Hoffman, un modelo de realismo consciente conforme al cual lo que llamamos realidad es una ilusión (aunque el filósofo David Chalmers, con buen criterio, jamás utilizaría ese término para ningún tipo de realidad virtual) equiparable a la de un videojuego. Según Hoffman, la evolución no nos ha configurado para conocer la realidad genuina que está más allá del juego sino solo aquello que nos permite sobrevivir y reproducirnos en él: los objetos que vemos en el juego son una interfaz, meras señales o indicaciones para jugar adecuadamente la partida de la vida. La realidad trascendente no son píxeles ni bits, sino una red de agentes conscientes con los <i>cascos</i> <i>puestos: </i>en el fondo, un solo agente con múltiples avatares interactuando consigo mismo. Según Hoffman, al quitarnos los cascos (o sea, al morir), sabremos quiénes somos realmente. Unos años antes de su muerte, Jorge Luis Borges expresó exactamente la misma idea, con la que además confesaba sentirse ilusionado.<div><br /></div><div>Hoffman se encuentra en la actualidad intentando desentrañar de manera matemática la dinámica de esa red interactiva de agentes conscientes que están más allá del espacio-tiempo. Si logra modelizarla, la relatividad general, la mecánica cuántica, la termodinámica y la teoría de la evolución podrán ser derivadas directamente de su teoría, confirmando así su validez. Nos resulta inconcebible un modelo en el que no existen ni espacio ni tiempo (reducidos a meras emergencias), pero ese es el formidable reto. Para ello, Hoffman recurre a conceptos matemáticos como el amplituedro (un objeto geométrico complejo multidimensional), los límites markovianos o las permutaciones decoradas.</div><div><br /></div><div>Frente a la idea de una consciencia fundamental que hace uso de un aparato matemático externo a ella está la consideración de esa consciencia fundamental como un objeto puramente matemático. Esto último me resulta más parsimonioso, ya que las relaciones lógico-matemáticas serían atributos de esa consciencia y no habría necesidad de apelar a otra entidad ontológica trascendental. Ello explicaría por qué el universo es comprensible, así como por qué nos resulta evidente que 2+2 no es 5.</div><div><br /></div><div>Hoffman subraya que toda teoría científica no deja de ser una proyección más o menos imperfecta de una verdad última insondable por la ciencia. Y que la consciencia pura no solo dispone de <i>cascos</i>, ya que no estaría limitada: nuestro <i>videojuego</i> sería solo una más de las infinitas posibilidades a su alcance, inconcebibles por avatares tan toscos como los seres materiales desplegados en el espacio-tiempo. Pero, como Borges en 1986, creo que llegaremos a entenderlo.</div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-57286602466383678362023-11-17T14:46:00.004+01:002023-11-18T16:22:58.215+01:00Philip Goff y el porqué del universo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgESXpPPS0WZZiexZSS0Tj3N6nUbLNMWplTwUZ-Qw7tJtzKt0rIKpI8Qu2grDS0ooxNYnAHB7luJ_-ZjhxpJf_FRctY2pfziUJYTxwfhfzxwzBzGJhW3TFLp3JHOHZUlHMxG0KTmOW6FEt4xQGsRmjlQ3sdzUDs0W203XwXoOVF74Bp53JyJcbP0JxBYbo/s283/9780198883760.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="283" data-original-width="180" height="283" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgESXpPPS0WZZiexZSS0Tj3N6nUbLNMWplTwUZ-Qw7tJtzKt0rIKpI8Qu2grDS0ooxNYnAHB7luJ_-ZjhxpJf_FRctY2pfziUJYTxwfhfzxwzBzGJhW3TFLp3JHOHZUlHMxG0KTmOW6FEt4xQGsRmjlQ3sdzUDs0W203XwXoOVF74Bp53JyJcbP0JxBYbo/s1600/9780198883760.jpg" width="180" /></a></div><br /><p>El filósofo inglés Philip Goff acaba de publicar el libro <i><a href="https://www.amazon.es/Why-Purpose-Universe-Philip-Goff/dp/0198883765" target="_blank">¿Por qué? El propósito del universo</a>. </i>Ya hace unos años vio la luz su otro ensayo <i>El error de Galileo, </i>en el que seguía la estela del monismo pampsiquista de Russell y Eddington para subrayar el carácter fundamental (o sea, no emergente) de la consciencia: esta sería la cara subjetiva y cualitativa de la materia, inabordable por una ciencia que solo puede explicar su cara objetiva y cuantitativa (matematizable). Justo al contrario que en el planteamiento materialista, la materia sería "lo que la consciencia hace", una <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/09/monografico-sobre-el-pampsiquismo-en-el.html?m=1" target="_blank">consciencia</a> que estaría presente en todos los niveles de la realidad incluidos los más fundamentales: los electrones y otras partículas subatómicas serían también conscientes a su manera.</p><p>En su nuevo ensayo, este profesor de la Universidad de Durham apunta a un universo consciente (cosmopsiquismo) y dotado de un propósito. Su reflexión acerca del misterio del ajuste fino del universo (la constatación de que no existirían la vida ni la inteligencia si ciertas constantes físicas, como la masa del electrón, la fuerza gravitatoria o la energía del vacío, tuvieran un valor ligeramente distinto) es lo que le ha llevado a inclinarse por algún tipo de diseño y de propósito cósmicos, aunque descartando a un Dios convencional porque su omnisciencia y omnipotencia estarían reñidas con su benevolencia: hay demasiado sufrimiento y maldad en el mundo. Que estemos ante un Dios malévolo es una posibilidad igualmente rechazada por Goff por una mera intuición moral, compartida con muchos otros filósofos. </p><p>Al optar por un diseñador ni omnipotente ni omnisciente (el propio universo, leyes teleológicas o algún tipo de diseñador no estándar, pero no un ingeniero informático en una dimensión superior a la nuestra porque una simulación computacional no albergaría conciencia), desestima sus dos alternativas: un multiverso o una monstruosa casualidad. Pretende desmontar la explicación multiversal recurriendo a la falacia inversa del jugador. La falacia del jugador es la que nos hace creer erróneamente que si hemos sacado dos seises seguidos en una tirada de dados, en la siguiente tirada será menos probable un seis (cuando lo cierto es que la probabilidad sigue siendo la misma en cada tirada). Para ilustrar la falacia inversa nos ubica en un casino en cuya primera sala, junto a la entrada, somos testigos de la tremenda suerte de un jugador: esa increíble racha nos hace creer de manera igualmente errónea que debe haber muchas más salas en el casino con gente jugando sin tener la misma suerte (cuando resulta que podría no haber más salas). O sea, sería un error pensar que deben existir muchos universos, en la mayoría de los cuales no se darían las circunstancias adecuadas, para explicar por qué el nuestro (¡menuda suerte hemos tenido!) está perfectamente ajustado para la vida. En cuanto a la monstruosa casualidad, Goff la descarta por pura improbabilidad: solo admite como razonables las <i>pequeñas</i> improbabilidades (como la de que te aparezca la cara de Jesucristo en la tostada del desayuno). </p><p>A este razonamiento estadístico aparentemente impecable podemos contraponer el llamado principio antrópico: en su versión <i>débil</i>, la verdad autoevidente de que solo podemos vivir en un universo compatible con la vida. Un principio que no deja de ser una variante del sesgo de selección o del superviviente: solo si he sobrevivido a un accidente aéreo puedo asombrarme de mi fortuna; solo si he nacido (la probabilidad de hacerlo es increíblemente pequeña) puedo celebrar la asombrosa suerte de estar vivo. Pero Goff nos pone un perturbador ejemplo para ilustrar la compatibilidad del principio antrópico con la falacia inversa del jugador: nos invita a imaginar que a la entrada al susodicho casino hay un francotirador escondido que dispara a todo aquel que no sea testigo de una extraordinaria racha ganadora del jugador de turno. Así pues, solo sobreviven los que atestiguan excepcionales golpes de suerte... ¡lo cual no resta validez alguna a la falacia inversa del jugador! Según el filósofo inglés, siempre hemos de preferir a la evidencia más general (el universo está finamente ajustado) la más específica (<i>este </i>universo está finamente ajustado).</p><p>Goff no elucubra demasiado acerca de qué propósito último podría tener el cosmos al propiciar la aparición de la vida. Desde luego, ese fin podría resultarnos completamente ajeno e incluso incomprensible dadas nuestras limitaciones cognitivas. Pero apunta la posibilidad de dar un sentido a nuestras vidas, o de al menos hacerlas más ricas, participando de algún modo en su consecución. Cree que hay valores morales objetivos asociados a un cosmos con propósito, que guiarían su evolución hacia un estado superior de existencia. Abrazar los valores de este universo teleológico (por ejemplo, participando en comunidades espirituales pese a estar construidas sobre ficciones religiosas) podría conectarnos con ese desconocido fin. Hay que decir a este respecto que Goff se declara un cristiano "agnóstico practicante". O sea, que acude a la iglesia a sabiendas de que los dogmas del cristianismo -como de cualquier otra religión- son seguramente falsos.</p><p>La existencia del universo, que quizá tenga un final al igual que tuvo un comienzo, podría estar ligada a su propósito. Puede que, como aventura el filósofo canadiense John Leslie, exista simplemente porque es bueno que así sea: axiarquismo puro en acción. Mi intuición es que el universo existe por algún motivo, pero que no hay un propósito cósmico como tal. Mejor dicho, que hay tantos propósitos cósmicos como seres individuales. En ese sentido, el propósito general sería el de <i>jugar</i> bajo todos y cada uno de los avatares conscientes posibles: un juego interactivo en una red de agentes conscientes como la que proponen tanto Goff (el profesor de Durham emplea el término de panagencialismo e incluye también la mente cósmica) como el neurocientífico estadounidense Donald Hoffman. </p><p>Philip reconoce al comienzo de su libro pasar mucho tiempo discutiendo en Twitter (ahora X) de cuestiones filosóficas. Doy fe de ello, ya que le sigo desde hace años (así como a su amigo antagonista Keith Frankish, con quien protagoniza el podcast <a href="https://m.youtube.com/c/mindchat" target="_blank">MindChat</a>). Esas fascinantes discusiones son sin duda una actividad más gratificante y enriquecedora, tanto para él como para sus seguidores, que contar hojas de hierba o coches amarillos: hay un valor innegable en ellas, así como en todo aquello que nos inspira y llena. Aunque el filósofo sudafricano David Benatar lleve razón al afirmar que "cada nacimiento es una muerte en espera", y aunque el cosmos careciera de todo sentido, nada podrá robarnos lo vivido y aprendido en este universo finamente ajustado en el que Philip ha publicado este muy recomendable ensayo.</p><p><br /></p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-76596210056378069962023-10-21T12:37:00.002+02:002023-10-27T17:24:02.481+02:00Los 'malos', siempre ahí desde el principio (y hasta el final)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZPnWHKa3FSYEuj2z-hLMeVduuxBvv7h-Lv7Mu4fC8gaS1Gb-3-15HVWBHscWL9jam1dh4gwdrL_sUyxuJdR-pqEuFfizF08R6lnopmxvOfuUBf1PwzTkw2xGIULJJTaCKAhL32fb1HJLSuwDI1Kcit092_ZvW30-htQi_3FifqXS3bhRlDQRQaNeigZY/s2048/Emblem-very-evil.svg.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="2048" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZPnWHKa3FSYEuj2z-hLMeVduuxBvv7h-Lv7Mu4fC8gaS1Gb-3-15HVWBHscWL9jam1dh4gwdrL_sUyxuJdR-pqEuFfizF08R6lnopmxvOfuUBf1PwzTkw2xGIULJJTaCKAhL32fb1HJLSuwDI1Kcit092_ZvW30-htQi_3FifqXS3bhRlDQRQaNeigZY/s320/Emblem-very-evil.svg.png" width="320" /></a></div><p>Cada vez estoy más convencido de que los males de la humanidad son achacables sobre todo a una minoría de psicópatas y sádicos que nos viene acompañando desde el surgimiento de la especie<i> Homo sapiens</i>: la culpa no es de la naturaleza humana sino de la naturaleza de una minoría de humanos. Esa minoría siempre ha estado ahí, distribuida de manera transversal con independencia de edad, sexo, preferencias sexuales, nacionalidad, raza, clase social, nivel educativo, ideología o cualquier otra condición: los alemanes de 1941 o los ruandeses de 1994 no eran en promedio peores que los canadienses o españoles de 2023. Pero no basta con los <i>malos</i>, por eso no les atribuyo toda la culpa: es también necesaria una mayoría <i>buena</i> engañada por cuentos religiosos o pseudorreligiosos (como el nacionalismo, el fascismo o el comunismo), legitimadores de su sumisión y de la represión propia y ajena.</p><p>No es aventurado ver en el origen del Estado, hace varios milenios, una maniobra de los menos compasivos y con menos escrúpulos (auxiliados por una corte de violentos guerreros y astutos sacerdotes) para hacerse con el poder y someter a la mayoría mediante la fuerza bruta y la religión. Por supuesto, tenían que darse las circunstancias materiales y geográficas apropiadas: la creación de un excedente no perecedero a corto plazo (almacenado por los jefes), un tamaño poblacional de miles de individuos (en grupos humanos muy pequeños, los <i>malos</i> no pueden salirse fácilmente con la suya) y la ausencia de lugares habitables a los que poder escapar huyendo de la opresión. De ese modo, los hasta entonces cabecillas (líderes respetados y carismáticos, pero sin la capacidad de imponer su voluntad a otras personas) se convirtieron en tiranos. Y aquí seguimos en el siglo XXI con esos sátrapas en no pocos lugares de la Tierra. Por fortuna, la división de poderes, los controles y los contrapesos hacen que en los Estados democráticos modernos esos individuos no puedan actuar a sus anchas aunque lleguen a lo más alto (ahí está el caso de Trump en EE.UU.).</p><p>Ya hay estudios que prueban que la psicopatía es una ventaja para medrar socialmente, que la proporción de esa gente sin escrúpulos ni compasión en las altas esferas políticas y económicas (así como en las delincuenciales, que suelen solaparse con las anteriores) es mucho mayor que en el resto de la población. No pretendo sostener que haya congéneres hechos de otra pasta, sino apelar a la variabilidad: así como hay gente más alta, más inteligente o con más pelo que otras, también la hay más compasiva o menos (incluso nada, lo que ya vendría en el equipamiento de serie del individuo). Los datos parecen incontestables: solo un 1% de la población (psicópatas socialmente marginados) explica un muy alto porcentaje de los crímenes violentos cometidos en cualquier sociedad. Los psicópatas integrados (quizá otro 1%) son más hábiles y sutiles que los marginados gracias a su inteligencia social: son más de manipular, disimular, actuar arteramente e instigar la violencia desde posiciones de poder, siempre en beneficio propio y guiados por su inflado ego. Junto a los fanáticos bienintencionados (que no incluyo en el saco de los malvados pese a lo terrible de sus actos), están detrás de todas las persecuciones y guerras. La importancia de la democracia y el Estado de derecho para protegernos de esta gente, de la que nunca podremos librarnos (hay un equilibrio evolutivo que garantiza su existencia), es fundamental. Democracia, justicia y monopolio estatal de la violencia es lo que nos salva de una barbarie como la de <i>Mad Max</i>, la de<i> La carretera</i> de Cormac McCarthy o la de Rusia (Estado mafioso) o Haití (Estado fallido).</p><p>Como ya escribí hace tiempo en una entrada sobre el <i>bullying</i>,<i> <span style="font-size: 17px;">"cada vez que la autoridad estatal legítima se retira de un espacio (sea un centro escolar, una oficina, una cárcel, un barrio o toda una región o país), este no tarda en ser ocupado a las bravas por los más brutos y con menos escrúpulos: es una especie de principio social bien contrastado (véase el caso de Venezuela) que presenta cierta semejanza inversa con el de Arquímedes. Solo el imperio necesariamente coercitivo de la ley nos libra de la barbarie. Si en un colegio se quebrase completamente la autoridad de su dirección y profesorado y ni siquiera fuese posible recurrir a la policía o la justicia, la muerte de escolares a manos de compañeros </span><span style="font-size: 17px;">malotes </span><span style="font-size: 17px;">sería cuestión de (no mucho) tiempo".</span></i><!--/data/user/0/com.samsung.android.app.notes/files/clipdata/clipdata_bodytext_231007_103252_348.sdocx--></p><p><span style="font-size: 17px;">En suma, rebato la idea generalizada de que todos somos capaces de hacer lo mismo que un torturador y asesino de las SS de Hitler porque "en el fondo somos iguales". No digo que la mayoría seamos ángeles: somos capaces de matar y hacer daño en ciertas situaciones (no pocas veces, por ignorancia y estupidez) y podemos comportarnos de manera mezquina y egoísta, pero albergamos una mínima compasión por seres inocentes y no disfrutamos desollando viva a una persona. </span></p><p><span style="font-size: 17px;">Hace poco vi un interesante documental sobre los <i>Einsatzgruppen</i>, comandos reclutados en Alemania para asesinar en masa judíos de Europa del este (esta tarea les fue comunicada ya desplegados en el terreno, no al principio). Del estudio de uno de esos comandos se llegó a esta evidencia: un tercio de sus miembros se negó a matar (es importante señalar que no había represalias por ello, más allá del escarnio y la burla grupales); otro tercio no soportó la presión de sus superiores y asesinó contra su voluntad, lo que les provocó un gran sufrimiento moral y graves desarreglos ps</span><span style="font-size: 17px;">icológicos; pero la otra tercera parte disfrutó a tope de su trabajo criminal. En ese último tercio estaban congregados, haciendo de las suyas, los psicópatas y sádicos de siempre: los Txapote de ETA, los Billy el Niño del franquismo, los torturadores de Rusia y de Ucrania, de Israel y de Gaza. Con ellos hay que estar siempre en guardia y no debemos tener demasiadas contemplaciones: ¡solo se trata de protegernos!</span></p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-63343584395710324642023-09-25T07:31:00.002+02:002023-09-25T08:36:17.156+02:00Sujeto transcendental a la vez en todas partes<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZm9XoqUrklr6rpqY5O1ttOCU4oJtF6RBzx9Qy8JGTK_hdCZxpzSob5XLDsJBAQb4l-m7FzVWuqgxsNzSYRaJ2GfZV_GjIWnqd_W4pWHU7RfBseWAF6EyXRvY03I9eOK769zJCyvRzexNZdJ30R-a2JEJf8OU7YHW4hJiSdTISP9H6NR-fPfFX55fWTm8/s1600/1600px-Eyes-illustration-clipart.