domingo, 10 de octubre de 2010

Progresismo e izquierda

Aprovechando que le han dado el Nobel a Vargas Llosa, no viene mal replantearse la definición de progresismo. Algunos dicen que el premiado es un conservador, mientras otros -con menos tino aún- aseguran que se trata de un reaccionario. Por otra parte -permítaseme la digresión- están quienes sostienen que García Márquez es mejor escritor (aseveración que muchas veces se hace sin haber leído a Vargas, e incluso sin haber leído a ambos).

Desde luego, Vargas Llosa no es un conservador ni un derechista: no puede serlo quien defiende cosas como el laicismo, la legalización de las drogas, el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio (o como se quiera llamar) y el derecho de todo hombre o mujer a hacer en la cama lo que quiera con quien quiera siempre que sea mutuamente consentido. El hispano-peruano es, como bien dice el diputado popular José María Lassalle, un "liberal a secas", o sea la antítesis de un conservador: dicho de otro modo, un auténtico progresista (yo incluso diría que un izquierdista de verdad).

Porque ser progresista es defender un sistema político que permita a los individuos desarrollar su vida como quieran, siempre que el ejercicio de esa libertad no colisione con los derechos de otros (el vertido de lavadoras a barrancos, la circulación a 200 km/h, la ablación del clítoris o la tauromaquia son algunos ejemplos de esa colisión). Ello supone recelar siempre de la tradición, que suele ser la mejor coartada de la barbarie; y, también, sacar las religiones del espacio público, para que sólo conciernan a quienes decidan practicarlas.

Ser progresista es considerar innegociable la libertad de expresión y de culto (o no culto), así como abominar de cualquier discriminación por razón de raza, etnia, sexo, religión (o no religión), ideología u orientación sexual. Y, por supuesto, ser antinacionalista sin ambages.

Es defender un sistema basado en la igualdad de oportunidades, no para asegurar que todas las personas lleguen juntas a una misma meta (¡cada cual ha de fijarse la suya!) sino para que éstas se encuentren en la casilla de salida en igualdad de condiciones: para ello hay que procurar un acceso igualitario a la educación, los cuidados médicos, la justicia, etc.

También es progresista proponer una compensación social a quienes parten con desventaja (caso de los discapacitados), además de amparar a los más débiles (niños, ancianos, enfermos...) y a quienes se han estrellado en la vida: sólo por el mero hecho de formar parte de la comunidad, una persona debe tener derecho a vivir por encima de un umbral considerado digno. Es progresista vigilar que los fondos del Estado del bienestar lleguen a quienes realmente los necesitan, no a unos caraduras espabilados. Y propugnar reformas para asegurar la sostenibilidad de los sistemas de protección social.

Ser progresista es defender los derechos de los ciudadanos, tanto en su faceta de actores políticos como de consumidores, frente a posibles abusos de los más poderosos. Y defender esos derechos no sólo para nosotros sino también para el resto de los países del mundo. Es aborrecer la guerra, pero siendo consciente de que el mundo no es Disneylandia y de que a veces es necesario defenderse.

Ser progresista es respetar el derecho de una persona a tomar drogas sin perjudicar a nadie, a consumir pornografía (entre adultos) si le place, a optar por la eutanasia si se halla en una situación médica penosa... Es emplazar a las personas adultas a asumir su responsabilidad para conducir sus vidas sin la tutela de nadie. Y afirmar que la vida social comprende no sólo derechos sino también obligaciones; y que "quien la hace, la paga".

Es también defender la existencia de un Estado fuerte y eficaz (que no sobredimensionado), capaz de garantizar la igualdad de oportunidades, de corregir las injusticias sociales y de regular las actividades económicas sin asfixiar la iniciativa privada. Y velar por que ese Estado sea eficiente en sus funciones y esté al servicio de la comunidad, no de los empleados públicos, de los lobbies o del partido del gobernante de turno.

Ser progresista es tener un firme compromiso con el cuidado del medio ambiente, no sólo en interés propio sino por respeto a las criaturas no humanas y a las futuras generaciones. Y propugnar una manera de vivir más sostenible, saludable y plena. E impugnar este capitalismo salvaje de casino capaz de doblegar a gobiernos elegidos democráticamente... pero no para proponer infiernos como el soviético o el polpotista.

Conforme a todo lo señalado, no puede reclamarse progresista quien apoya una dictadura como la cubana o un gobierno autoritario como el venezolano, quien antepone supuestos derechos de los pueblos (que no son otra cosa que conjuntos de individuos) a los derechos de las personas, quien cree que por encima del ordenamiento legal ha de estar la tradición (caso de Evo Morales y Benedicto XVI, aunque este último no tiene la desfachatez de proclamarse progresista); por no hablar de quienes incluso justifican el régimen clerical de Irán o la esperpéntica tiranía monarco-comunista de Corea del norte.

