viernes, 30 de mayo de 2014

¿Podemos?

La campanada del Podemos de Pablo Iglesias en las elecciones europeas ha puesto nerviosos a ciertos políticos, al tiempo que ilusionado a muchos ciudadanos que creen abierto el camino hacia una nueva transición política. ¿Pero hay razones para ser optimista y soñar con un país más habitable y digno? ¿Y con una Unión Europea y un mundo mejores?

Lo primero es mirar fuera de España, donde partidos populistas, ultraderechistas (más o menos racistas y xenófobos) e incluso declaradamente neonazis han sido premiados por los electores europeos. La victoria en Francia de la hija de Le Pen, aupada por el voto de obreros y lumpen nativo blanco, ha sido uno de los toques de atención más preocupantes. La UE está cada vez más extraviada, inerme ante el drama en la vecina Ucrania (con toda la pinta de una nueva guerra a la yugoslava), desconectada del sentir de los ciudadanos (que en sitios como el Reino Unido la toman como un gigante burocrático contrario a sus tradiciones y en otros como España e Italia ni preocupa, por no saber siquiera lo que es).

Dentro de la UE los ciudadanos viven con zozobra la crisis económica, los recortes y el progresivo desmantelamiento del Estado del bienestar, lo que les hace prestar oídos a las respuestas simplonas de populistas y extremistas que apuntan al otro, por lo general al extranjero, como el culpable. En tiempos de tribulaciones cotizan al alza el nacionalismo y el integrismo religioso, que en realidad forman parte del mismo paquete: los neofascistas de países como Francia, Hungría o Croacia son tan ultranacionalistas y xenófobos como fieles católicos.

Es innegable que el multiculturalismo mal entendido -lo que yo prefiero llamar multiinculturalismo- ha dado alas a los ultras ante el silencio biempensante de la izquierda e incluso de la derecha moderada en los países donde impera una mayor corrección política (que son, por cierto, los más civilizados): ese silencio consiste en no plantear la problemática inserción por razones culturales y/o religiosas de algunas comunidades de inmigrantes. Los rumanos de etnia gitana que vienen a España, Italia o Francia suelen ser fuente de conflictividad en los barrios donde se establecen (quien lo niegue o es un ignorante o está mintiendo, dejando el discurso en bandeja a los ultraderechistas), en los que no viven precisamente pijos o hipsters. Y las comunidades de inmigrantes musulmanes no han terminado de integrarse al portar consigo valores que entran en conflicto con el ideario político de la Unión Europea: laicidad, igualdad de la mujer y tolerancia con las preferencias sexuales de cada uno (dentro de la UE ya sabemos que hay diferencias, sobre todo en los países donde la religión tiene aún cierta importancia como Polonia, España o Italia).

Las instituciones deben buscar una solución integradora, pero eso no quita que los propios rumanos gitanos tengan que hacer algo por sí mismos (para empezar, permitir la educación de sus hijos e hijas y dejar de casar a éstas con trece años) y que todos los inmigrantes extraeuropeos asuman como innegociables la laicidad de los Estados, la igualdad de las mujeres (y su derecho a no ser mutiladas genitalmente en la infancia, como es tradición en algunos países africanos) y los derechos de los homosexuales. Si no encontramos un remedio inteligente a esto, si solo nos quedamos en la ilusa visión beatífica de la inmigración, solo estaremos reforzando a los fundamentalistas religiosos de un extremo y a los ultraderechistas del otro. Lo viene diciendo la somalí Ayaan Hirsi Ali desde hace años: conviene escuchar a esta admirable mujer, que se ha convertido en una pensadora incómoda para la izquierda más tradicional, ortodoxa e incluso simplona.

Hay un factor que nadie contempla y considero importante: el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial ya casi no existe, puesto que los testigos más jóvenes que la vivieron con uso de razón tienen ahora al menos 80 años. Se ha perdido la memoria, el primer paso para volver a repetir los errores del pasado. Si no cuidamos bien nuestra casa europea y dejamos que se pudra la democracia en cada uno de sus países (por imperfecta que ésta sea), cualquier escenario siniestro es posible. Recordémoslo siempre: ¡somos primates, no ángeles! Y no hay conquistas sociales o políticas definitivas: todo se puede derrumbar como un castillo de naipes, destruir es mucho más fácil que construir.