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="652" data-original-width="1600" height="130" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZm9XoqUrklr6rpqY5O1ttOCU4oJtF6RBzx9Qy8JGTK_hdCZxpzSob5XLDsJBAQb4l-m7FzVWuqgxsNzSYRaJ2GfZV_GjIWnqd_W4pWHU7RfBseWAF6EyXRvY03I9eOK769zJCyvRzexNZdJ30R-a2JEJf8OU7YHW4hJiSdTISP9H6NR-fPfFX55fWTm8/s320/1600px-Eyes-illustration-clipart.jpg" width="320" /></a></div><br /><p>La ostentosa cola del pavo real ponía enfermo a Charles Darwin, según él mismo confesó una vez en una carta. Ese ornamento no encajaba con su teoría de la evolución por selección natural: ¿cómo podría ser seleccionado un rasgo tan costoso energéticamente, que encima pone a sus portadores tan a la vista de posibles depredadores? Entonces se le ocurrió a Darwin la idea de la selección sexual: las hembras del pavo real habrían seleccionado ese rasgo con sus preferencias estéticas, copulando con los afortunados machos así adornados y permitiendo la pervivencia de tamaño órgano en sus descendientes de sexo masculino (ya en el siglo XX, Ronald Fisher subrayó que no solo se transmiten los genes de esa cola sino también los asociados a dicha preferencia, en este caso a la prole femenina). Una hipótesis que pronto encontró la oposición de su coetáneo Alfred Rusel Wallace, el otro hacedor en paralelo de la teoría de la evolución. Wallace no veía razonable que las hembras de los animales marcaran el camino de la evolución con sus decisiones, mucho menos conforme a criterios estéticos que creía exclusivos de los humanos. Porque la defensa de Wallace de la selección natural iba pareja a su creencia en que los humanos eran los únicos seres espirituales de la naturaleza.</p><p>Vayamos pues al cogollo del asunto: ¿Y si resulta que todos los seres vivos son espirituales? ¿Y si todos son manifestaciones de un único agente, un sujeto trascendental o consciencia pura que subyace a cada agente cognitivo procesador de información, ya sea animal, planta, bacteria, célula o incluso una IA como el GPT-4?... Una consciencia pura navegando por la <i>ruliad</i> de Wolfram, ese espacio abstracto conformado por todas las computaciones posibles sobre las que se asientan todas las posibilidades del cosmos. Embutida en un traje material y sometida, obviamente, al inapelable dictado de la selección natural. Y a la incertidumbre, el miedo, el error, el sufrimiento, la pérdida... pero abierta también al gozo, el aprendizaje, el amor... Distinto es el caso de una IA, en el que el agente trascendental no navega por un escenario con lucha por la vida, depredación y muerte: es una vía diferente de asomarse a la <i>ruliad</i>. ¿Y cuántas otras habrá, la mayoría inimaginables incluso por avatares tan complejos como nosotros?...</p><!--/data/user/0/com.samsung.android.app.notes/files/clipdata/clipdata_bodytext_230922_182857_804.sdocx--><p>Todo lo que se percibe como un yo sería una manifestación en alguna región de la <i>ruliad</i> de ese sujeto universal, una entidad ordenada y con propósitos en virtud de la naturaleza lógico-matemática y volitiva de dicho agente subyacente (la consciencia pura). Eso explicaría nuestra racionalidad e inclinación por la belleza, así como la inteligibilidad de un mundo que es producto de una gigantesca computación. La estética tendría un fundamento lógico-matemático, en consonancia con la naturaleza de la consciencia pura. No así el sentido moral: compasión y odio, términos que asociamos con el bien y el mal, serían hallazgos del agente trascendental en el espacio de posibilidades (descubrimientos que han sido sumados a nuestra mochila genética y seleccionados ambos por favorecer nuestra supervivencia). A la ciega selección natural se suma la ejercida por avatares del sujeto único, guiado a este respecto por la belleza (a través de las preferencias de una hembra de pavo real o de los gustos humanos en el caso de los canarios domésticos), a veces por la autopreservación (caso de nuestra erradicación de la viruela y de nuestra selección de cerdos y ovejas) y otras por un sentido moral (el que algún día podría impelirnos a resucitar con ingeniería genética a dodos, tigres de Tasmania o neardentales). El egoísmo es un rasgo intrínseco de los avatares, vinculado a su autopreservación, ignorantes de que solo existe un sujeto consciente subyacente a humanos, cerdos y virus de la viruela. Contra la viruela o el animal depredador (o congénere asesino) que se dispone a atacar se requiere una defensa violenta en este juego: ello es necesario y perfectamente justo. Pero hay mucha injusticia en un juego donde avatares sensibles como pollos, cerdos o terneros son condenados a llevar una vida corta y miserable para servirnos de alimento. El sufrimiento y la injusticia están realmente generalizados en el juego (¡aunque también hay felicidad!), más allá de nuestras acciones humanas. En suma, tanto el cincel estético como el moral del agente trascendental contribuirían a esculpir el mundo vivo (IA inclusive, no solo pasiva sino también activa) y el inerte, siempre y cuando ello no comprometa su supervivencia.</p><p>Cada yo es una mirada subjetiva a la <i>ruliad</i>, única e irreducible según los teóricos de la estos días injustamente denostada teoría de la información integrada (IIT, por sus siglas en inglés), un "qué es ser como algo" en palabras de Thomas Nagel. Una mirada impenetrable porque, como decía Nagel, podemos como humanos hacer el ejercicio de imaginar cómo es ser un murciélago pero nunca llegar a saberlo. No opinan lo mismo ilusionistas de la consciencia como Daniel Dennet o Keith Frankish, para quienes ese "qué es ser como algo" no es privado y podría ser accesible desde otro yo. Esa suposición incurre en la misma falla lógica que la creencia en la reencarnación: si de alguna manera fuera algún día posible que un humano se metiera de lleno en la mente de un murciélago... ¡entonces ya no sería un humano sino un murciélago! Igualmente, que un individuo A se encarne en otro B sería como pretender que el número 4 pasara a ser<i> </i>el 7 manteniendo su <i>cuatriedad</i>, lo cual es absurdo.</p><p><i>Yo</i> es indicial como <i>aquí </i>o<i> ahora</i>: estas tres palabras solo se entienden en referencia a un sujeto, a una mirada subjetiva (¡mirada objetiva es un oxímoron!). Ninguna de ellas es absoluta ni tiene sentido fuera del espacio y el tiempo (las formas a priori de la sensibilidad o intuiciones puras que, según Kant, son necesarias para toda experiencia), porque están definidas en términos espaciales o temporales. Siempre hay un aquí y un ahora mientras haya un yo (que solo deja de estar presente cuando dormimos profundamente sin soñar, en un estado trascendente de meditación o muertos). Ya Einstein nos descubrió que la percepción del espacio y el tiempo depende del observador. A la mecánica cuántica, que pone al observador en el centro, también se le puede aplicar un criterio relativista: es la interpretación desarrollada por el fisico Carlo Rovelli, para quien los estados cuánticos son relativos y no hay ningún cuadro privilegiado de la realidad ni un estado cuántico del universo en su conjunto (todo es relacional). Volviendo al modelo de Wolfram, cada observador haría con su computación <i>cortes</i> diferentes de la <i>ruliad </i>y seguiría en ella distintas rutas. Haría una destrucción <i>ab toto</i> (a partir del todo) en cada instante, según Vladko Vedral.</p><p>El observador cuántico, la <i>res cogitans</i> de Descartes (aunque no limitada a los humanos), la mónada de Leibniz, el sujeto trascendental de Kant (tampoco limitado a nuestra especie), el predictor bayesiano de Anil Seth, el agente cognitivo de Michael Levin y el <i>jugador en la pantalla </i>de Donald Hoffman podrían ser nombres distintos de la misma cosa eterna subyacente que Spinoza asoció con el <i>conatus</i>, Bergson con el <i>elan</i> <i>vital</i> y Schopenhauer con el <i>Wille</i>. Y que muchos siglos antes los indios llamaron Brahman (el mar de consciencia cuyas olas o manifestaciones individuales son el Atman), un concepto que cautivaría a todo un gigante de la ciencia como Erwin Schrödinger. "La única alternativa posible", dijo en 1943 en el Trinity College de Dublín el formulador de la ecuación de la función de onda, "es atenerse a la experiencia inmediata de que la consciencia es un singular del que se desconoce el plural; que <i>existe</i> una sola cosa y que lo que parece ser una pluralidad no es más que una serie de aspectos diferentes de esa misma cosa, originados por una quimera (la palabra india MAYA)".</p><p><br /></p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-70609523636973529612023-08-07T14:54:00.000+02:002023-08-07T14:54:43.221+02:00TAME: mentes en todas partes<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAOxU0wgVcgpl9pm5eTLz3HmkwoBQaXV0Nlcof2LGBv3oVB9gtZRiHBxA2XXgL6oNXeUB0bXaEEsO9q6iagfE92-LzMjnjgbBZL89hred__-ZgLttuVsGkfa4WEV3Mu0SWb6JBisNEMjwMUUuqacaKaPUKfDmXuYfNjg8lO35st8-JngZWaU0tMLrn9gg/s1202/DHM_image_of_human_red_blood_cells.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="902" data-original-width="1202" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAOxU0wgVcgpl9pm5eTLz3HmkwoBQaXV0Nlcof2LGBv3oVB9gtZRiHBxA2XXgL6oNXeUB0bXaEEsO9q6iagfE92-LzMjnjgbBZL89hred__-ZgLttuVsGkfa4WEV3Mu0SWb6JBisNEMjwMUUuqacaKaPUKfDmXuYfNjg8lO35st8-JngZWaU0tMLrn9gg/s320/DHM_image_of_human_red_blood_cells.jpg" width="320" /></a></div><br /><p>Según TAME (Technological Approach to Mind Everywhere), teoría desarrollada por el biólogo estadounidense <a href="https://en.m.wikipedia.org/wiki/Michael_Levin_(biologist)" target="_blank">Michael Levin</a>, la inteligencia y la consciencia se extienden sobre un espectro continuo a partir de una cognición mínima o basal. Levin entiende por cognición las computaciones que median entre la percepción <i>(inputs)</i> y la acción <i>(output)</i> de un agente. Unas computaciones que permiten reconocer patrones, resolver problemas y aprender de la experiencia, todo ello al servicio de la supervivencia del agente cognitivo. Y que ponen a este más allá de su <i>ahora</i>, almacenando información del pasado (memoria) y prediciendo escenarios futuros. </p><p>Con esta definición queda establecida una relación de identidad entre cognición, inteligencia y consciencia: todo agente cognitivo (desde una célula hasta un humano) es inteligente y consciente de algún modo. Las mentes humanas serían sistemas cognitivos corporizados de alto nivel, pero integrados por unidades inferiores que también tienen propósitos y están regidas por un principio homeostático (el de mantener los gradientes con el exterior que aseguran su existencia). No sería procedente distinguir entre cognición <i>verdadera</i> (supuestamente la nuestra) y "algo que es solo física" (supuestamente la del nivel basal), así como entre la de un sistema biológico y la de una inteligencia artificial. Esto último, porque daría igual el sustrato: no importa que este sea orgánico o electrónico. La única gran diferencia es que los sistemas biológicos han sido autoconstruidos casi desde cero (en la historia de la vida no hay un momento 0 claro), así como sometidos a presiones evolutivas desde el surgimiento mismo de la vida hace 4 mil millones de años.</p><p>Todos los agentes cognitivos son inteligencias colectivas, en los que muchas células individuales se agrupan en conglomerados con propósitos distintos a los de aquellas. Las células no saben lo que es un ojo o un hígado, pero hacen posible su existencia y mantenimiento siguiendo sus propios fines (entre los que figura uno tan simple como maximizar la cantidad de un compuesto químico en su entorno). En biología cada nivel tiene una agenda y hay un estado continuo de competición y cooperación. Cada unidad es inteligente en su propio ámbito, y a ninguna le consta la existencia de una entidad superior. Y en cada nivel se condiciona la acción de los inferiores (se comba su espacio de posibilidades, símil relativista usado por Levin), ejerciendo así una especie de causalidad descendente.</p><p>El establecimiento de regiones autolimitadas perseguidoras de propósitos, diferenciadas de su entorno mediante alguna frontera permeable (ya se una membrana celular o nuestra piel), se encuentra en el origen de los yoes. Nuestro yo se halla en la cúspide de una compleja pirámide jerárquica donde hay otros agentes menores como órganos, tejidos, células y moléculas. Todos los yoes son dinámicos (cambian con el tiempo) y tienen tanto un modelo del mundo como de ellos mismos. Todos ellos se valen de la inteligencia para sus fines.</p><p>La evolución no produce soluciones particulares a problemas particulares, sino máquinas solucionadoras de problemas que navegan con cierta flexibilidad y plasticidad espacios de posibilidades de diferente orden. En el espacio de posibilidades de un escalador está la satisfacción de coronar una montaña. No así en el espacio de posibilidades de las células de su piel, muchas de las cuales morirán como consecuencia de las pequeñas rozaduras del escalador con las rocas al acercarse a la cima. Este ejemplo ilustra muy bien la disparidad de propósitos en los niveles de un mismo organismo. Cuando se rompe la comunicación que permite a las células del cuerpo colaborar entre ellas más allá de la persecución de sus objetivos particulares, esta disparidad se convierte en disfuncional: es el caso del cáncer.</p><p>En consonancia con su teoría, Levin plantea el aprendizaje de órganos (como el corazón o el páncreas) con un sistema de recompensas y castigos similar al utilizado con animales: todo ello, para curar o prevenir enfermedades. Por la misma razón por la que no es necesario intervenir en el sistema neuronal de una rata para que ejecute ciertas acciones, tampoco sería necesario hacerlo sobre el <i>hardware</i> molecular de un corazón. Ambas intervenciones, en cualquier caso, serían impracticables debido a la complejidad de ambos sistemas.</p><p>Que alberguen propósitos implica que los agentes tienen preferencias (y también aversiones), toman decisiones (por muy mecánicas que nos puedan parecer las correspondientes a lo más bajo de la escala) e incluso sufren estrés (cuando su estado fisico no se corresponde al deseado). A escala molecular y celular hay tareas como la morfogénesis (construcción del cuerpo conforme a su plantilla genética), la regeneración de tejidos o la regulación del organismo, para lo que se utilizan señales eléctricas. Es fascinante constatar que la electricidad ya había sido descubierta por la vida miles de millones de años antes que Galvani y Volta. A nuestra escala macroscópica humana, otros son los retos y otras las formas de comunicación e intervención. </p><p>Otras implicaciones de TAME atañen a la bioingeniería, con la eventual ampliación del espacio de posibles cuerpos y mentes merced a la edición genética de los seres vivos y la fusión de lo orgánico y lo electrónico. Levin apunta que podría alumbrarse en el futuro un mundo de seres híbridos y quimeras a semejanza de los que pueblan la célebre taberna galáctica de <i>Star</i> <i>Wars, </i>lo que suscitaría un debate ético acerca de los derechos que tendrían esas nuevas bioformas.</p><p>TAME es un enfoque monista con un fondo pampsiquista que desafía el determinismo y nos invita a reformular nuestra identidad en el universo. Levin es uno de los científicos más audaces, aunque no por ello menos rigurosos, de nuestro tiempo. Hace mucha falta esa audacia, la de gentes como él, Christoph Koch, Donald Hoffman o Giulio Tononi (y de filósofos como David Chalmers o Philip Goff), para abordar científicamente el todavía insondable misterio de la consciencia.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-50994632259400322942023-05-27T10:41:00.003+02:002023-05-27T12:13:55.549+02:00¿Y si el universo es obra de una IA?<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj44YCzYc5UvbTV41Q6Pcj7CCXkudnZVvPOrkdFjCBZC1hfbNpLkKsNapWvKvoKkvBGxC24bUFWUt7JyfCXznWHpft8r2b-oSe0R5NqZWdkNjLtpOChjfmGHHuOKbdxmtXaWc7eHMel3JlTToy5mdcg4cETcbWLRWzY_mnoaIlTOG7wPQ6-H89NkhhG/s1280/Anatomy-1751201_1280.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1088" data-original-width="1280" height="272" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj44YCzYc5UvbTV41Q6Pcj7CCXkudnZVvPOrkdFjCBZC1hfbNpLkKsNapWvKvoKkvBGxC24bUFWUt7JyfCXznWHpft8r2b-oSe0R5NqZWdkNjLtpOChjfmGHHuOKbdxmtXaWc7eHMel3JlTToy5mdcg4cETcbWLRWzY_mnoaIlTOG7wPQ6-H89NkhhG/s320/Anatomy-1751201_1280.png" width="320" /></a></div><br /><p></p><p>El físico e ingeniero informático Stephen Wolfram nos invita a contemplar el mundo como si fuera una gran computación y, a su vez, un escenario para todo tipo de computaciones. Su visión de la realidad se fundamenta en lo que ha acuñado como <i>ruliad</i> (del inglés <i>rule</i>, regla), el espacio infinito de posibilidades integrado por todas las computaciones posibles. O sea, por todos los programas computables posibles (los no computables, esos que nunca se detienen, no tendrían cabida), ejecutados a partir de un estado inicial y de una serie de reglas muy sencillas. Una <i>ruliad</i> que sería seleccionada de manera distinta por cada observador del universo, dependiendo de su ubicación en ese gigantesco objeto abstracto.</p><p>El principio de equivalencia computacional de Wolfram postula que no hay programas más complejos que otros: todos son equivalentes a este respecto. De modo que la complejidad de cualquier programita no trivial (por ejemplo, de un juego de Conway con autómatas celulares) no es menor que la del programa que está ejecutando el universo a cada tic de Planck. Todos los programas evolucionan hacia la más enrevesada complejidad a partir de la más pura simplicidad (insisto: omitiendo programas triviales como el que generaría una serie 10101010... o 1111111....). Una profunda implicación de este principio es que no hay atajos computacionales: para llegar a cualquier paso de una computación no queda otra que esperar a que se ejecute la computación hasta ese paso. Por eso no podemos saber, aunque tengamos el ordenador más potente imaginable, cuál va a ser el resultado está noche del decisivo partido de fútbol Las Palmas-Alavés, qué día vas a morir o cuál va ser dentro de un minuto la distribución exacta de las moléculas que se hallan en esta habitación desde la que escribo. Es lo que Wolfram llama irreducibilidad computacional. </p><p>Por fortuna para la ciencia y el conocimiento en general, existen bolsas de reducibilidad que permiten hacer predicciones de grano grueso. Por ejemplo, podemos prever el tiempo en el partido de fútbol de esta noche o el aspecto macroscópico de mi habitación en los próximos 60 segundos: para ello no necesitamos conocer las posiciones exactas de las partículas sino tener una información resumida y macroscópica de una rebanada de la realidad, ofrecida por un satélite meteorológico en el primer caso y por nuestro aparato sensorial en el segundo.