En fin, que ya es hora de quitar la etiqueta de progresista a la izquierda antiliberal y/o nacionalista que encima se mofa de los homosexuales (cuando no los mete en campos de concentración), abraza a energúmenos como Ahmedinayad y da rodillazos en los huevos a sus rivales futbolísticos.

7 comentarios:

Agus Alonso-G. dijo...

No entiendo por qué el deporte, o las fiestas civiles o los sindicatos sí pueden tener su espacio en la vida pública y la religión no.

Me parece bastante liberticida decir que lo que a ti no te gusta, en este caso la religión, debe estar fuera del ámbito de lo público.

¿Por qué? ¿Por qué una faceta tan fundamental en mi vida -y en la de la mayoría de la sociedad- como es la religión debe estar fuera del colegio, de los fondos públicos, de las plazas de mi ciudad? ¿Sólo porque a ti no te cae bien?

Que el asentimiento religioso sea -o haya de ser- algo que hace el individuo, una decisión íntima y personal, no hace que tenga que ser expulsado del ámbito de lo público.

Si yo pago impuestos, me parece razonable que en democracia podamos acordar que parte del sistema educativo provea parte de su tiempo a enseñar las religiones -cosa que, sin enfoque confesional, debería ser obligatorio, por cierto, para no hacer ignorantes en la materia-. No me parece que sea algo que tenga que hacerse obligatoriamente, pero tampoco algo que deba ser prohibido por decreto ley. Como sucede con los crucifijos u otros símbolos religiosos. Hay una fobia a la religión en los laicistas que asusta, la verdad: nos quieren hacer creer que cualquier símbolo religioso es símbolo de opresión. Ellos sí que son opresores tratando de convertirme en ciudadano de segunda o tercera por mi condición de católico.

No te confundas, Nico, no hay progresistas-buenos y conservadores-malos. Ese planteamiento maniqueo sólo puede llevar al enfrentamiento, no a la concordia. Al fin y al cabo, tú haces una interpretación de progresista y otros hacen otra, no es tan sencillo definir cada cosa.

Y, por cierto, antes de decir que Benedicto XVI pone las tradiciones por encima del ordenamiento legal, deberías fundamentarlo más y, sobre todo, leer con detenimiento la obra de Benedicto XVI. Quizá descubrirías a un intelectual de mayor talla y a una persona más dialogante de lo que pensáis algunos. No me parece honrado intelectualmente atacar las ideas de alguien así sólo porque ha llegado a conclusiones diferentes de las tuyas. Hay que estudiar con cierta seriedad a determinadas personas cuando uno las ataca tan abiertamente.

De todas maneras, mi opinión es que el liberalismo ha fracasado, como bien ha atestiguado la modernidad. No creo que mi libertad acabe donde empieza la de otros. Somos seres sociales y nuestras decisiones influyen siempre en el resto de la comunidad. Si me hago el mal a mí mismo y no respeto mi dignidad humana, hago un daño a la sociedad. Debo tener siempre en cuenta al tomar una decisión (libre, por tanto) que lo que haga influirá en otros. Es verdad que eso no significa que uno deba castigar por ley cuando uno se hace daño a sí mismo.

Pero antropólógicamente hablando, el liberalismo lleva finalmente al individualismo. No sé mediante qué lógica ser progresista incluye defender la libertad absoluta del individuo y a la vez establecer leyes que regulen los mercados.

Quizá por qué la libertad absoluta no es posible y su búsqueda sólo provoque un mal. Y porque para proteger a los más débiles, el cuerpo social ha de establecer mecanismos que impidan que esto sea una jungla... ultraliberal.

Dicho sea todo esto desde el gran cariño que sabes te tengo. Un abrazo.

(Parrafada...)

Agus Alonso-G. dijo...

...No entiendo por qué el deporte, o las fiestas civiles o los sindicatos sí pueden tener su espacio en la vida pública y la religión no.

Me parece bastante liberticida decir que lo que a ti no te gusta, en este caso la religión, debe estar fuera del ámbito de lo público.

¿Por qué? ¿Por qué una faceta tan fundamental en mi vida -y en la de la mayoría de la sociedad- como es la religión debe estar fuera del colegio, de los fondos públicos, de las plazas de mi ciudad? ¿Sólo porque a ti no te cae bien?

Que el asentimiento religioso sea -o haya de ser- algo que hace el individuo, una decisión íntima y personal, no hace que tenga que ser expulsado del ámbito de lo público.