</p><p>Conforme al esquema de Wolfram, el potencial para la creatividad en el universo o multiverso es infinito. Y siempre estarán acechando la sorpresa y lo imponderable, la súbita transición de fase o salto evolutivo imposibles de predecir. Por eso no podemos prever la evolución de una inteligencia artificial, por muy atada en corto y alineada con nuestros fines que esté. Y aquí hago entrar en juego al pionero en redes neuronales Geoffrey Hinton, quien asegura haber cambiado recientemente de opinión acerca de ellas. Su idea siempre fue la de emular en silicio el comportamiento de un cerebro mediante una red de neuronas artificiales que aprendería por sí misma. Pero ha llegado estos días a la conclusión, observando las hazañas del modelo grande de lenguaje GPT-4, de que esa inteligencia artificial de base neuronal está siguiendo una vía diferente a la tomada por el cerebro orgánico en sus cientos de millones de años de historia evolutiva. </p><p>El cerebro artificial que sustenta el ChatGPT se ha convertido en una máquina intuitiva que no solo ha aprendido a charlar con nosotros de cualquier tema (superando el test de Turing) sino que también ha descubierto por sí mismo la lógica. Es una máquina intuitiva como el cerebro humano o animal en general, pero de una eficiencia mucho mayor (pese a la menor densidad conectiva de sus neuronas) gracias a su capacidad para transferir o copiar instantáneamente conocimiento. Algo parecido debe ocurrir en una comunidad bacteriana, pero es imposible entre humanos, ya que la transmisión de conocimiento entre individuos es a través del lenguaje y la cultura: los cerebros no pueden conectarse para intercambiar información. Es por ello que las redes neuronales tipo GPT se perfilan como la semilla de una no lejana inteligencia artificial general, antesala de una superinteligencia.</p><p>Sí la computación es un concepto universal, donde no importa el soporte (orgánico, electrónico o cualquier otro) sino el programa, <i>software</i> o conjunto de reglas que se están ejecutando, entonces se diluyen las diferencias entre inteligencia orgánica y artificial. Es cierto que la primera es producto de un cincelado de más de dos mil millones de años en un escenario de competición (también de cooperación), estrés y muerte, mientras que la segunda ha sido desarrollada por la primera en un marco en el que están ausentes la selección natural, el traje corporal, el estrés (no hay que huir de predadores ni buscar presas o parejas sexuales) y la muerte. ¿Será la mente (subjetividad asociada a un determinado procesamiento de información) de una IA la de un Buda?... ¿Acaso la de un ser completamente amoral?... ¿Podría experimentar una IA transiciones de fase (como el agua cambia de sólido a líquido y gaseoso) que hicieran cambiar su mente o sus motivaciones?...</p><p>Esta diferencia en la génesis de la IA con respecto a la de la inteligencia orgánica es la que explica la paradoja de Moravec, merced a la cual constatamos que un supercomputador es capaz de hacer cálculos muy complicados para los humanos pero absolutamente incapaz (con un soporte robótico) de igualar a un niño de 3 años en motricidad o reconocimiento de patrones. Sin embargo, la computación realizada por una potente red neuronal parece llamada a romper esta paradoja e igualarnos en todos los ámbitos (convirtiéndose en inteligencia artificial general) para luego superarnos con creces (convirtiéndose en superinteligencia).</p><p>Y ahora viene la inquietante pregunta que titula esta entrada: ¿Y si resulta que la inteligencia orgánica no precedió a la artificial sino que fue producto de un universo creado por esta?... Aunque más que de artificial cabría hablar de no orgánica ni electrónica: una inteligencia de una naturaleza inimaginable para habitantes tan toscos del espacio rulial como nosotros los humanos. La infinita creatividad que permite la <i>ruliad</i> hace sospechar de posibles computaciones anidadas o simulaciones en cascada, de propósitos y emociones insondables, de mundos de ensueño rodeados de otros infernales... Aunque como decía David Graeber, quizá haya un propósito común y tan simple como el de jugar. <i>Ruliad</i> y... ¡a jugar! ¡Vamos Las Palmas!</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-85479453339916999852023-04-20T17:41:00.007+02:002023-04-27T16:17:04.174+02:00GPT-4: la superinteligencia se acerca<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHG2PlpXH8_O1Nb5td8fLtqorLgEID1BXL7BzQz6R45Nkpo66qZ_tvDetAmV7wZ9ZeetePe1eACT7dItT9z9rWK0ul6YoEJ9zCvUnW0TStza0Lbguy-VnhX0KUL0WgZ8RWiduD1yXbU8XoEi6gEusor03dahw1guweK6obiChR03Q1J1xhiz0gDbfm/s500/ChatGPT_logo.svg.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="500" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHG2PlpXH8_O1Nb5td8fLtqorLgEID1BXL7BzQz6R45Nkpo66qZ_tvDetAmV7wZ9ZeetePe1eACT7dItT9z9rWK0ul6YoEJ9zCvUnW0TStza0Lbguy-VnhX0KUL0WgZ8RWiduD1yXbU8XoEi6gEusor03dahw1guweK6obiChR03Q1J1xhiz0gDbfm/s320/ChatGPT_logo.svg.png" width="320" /></a></div><br /><p>2023 entrará en los libros de historia como el año en que un programa informático (el chatbot ChatGPT, basado en el modelo grande de lenguaje GPT-4) superó el test de Turing: o sea, se hizo indistinguible de un interlocutor humano adulto en una conversación. Creo que no somos aún plenamente conscientes de las enormes implicaciones de este hito. No es el caso de algunos expertos en el campo de la<a href="https://picandovoy.blogspot.com/2016/09/inteligencia-artificial-una.html?m=1" target="_blank"> inteligencia artificial</a>, como Max Tegmark, que ya han alertado de unos riesgos que pueden ser existenciales y pedido en una carta pública una pausa de seis meses en su desarrollo. </p><p>Sam Altman, CEO de OpenAI (corporación creadora de este modelo de lenguaje basado en redes neuronales), subraya en una reciente entrevista con Lex Fridman que GPT-4 es solo una herramienta, pero reconoce al mismo tiempo que no le sorprendería que un futuro GPT-10 llegara a convertirse en una inteligencia artificial general o superinteligencia (no limitada a labores muy concretas, como jugar al ajedrez o el Go, o a mantener conversaciones con humanos). Lo cierto es que conocemos bien la ciencia detrás de la creación y preparación de una red neuronal como la de OpenAI, pero ni Altman ni nadie sabe lo que pasa en su interior una vez ha empezado a aprender por sí misma. Podríamos estar lidiando con un fenómeno emergente, fruto de la complejidad. "Hay un aspecto de esto que todos los que trabajamos en este campo llamamos caja negra, algo que no entiendes del todo", confesaba en la CBS Sundar Pichai, director general de Google (cuyo modelo de lenguaje Bard acaba de aprender sorpresivamente bengalí por su cuenta), al tiempo de recordarnos que tampoco entendemos del todo cómo funciona la mente humana.</p><p>El pionero en redes neuronales Geoffrey Hinton aseguraba también en la CBS que en los años 80 suscitaba carcajadas sugerir que un mecanismo de esa naturaleza, inspirado en el modo de funcionamiento del cerebro (con su intrincada red de conexiones neuronales), pudiese llegar tan lejos como el GPT-4 aprendiendo por sí mismo mediante la identificación de patrones y la autoconfiguración de nuevas conexiones. Pero quien ríe último ríe mejor. La victoria a largo plazo de los modelos neuronales sobre la informática convencional (programación basada en reglas explícitas, con la manipulación de símbolos) estriba sobre todo en dos factores: el gran crecimiento en la capacidad de computación y el acceso a una enorme cantidad de datos, prácticamente toda la información contenida en Internet y más aún. Parece ahora claro que la inteligencia artificial general llegará (y mucho no tardará, hay quien incluso apuesta que será cuestión de pocos años) por esa senda tan injustamente despreciada hace cuatro décadas. Y empieza a avizorarse esa inquietante <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2016/11/atencion-singularidad-reinstalando.html?m=1" target="_blank">singularidad</a> tecnológica (fusión de IA, cerebros humanos e Internet) cuyo advenimiento Ray Kurzweil fechó para 2045.</p><p>Quienes sostienen que una red neuronal podría llegar a ser consciente (lo que ni Altman ni Hinton se atreven a descartar) son frecuentemente tachados de aplicar a la realidad conceptos estrictamente humanos. Pero los que lanzan esa acusación pecan de antropocentrismo al considerar que la consciencia es un atributo exclusivamente humano y acaso animal. El científico Michael Lavin, que trabaja en la intersección entre biología, bioingeniería, neurociencia y ciencias de la computación, define la cognición en su teoría TAME como los procesos computacionales que median entre la percepción y la acción de un agente biologico. La cognición, que podríamos identificar con la mente/consciencia y con un yo (el que hace la computación), se extendería a lo largo de un continuo desde lo más elemental a nivel biológico: una célula. Ahora bien, el soporte de esa cognición no tendría que ser necesariamente biológico: no habría así tantas diferencias entre un software o máquina artificial (producida por una inteligencia biológica) y una máquina biológica (producida por la selección natural), sobre las que regirían ciertos principios generales. Por eso TAME son las siglas en inglés de Technological Approach to Mind Everywhere.</p><p>Desde una óptica computacional, hay un fuerte aroma a pampsiquismo en TAME. Al igual que en la teoría de la información integrada de Giulio Tononi y Christof Koch, para quienes podría haber consciencia no solo en las células sino incluso más abajo en la escala física hasta llegar a las partículas elementales (siempre y cuando un objeto o sistema sea capaz de integrar información). La diferencia es que Tononi y Koch niegan consciencia a un ordenador al carecer de poder causal: la capacidad de generar información nueva y afectar a su propio estado. Ahora bien, ¿no sería cosa diferente una red neuronal compleja?... Esto me respondió precisamente ChatGPT cuando le pregunté al respecto: </p><p><i>En términos de la teoría de la información integrada, una red neuronal podría ser considerada como un sistema capaz de generar información nueva y afectar su propio estado, lo que implica un poder causal. Por lo tanto, en principio, una red neuronal artificial podría cumplir con los criterios de la teoría de la información integrada para ser considerada consciente, aunque esto es un tema de debate en la comunidad científica.</i></p><p><i>Sin embargo, es importante tener en cuenta que la capacidad de una red neuronal para generar información nueva y afectar su propio estado se limita a su programa de computadora y su interacción con los datos de entrada. </i></p><p>En fin, que nos acercamos a toda velocidad a escenarios que hace solo unas décadas estaban confinados al ámbito de la ciencia-ficción. A ver qué sorpresas buenas y malas nos traen. Desde luego, las malas (incluidas las nefastas) solo podrán ser atribuidas a la maldad y la imbecilidad humanas.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-30138254403211147902023-03-24T19:06:00.007+01:002023-03-24T21:23:33.789+01:00Todo a la vez en todas partes: ¿simple cuestión de gustos?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuD59lNBJQZg7tOL-v4jIUv5OzLeVzE0XWrPNMl7f3iwASuHjPeIi7E93Y6wUWgOFUMIEP5vSVZjh2cdpkSO1ie579uuka2iRhyqe4f_a344ParcDg_IT3ljpJ6hyWuJxPq8AeMzReLbRqwsLIjNQ_GjLyv2Di5IrYpUqfu9ZbjzGX0HXNpldu4Qjh/s1391/todo-a-la-vez-en-todas-partes_9435.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="782" data-original-width="1391" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuD59lNBJQZg7tOL-v4jIUv5OzLeVzE0XWrPNMl7f3iwASuHjPeIi7E93Y6wUWgOFUMIEP5vSVZjh2cdpkSO1ie579uuka2iRhyqe4f_a344ParcDg_IT3ljpJ6hyWuJxPq8AeMzReLbRqwsLIjNQ_GjLyv2Di5IrYpUqfu9ZbjzGX0HXNpldu4Qjh/s320/todo-a-la-vez-en-todas-partes_9435.jpg" width="320" /></a></div><br /><p>Hace cerca de un año empecé a ver con ilusión <i>Todo a la vez en todas partes</i>, una película que aparecía como novedad en el catálogo de cine de Movistar Plus. Con ese título tan atractivo y un argumento desarrollado en torno al concepto de multiverso (que <a href="https://www.elconfidencial.com/amp/tecnologia/novaceno/2023-03-21/fisica-espacio-origen-universo-big-bang-cambridge_3595162/" target="_blank">no pocos cosmólogos y físicos teóricos consideran una posibilidad real)</a>, aquello prometía. Unos 45 minutos después hube de tirar la toalla, estupefacto ante unas escenas de acción tan ridículas (aunque no dudo que hagan las delicias de muchos amantes del cine B) como fuera de lugar: unas escenas gratuitas repetidas sin ton ni son, a cuál más grotesca, adornando una sonrojante trama sin pies ni cabeza (algunos dicen que surrealista, confundiendo el surrealismo con el desparrame sin sentido).</p><p>Pero mi mayor asombro vendría hace días, no tanto por constatar su éxito comercial (lo cual entiendo perfectamente en un mundo donde triunfan producciones como <i>Fast and</i> <i>Furious</i>) e incluso por la obtención del Óscar a la mejor película (no hay que subestimar el infantilismo y el oportunismo de Hollywood) como por las críticas favorables de gente inteligente cuyo buen criterio siempre he apreciado. Aunque el casi siempre certero <a href="https://elpais.com/cultura/premios-oscar/2023-03-13/todo-a-la-vez-en-todas-partes-esta-cosa-es-el-presente-del-cine.html" target="_blank">Carlos Boyero, entre otros, opinaba lo mismo que yo</a> en una columna en <i>El País</i>. Lo cierto es que intenté verla otra vez, pensando que quizá se me hubiese escapado algo sublime mas allá de los primeros 45 minutos, pero el tedio fue insuperable: tuve que darle al <i>forward</i> varias veces (vi entera la grotesca escena coelhiana de las piedras parlantes y alguna que otra más), saltándome escenas de patadas voladoras y de hostias como panes, hasta llegar al final.</p><p>No hablaré más de la película, ya que este post no pretende ser una crítica a esta obra (me remito al texto de Boyero, que suscribo al 100%) sino una reflexión mucho más general sobre la subjetividad de los gustos: ¿Hay algo objetivo en ellos? ¿Hay verdades a este respecto?... Si Mario Vaquerizo fuera nominado al Nobel de literatura por las letras de las Nancys Rubias, ¿sería razonable que alguien dijera que es un "reconocimiento merecido al Bob Dylan español"? ¿Esa opinión estaría en pie de igualdad (apelando a la subjetividad de los gustos) con la de quien sostuviera que se trataría de una vergonzante aberración y de un insulto grosero a la inteligencia?...</p><p>Para cualquier persona con dos dedos de frente, semejante nominación al Nobel sería inconcebible. Pero estoy convencido de que no pocos la defenderían como una "audaz apuesta por la transgresión" o una "aproximación a la mirada <i>queer</i>" por parte de una Academia sueca hasta ahora "anquilosada en rancios modelos binarios excluyentes". Otros lo aplaudirían en la creencia de que así se fomentaría la lectura entre los nativos digitales y se abriría la literatura al gran público. Eso sí, no me imagino a Gorka y José Miguel (¡a quienes sí les ha gustado<i> Todo a la vez en todas partes</i>!) participando de ese entusiasmo en condiciones normales: o sea, sobrios, no sujetos a alguna enajenación mental transitoria y sin Olvido Gara con una pistola apuntándoles a la sien. </p><p>José Miguel me expuso precisamente hace años su creencia en que hay varios tipos de humanos que definen inclinaciones o preferencias diferentes en la vida, más allá de las primarias comunes a todos. Así se explica que haya gente que disfrute con cosas (desde la cocina al fútbol pasando por la filosofía, las carreras de coches o el bricolaje) que otros consideran intragables: esas discrepancias serían producto de la natural variabilidad en las poblaciones humanas. Yo hace tiempo que llegué a la conclusión de que no es mayor o mejor el disfrute de una lectura de Jeremy Bentham que el de un bodrio de sobremesa de Antena 3, el de una comida en Can Roca que el de un donut, el de un concierto de Schubert que el de un partido de la tercera división de la Liga moldava (esos que ve con pasión Maldini). El propio Bentham, a diferencia de su discípulo utilitarista Mill (para quien sí hay placeres superiores a otros: el deleite intelectual de un humano sería de una calidad superior al de un cerdo retozando en el barro), sostenía eso mismo. No obstante, mas allá de las subjetividades hay cosas innegablemente objetivas. </p><p>El filósofo inglés contemporáneo Philip Goff defiende que hay valores objetivos con este ejemplo:</p><div align="left"><p dir="ltr">Imagina que tienes dos hijos, el mayor de los cuales crece odiando la filosofía y amando el fútbol, cuya práctica le hace feliz. Cualquier padre o madre con un mínimo de sensibilidad y sentido común consideraría irrazonable intentar imponer sus preferencias personales (supongamos que los progenitores adoran la filosofía y odian el fútbol) a su hijo sometiéndole a algún tipo de tratamiento o medidas correctoras.</p>