Si yo pago impuestos, me parece razonable que en democracia podamos acordar que parte del sistema educativo provea parte de su tiempo a enseñar las religiones -cosa que, sin enfoque confesional, debería ser obligatorio, por cierto, para no hacer ignorantes en la materia-. No me parece que sea algo que tenga que hacerse obligatoriamente, pero tampoco algo que deba ser prohibido por decreto ley. Como sucede con los crucifijos u otros símbolos religiosos....

Hay una fobia a la religión en los laicistas que asusta, la verdad: nos quieren hacer creer que cualquier símbolo religioso es símbolo de opresión. Ellos sí que son opresores tratando de convertirme en ciudadano de segunda o tercera por mi condición de católico.

No te confundas, Nico, no hay progresistas-buenos y conservadores-malos. Ese planteamiento maniqueo sólo puede llevar al enfrentamiento, no a la concordia. Al fin y al cabo, tú haces una interpretación de progresista y otros hacen otra, no es tan sencillo definir cada cosa.

Y, por cierto, antes de decir que Benedicto XVI pone las tradiciones por encima del ordenamiento legal, deberías fundamentarlo más y, sobre todo, leer con detenimiento la obra de Benedicto XVI. Quizá descubrirías a un intelectual de mayor talla y a una persona más dialogante de lo que pensáis algunos. No me parece honrado intelectualmente atacar las ideas de alguien así sólo porque ha llegado a conclusiones diferentes de las tuyas. Hay que estudiar con cierta seriedad a determinadas personas cuando uno las ataca tan abiertamente.

De todas maneras, mi opinión es que el liberalismo ha fracasado, como bien ha atestiguado la modernidad. No creo que mi libertad acabe donde empieza la de otros. Somos seres sociales y nuestras decisiones influyen siempre en el resto de la comunidad. Si me hago el mal a mí mismo y no respeto mi dignidad humana, hago un daño a la sociedad. Debo tener siempre en cuenta al tomar una decisión (libre, por tanto) que lo que haga influirá en otros. Es verdad que eso no significa que uno deba castigar por ley cuando uno se hace daño a sí mismo.

Pero antropólógicamente hablando, el liberalismo lleva finalmente al individualismo. No sé mediante qué lógica ser progresista incluye defender la libertad absoluta del individuo y a la vez establecer leyes que regulen los mercados.

Quizá por qué la libertad absoluta no es posible y su búsqueda sólo provoque un mal. Y porque para proteger a los más débiles, el cuerpo social ha de establecer mecanismos que impidan que esto sea una jungla... ultraliberal.

Dicho sea todo esto desde el gran cariño que sabes te tengo. Un abrazo.

(Parrafada...)

Agus Alonso-G. dijo...

No entiendo por qué el deporte, o las fiestas civiles o los sindicatos sí pueden tener su espacio en la vida pública y la religión no.

Me parece bastante liberticida decir que lo que a ti no te gusta, en este caso la religión, debe estar fuera del ámbito de lo público.

¿Por qué? ¿Por qué una faceta tan fundamental en mi vida -y en la de la mayoría de la sociedad- como es la religión debe estar fuera del colegio, de los fondos públicos, de las plazas de mi ciudad? ¿Sólo porque a ti no te cae bien?

Que el asentimiento religioso sea -o haya de ser- algo que hace el individuo, una decisión íntima y personal, no hace que tenga que ser expulsado del ámbito de lo público.

Si yo pago impuestos, me parece razonable que en democracia podamos acordar que parte del sistema educativo provea parte de su tiempo a enseñar las religiones -cosa que, sin enfoque confesional, debería ser obligatorio, por cierto, para no hacer ignorantes en la materia-. No me parece que sea algo que tenga que hacerse obligatoriamente, pero tampoco algo que deba ser prohibido por decreto ley. Como sucede con los crucifijos u otros símbolos religiosos....

Agus Alonso-G. dijo...

...Hay una fobia a la religión en los laicistas que asusta, la verdad: nos quieren hacer creer que cualquier símbolo religioso es símbolo de opresión. Ellos sí que son opresores tratando de convertirme en ciudadano de segunda o tercera por mi condición de católico.

No te confundas, Nico, no hay progresistas-buenos y conservadores-malos. Ese planteamiento maniqueo sólo puede llevar al enfrentamiento, no a la concordia. Al fin y al cabo, tú haces una interpretación de progresista y otros hacen otra, no es tan sencillo definir cada cosa.

Y, por cierto, antes de decir que Benedicto XVI pone las tradiciones por encima del ordenamiento legal, deberías fundamentarlo más y, sobre todo, leer con detenimiento la obra de Benedicto XVI. Quizá descubrirías a un intelectual de mayor talla y a una persona más dialogante de lo que pensáis algunos. No me parece honrado intelectualmente atacar las ideas de alguien así sólo porque ha llegado a conclusiones diferentes de las tuyas. Hay que estudiar con cierta seriedad a determinadas personas cuando uno las ataca tan abiertamente.