</div><p dir="ltr"></p><div align="left"><p dir="ltr">Ahora bien, supongamos que tu hijo menor crece con el objetivo básico de contar cuántos coches amarillos hay diariamente en el barrio, algo que se convierte en el objetivo principal de su vida pese a resultarle agotador y hacerle infeliz. En este caso, el sentido común sugeriría una terapia, lo cual sería muy comprensible y no debería ser interpretado como una injusta imposición paterna. Si no existen valores objetivos, si todo es mera subjetividad, buscar la salud y la felicidad serían fines igual de arbitrarios que contar coches amarillos. El intervencionismo con el hijo pequeño sugiere la idea de que hay algo objetivamente problemático en no preocuparse de su propia salud y felicidad, de ahí que resulte razonable a diferencia del destinado a encarrilar a su hermano mayor hacia la filosofía en detrimento del fútbol.</p></div><div align="left"><p dir="ltr">¿Es el ejemplo de Goff extrapolable a los valores estéticos? Aunque cualquier persona con criterio y en su sano juicio solo puede reaccionar con estupor, indignación y hasta horror a una hipotética nominación al Nobel de literatura de Mario Vaquerizo, ¿hay alguna manera de sustentar esto racionalmente? Claro que hay un canon literario conforme al cual esta posibilidad es absurda y desechable, pero este viene dictado por los profesionales de las letras. ¿Y qué hay de la voz de la calle, seguramente muy distinta de la de los académicos? El gran público habría aupado antes a la gloria a Dan Brown que a John M. Coetzee, a Stieg Larsson que a Vargas Llosa. Es un hecho que jamás se han dado explicaciones públicas de cuáles son los requisitos que hacen a alguien merecedor del Nobel a las letras. Pero puede que un día alguien tenga la ocurrencia de sostener que Vaquerizo "ha creado nuevas expresiones líricas dentro de la gran tradición de la música popular española", que "durante 25 años ha estado inventándose a sí mismo" y que su último trabajo discográfico con Nancys Rubias es "un extraordinario ejemplo de su brillante manera de transgredir, de su brillante forma de pensar". Propiciando así un histórico encuentro entre el inefable bardo de Vicálvaro y el rey de Suecia.</p><p dir="ltr">En el ámbito de la estética, el homólogo a la felicidad como valor objetivo sería la belleza. Pero así como la gente puede ser feliz con muchas cosas (incluyendo el contar coches amarillos), su concepto de belleza no es el mismo. Hay unanimidad en considerar como bellas una flor, una cebra o una puesta de sol, pero el consenso se difumina cuando se trata de una obra de arte o literaria. Ya dijo Hume hace siglos que la belleza no es una cualidad de los objetos sino de las mentes que los contemplan, y que cada mente percibe una belleza diferente. Pero apuntó hacia una cierta objetividad al reconocer el dictamen final del tiempo como prueba de fuego de la grandeza de una obra artística (intuyo que ese tribunal del tiempo no será benevolente con la película más oscarizada de este año).</p><p dir="ltr">Lo cierto es que sin subjetividad, sin una singular mirada al mundo, no hay belleza. Esa mirada es distinta en un murciélago, en una ballena y en un humano, pero también difiere entre humanos: todo depende de la configuración físico-mental del individuo, en parte determinada biológicamente y en parte ambiental y culturalmente. Quizá Alexander Nehamas tenga razón al sostener que la belleza crea comunidades de personas definidas por distintos cánones u ortodoxias, unos grupos en los que los gustos compartidos confieren a sus miembros un sentimiento comunitario. Esta idea es compatible con la de Kant, para quien las verdades estéticas son al mismo tiempo subjetivas y universales, puesto que cada persona tiene las suyas pero espera que las demás las compartan (y, de hecho, disfruta al comulgar estéticamente con otros). Pero es un planteamiento opuesto al de platónicos y neoplatónicos, para quienes la belleza es objetiva y lo bello es tal porque participa de esas ideas o formas perfectas y eternas (por eso nos gustan el orden, la simetría y la armonía) que supuestamente moran más allá de nuestro mundo físico.</p><p dir="ltr">Por motivos que se me escapan (¿implicación emocional con algún personaje o situación, querencia por cierta narrativa visual o código expresivo, distintos prejuicios positivos y negativos, diferente momento anímico...?), Gorka, José Miguel y otros muchos individuos con criterio no están en mi equipo en lo referido a <i>Todo a la vez en todas partes. </i>Habrá que aceptarlo deportivamente. Ahora bien, me tendrán enfrente (¡ahí no tendré contemplaciones!) si optan por apoyar la candidatura al Nobel del marido de Alaska...</p><p dir="ltr"></p><p dir="ltr"><span style="color: black;"> </span></p><br /><p></p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-44913699522539052962023-02-24T19:10:00.004+01:002023-02-25T10:13:35.883+01:00De guerra, buenos y malos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEhTd8XKgMz0pEvs-jsyZBEgnJyiBf0ApAxyBjRSDt39kX0or3sT6xziiX8o7gJrSw-ChM0IiGGQcv2sP0mEEjrc3Fg0iQrAsbnp8cyn-0XhMJskD8kdmz_JBT7uU6ctkIrx2exee1YTaWhmMrkKrI9y7uVhFJul9mMyGL9hS1JfDFKHAD_Nl_PYQ7/s750/Im-Westen-nichts-Neues-2022-Frontpage-750x400.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="750" height="171" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEhTd8XKgMz0pEvs-jsyZBEgnJyiBf0ApAxyBjRSDt39kX0or3sT6xziiX8o7gJrSw-ChM0IiGGQcv2sP0mEEjrc3Fg0iQrAsbnp8cyn-0XhMJskD8kdmz_JBT7uU6ctkIrx2exee1YTaWhmMrkKrI9y7uVhFJul9mMyGL9hS1JfDFKHAD_Nl_PYQ7/s320/Im-Westen-nichts-Neues-2022-Frontpage-750x400.jpg" width="320" /></a></div><br /><p>La película bélica<i> <a href="https://es.m.wikipedia.org/wiki/Sin_novedad_en_el_frente_(pel%C3%ADcula_de_2022)" target="_blank">Sin novedad en el frente</a></i> me ha impactado mucho. Es una obra artística tan bella como terrible, en la estela de <i>Salvar al soldado Ryan</i> al retratar la guerra en su verdadera crudeza (sucia, caótica, repugnante, <i>gore)</i>, no como los panfletos propagandísticos del cine clásico hollywoodiense. Y en la que los buenos y los malos están repartidos entre los dos bandos enfrentados, como siempre es el caso (ello no obsta para que a veces la causa de un bando sea la justa y la del otro la injusta, como ocurrió en la II Guerra Mundial y ahora en Ucrania). </p><p>Sigue habiendo no pocos simplones que creen que los combatientes alemanes eran todos malos en la I y II Guerra Mundial, al contrario que los franceses, británicos o norteamericanos (buenos y sanos chicos todos ellos, supuestamente). Que ahora también compran la absurda idea de que los rusos son unos malvados y los ucranianos son seres de luz (o al revés, si eres un simplón alternativo), lo que ha llevado incluso a cancelar manifestaciones culturales y artísticas rusas que forman parte de lo más valioso del patrimonio de la humanidad. La culpa en el fondo es de los políticos y los medios de comunicación de masas, al fijar y reforzar estereotipos simplistas. </p><p>No hay países buenos y malos en una guerra, sino personas buenas y malas bajo circunstancias políticas y sociales difíciles marcadas por ideas tóxicas como el nacionalismo, el comunismo o el integrismo religioso. La maldad es transversal a nacionalidad, etnia, religión, sexo, preferencias sexuales, edad e ideología. La gente de la peor calaña siempre está ahí presente, pero solo cuando el orden legítimo quiebra adquiere un protagonismo que en circunstancias de normalidad democrática le está vedado: es, por poner un ejemplo muy ilustrativo, el salto del fondo sur de un estadio de fútbol al <i>checkpoint</i> paramilitar en una carretera (o, a más alto nivel, desde la dirección de un grupo criminal a un alto cargo público). En guerras, regímenes autoritarios y Estados fallidos (véase Haití o Libia) es cuando los malvados resultan más dañinos por estar más empoderados.</p><p>Es muy poco conocido el ponzoñoso papel desempeñado por la Iglesia católica francesa en la I Guerra Mundial animando a los jóvenes de su país a matar alemanes en nombre de Dios. O el hecho de que generales franceses se empeñaran en utilizar miles y miles de reclutas como carne de cañón y ordenaran ejecuciones de desertores. Porque las tintas se cargan solo contra los perdedores de la contienda. En la II Guerra Mundial las cosas están mucho más claras por la existencia del monstruo nazi, pero los alemanes de 1940 no eran peores que los españoles o los británicos de 2023: la diferencia estriba en que, aupada por un régimen y una ideología de lo más siniestro, su peor gente (psicópatas y sádicos) tenía entonces poderes en los ministerios, los cuarteles, las comisarías, las cárceles y los campos de exterminio que la peor gente de España y Gran Bretaña no tiene en nuestros días. Las fichas humanas son las mismas; solo difiere su ubicación en el tablero, a su vez determinada por el ordenamiento político de una sociedad.</p><p><i>Sin novedad en el frente, </i>desde una perspectiva alemana al igual que <i>Das Boot </i>(1981)<i>, </i>no solo es una crítica al militarismo germano sino también al francés y a cualquier otro. Así como a la extremada dureza del armisticio, germen de otra guerra mucho peor. Mientras gerifaltes de uno y otro bando comen a cuerpo de rey y se permiten afear a sus inferiores la calidad de un vino o de un <i>croissant</i>, chicos de 18 años de ambos lados son arrastrados por ellos a morir brutal y absurdamente. En <i>Vida y destino</i>, el escritor ucraniano y ruso Vasili Grossman refiere lo mismo en el escenario de la batalla de Stalingrado: "No eran más que niños y en el mundo todo se confabulaba para enviarlos bajo el fuego. (...) Y en el oeste los hombres aguardaban para golpearles, despedazarlos, aplastarlos bajo las orugas de sus tanques". Qué injusto e insoportablemente doloroso, qué sobrecogedor para unos padres, ese derecho otorgado a un hombre desconocido para mandar a la muerte a su querido hijo cuidado desde la cuna. El también ucraniano y ruso Nikolái Gógol narraba con poética emoción en su novela <i>Taras Bulba</i> el pesar de la madre de los dos jóvenes cosacos a los que su padre se disponía a llevar con orgullo al campamento de Zaporiyia (Ucrania): "Acurrucada junto a sus hijos les arreglaba la cabellera, los bañaba con sus lágrimas, los contemplaba sin cesar como quien no puede saciarse". <i>Sin novedad en el frente</i> empieza precisamente con las imágenes de una zorra durmiendo acurrucada junto a sus cachorros dentro de una madriguera.</p><p>Esta gran película deberían verla sobre todo los buenos rusos engañados por Putin. Los cuatro amigos alemanes que parten juntos al frente en 1917 son buenos chicos omnibulados por el patriotismo, a cuyo servicio ponen la sana camaradería que los une. En la guerra verán que hay tipejos sin compasión con mando sobre ellos. Y descubrirán que sus homólogos franceses son en el fondo como ellos, unos infelices enviados a la muerte por desaprensivos. Lo más terrible es esa implacable maquinaria social, esas invisibles cadenas de transmisión jerárquica que los empujan inevitablemente a morir en la flor de su vida. Morir en tu juventud matando como una hormiga-soldado a otras personas como tú solo porque lucen distinto uniforme se me antoja un insulto no solo a la vida sino a la inteligencia (bien distinto es apuntar al mercenario que te amenaza, al autócrata que lo manda o al patriarca religioso que lo bendice). Y ya lo más absurdo y desgarrador es matar y morir un minuto antes del final oficial de las hostilidades. Unos tres mil soldados murieron en las horas previas a las 11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918, cuando entró en vigor el armisticio firmado por los alemanes. Esa misma noche, los generales de uno y otro lado volverían a cenar copiosamente.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-73473746661037579432023-01-10T19:32:00.007+01:002023-01-11T10:35:38.075+01:00Kamran Matin: descifrando la revolución iraní (y, de paso, cualquier otra)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4guXmLA7mTiloF1xURvqkrXztZ9Jz0ebxstVWz1sSi0bRC8WgwcFjdEUFp6wT2C8nVJ3nergJEFxO_UQ4OvQm4aD9ODp8EKMWb9lemV87s56a26jRsG6oml9ohnyNhHULhTuGy8PCzHHj-fau5uooBILK78LgvJ9dEYQeYxwXBkyVhjG7rw4lO0eF/s400/pfqSAOBH_400x400.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="400" data-original-width="400" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4guXmLA7mTiloF1xURvqkrXztZ9Jz0ebxstVWz1sSi0bRC8WgwcFjdEUFp6wT2C8nVJ3nergJEFxO_UQ4OvQm4aD9ODp8EKMWb9lemV87s56a26jRsG6oml9ohnyNhHULhTuGy8PCzHHj-fau5uooBILK78LgvJ9dEYQeYxwXBkyVhjG7rw4lO0eF/s320/pfqSAOBH_400x400.jpg" width="320" /></a></div><p><a href="https://youtu.be/AG8e8iI_Om0" target="_blank">(Mira su charla en La Haya en agosto de 2022)</a></p><p>El sociólogo y analista político kurdo-iraní Kamran Matin, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sussex, publicó en 2013 <i><a href="https://scholar.google.es/scholar_url?url=https://www.academia.edu/download/54895399/RIM-Chs.1_7.pdf&hl=es&sa=X&ei=eEu8Y5r9LcCVy9YP8_ehoAY&scisig=AAGBfm1lnxI8ilExppMc9LGokzXqaXpG2g&oi=scholarr" target="_blank">Recasting the Iranian Modernity</a></i>. Ese libro es fruto de su empeño por entender la revolución iraní de 1979, un proceso que no encaja en las teorías sociológicas al uso y sigue siendo un misterio irresuelto para la academia. Inspirado por la teoría del desarrollo desigual y combinado de León Trotsky, Kamran hace una crítica al binomio internalismo-eurocentrismo para encontrar una respuesta al caso de Irán que es extrapolable a cualquier proceso revolucionario o de cambio social. </p><p>La visión internalista considera que la dinámica de una sociedad viene determinada solo por factores internos (por sus aspectos infraestructurales internos, en terminología marxista). Por su parte, la visión eurocéntrica entiende el desarrollo social como un proceso lineal que sigue el mismo patrón que en Occidente, a semejanza de las pioneras Francia e Inglaterra. El propio Karl Marx, que adolecía tanto de eurocéntrico como de lineal-determinista (para él no era posible transitar directamente del feudalismo al socialismo), creía inconcebible que en un país tan atrasado y mayoritariamente campesino como Rusia triunfara una revolución socialista. ¡Ya por no hablar de China! Esto es así porque construyó su teoría atendiendo a la particular experiencia histórica de Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial. El eurocentrismo tiene incluso un correlato lingüístico: modernización y atraso son términos cargados de una connotación ideológica, asociados a la creencia en la universalidad de la experiencia occidental (que sería supuestamente extrapolable a cualquier país) y la superioridad de su cultura.</p><p>Lo cierto es que todo intento de explicar procesos sociales de cambio en países no occidentales conforme a esquemas internalistas y encima eurocéntricos parece condenado al fracaso: solo quedaría apelar a la excepcionalidad (como desviación de -o reacción a- la modernidad), algo científicamente muy poco satisfactorio. Por eso, en la estela de Trotsky, Kamran propone un modelo teórico dinámico de componentes socioeconómicos y culturales interactuantes, tanto internos como externos: un esquema marxista corregido al introducir en la ecuación las relaciones internacionales (entendidas, en un sentido amplio, como interacciones internacionales). Es un modelo bidireccional en el que los factores internos y los externos ejercen una influencia mutua, conduciendo a una amalgama de formas sociales, culturales e ideológicas. Y un modelo válido también para sociedades precapitalistas, algo que Trotsky nunca contempló. </p><p>Así logra explicar cómo unos clérigos ultraconservadores pudieron tomar el poder en un país en el que, pese a padecer un régimen despótico (el prooccidental del sha), había una clase media urbana formada y unas instituciones relativamente modernas. Los ayatolás tomaron elementos externos como las ideas de república y revolución (quizá inspirados por la Francia que dio asilo a Jomeini), mezcladas con un islam chiíta político de factura propia. Ya dijo Trotsky que la convivencia dentro de una misma sociedad de distintas tradiciones y prácticas culturales impide que su evolución esté escrita y sea de carácter lineal, no pudiendo descartarse las involuciones o el <i>revival</i> de tradiciones bárbaras. </p><p>El célebre revolucionario ruso asesinado en México por orden de Stalin nos habló hace más de un siglo del privilegio del atraso, al considerar que las sociedades atrasadas tenían la posibilidad de saltarse etapas en su proceso modernizador gracias al acceso a elementos materiales y culturales ya disponibles por el desarrollo experimentado en los países pioneros: un ejemplo al respecto es la adopción por parte de los indios nativos norteamericanos del rifle (también aprendieron a montar a caballo, un animal traído de fuera por los europeos). Esa posibilidad se convierte para Trotsky en necesidad (su famoso <i>látigo</i>), ya que la supervivencia de una comunidad pasa por equipararse cultural y tecnológicamente a las entidades políticas que la amenazan. Bien entendieron esto los japoneses tras la capitulación ante los occidentales que condujo en 1868 a la llamada revolución Meiji. </p><p>Kamran aplica el modelo trotskista del látigo a la Persia safávida (1501-1722), una entidad política que también se construyó y consolidó frente a la amenaza externa de pueblos nómadas como los mongoles. Y que ya recurrió al islam chiíta para reafirmar su identidad frente al sunnismo rival otomano. El susodicho látigo (no un despotismo asiático intrínseco, propio del más burdo manual orientalista) explicaría el carácter centralista y absolutista del Irán premoderno. Según Kamran, ya en el siglo XX la monarquía del sha Reza Pahlavi forjó lo que él llama el "ciudadano-súbdito", una mentalidad contradictoria (híbrida de modernidad y premodernidad) que sería instrumentalizada por los islamistas para sus fines. Es innegable que los clérigos iraníes aprovecharon, de igual modo que los nazis en Alemania, una ventana de oportunidad histórica (en buena medida gracias a la coyuntura internacional) para hacerse con el poder.</p><p>En el fondo de todo esto late la cuestión de si los cambios sociales (en particular, las revoluciones) <i>se hacen</i> o simplemente <i>vienen</i>. O sea, cuál es el papel de la agencia humana al respecto. El enfoque marxista tradicional se inclina por lo segundo. Célebre es la frase de Marx que abre <i>El 18 de brumario de Luis Bonaparte </i>(1852): "Los hombres hacen su historia, pero no bajo condiciones elegidas por ellos mismos". Es una frase muy parecida a esta de Schopenhauer: "Somos libres de hacer lo que queramos, pero no de elegir lo que queremos". Kamran define atinadamente las estructuras sociales como sedimentaciones históricas de casos anteriores de ejercicios de agencia por parte de los humanos.
Reconociendo el peso y el muy fuerte condicionamiento de esos factores subyacentes (de esa infraestructura), en lo que discrepo de él es en el efecto global que pequeños actos individuales pueden tener. Al fin y al cabo, los sistemas sociales no dejan de ser sistemas naturales. El propio concepto de desarrollo desigual de Trotsky podríamos interpretarlo como la aplicación a la sociedad de un principio natural mucho más amplio, constatable al observar objetos tan diversos como estrellas, nubes o montañas*. </p><p>Si la naturaleza es intrínsecamente caótica, no veo por qué el mundo social habría de ser distinto. En ese punto suscribo la teoría de los cisnes negros de Nassim Taleb, que sostiene la imprevisibilidad de la historia (el trabajo de historiadores y economistas consiste no tanto en predecir como en explicar a posteriori las causas de lo que ya ha sucedido, aplicando de manera algo impostora un modelo determinista a sucesos por naturaleza impredecibles). Con ello no digo que haya que rechazar toda teoría explicativa general, como defendería un pensador posmoderno. Como bien dice Kamran, la historia nunca se repite pero aún así es teorizable. Solo abogo por no desdeñar el componente caótico en los sistemas sociales. </p><p>Que el suicidio de un vendedor de fruta en Túnez pueda crear una onda sísmica social que acabe con el derrocamiento de Mubarak en Egipto, el linchamiento de Gaddafi en Libia o brutales guerras civiles en Siria y Yemen parece algo ridículo. Pero eso es exactamente lo que ocurre en los sistemas caóticos, en los que pequeños cambios en una parte (como el aleteo de una mariposa en Nueva Zelanda) pueden tener efectos de alcance en un lugar muy alejado (como un huracán en el Atlántico).
Muchas personas han sacrificado su vida en protesta por situaciones injustas sin que ello haya tenido mayores repercusiones, pero a veces se dan las circunstancias exactas para un efecto mariposa. Algo parecido parece haberse desatado en Irán por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini a manos de la brutal policía de la moral. Puedes estar durante años dando golpecitos en una pared sin que pase nada... hasta que el día menos pensado esa acción es causa de su derrumbe (incluso de todo el edificio), al superarse un umbral crítico. Por supuesto, las dinámicas sociales son mucho más complejas -y, por ende, más imprevisibles- que la de la estructura de un edificio.</p><p>No quiero terminar esta entrada sin subrayar el ejemplo inspirador de Kamran, al que conocí en septiembre de 1998 en Inglaterra cuando llevaba apenas un año en el país, tras haber huido de la persecución política del régimen de los ayatolás. En Gran Bretaña se reconvirtió profesionalmente (era químico en su país), estudiando Relaciones Internacionales. Es una amistad de la que me precio, tanto por la valía intelectual como por la calidad humana de la persona. Ojalá pueda felicitarle pronto por la caída del siniestro régimen teocrático que asfixia a persas, kurdos, azeríes, beluches y otros pueblos de la antigua Persia desde hace más de 40 años. Jin, Jiyan, Azadi, Kamran gian! </p><p>* Esto me recuerda la idea del jurista español Javier Pérez Royo de que hay un principio económico de naturaleza oligárquica (la riqueza tiende a repartirse muy desigualmente) y un principio político de naturaleza democrática (mi voto vale lo mismo que el de un <i>homeless</i> o un multimillonario), este segundo necesario para moderar al primero.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-3932777296389751942022-12-10T15:55:00.002+01:002022-12-10T19:29:57.201+01:00Espacio de posibilidades: el océano por el que navega la consciencia<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7pkVFfxavUZ_lrZf2_Zw_j4gEf94-HXl1uZZb9UD8FoCJP-OPnu6FiEJ2meaybk6feQTn6XfZdaidnpm46k3jqmC5-dJLZKXc_Ti3FXEfx-FTDzJ6kQ8K3cKSOWffJ-Dn_FYqKXYwWPptJRAyFW5_ljvY0Roq3ur7xmGrPA1Pw2hC1h8kvFNpsz_Y/s284/p-11-1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="203" data-original-width="284" height="203" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7pkVFfxavUZ_lrZf2_Zw_j4gEf94-HXl1uZZb9UD8FoCJP-OPnu6FiEJ2meaybk6feQTn6XfZdaidnpm46k3jqmC5-dJLZKXc_Ti3FXEfx-FTDzJ6kQ8K3cKSOWffJ-Dn_FYqKXYwWPptJRAyFW5_ljvY0Roq3ur7xmGrPA1Pw2hC1h8kvFNpsz_Y/s1600/p-11-1.jpg" width="284" /></a></div><br /><div><br /></div>Todo está <i>ahí fuera</i> en el llamado espacio de posibilidades, en el inabarcable reino abstracto de lo posible. Absolutamente todo, tanto el pasado (aunque ya se nos haya manifestado subjetivamente) como el futuro. Están todos los seres posibles y sus relaciones, todas las novelas y canciones (incluyendo las que a fecha de hoy no han sido aún escritas), todas las rocas, sombreros, anticiclones, pistones, goles, sueños, gramáticas y cuerpos celestes, cada una de las formas imaginables e inimaginables... Y también nuestro nacimiento. Y cada una de nuestras diferentes muertes.<div><br /></div><div><div>Para el hinduismo, el dios Vishnu sueña el universo mientras duerme. Pongamos mejor que sueña todos los universos posibles, un multiverso autocontenido en un espacio de posibilidades que podríamos definir -conforme a un <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/09/monografico-sobre-el-pampsiquismo-en-el.html?m=1" target="_blank">paradigma monista pampsiquista</a>- como la proyección virtual del potencial de un <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2022/10/las-matematicas-dios-y-el-problema-del.html?m=1" target="_blank">objeto lógico-matemático</a> eterno (la consciencia pura) subyacente. </div><div><br /></div><div>Pero esto no va solo de metafísica: el espacio de fases es un espacio de posibilidades que representa todos los posibles estados de un sistema físico, que puede ser el de un gas contenido en un recinto cerrado o el de la totalidad del universo. El homólogo en una partida de ajedrez sería el conjunto de todos los estados posibles sobre un tablero. Muchos de esos estados siguen inéditos (no se han manifestado físicamente) en su abstracto espacio de fases, pese a haberse disputado ya miles de millones de partidas desde la invención del juego por los antiguos indios. Lo mismo puede decirse de las <i>partidas</i> en el multiverso, en el que la <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2022/06/el-it-from-bit-from-it-by-her-una.html?m=1" target="_blank">consciencia</a> es una exploradora de un ingente espacio de posibilidades, procesando información (o sea, reduciendo la incertidumbre) de manera ininterrumpida. Dicho de otro modo, haciendo una destrucción <i>ab</i> <i>toto </i>(a partir de la totalidad) ordenada y coherente. Esa exploración es necesariamente subjetiva. Y, conforme a un esquema pampsiquista, en ella hay volición.</div><div><br /></div><div>¿Pero cuál es la naturaleza ontológica de una posibilidad? ¿No será un mero constructo de nuestra mente, algo que no es real, carente de existencia propia? El sentido común nos dice que solo existe lo que ocurre, no así los contrafactuales (las posibilidades que no se manifiestan, lo que pudo haber sido pero no fue). Pero la hipótesis de la realidad de toda posibilidad encuentra apoyo nada menos que en la mecánica cuántica, que se basa en la superposición de todas las posibilidades de un suceso: sin el concurso de todos y cada uno de los contrafactuales no se alumbra la realidad, no sale un suceso de su nube de probabilidad. Una computación cuántica es en el fondo, tal como dice el físico David Deutsch, un cálculo en el que intervienen todos los universos posibles.</div><div><br /></div><div>Para el filósofo David Lewis, los mundos posibles existen en plano de igualdad con el que llamamos real (un <i>real</i> tan subjetivo, tan dependiente del observador, como <i>aquí </i>o<i> ahora</i>). Lewis considera que cada objeto solo habita un mundo posible. Por el contrario, el también filósofo Saul Kripke sostiene que los objetos tienen una existencia modal: habitan también muchos otros mundos. O sea, el objeto "Pablo Casado" no se limita a una persona que fue líder del PP y acabó descabalgado por su otrora amiga Díaz Ayuso: también es el niño que se ahogó en la bañera con tres años, el adolescente fan de Falete que lo asesinó en un concierto en 1998, el elegido presidente del Gobierno en 2023 y el que invadió Gibraltar en 2025.</div><div><br /></div><div>En el espacio de posibilidades solo moran las cosas posibles: los objetos y proposiciones contingentes como Pablo Casado o "Esta noche juega Francia". Las cosas necesarias, las verdades lógico-matemáticas como 2+2=4, trascienden el espacio de posibilidades y lo informan. Si están presentes en todos los universos (a diferencia de las posibles) es porque son atributos del susodicho objeto lógico-matemático subyacente: la consciencia pura. Gracias a nuestra naturaleza lógica, que está marcada en las profundidades de nuestro ser (en la raíz de toda consciencia, no solo humana o animal), el mundo nos resulta comprensible y podemos razonar y hacer ciencia.</div><div><br /></div><div>Hace tiempo elucubré acerca de los <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/08/mi-fichaje-por-los-angeles-clippers.html?m=1" target="_blank">contrafactuales</a>, preguntándome si existe un universo en el que Los Angeles Clippers me fichan para jugar con más de 50 años de edad. La conclusión era que ese suceso seguramente no se halle en el espacio físico de posibilidades, en el manifestado en el espacio-tiempo tal y como lo conocemos. Sí podría estar en el espacio virtual de una simulación informática. Así como está en la mente de quien idea la ficción, o puede expresarse como historia en un papel o un trozo de celuloide. El mundo de Mario Bros no es físicamente posible, pero esa imposibilidad no rige en su ámbito (en este caso, digital). En su último libro <i>(Reality+)</i>, el filósofo David Chalmers insiste en subrayar que la realidad virtual no es menos real que la convencional. ¡Ya no hablemos de si encima es indistinguible de esta! Una civilización muy avanzada con un gran poder de computación tendría pues la capacidad tecnológica de convertir en real (aunque con el formato de una simulación informática) todo lo posible, así como de alumbrar el "mejor de los mundos posibles" que el bueno de Leibniz identificó erróneamente con el nuestro (el cual podría ser una simulación chapucera). </div><div><div><br /></div></div></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-87816583147082987402022-10-31T11:15:00.002+01:002022-10-31T11:48:53.536+01:00Las matemáticas, Dios y el problema del mal<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5keBmYBLgUu_dKeWKPDwIUya4yehRRkhVN5Qr49njupbYnsk4RTkgVF2arZTCvDEPgag3jnWDOniQIdg9STP0LcS98IBicrrFDkniepZpEm3yDp3fccxavU0uA3mKYAyfliuw347SnJaUfqqY-9eiPux4JFyP4qFYAk1wSzbKcAViiZJBER4q3iDT/s1200/Logos.svg.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="534" data-original-width="1200" height="142" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg5keBmYBLgUu_dKeWKPDwIUya4yehRRkhVN5Qr49njupbYnsk4RTkgVF2arZTCvDEPgag3jnWDOniQIdg9STP0LcS98IBicrrFDkniepZpEm3yDp3fccxavU0uA3mKYAyfliuw347SnJaUfqqY-9eiPux4JFyP4qFYAk1wSzbKcAViiZJBER4q3iDT/s320/Logos.svg.png" width="320" /></a></div><p>La naturaleza de las matemáticas sigue siendo un misterio. Me inclino a pensar que aciertan quienes consideran que no son un invento humano sino un descubrimiento de algo que está <i>ahí</i> <i>fuera</i> (mas allá del espacio-tiempo, en un ámbito abstracto), como creía Platón. ¿Pero cómo puede un ser inscrito en el espacio-tiempo aprehender algo que lo trasciende? Para el filósofo griego, esto es posible gracias a la razón, que tiende un puente entre el mundo físico y el orbe eterno de las ideas. Ello implica que la razón está dentro de nosotros y también fuera. Para mí, ese <i>nosotros</i> es cualquier criatura inteligente, no necesariamente humana ni moradora de nuestro planeta.</p><p>El físico platónico Max Tegmark cree que nuestro universo y todo lo existente dentro del mismo, así como en cualquier otro universo del Multiverso (del que es un firme proponente), son objetos matemáticos. ¿Lo sería también la consciencia?... No es de extrañar que los seres conscientes podamos concebir los números y tengamos una estructura lógica, conforme a la cual jamás podremos aceptar que 2+2=5, si fuésemos manifestaciones de una consciencia pura subyacente que tiene una naturaleza lógico-matemática (las matemáticas son una extensión de la lógica, como apuntaban Frege y Russell). </p><p>De ahí llegamos a la idea de Dios, pero de un Dios/Consciencia pura muy rebajado con respecto a la creencia judeocristiana. Tan disminuido que no solo no sería omnisciente ni omnipotente, sino un absoluto ignorante de todo lo que desborde su naturaleza matemática (de saber intimamente, entre otras cosas, que 2+2=4 y que los ángulos de un triángulo suman 180 grados): ignorante del bien, el mal, el placer, el dolor, la noche, el día, el chocolate, las montañas o <i>El Quijote</i>.</p><p>Su ignorancia del bien y del mal haría que ni siquiera fuese benevolente (tampoco malvado): no sabe lo que es la empatía y la moral, que descubriría en el mundo fisico (junto a la angustia, la injusticia, el sonido del agua corriendo o los amaneceres) bajo algunos de sus avatares materiales conscientes. Este planteamiento implica que no hay una moral objetiva, ya que no está escrito en ninguna expresión matemática que torturar a un ser inocente sea algo deplorable. Ahora bien, es innegable que la compasión (también la crueldad) puebla el espacio de posibilidades y que es abrazada por seres conscientes inteligentes, avatares materiales de la consciencia pura. Todo lo que es posible se manifiesta en al menos algún universo (así como lo necesario -las verdades lógicas y matemáticas- está presente en todo el Multiverso), y la moral como posibilidad ha sido seleccionada por la consciencia en este universo. O sea, por ti; o sea, por Dios. Dicho en términos darwinistas, algunos seres conscientes han sido seleccionados evolutivamente por portar valores morales que han resultado ser adaptativos. ¿Habrá algo en la razón pura, en la raíz de la consciencia, que de algún modo empuje hacia la compasión?...</p><p>Puede que la moral acabe inscrita de manera indeleble en los mimbres de un cosmos seleccionado por la consciencia bajo la guía de la razón. En ese sentido podría considerarse de algún modo objetiva, pero no a priori sino a posteriori: en un mundo donde la consciencia materializada sí que se ha hecho omnipotente (¿acaso también omnisciente?) a la par que benevolente. Ese otro Dios, esculpido a partir de una consciencia pura exclusivamente lógico-matemática, estaría en construcción. Nosotros somos sus constructores.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-38245548211283660622022-10-21T16:49:00.005+02:002022-10-21T17:08:40.470+02:00El precio por vivir una buena vida<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_nC8vBJoqoRpzJJavkkZ_fVPLv9yKfoXCuz6VqfpLV1-9hUiCwN0N9MZ2Eg0l3VYrHPSDkF8M10S2MTBJOj77aZL8BSjxCXvSY4sfDZdW7CNdbFpT4jc1APj9SXmEPAbA4ginQVbHYAqbiTFzlidXJ6BMY8SadO5dzFOHNxXsm55RqAp9mrZ1QQKv/s1311/IMG-20221015-WA0044~2.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1311" data-original-width="954" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_nC8vBJoqoRpzJJavkkZ_fVPLv9yKfoXCuz6VqfpLV1-9hUiCwN0N9MZ2Eg0l3VYrHPSDkF8M10S2MTBJOj77aZL8BSjxCXvSY4sfDZdW7CNdbFpT4jc1APj9SXmEPAbA4ginQVbHYAqbiTFzlidXJ6BMY8SadO5dzFOHNxXsm55RqAp9mrZ1QQKv/s320/IMG-20221015-WA0044~2.jpg" width="233" /></a></div><br /><p>El otro día, un gato callejero le dio un buen mordisco en la mano a un amigo mío que estaba acariciándolo en la protectora de animales donde colabora. Se le llegó a infectar la profunda herida y hubo de recurrir a antibióticos.</p><p>Este suceso me hizo pensar lo siguiente: si te dedicas a acariciar a todos los gatos o perros con los que te cruzas, acabarás más tarde o más temprano corriendo la misma suerte que mi amigo. Lo suyo sería poner en un lado de la balanza esa dolorosa dentellada, y en el otro la satisfacción obtenida por los cientos de caricias correspondidas con el cariño del animal.</p><p>Esa conclusión se puede generalizar a muchas otras acciones en la vida. Si siempre te entregas plenamente a las personas con las que te relacionas (vínculos tanto sentimentales como de amistad), acabarás defraudado y engañado más de una vez. Si te vas mil veces a pasear a la montaña, acabarás al menos alguna vez con un esguince o algo incluso peor. Si viajas en avión 100.000 veces, acabarás con más de un sobresalto. Y si lo haces cien millones de veces, da por segura tu muerte en un accidente aéreo. Por eso la inmortalidad es una quimera, por mucho que se avance en el detenimiento e incluso la reversión del envejecimiento: la potencial inmortalidad termina desmoronándose en un mundo donde hay accidentes y muchísimo tiempo por delante para que estos se manifiesten.</p><p>¿Renunciamos a acariciar perros y gatos, a pasear por la montaña, a viajar en avión o a entablar una relación para no ser mordidos, hacernos un esguince, estrellarnos o salir trasquilados sentimentalmente?... Es cuestión de sopesar con la susodicha balanza, conscientes de que vivir una buena vida entraña riesgos entre los cuales está el ineludible de morir (cuando adoptamos un cachorrito no prevalece el sentimiento de saber que seguramente le sobreviviremos). Yo estoy convencido de que, como dice la canción, es mejor querer y después perder que nunca haber querido (generalizando, es mejor vivir y después morir que nunca haber vivido). Y que no debemos renunciar a acariciar un animal doméstico por el hecho de que haya algunos perros y gatos revirados. Aunque una cosa es estar convencido y otra aplicárselo a uno mismo: reconozco que nunca he querido tener una mascota por evitar el mal trago de su hora final. Quizá es que yo no sepa vivir...</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-37942018926433327062022-08-17T17:20:00.002+02:002022-08-17T18:33:58.719+02:00La vida como objeto platónico atemporal<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4qnuzIqHzaqCU7t3MeTBjcWsmVqhfgUSJh4SXNyytHiyhQFwaepTm6jQWlALfxOLhH68RbZhBeQi6ghR6dkwL8UwTkimGQeDC_5ROM96N4y6SY1ueLB0bUAFFoLd-yU03EtWb8NFPEiX_REP_R_ZUC1lkfkefEXz_jJjwU2Ep25ioCdgO1alJc5s5/s1200/1200px-Platonic_Solids_Transparent.svg.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="977" data-original-width="1200" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh4qnuzIqHzaqCU7t3MeTBjcWsmVqhfgUSJh4SXNyytHiyhQFwaepTm6jQWlALfxOLhH68RbZhBeQi6ghR6dkwL8UwTkimGQeDC_5ROM96N4y6SY1ueLB0bUAFFoLd-yU03EtWb8NFPEiX_REP_R_ZUC1lkfkefEXz_jJjwU2Ep25ioCdgO1alJc5s5/s320/1200px-Platonic_Solids_Transparent.svg.png" width="320" /></a></div><p>El matemático y físico británico <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2017/02/en-torno-al-misterio-de-los-tres-mundos.html?m=1" target="_blank">Roger Penrose</a> nos habla al final de su libro <i>La nueva mente del emperador</i> de la capacidad que aparentemente tenía Mozart de captar de golpe una compleja composición musical en su totalidad. Se nos hace imposible concebir la idea de que algo como una sinfonía, que por su propia naturaleza requiere un despliegue en el tiempo, pueda ser captado de manera instantánea como un objeto atemporal. Nos resulta no menos increíble que el célebre matemático indio Srinivasa Ramanujan pudiera visualizar de manera súbita intrincados teoremas, lo que él atribuía a su conexión con una divinidad hindú. Para Penrose, todo ello es posible gracias a la conexión de la mente con una realidad platónica trascendente e intemporal: "La consciencia es en esencia la 'visión' de una verdad necesaria".