De todas maneras, mi opinión es que el liberalismo ha fracasado, como bien ha atestiguado la modernidad. No creo que mi libertad acabe donde empieza la de otros. Somos seres sociales y nuestras decisiones influyen siempre en el resto de la comunidad. Si me hago el mal a mí mismo y no respeto mi dignidad humana, hago un daño a la sociedad. Debo tener siempre en cuenta al tomar una decisión (libre, por tanto) que lo que haga influirá en otros. Es verdad que eso no significa que uno deba castigar por ley cuando uno se hace daño a sí mismo.

Pero antropólógicamente hablando, el liberalismo lleva finalmente al individualismo. No sé mediante qué lógica ser progresista incluye defender la libertad absoluta del individuo y a la vez establecer leyes que regulen los mercados.

Quizá por qué la libertad absoluta no es posible y su búsqueda sólo provoque un mal. Y porque para proteger a los más débiles, el cuerpo social ha de establecer mecanismos que impidan que esto sea una jungla... ultraliberal.

Dicho sea todo esto desde el gran cariño que sabes te tengo. Un abrazo.

(Parrafada...)

Agus Alonso-G. dijo...

Joer, lo que me ha costado publicar esto...

Nicolás Fabelo dijo...

Querido Agus,

Cuando digo que las religiones deben estar fuera de la esfera pública, lo que quiero decir es que no pueden pretender imponer sus normas a quienes no las siguen ni marcar la agenda a los gobernantes de TODOS(aunque, eso sí, tienen todo el derecho a hacer lobby como otras organizaciones sociales).

Lo cierto es que la tendencia natural de casi todas las religiones (algo constatado históricamente) es a imponerse por la fuerza a todos, creyentes o no: no es de extrañar, pues sus seguidores se consideran en posesión de la Verdad Absoluta y con el derecho divino a salvarnos.

Deberíamos contemplar las religiones como clubes que tienen todo el derecho a organizarse como quieran y celebrar lo que les parezca, aunque siempre dentro de los límites de la legalidad.

Ya que hablas del deporte, no conozco a ningún aficionado al baloncesto que pretenda obligarme a ver sus partidos, ni imponer que en la clase de mi hijo haya una foto de los Lakers. Yo respeto el baloncesto, y me parece estupendo que se jueguen partidos y se dispute la ACB, la NBA o como se llame. Pero si yo prefiero la petanca, que no me impongan el basket, por favor.

Coincido contigo en que debe enseñarse obligatoriamente historia de la religión en los colegios, para que los niños tengan un conocimiento de un fenómeno social tan relevante (¡y tanto!). Y que debe haber una asignatura no obligatoria de religión (catequesis) para los padres que lo deseen.

En cuanto a "No te confundas, Nico, no hay progresistas-buenos y conservadores-malos", no debes preocuparte, Agus: hace tiempo que soy consciente de la transversalidad de la bondad y de la hijoputez. El judío austriaco Victor Frankl, que estuvo en los campos nazis, apunta en su libro "El hombre en busca de sentido" cómo el comandante del campo de concentración tenía una conducta mucho más humanitaria que algunos de los presos judíos.

En lo que respecta a la afirmación de que el liberalismo lleva al individualismo, sólo recordarte una cosa: los únicos que lloran, sufren o aman son los individuos (no sufre el FC Barcelona, el budismo, Rusia o la Asociación Nacional del Rifle); toda ética debería construirse teniendo en cuenta ese hecho.

¡Un cariñoso abrazo, amigo!

PD: Vuelvo a recordarte que tampoco estoy muy seguro de lo que digo,salvo de lo último.

Agus Alonso-G. dijo...

Jaja, debatir contigo es una gozada. Muy acertado todo lo que dices en esta entrada, aunque pertenecer a una religión nunca será como pertenecer a un club deportivo. La relígión es algo que totaliza, abarca toda la existencia, por eso no es difícil que se pueda convertir en algo totalitario. Por eso hay que estar prevenido contra uno mismo, y contra la pulsión fanática que a veces nos sale de dentro.

En el fondo, reconozco que tengo un sustrato liberal muy fuerte. Amo la libertad de cada individuo, porque estoy contigo en que el que se equivoca, acierta, ama, odia, practica la religión o no la practica es el ser unipersonal, y así debe ser. He oído alguna vez -y me gusta- que "Dios sólo sabe contar hasta uno".

Pero, a la vez, creo que hay algo que nos trasciende y nos une con vínculos espirituales y nos obliga unos con otros. Solidaridad, comunión de los santos, generosidad... Cada cual lo llama de una manera.

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