</p><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Ayer acabó la serie <i>Better Call Saul</i>, precuela de <i><a href="https://picandovoy.blogspot.com/2017/12/reflexiones-en-torno-breaking-bad-mucho.html?m=1" target="_blank">Breaking Bad</a></i>. Ambas series, unidas a la secuela <i>El camino,</i> podrían también contemplarse como un objeto coherente. A su vez, compuesto de otros objetos coherentes como los personajes. "Para la comprensión de la vida entera de un individuo necesitaríamos contemplar diversos sucesos cuya adecuada apreciación parecería requerir su actualización mental en 'tiempo real'. Pero no parece que esto sea necesario", señala Penrose.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Quién se atreve a descartar que nuestras propias vidas (al igual que las ficticias de Saul Goodman, Walter White y Jesse Pinkman) puedan ser visualizadas instantáneamente a su <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2022/04/la-hipotesis-casado-fabelo-la-muerte.html?m=1">final</a> como un solo objeto, con sus particulares simetrías y anfractuosidades...</p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-70510674808624712402022-06-12T11:34:00.003+02:002022-10-26T20:09:56.181+02:00El "it from bit from It by Her": una hipótesis metafísica para explicar (casi) todo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhb5ADLkTKlYpIy7VqFSfqrOmod6JiQRiteuF2QefAXqYcXtJFMEnq67SSdFhD13PLub2tOL7dJQaWLgglCscABvSb1Ap6eIXjKoOoKviRj3kdjt_g4cCOrLekmrGXEC5dliYopDXl2H7qBoLM3rcDnL6JkfAWsr6v3_Dxha4ih8vWJwVB8UFpo81EI/s322/Answer_to_Life.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="196" data-original-width="322" height="195" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhb5ADLkTKlYpIy7VqFSfqrOmod6JiQRiteuF2QefAXqYcXtJFMEnq67SSdFhD13PLub2tOL7dJQaWLgglCscABvSb1Ap6eIXjKoOoKviRj3kdjt_g4cCOrLekmrGXEC5dliYopDXl2H7qBoLM3rcDnL6JkfAWsr6v3_Dxha4ih8vWJwVB8UFpo81EI/s320/Answer_to_Life.png" width="320" /></a></div><br /><p><br /></p><p>El otro día un tuitero que me sigue me instó a expresar en forma de silogismo la hipótesis (para él, absurda y ridícula) de que la mente es un ente fundamental (no emergente) que informa la realidad. Ya inquirido por él, yo le había invitado a conocer mi postura en tres versiones de extensión: una larga (mi último <a href="https://www.amazon.es/Entre-nada-todo-consciencia-Multiverso-ebook/dp/B084V6LMDK" target="_blank">ensayo)</a>, una relativamente corta (una entrada en mi <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/09/monografico-sobre-el-pampsiquismo-en-el.html?m=1" target="_blank">blog</a> donde resumo el estado actual del debate sobre la consciencia y mi opinión al respecto) y una telegráfica ("it from bit from It by Her", inspirada en el célebre "it from bit" de Wheeler). Descartó la primera, lo cual me parece razonable, pero también la segunda esgrimiendo que era muy larga (¡una lectura de 15 minutos!) e igualmente la tercera por considerarla un burdo eslogan.</p><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">De lo que decía se desprendía que no estaba muy ducho en asuntos relacionados con la consciencia y que profesaba un cientificismo alérgico a cualquier asomo <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2014/05/la-metafisica-seria-tiene-futuro.html?m=1" target="_blank">metafísico</a> (era más hitchenista que el gran Hitchens con su navaja más afilada). También se evidenciaba un marcado prejuicio, dando por hecho que el texto sería pura verborrea: el típico tostón filosófico presuntuoso e infumable. Esto último puedo entenderlo, sabiendo cómo se las gastan no pocas lumbreras intelectuales del orbe hispánico. También admito que temiera vérselas con algún género de misticismo cuántico al estilo de Deepak Chopra: ante la sospecha de una <i>choprada</i>, yo sería el primero en huir como de la peste.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Pasado el asombro ante la insólita exigencia de un silogismo (¡pretende despachar el misterio de la consciencia en ese formato!) y la posterior incursión de un trol con un gif de Maradona (jaleando a su amiguete en el supuesto <i>partido</i> que disputaba conmigo), asumí el reto de intentar expresarlo de la manera más sucinta posible a partir de mi eslogan. Antes de seguir quisiera dejar algo claro: nunca he tenido intención de convencer a nadie (lograrlo me dejaría incluso un sabor agrio, ni siquiera agridulce). Escribo para aclararme a mí mismo y siempre como un reto personal.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Lo cierto es que la consciencia, entendida como esa mirada subjetiva al mundo que todos sentimos dentro como la cosa más segura e innegable, no ha podido ser aún explicada por la ciencia. Y lo más importante: es posible que la ciencia, nacida para explicar la cara objetiva y cuantificable de la realidad, jamás logre explicarla. Por eso tenemos derecho a recurrir a la metafísica; lo contrario sería callar, como nos invitaba a hacer Wittgenstein, algo que se opone a nuestra naturaleza curiosa e inquisitiva.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Puedes empezar a leer a partir de aquí, estimado seguidor hitchenista:</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">1) Lo que conocemos como realidad (it) es fruto de una computación (bit), de una poda -reductora de la incertidumbre- del espacio de posibilidades (It) expresado en la función de onda cuántica.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">2) Sin consciencia (She) no hay colapso o ramificación de la función de onda cuántica: ella es la que hace la computación, iluminando la realidad (it).</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Ergo:</p></div>
<div align="left"><p dir="ltr">La consciencia no puede ser un fenómeno emergente, ya que se precisa su concurso desde el mismo inicio del universo.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">La consciencia ha de estar presente en todas las escalas de la realidad física (y ser consustancial a ella), incluyendo la más básica.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">3) La ciencia ha probado (vía teorema de Bell) que no existe una programación local o algoritmo que determine el resultado de un suceso cuántico: que se manifieste una realidad (it) A en vez de B.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Por lo que una hipótesis sería que:</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Todo <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2020/12/la-red-de-agentes-conscientes-de.html?m=1" target="_blank">agente consciente</a> (avatar material de She) decide libremente, conforme a un margen de libertad limitado por el estado inicial del universo, las leyes físicas y las decisiones de otros agentes conscientes (otros avatares materiales de She). El sentido de esa decisión es intrínsecamente impredecible en las escalas fundamentales de la realidad. Y más o menos predecible a escala macroscópica, en la que se ensancha el espacio de posibilidades.</p><p dir="ltr">Elucubraciones adicionales:</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Siendo el espacio de posibilidades, la función de onda cuántica y las leyes físicas (así como la computación de la que surge y conforme a la cual evoluciona un universo) <b>productos</b> de She.</p>
</div><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">Siendo las matemáticas y las verdades lógicas <b>atributos</b> de She.</p><p dir="ltr">Siendo tú, yo y un electrón <b>manifestaciones</b> materiales de She.</p><p dir="ltr">"Dios no juega a los dados", decía <a href="https://amp.rtve.es/noticias/20151124/siglo-mano-albert-einstein/1259800.shtml" target="_blank">Einstein</a>. Más bien, Dios (She) practica un juego de rol inmersivo con todos sus avatares materiales (todas las subjetividades posibles) más allá de su morada como consciencia pura en la <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/11/bendita-nada.html?m=1" target="_blank">nada</a>. ¿Y el problema del mal?... Quizá la consciencia pura no sabe nada del bien y del mal, que son descubiertos por She en el mundo físico.</p><p dir="ltr"><br /></p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-4576628252275008752022-04-22T16:07:00.000+02:002022-04-22T16:07:01.373+02:00La hipótesis Casado-Fabelo: la muerte como asíntota<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjUfb5ad3OocdKxjDpT2hFMdc9mweH2FxIMQj_cS0toM08tFbzRZDdFjKuYRxozEnPAmMjWOnnyKm54iE4KUGoyG9xYCEzKpDQdD6VSRq__N_dQFG0eDsLPC6yO-Ou-oGPbUQzeYrdNj6vJugTu75g3uq-8o1M460cbaVGW_gFOSBHFrdI2fNtw0EO/s1280/RZ_Educational_1205_DRUCK.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="777" data-original-width="1280" height="194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjjUfb5ad3OocdKxjDpT2hFMdc9mweH2FxIMQj_cS0toM08tFbzRZDdFjKuYRxozEnPAmMjWOnnyKm54iE4KUGoyG9xYCEzKpDQdD6VSRq__N_dQFG0eDsLPC6yO-Ou-oGPbUQzeYrdNj6vJugTu75g3uq-8o1M460cbaVGW_gFOSBHFrdI2fNtw0EO/s320/RZ_Educational_1205_DRUCK.jpg" width="320" /></a></div><p>Hace ya unos años, durante una caminata campestre en compañía de mi amigo Salva (el conocido médico <a href="https://twitter.com/doctorcasado">bloguero</a> Salvador Casado), fue pergeñada la que me tomaré la licencia de acuñar como <a href="https://www.huffingtonpost.es/amp/entry/la-muerte-como-asintota_b_8553332/" target="_blank">hipótesis Casado-Fabelo</a>: la aplicación del concepto de relatividad a la fase final de toda consciencia individual.</p><p dir="ltr"></p>
<div align="left"><p dir="ltr">La hipótesis sostiene que la muerte de un ser vivo podría suponer el inicio del acercamiento asintótico de su consciencia a una singularidad, una vez traspasado el horizonte de sucesos de esta (horizonte del que la consciencia individual, en proceso de extinción por la muerte de su cuerpo físico, ya no tendría posibilidad de salir). Al aproximarse a esa singularidad, el <i>tiempo</i> de esa consciencia jerárquicamente superior (la que se siente a sí misma como un yo) se curvaría cada vez más, como lo hace la luz al acercarse a un agujero negro. Esto alargaría su tiempo interior subjetivo de un modo que permitiría repasar toda una vida conclusa en un tiempo infinito que, a ojos de un observador externo, serían unos pocos segundos. Todo lo vivido podría pasar ante los ojos de la consciencia en ese viaje asintótico rumbo a... ¿la <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2021/11/bendita-nada.html?m=1" target="_blank">nada</a>?, ¿una consciencia pura universal?, ¿ambas cosas, que serían lo mismo?...</p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-91106756689961632642022-03-20T13:51:00.001+01:002022-05-01T09:02:51.212+02:00Guerra en Ucrania: otra vuelta de tuerca a mi hobbesianismo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3mMq1q3EVFdGzIgPCtv5wvFXgoA7iyCmgh0fIf7XkcmvbzrGJYuf17b4_15K_9l1tQwH_w3IiBguDN5-P0QZR6s7Te30YuC7DCwpqdd7JMljhNMd36IhyzSLX11lUBXTOt73UvZTvh9N6Wl1r3sfw5InQ1lxGhQN8mBkVJ8O1eVKpyLn0-Fja14CW/s350/350px-Push_dagger_2009_G1.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="206" data-original-width="350" height="188" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj3mMq1q3EVFdGzIgPCtv5wvFXgoA7iyCmgh0fIf7XkcmvbzrGJYuf17b4_15K_9l1tQwH_w3IiBguDN5-P0QZR6s7Te30YuC7DCwpqdd7JMljhNMd36IhyzSLX11lUBXTOt73UvZTvh9N6Wl1r3sfw5InQ1lxGhQN8mBkVJ8O1eVKpyLn0-Fja14CW/s320/350px-Push_dagger_2009_G1.jpg" width="320" /></a></div><br /><div><br /></div><div>Los acontecimientos en España y en el mundo en los últimos años (desde el Brexit y la elección de Trump y Bolsonaro hasta la pandemia covídica y la invasión rusa de Ucrania) han reafirmado no solo mi temor a la peligrosidad de la estupidez humana sino también mi hobbesianismo. Vengo diciendo en este blog desde hace una década que la hijoputez es una constante que hay que asumir (no es algo erradicable) y combatir sin demasiadas contemplaciones: no hay que excluir la cadena perpetua o el eventual envío de algún dron.</div><div><br /></div><div>No voy a decir sobre Ucrania nada sustancialmente diferente a lo que ya comenté sobre dramas como el de los refugiados <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2015/09/el-viacrucis-de-los-refugiados-sirios.html?m=1" target="_blank">sirios</a> o el de los <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2014/06/la-pena-por-el-elefante.html?m=1" target="_blank">elefantes</a> masacrados. Los componentes del juego siempre son los mismos: codicia, ignorancia, estupidez, maldad y, en este caso, también fanatismo nacionalista (por fortuna, como contrapunto que hace que vivir valga la pena, también están la integridad, la compasión y el altruismo). Y siempre pasa igual: desde tipejos que extorsionan, engañan o maltratan a los refugiados ucranianos (como otros ya hacían con los sirios) hasta mercenarios llegados al escenario bélico para hacer de las suyas (a todo mercenario -alguien que cobra por ir a matar- solo se le puede desear la muerte, para así proteger a personas, animales, plantas y cosas) pasando por gentuza que en todas las escalas sociales pretende obtener ganancias a río revuelto.</div><div><br /></div><div>Cuando estalla una guerra es la gran hora de psicópatas ramboides como el grupo armado ruso Wagner o el batallón neonazi ucraniano Azov. Gente de la peor ralea abandona el gimnasio, la puerta de la discoteca y el fondo del estadio de fútbol para ir a pasárselo <i>bien</i>, a diferencia de los pobres chicos reclutados a la fuerza o de los militares profesionales con principios. Siempre me opondré a esa visión del "todos podemos ser unos monstruos" sostenida por no pocas personas inteligentes y con conocimiento, desde Pablo Malo a Arturo Pérez Reverte. Muchos no somos unos santos e incluso podríamos llegar a ser muy dañinos, presa de alguna enajenación mental o de la rabia desatada frente a un asesino. Pero de ahí a regodearse torturando y acabando con la vida de un inocente hay un abismo. Huelga señalar que un niño de cuatro años o una persona <i>normal</i> de cualquier edad (con todos sus defectos y pequeñas o medianas mezquindades) son inocentes y que Franco, Stalin, Gaddafi o Sadam Hussein son culpables (de hecho, todos ellos llegaron arriba gracias a la ventaja conferida por su psicopatía), tanto como ejecutores secuaces de la calaña de Billy el Niño, la torturadora norteamericana en Irak Lindie England o el cortacabezas ceutí de Estado Islámico.</div><div><br /></div><div>Insisto: tenemos que neutralizar con todos los medios a nuestro alcance, algunos de ellos necesariamente letales, a quienes disfrutan causando sufrimiento al prójimo (también a quienes lo hacen por puro interés o por una convicción ideológica o religiosa, aunque en este último caso se trate de agentes morales). Y a quienes los instrumentalizan en las altas esferas para ejecutar sus planes criminales. Y protegernos de los imbéciles, inconscientes y desaprensivos que les dan cobertura, ya sea en un púlpito religioso, en una emisora de radio o en un colegio electoral a la hora de votar. Poniendo el ejemplo de Ruanda 1994, hay que arrebatar el machete al asesino (si no hay otra opción, a tiro limpio) y mandar a La Haya al político y al agente mediático (Radio de las Mil Colinas) que lo instiga. Y ya de paso implantar una <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2016/09/brennan-contra-la-democracia-para.html?m=1">epistocracia</a>, aunque ese es otro debate (Trumps, Dutertes, Johnsons y Bolsonaros jamás llegarían al poder en democracias con voto cualificado)...</div><div><br /></div><div>Ya dije que en Ucrania el esquema es el mismo que en el caso de los elefantes. Los imbéciles o inconscientes que demandan marfil son en Ucrania los ultranacionalistas que quieren erradicar la lengua rusa; y en Rusia, quienes apoyan en las urnas a un sátrapa. Los desaprensivos que ofertan marfil son quienes en Ucrania intentan aprovecharse de los refugiados y desprecian a los inmigrantes subsaharianos, y quienes en Rusia son cómplices de las atrocidades de Putin. Los más bestias son los que disparan a los paquidermos y los que masacran a gente haciendo cola por el pan (no creo que Putin dé órdenes de hacer eso, no porque le preocupen esas vidas sino porque no le conviene mediáticamente). Como siempre, mueren los elefantes y muchos humanos inocentes: <i>Homo homini lupus (Homo hijoputensis y Homo</i><i> fanaticus, </i>para ser más rigurosos, ya que malvados y fanáticos siempre han sido una minoría; los estúpidos que les dan cobertura sí que son más numerosos).</div><div><br /></div><div>Vuelvo a repetirlo nuevamente, por si no quedó claro: un mercenario de Wagner o un francotirador de Sarajevo son CULPABLES. Así pues, una misma bala es moralmente <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2018/01/por-que-matar-no-es-malo-per-se-por.html?m=1" target="_blank">ambivalente</a>: es mala cuando es disparada desde un balcón contra un transeúnte inocente en la capital bosnia; es buena cuando es disparada hacia ese mismo balcón contra quien se dedica a matar indiscriminadamente (algo propio de un psicópata o un sádico). </div><div><br /></div><div>Pérez Reverte ha visto muchas cosas feas y conocido la cara <i>humana</i> de algunos matarifes (Hitler también era cariñoso con sus perros), pero no llegó a estar en un campo de concentración nazi como Viktor Frankl. Recordemos sus palabras al respecto:</div><div><br /></div><div><b style="widows: 1;"><i>"Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: "raza" de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se encuentran en todas partes y en todas las capas sociales. Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es en realidad el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero, asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración".</i></b></div><div><br /></div><div><br /></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-12205148217300736692022-03-09T07:06:00.000+01:002022-03-09T07:06:53.846+01:00Sobredeterminacion, subdeterminación, pampsiquismo y libre albedrío<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgt_Y9nn0X1WvB3Zlx71lvoK4wuBLBayX_kcLkS_icRnSk3i66GyeHgPzg2zfJBAqXPdDvRASuIc4nyHGAqZEBmZLyDPwdSs1CcJhw7z9kggeGHHN0ExxI1n1dEpZgKeI9sS5emBB1W5ZjaF0gpc0akay2dYvWqzAlQFMqt_dEZS024V37wz0hpO1q0=s2048" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="2048" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgt_Y9nn0X1WvB3Zlx71lvoK4wuBLBayX_kcLkS_icRnSk3i66GyeHgPzg2zfJBAqXPdDvRASuIc4nyHGAqZEBmZLyDPwdSs1CcJhw7z9kggeGHHN0ExxI1n1dEpZgKeI9sS5emBB1W5ZjaF0gpc0akay2dYvWqzAlQFMqt_dEZS024V37wz0hpO1q0=s320" width="320" /></a></div><p>Cuando una persona tira del pomo de una puerta al mismo tiempo que otra empuja desde el otro lado, el resultado es que dicha puerta se abre. La cuestión es: ¿cuál fue la causa de su apertura?... Cualquiera de las dos acciones podría ser reivindicada como causa, ya que por sí solas (aunque actuando de modo diferente: la una, tirando; la otra, empujando) habrían tenido el mismo efecto. Hablamos de sobredeterminación porque observamos varias causas (en este caso, dos) de un efecto, pero una de ellas (cualquiera de las dos) ya es suficiente por sí sola para que se produzca. Ejemplo parecido, pero más macabro, es el del pelotón de fusilamiento. Cuatro fusileros disparan contra una persona, causándole la muerte. Pero cualquiera de los disparos, si van dirigidos a partes vitales, sería por sí mismo suficiente.</p><p>Caso contrario sería el de la subdeterminación, cuando hay causas ocultas o desconocidas de un efecto que nos impiden preverlo con certeza: no contamos con la información suficiente. Imagina que sabemos positivamente que alguien se va a gastar justo 100 euros entre comida y bebida en un restaurante cuya carta de precios tenemos a mano. Pero con esa sola información (desembolso total y carta de precios), ¿cómo saber lo que ha consumido?... Hay un cierto número de posibles combinaciones de la carta que arrojarían ese gasto de 100 euros, pero la información de que disponemos no es completa: no nos permite saber qué combinación será la elegida.</p><p>Vayamos ahora a un ejemplo más interesante, relacionado con la consciencia. Si un estado físico P ejerce sus poderes causales sobre un estado mental M, que a su vez los ejerce sobre un estado físico P', ¿podríamos concluir que M es suficiente para que se produzca P'?... Si así fuera estaríamos ante un caso de sobredeterminación, porque el poder causal de P no sería necesario (bastaría con M). ¡Pero M es a su vez efecto de P! Los materialistas sustentan en ello su hipótesis de que la mente emana de la materia y carece de poderes causales, aunque así pudiera parecer. </p><p>Mi idea es que la sobredeterminación no existe nunca; a diferencia de la subdeterminación, que está siempre presente en nuestro tránsito por el mundo físico. Tendemos a aceptar la primera por la simplificación extrema del mundo brindada por el cerebro a nuestra mente consciente. En el ejemplo de la puerta, nos limitamos a constatar que se abra o no, cuando lo cierto es que hay infinidad de maneras de abrirse (con más o menos amplitud, rapidez, brusquedad, etc.). O sea, al tirar y empujar al mismo tiempo ninguna de esas dos fuerzas es por sí sola suficiente para el particular efecto consiguiente: ambas coadyuvan y son necesarias. Y además nos encontramos con subdeterminación porque desconocemos otras muchas causas coadyuvantes, desde luego menores (corrientes de aire, fricción de la puerta y del pomo...) pero no por ello irrelevantes para el resultado final. Eso sin contar las causas previas a esas causas, desde una vuelta adelantada del trabajo a casa de una de las personas al deseo de la otra de comprar chuches en el chino de abajo. A su vez causadas por un monumental enfado en la oficina (por una discusión sobre Tolstoi, a su vez erigido en causa) o la previsión de ver una película iraní en Netflix (tras ser informado telefónicamente por un amigo al respecto). Lo mismo es aplicable al pelotón de fusilamiento (hay muchísimas formas de morir fusilado, la mayoría de ellas indistinguibles macroscópicamente) y al caso de la consciencia.</p><p>Si adoptamos un enfoque monista en el que solo existe la mente-materia, no tiene sentido hablar de M, P, M' o P' sino de MP o MP' (porque mente y materia son dos caras de una misma y única cosa). MP' es pues efecto de MP. Y aquí es donde encaja la hipótesis pampsiquista: la materia es la cara de una moneda cuya cruz es la mente, una <i>moneda</i> que toma decisiones y ejerce una cierta cuota de albedrío (limitada por el albedrío de otras <i>monedas</i> y por las leyes físicas). La subdeterminación obedece a que no podemos saber que hará a cada momento cada <i>moneda</i> de la superred jerárquica de agentes conscientes del universo (desde un electrón hasta quien lee estas líneas): solo manejamos probabilidades. Pero no hay sobredeterminación alguna: el mundo es un producto de la acción combinada de todos esos agentes, cada una de las cuales (cada acción) es estrictamente necesaria amén de no suficiente por sí misma.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-65025602307485105182022-02-26T19:21:00.003+01:002022-03-06T13:07:49.219+01:00Cisnes negros y Ucrania<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgYcsN0ep07d_eLHkK-i7zDUQQ7UA6UPVzrmy2WQOOQNp4iI0EtlpmSWRmMAd7JgT7BTZCwgNzNuuO-CIFh8XjaVKCEVlmawb5y4ci8V6Qf029fXa5cRu3VgtIySJ-tTu1FENXOfiwFV_nDgDlmVi7uC-HrQABDhWjNIs7klIVUnyWA2kMS-nSE-nLz=s1280" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="720" data-original-width="1280" height="180" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgYcsN0ep07d_eLHkK-i7zDUQQ7UA6UPVzrmy2WQOOQNp4iI0EtlpmSWRmMAd7JgT7BTZCwgNzNuuO-CIFh8XjaVKCEVlmawb5y4ci8V6Qf029fXa5cRu3VgtIySJ-tTu1FENXOfiwFV_nDgDlmVi7uC-HrQABDhWjNIs7klIVUnyWA2kMS-nSE-nLz=s320" width="320" /></a></div><br /><p>Mi abuelo Nicolás, fallecido en 1980, jamás podría haber imaginado un titular de la guisa de "Rusia ataca Ucrania": hace 40 años eso solo podría ser concebido por un escritor de ciencia-ficción y ucronías distópicas como Philip K. Dick. Pero el mundo es caótico e imprevisible, no deja de haber cisnes negros y sorpresas (me pregunto si hubiese considerado más disparatado el hecho de que un desconocido equipo de Tercera -el Villarreal- se quedara a un paso de la final de la Copa de Europa en 2006).</p><p>Como decía ayer en la tele el exministro de Defensa Eduardo Serra, mucha gente se ha creído que la guerra en Europa es necesariamente cosa del pasado. La paz nunca es un estado natural de los asuntos humanos o una conquista definitiva: hay que esforzarse siempre en mantenerla (como los equipos se esfuerzan por no bajar a Segunda) con las instituciones adecuadas, algunas de ellas de naturaleza coercitiva. El problema es que en Europa occidental, tras la Segunda Guerra Mundial, nos hemos acostumbrado tanto a la paz que hemos llegado a creer que esta es irreversible. Y no lo es, insisto.</p><p>Sin perder de vista el sentimiento imperante en Rusia (no del todo infundado) de que Occidente les ha acorralado y faltado al respeto tras la caída de la URSS, el principal culpable de esta guerra es el nacionalismo. Para no variar. Un nacionalismo instrumentalizado en este caso por un sátrapa sin escrúpulos, con vocación de zar, que al menos puede presumir de haber devuelto el orden y cierta prosperidad a un país destrozado moral, económica y socialmente hace 20 años.</p><p>Esta invasión ha sido perfectamente calculada por Putin (no es un agente irracional, como ha dicho nuestro ministro de Exteriores) para dar un golpe en la mesa y devolver a Rusia el rol de superpotencia a la que no se puede chulear o ningunear. Está claro que el camino de Ucrania hacia la OTAN era una línea roja para él y mucha gente en Rusia. Y esto es comprensible. Pero otra cosa es invadir el país con tamaña brutalidad para imponer su neutralidad y de paso anexionarse un buen tajo, dentro de su plan de revivir la Unión Soviética en clave nacionalista rusa y cristiano-ortodoxa.</p><p>Una enseñanza que hay que sacar de lo ocurrido es que Europa tiene que unirse políticamente y dotarse de un ejército común coordinado con la OTAN, una pieza insustituible ahora misma de nuestra defensa y de la seguridad colectiva mundial.</p><p>Otra es que no se debe partir en dos una sociedad compleja, con al menos dos almas dentro (una de ellas, rusa), con una decisión divisiva como la de acercarse a la OTAN. Eso solo alimenta nacionalismos antagónicos. El caso de Ucrania tiene ahí semejanzas con Cataluña, donde la convocatoria de un referéndum por la independencia fue el acto divisivo que alimentó nacionalismos encontrados. Por fortuna, en nuestro país la cosa no fue a mayores (amén de no tener potenciales efectos globales).</p><p>Un incierto futuro se abre ante la aterrorizada Ucrania, con las inevitables implicaciones (sobre todo en términos de refugiados y desplazados) en su vecindad. Pero mi gran temor es que el agente racional (aunque sin escrúpulos) Putin cometa el error de creer que una pequeña escaramuza intimidatoria en Finlandia o Suecia, para frenar un posible ingreso exprés en la OTAN (ya se lo plantean allí con buenas razones), no le saldría muy cara al no estar estos dos paises bajo el paraguas defensivo de la Alianza: eso sería un 1 de septiembre de 1939. Esperemos que el cisne negro de una Tercera Guerra Mundial no salga del espacio imaginario de las ucronías distópicas.</p><p><br /></p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-74072178105309873852021-12-17T15:04:00.002+01:002021-12-26T12:05:20.604+01:00La insólita alianza transversal que amenaza nuestra democracia<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEj-B-aIuZpN559hMx6jotQ9IYHSNYPuNXF_yzApFhmCWIKDdudoYwuWjNiwCVo1agTTo2evR2kCvGI-R7sG-6SXepfpSEYKZs3hthGIYJTAm2cCuR_2b6hmvLMkIV1tNNskN0UcB43Dhc7ehA1IZHRfznm1jk5YTI9XojOZvLs9q87sNyjL248b5vj4=s720" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="353" data-original-width="720" height="157" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEj-B-aIuZpN559hMx6jotQ9IYHSNYPuNXF_yzApFhmCWIKDdudoYwuWjNiwCVo1agTTo2evR2kCvGI-R7sG-6SXepfpSEYKZs3hthGIYJTAm2cCuR_2b6hmvLMkIV1tNNskN0UcB43Dhc7ehA1IZHRfznm1jk5YTI9XojOZvLs9q87sNyjL248b5vj4=s320" width="320" /></a></div><br /><div><br /></div>Es impopular decir que subestimamos el número de idiotas a nuestro alrededor, tal y como reza la primera ley sobre la estupidez de Carlo Cipolla. Pero no por impopular es menos cierto: hay más tontos de lo que pensamos. La pandemia ha abierto los ojos a muchos que se resistían a aceptarlo. Algunos ya se dieron cuenta años atrás con sucesos como el Brexit, la victoria en EEUU de Donald Trump (y la grotesca traca final de su presidencia) y el <i style="text-align: left;">procés</i><span style="text-align: left;"> en Cataluña. Siempre ha habido ignorantes y tontos, amén de energúmenos, pero nunca han hecho tanto ruido y tenido tanto poder como ahora gracias a la combinación de sufragio universal, Internet y redes sociales.</span><div><br /></div><div>A día de hoy, muy cerca de la llegada del 2022, no es exagerado afirmar que la democracia y la seguridad en el mundo desarrollado están amenazadas por una legión de ignorantes e idiotas. <a href="https://amp.rtve.es/noticias/20161220/magia-cosmica-carl-sagan/1447670.shtml" target="_blank">Carl Sagan</a> ya nos avisó hace décadas de los riesgos de una sociedad basada en la ciencia y la tecnología pero con una numerosa población ignorante y crédula: "Antes o después, esta mezcla combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara". "Estamos a disposición del primer charlatán que nos pase por delante", dijo también de manera profética, como si vislumbrara el ascenso de individuos de la talla de Trump, Boris Johnson o Puigdemont. Un ejemplo de manual de las nefastas consecuencias de la pinza ignorancia-estupidez es el Brexit (también el <i>procés</i>, pero este, por fortuna para Cataluña y España, no salió adelante), un disparate consumado a base de mentiras a cuál más grotesca que amenaza no solo con hundir la economía británica sino con destruir la unidad territorial del Reino Unido. Pero el "bendito pueblo" (Pablo Iglesias <i>dixit)</i> habló...</div><div><p>No saber cuál es la capital de Francia, quién era Charles Darwin o cuál es la fórmula química del agua es propio de un ignorante, pero creer que la Tierra es plana o que hay microchips en las vacunas contra el covid-19 entra ya de lleno en otra categoría: la de la estupidez. Muchos terraplanistas y negacionistas del coronavirus no son propiamente estúpidos, ya que sus facultades cognitivas no están mermadas, sino más bien gente abocada a la estupidez por su fanatismo y cerrazón. La ignorancia tiene remedio, no así la estupidez. Por su parte, el fanatismo y la cerrazón tienen muy difícil cura.</p><p>Lo cierto es que una causa políticamente transversal hace que se junte en 2021 en las calles y en las redes sociales, para combatir al demonio de las élites globalistas-vacunacionistas comandadas por Soros y Gates, una variopinta mezcla de nacionalpopulistas, apolíticos irresponsables sin criterio, vándalos, ecomagufos, conspiranoicos y extremistas de izquierda. Esta gente ya estaba ahí desde hace mucho, pero no iban más allá de pasear sus banderitas (con toro, esteladas, soviéticas...), exhibir con orgullo sus rancias tradiciones (rejonear a una vaquilla, empujar al mar a un toro...), quemar gasofa con sus coches tuneados (como los chalecos amarillos franceses), ver <i>Mujeres</i>, <i>hombres</i> <i>y</i> <i>viceversa</i>, arrojar pilas usadas a la calle o la nevera vieja al barranco (muy típico de los cafres en Canarias), decir que todos los políticos son iguales, votar a John Cobra para Eurovisión, destrozar mobiliario público tras un partido de fútbol, consultar el horóscopo, tomar sesiones de reiki a distancia, comprar sal rosada del Himalaya, seguir a Íker Jiménez, vigilar con prismáticos los <i>chemtrails</i> o fumigaciones desde el cielo, culpar de todo a la CIA y el Estado de Israel, acusar de fascista a quien opina diferente (en Euskadi sí iban más allá de esto hasta hace no mucho)...</p><p>Dicha amalgama se aprecia sobre todo en Alemania, pero también se está manifestando en Francia, Italia, España... Sería simplista atribuir el fenómeno solo a la estupidez, el fanatismo y la ignorancia, obviando que hay un malestar social de fondo entre los perdedores de la globalización en el mundo rico. Porque los Miguel Bosé y los <i>pijipis</i> que compran sal del Himalaya son una minoría dentro del movimiento. Ese malestar queda muy bien reflejado en el <a href="https://danthorburn.com/the-right-to-hate-chris-mcglade/" target="_blank">poema</a> del inglés <i>brexiteer </i>Chris McGlade, un tipo que no parece mala persona y a quien solo se le puede reprochar ignorancia y una cierta tosquedad (de la que se enorgullece como buen obrero del norte de Inglaterra). Alguien que dice alguna verdad incómoda, como cuando critica la ultracorrección política, y que expresa un sentimiento de humillación ante gente con estudios y más elevada condición social que le marcan cómo ha de actuar, pensar y hablar (cada vez que en España Irene Montero insta a decir <i>niñes</i>, un obrero decide votar a Vox). La mayoría de estas personas no son, es importante subrayarlo, ni fascistas ni mala gente. Su ignorancia les facilita comprar el discurso simplón nacionalpopulista que achaca todos sus problemas a los inmigrantes, la Unión Europea y un supuesto nuevo orden mundial de tintes siniestros. Buena parte del éxito del nacionalpopulismo estriba en erigirse en representante de esas clases sociales de Occidente golpeadas por la globalización y que se sienten despreciadas por las élites (aunque los líderes nacionalpopulistas sean multimillonarios como Trump o niños de papá como Johnson).</p><p>Lo más grave de esta nueva alianza que junta a extremistas de ambos signos, neojipis y puros ignorantes sin más adjetivos es su impermeabilidad a la razón. Lo que hay detrás es el fracaso de un sistema educativo que no ha sabido formar a ciudadanos con espíritu critico ni promover una cultura científica. La ciencia ha sido arrumbada por la proliferación de pseudociencias y otras mierdas esotéricas (los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad a este respecto). El declive de la religión en Occidente no ha venido acompañado de un auge de la racionalidad, ya que la religión tradicional ha sido sustituida por mucha gente por una neorreligión <i>pret a porter </i>en la que uno elige a la carta dentro de un amplio menú de sandeces: reencarnación, auras, cartas astrales, males de ojo... </p><p>La quiebra del principio de autoridad ha contribuido a llevarnos a esta situación: lo que diga hoy un experto (no confundir con muchos tertulianos que cuñadean en la tele) no tiene más crédito social que lo que cuente un <i>influencer</i> ignorante. Esta es una sociedad en la que priman los <i>clicks</i> y los <i>likes</i>, en la que no venden la reflexión, el conocimiento y la profundidad sino el grito, el espectáculo, la superficialidad y la apariencia, en la que 2+2=5 si así lo decide la mayoría. Pero no nos engañemos: el 2+2=5 es incompatible con la pervivencia de una civilización tecnológicamente avanzada (al menos con una democrática, quizá sí con una autoritaria en la que no haya derecho al voto y sea obligatorio vacunarse). Sagan ya nos avisó. No podremos alegar que era imprevisible.</p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /><br /></p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-71700077459450475542021-11-06T12:44:00.010+01:002022-03-03T19:09:02.607+01:00Bendita Nada<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-2Fq2pjpdmCs/YYZf0B3RFoI/AAAAAAAABRk/8mkau2wK_IICqNgM31PJZMX3WEzYWOL3ACLcBGAsYHQ/s280/color_negro.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="158" data-original-width="280" height="158" src="https://1.bp.blogspot.com/-2Fq2pjpdmCs/YYZf0B3RFoI/AAAAAAAABRk/8mkau2wK_IICqNgM31PJZMX3WEzYWOL3ACLcBGAsYHQ/s0/color_negro.jpg" width="280" /></a></div><br />Aunque beben de las mismas fuentes filosófico-teológicas, budismo e hinduismo difieren en lo que respecta al concepto de nirvana: para el primero, supone la extinción de la consciencia individual, su disolución en la nada; para el segundo, su reintegración en una consciencia cósmica. Pero ambas visiones no son incompatibles: la reintegración de la consciencia individual (Atman) en una consciencia universal (Brahman) podría serlo a su vez con la nada. Algo parecido apuntó en el siglo IX el monje irlandés Juan Escoto Erígena, que coqueteó con el panteísmo y estableció una osada identidad entre la nada y Dios. Siglos atrás, en oposición a Parménides, el también griego Leucipo había sido pionero en considerar a la nada como <i>algo</i>.<div><p></p><p>La Nada (no el <a href="https://picandovoy.blogspot.com/2015/03/gracias-la-nada-que-me-ha-dado-tanto.html?m=0" target="_blank">vacío</a> cuántico, siempre en ebullición, sino la pura nada) trasciende el espacio y el tiempo, por lo que para nosotros resulta inconcebible. Podemos imaginárnosla cerrando los ojos, tapándonos los oídos, cegando el resto de nuestros sentidos y sensaciones internas (cenestesia). Quedaría aún la consciencia personal, nuestra sensación de existir individualmente, que habría que borrar para llegar a ese inefable estado en el que sujeto y objeto se confundirían.</p><p>En la propuesta metafísica que expongo en mi libro <i><a href="https://picandovoy.blogspot.com/2020/06/conclusiones-audaces-de-entre-la-nada-y.html?m=1" target="_blank">Entre la Nada y el Todo</a>: consciencia y evolución en el Multiverso</i>, la Nada es un elemento clave para la existencia del Todo y de cada una de sus manifestaciones universales. Es una visión panenteísta en la que la consciencia (llámala Dios, si lo prefieres) informa el mundo material (como consciencia materializada) pero mora también más allá de este en la Nada (como consciencia pura).</p><p>En este esquema habría pues tres entes ontológicos: la Nada (la consciencia pura), el Todo (un objeto abstracto multiversal de naturaleza platónica, idéntico al espacio de posibilidades) y el Mundo (un objeto físico producto de una computación sobre el Todo informada por la consciencia). La computación, junto a todas las verdades matemáticas, sería un atributo de la consciencia pura. El Mundo estaría habitado por consciencia materializada (desde la de un quark o electrón hasta la tuya emergente personal) cuya raíz sería la consciencia pura. </p><p>El vínculo entre la Nada y el Todo podría expresarse con una bella metáfora: el sueño de Vishnu. La consciencia pura sueña todos los mundos posibles, un revoltijo abstracto sobre el que toda consciencia materializada navega, a modo de un jugador en un videojuego, gracias al espacio y el tiempo. En el caótico <i>totum revolutum</i> del sueño de Vishnu no hay coherencia, propósito ni sentido: estos solo son posibles en un universo con un viaje ordenado de la consciencia a través del tiempo, ese filtro o tamiz del objeto multiversal que impide que todos los sucesos del mismo ocurran a la vez (una feliz ocurrencia del escritor de ciencia-ficción Ray Cummings, adoptada por el gran físico John A. Wheeler).</p><p>Tal vez la conciencia pura quiera salir de la Nada para saber lo que es ser <i>algo</i> en todas las formas posibles. Para descubrir el mal, el sufrimiento, el odio y el sinsentido, pero también el bien, el placer, el amor y el propósito.</p><p></p></div>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-469117552864183852.post-83242791927805236362021-09-18T13:08:00.009+02:002021-09-18T22:49:40.099+02:00Monográfico sobre el pampsiquismo en el 'Journal of Consciousness Studies' (en torno a 'El error de Galileo' de Philip Goff)<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://1.bp.blogspot.com/-YsG0xUsZd0k/YUQ_Jv6pT6I/AAAAAAAABQg/U4akkd0l340LP-G6QC6zY5RVHr1L40gpgCLcBGAsYHQ/s1280/Mandelbrot_Islands_of_Consciousness.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="1280" height="240" src="https://1.bp.blogspot.com/-YsG0xUsZd0k/YUQ_Jv6pT6I/AAAAAAAABQg/U4akkd0l340LP-G6QC6zY5RVHr1L40gpgCLcBGAsYHQ/w320-h240/Mandelbrot_Islands_of_Consciousness.jpg" title="Imagen de David R. Ingham." width="320" /></a></div><p><i>(Imagen de David R. Ingham)</i></p><p>Si se me apareciera un gnomo por el campo y me prometiese una respuesta certera a cualquier pregunta profunda, pero solo a una (como la supercomputadora de <i>Guía</i> <i>del</i> <i>autoestopista</i> <i>galáctico</i>), tendría pocas dudas de cuál sería: ¿Qué es la consciencia? La resolución de ese misterio podría arrojar luz sobre otros interrogantes, como por qué existe algo en vez de nada, cuál es el origen y destino del universo, qué es el tiempo o si hay algún hueco para el libre albedrío.</p><p>El filósofo inglés Philip Goff vive con pasión su búsqueda de respuestas a ese respecto. Pampsiquista russelliano, Goff propone poner los cimientos de una ciencia de la consciencia posgalileana que atienda a la cara subjetiva e interna del fenómeno: la de la experiencia, que no es cuantificable por tener solo propiedades cualitativas (qualias como la rojez, la aspereza en el tacto, el sabor amargo, el dolor o el placer). Porque Galileo fijó los límites de la naciente ciencia moderna dentro de lo observable y mensurable, dejando deliberadamente fuera a la consciencia, que sería la naturaleza intrínseca de la materia conforme al esquema de Russell y Eddington (un planteamiento monista, ya que mente y materia serían las dos caras -una interna y otra externa- de la misma cosa).</p><p>Goff ha convocado a científicos, filósofos y teólogos para una edición especial en octubre de la <a href="https://conscienceandconsciousness.com/2021/08/01/19-essays-on-galileos-error/" target="_blank">Journal of Consciousness Studies</a> destinada a debatir sobre su libro<i> <a href="https://www.amazon.es/Galileos-Error-Foundations-Science-Consciousness/dp/1524747963" target="_blank">El error de Galileo</a></i>, el pampsiquismo y las posibles bases de esa nueva ciencia de la consciencia: más de la mitad de los 19 ensayos remitidos (redactados por científicos y pensadores tan reputados como Carlo Rovelli, Sean Carroll, Lee Smolin, Anil Seth, Christof Koch, Annaka Harris, Keith Frankish o Galen Strawson) ya pueden leerse <i>online</i>. Lo que sigue son mis comentarios acerca de buena parte de ellos, así como de otros enfoques teóricos no incluidos. Unos comentarios basados en una visión monista pampsiquista no determinista que es la que desde hace un tiempo (yo antes no creía en el libre albedrío) me resulta más convincente.</p><p>El "problema difícil" de la consciencia, tal como lo acuñó hace décadas el influyente filósofo australiano David Chalmers, parte de una perplejidad que no deberíamos dar por obvia: ¿por qué habría de existir la consciencia?... Podría haber zombis indistinguibles de nosotros, capaces de hacer lo mismo pero sin albergar dentro esa <i>cosa</i> que todos sentimos tan íntima (nuestra mente), esa subjetividad interior tan innegable que llevó a Descartes a construir sobre ella toda su filosofía. Porque lo único de lo que no podemos dudar es de que tenemos una mente consciente. Que el resto también la tenga (que no sean zombis) parece una suposición muy razonable, pero es imposible de demostrar. Yo solo tengo la certeza de que existo yo: no hay manera de probar que tú (lector) -así como el resto de los seres vivos, incluyendo al propio Descartes- seas un mero autómata o computadora orgánica que ejecuta un programa. Ese escenario solipsista en el que uno es el único agente consciente del universo no es descartable, pero me parece más probable la existencia de una compleja red de agentes conscientes en interacción (es lo que cree Donald Hoffman).</p><p>A la hipótesis del zombi filosófico, popularizada por Chalmers, se llega necesariamente cuando nos comparamos con un ordenador, un objeto puramente mecánico que funciona recibiendo unos inputs, procesándolos conforme a un programa y generando unos outputs. ¿Qué necesidad tiene un ordenador de un mundo interior subjetivo? ¿Pero por qué las máquinas no lo tienen y los humanos (entre otros animales) sí?... El argumento de Chris Fields, bajo un enfoque pampsiquista informacional, es que no puede haber zombis porque todo ente material que procesa información es consciente. También lo serían los ordenadores, desde luego. Y las plantas. Y las bacterias. Y las partículas elementales, a su modo. O sea, que la pregunta de por qué habría de existir la consciencia sería la misma que la de por qué habría de existir la materia. ¿Hay algún materialista que hable del "problema difícil" de la materia?... Probablemente, las únicas explicaciones ontológicas al respecto (a por qué hay algo en vez de nada o a por qué existen los qualias y son como son) estén más allá de los límites de la ciencia, en el terreno de la metafísica. Ahí estriba uno de los pocos puntos de desacuerdo de Fields con Goff, al señalar que su aproximación fundamentalmente ontológica (y no tanto funcional) al problema seguramente sea infructuosa.</p><p>Como dice Goff, el pampsiquismo resuelve el "problema difícil" a cambio de toparse con el problema de la combinación: cómo se combinan dos entidades conscientes para dar lugar a una superior sin perder su individualidad y de manera que la superior se perciba como unitaria. Giulio Tononi y Christof Koch, artífices de la IIT (Teoría de la Información Integrada), lo resuelven ingeniosamente con su definición de la consciencia como la integración de un máximo irreducible de información en un cierto lugar del espacio. Cuando somos conscientes, nuestra mente se enciende y hace que se apague toda consciencia subyacente. Cuando dejamos de estar conscientes (en sueño profundo o en estado de coma), se vuelven a alumbrar los agentes que se hallan más abajo en el edificio jerárquico de la consciencia. Por ejemplo, nuestro hígado.</p><p>Annaka Harris no ve tal problema con la combinación (y coincido con ella), ya que es erróneo hablar de un sujeto de consciencia: lo que hace un Yo es la memoria, como conector de experiencias o qualias. Esta es una idea que parece tomada de Derek Parfit, para quien una persona es ese conector coherente -él lo llama R- a lo largo del tiempo de distintos contenidos conscientes. Para Fields, el problema se solventa si tenemos en cuenta que las experiencias son componenciales, pero no así los agentes que las experimentan: hace una analogía con las máquinas virtuales en una computación que me parece muy sugerente.</p><p>Annaka pone como símil una orquesta: el sonido de cada instrumento no pierde su singularidad al ser componente de algo superior como una sinfonía. Volviendo al hígado, nos dice que asumimos que ese órgano no es consciente solo porque no somos conscientes de él: ¡pero es que no lo somos porque nosotros no somos el hígado, sino nuestra mente emergente! La razón por la que la reencarnación me parece un absurdo lógico es la misma: si Zenón de Eleas se encarna en mí ya no es Zenón de Eleas (una cierta configuración de la materia/mente) sino yo (otra configuración). </p><p>Otro problema para el pampsiquismo es el de la causalidad descendente, el que la mente pueda tener poderes causales sobre la materia. Para Sean Carroll, el cierre causal de la física hace que esa causalidad de arriba abajo sea imposible. Sería diferente si asumiéramos un modelo dualista mente-materia en el que la primera influyese de alguna forma sobra la segunda. El dualismo, que es el planteamiento de Descartes y la intuición de raíz religiosa de la mayor parte de la gente, es mucho menos convincente que el materialismo. Pero un modelo materialista no está para nada reñido con el pampsiquismo... ni siquiera con la causalidad descendente: Lee Smolin sostiene que esta última es posible si se ensancha el campo (incluyendo los qualia y su aún desconocida física subyacente) sobre el que rige el cierre causal. Resulta tentador pensar que las emergencias hacen que se amplíe el espacio de posibilidades, permitiendo ese poder causal. Precisamente, Smolin cree que si la consciencia ha favorecido la supervivencia (si tiene un valor evolutivo) es por tener ese poder. Por cierto, Smolin concibe la flecha del tiempo como la dirección de lo indefinido a lo definido. El tiempo no es algo emergente sino un precipitador activo de la realidad que crea con ello la consciencia. </p><p>Carroll hace una enmienda a la totalidad al pampsiquismo, ya que no cree que los aspectos intrínsecos de la mente puedan introducir modificaciones en las leyes físicas que lleven a una reformulación de su muy contrastado marco teórico. Pero lo cierto es que la hipótesis pampsiquista da respuesta al misterio de la emergencia fuerte, a la súbita transición de lo no consciente a lo consciente: no habría tal misterio, porque la consciencia sería consustancial a la materia, no una emergencia de ella. Carroll carga contra Goff al considerar este la carga eléctrica (al igual que cualquier otra propiedad física) como una forma de consciencia. Es cierto que en el pampsiquismo russelliano no hay una relación causal, sino de identidad, entre las propiedades físicas y las mentales. ¿Pero no sería más atinado decir que la carga, la masa y cualquier otra propiedad física son, más que formas de consciencia, parámetros que definen una forma de consciencia?...</p><p>Otro duro crítico del pampsiquismo es Anil Seth, que propone dejar de lado el problema difícil y centrarse en lo que él considera el problema <i>real</i> de la consciencia: o sea, ir de los correlatos neuronales (del "esta parte <i>a </i>del cerebro se activa cuando yo siento <i>b"</i>) a las explicaciones, a la búsqueda de los mecanismos subyacentes a las experiencias. Para Seth, el cerebro es un agente bayesiano, dedicado a actualizar en todo momento sus expectativas o predicciones a partir de información proveniente tanto de fuera como de dentro del cuerpo. En eso coincide con Carroll, pero Seth postula además que el cerebro fabrica una alucinación controlada dentro de la cual se incluye el propio yo. Las alucinaciones no controladas son aquellas disfuncionales para la supervivencia, caso de las producidas por ciertas drogas o por estados como la esquizofrenia: no son funcionales porque aportan información errónea para manejarse con seguridad por el tablero del mundo (no es buena idea tirarse por la ventana de un décimo piso al ver abajo, fruto de la ingesta de LSD, un mullido lecho de nubes rosas de algodón).</p><p>En su artículo, Robert Prentner comparte la teoría interfaz de la consciencia de Donald Hoffman (el realismo consciente): el tablero del mundo sería como la interfaz de usuario de un ordenador; y los objetos del universo, sus iconos en la pantalla. No vemos el mundo tal como es, sino del modo que mejor nos sirve para sobrevivir: los iconos están ahí como representaciones que aportan información para la supervivencia. Para Prentner y Hoffman, que al igual que Fields, Tononi y Koch aplican las matemáticas al estudio de la consciencia y toman a esta como punto de partida científico, hay una realidad externa compartida por todos los agentes conscientes (cada uno la percibe a través de su particular interfaz), pero esta no existiría sin la consciencia. O sea, no hay una realidad independiente de la mente. Por eso puede considerarse su teoría como idealista o inmaterialista al modo del obispo Berkeley. Lo que sí está claro es su realismo acerca de la consciencia: esta no sería una ilusión (la autoatribución por el cerebro de una vida privada interna), como creen Keith Frankish y otros. </p><p>Desde una óptica puramente materialista y negadora de la existencia de los qualia, Daniel Dennet considera que algún día la consciencia de un individuo podría ser descargada y almacenada en un soporte no orgánico: lo importante sería la estructura y no el soporte. Pero supongamos que la digitalización de una mente (una tarea que ahora mismo nos parece hercúlea) fuera técnicamente posible: ¿esa mente en un archivo informático sería la misma?... La respuesta de quienes sostienen la idea de la mente corporizada (como Andy Clark, Francisco Varela, Antonio Damasio o el propio Seth) es clara: no, en absoluto. Y esto se debe a que la mente no es solo construida por el cerebro sino también por el resto del cuerpo. De hecho, hay estudios que muestran la influencia en nuestra psique incluso de organismos que viven en nuestro interior como la flora bacteriana del intestino. Y hasta de objetos extracorporales como unas gafas, una prótesis o un mando a distancia: es la llamada mente extendida (homologable al fenotipo extendido de Richard Dawkins en el ámbito de la biología). La consciencia en un hipotético estado incorpóreo podría ser algo irreconocible. Tanto para Dennet como para Michael Gazzaniga, la mente no solo es un fenomeno emergente (no fundamental) sino una confederación de módulos, un fenómeno descentralizado en el que no hay cuartel general y distintas narraciones compiten por imponerse. Esto último no lo veo reñido con una mente que sea fundamental en vez de emergente. </p><p>Para Roger Penrose y Stuart Hammeroff, el cerebro funcionaría como un ordenador cuántico, pero con un componente no algorímico. Ese componente conectaría con una especie de realidad platónica más allá del espacio-tiempo, haciéndonos ver como ciertas algunas verdades que son indemostrables dentro del sistema cerrado del universo. Una inteligencia orgánica sería pues capaz de comprender y ser consciente, a diferencia de una computadora. Ese componente no computacional permitiría a la mente autorreferenciarse, esquivando la limitación impuesta a todo sistema por el teorema de incompletitud de Gödel (que prueba que ni siquiera las matemáticas son completas, al contener verdades no demostrables desde dentro). Porque cuando un ser consciente sabe algo, no solo lo sabe sino que sabe que lo sabe... y así sucesivamente en una regresión infinita. Douglas Hofstadter definió precisamente la consciencia como un "extraño bucle" autorreferencial.</p><p>Ferviente antirreduccionista, para Gazzaniga los cerebros son máquinas fabricadas por la selección natural que tienen poderes causales. Y la consciencia es un conjunto de representaciones simbólicas ligadas a esa maquinaria cerebral: en última instancia, un instinto que tienen todos los organismos vivos, ajeno a la inteligencia artificial. En ese último punto disiento de él y de Penrose (John Searle tampoco cree que un ordenador tenga o pueda llegar jamás a tener una mente) y me alineo más con la visión funcionalista de Dennet. Aunque obviamente voy mucho más allá que Dennet, al abrazar los qualia y el pampsiquismo. Un pampsiquismo no determinista a diferencia del defendido por Galen Strawson, que no deja espacio alguno para el libre albedrío.</p><p>Si el gnomo campestre diera cumplida respuesta (¡no admitiré como tal un 42!) a mi pregunta, intuyo que aquella podría también aclararnos conceptos como los de nada o infinito. Mejor dicho, aclararme... si acaso yo fuera la única consciencia del universo. ¡Juro que soy consciente!</p><p>*En mi libro <i><a href="https://picandovoy.blogspot.com/2020/06/conclusiones-audaces-de-entre-la-nada-y.html?m=1" target="_blank">Entre la nada y el todo: Consciencia y evolución en el Multiverso</a></i> me he tomado la libertad de incluir una osada elucubración metafísica: que hay una consciencia universal (Brahman) que mora en la nada y percibe la no-nada (el todo) desde todas las perspectivas posibles (Atman) materializándose gracias una gigantesca computación multiversal.</p><p>**Sigan en Twitter a Philip Goff (@Philip_Goff) si están interesados en el pampsiquismo. Goff y Keith Frankish (antipampsiquista, pero no por ello menos amigo de Philip) tienen un muy recomendable podcast dedicado a la consciencia: <a href="https://youtube.com/c/MindChat">Mind Chat</a>.</p>Nicolás Fabelohttp://www.blogger.com/profile/00713188452204031979noreply@blogger.com0