Si miramos ahora dentro de España, el panorama no es mejor. El mismo día de las elecciones en las que cosechó cinco eurodiputados, Iglesias dijo algo que tenia un inquietante tufo populista y nacionalista: "No queremos ser una colonia de Alemania". Alimentaba con ello esa ridícula sospecha popular, con fondo conspiranoico, de que los alemanes son culpables de nuestra desgracia. Sin negar los efectos de la crisis financiera internacional, debemos reconocer que nosotros mismos somos en buena medida responsables por haber permitido la brutal especulación inmobiliaria -e incluso habernos beneficiado de ella, unos más que otros- y el consiguiente destrozo salvaje de nuestros paisajes. Somos culpables por votar a corruptos, incompetentes e impresentables, por entregarnos hasta el estallido de la burbuja al consumismo y el derroche más obscenos, por primar el amiguismo sobre el mérito y la telebasura sobre la educación, por escaquearnos diariamente en el curro (no pocas veces fruto de un enchufe en alguna administración pública) o salir al paso con una chapuza, por conducir como desalmados y arrojar botes de refresco desde el coche en marcha (anteayer fui testigo de ello), por no apagar las luces del baño de la oficina tras usarlo y no pisar nunca un Punto Limpio, por decir que el hotel de El Algarrobico está muy bien porque "allí solo hay jarimoña, esparto, alacranes y serpientes (...) ¿qué ecosistema: na' más que ese?)". Nuestra culpa tiene mucho que ver con nuestra cultura, valores e instituciones, con ese sórdido mosaico neofranquista que tan bien retrata Rafael Chirbes en su novela En la orilla. Hagamos más autocrítica y no echemos balones fuera: que si el capitalismo, que si el neoliberalismo...

Dentro de España, por si fuera poco, tenemos la inminente amenaza secesionista de Cataluña. La eventual independencia catalana es algo que muchos analistas descartan irresponsablemente, pero -al margen de que ésta sea políticamente viable o no, económicamente disparatada o no- es una posibilidad no descartable dado el clima político instalado en el Principado. Va a ser difícil que los nacionalistas más esencialistas -los más extremistas y menos pragmáticos (ERC)- se bajen ahora alegremente del burro de la secesión: la fecha de 2015 se cierne sobre nosotros con muchas más sombras e incógnitas de las que algunos quieren ver.

En fin, que más allá de un escenario electoral diferente como el que parece apuntarse tras el 25-M, estamos necesitados de un cambio cultural profundo: tanto aquí como en toda Europa y el resto del mundo. No basta con transformar o regenerar las instituciones, no basta con frenar los excesos del capitalismo (poniendo firmes a las empresas y poderosos con loables iniciativas como la economía del bien común) o incluso plantarle cara (una tarea que solo puede emprenderse con posibilidades de éxito a nivel internacional). Hay que superar nacionalismos y localismos, liberar la conciencia del yugo religioso (esta asignatura la tenemos casi aprobada en Europa), ser más austeros y respetuosos con el medio ambiente y nuestros compañeros de viaje no humanos, ser más cooperativos que competitivos, valorar más el silencio reflexivo, el tiempo libre y las relaciones personales y menos las posesiones materiales... Pero esos cambios no se fraguan en el corto plazo: lo que cosechemos ahora no lo recogeremos hasta dentro de un tiempo. Lo peor no es ese retardo, ya que me temo que dichas transformaciones no se pondrán en marcha hasta que nos llegue finalmente el agua al cuello (algo que con el cambio climático es una posibilidad nada metafórica). Más vale que nos vayamos preparando. Y perdón por aguarles -¡nunca mejor dicho!- la fiesta.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Vacaciones de verano en las islas de las Canarias (o Gran Canarias)


Este verano cambiamos de plan: nos vamos mi señora, mis nietos y yo a las islas de las Canarias (también conocidas como de las Gran Canarias o, a secas, Tenerife). Un anuncio televisivo nos ha convencido esta vez (ya habrá ocasión de repetir Benidorm y Rivera Amaya). Va ser una experiencia inolvidable, la idea es alojarnos en alguna posada del pueblo de Palma de Canarias y hacer excursiones desde allí en barquito a las islas vecinas. Debe ser muy barato y encima te dan zumos durante el agradable viaje sobre las tranquilas aguas del Mediterráneo, mientras los barqueros te cantan y narran viejas historias de su tierra.

Solo nos hemos vacunado contra la malaria, en la agencia de viajes le dijeron a mi señora que no hacían falta otras vacunas; de todas formas, llevaremos antibióticos por si alguno se coge allá un catarrazo (nunca se sabe si las farmacias de las islas, tan lejanas de la civilización, estarán bien provistas). Queremos que sea un viaje dedicado sobre todo a observar la naturaleza, porque a mis nietos les encantan los animales. Nos han dicho que la flora no tiene mucho interés (salvo que te gusten los cactus, no es mi caso), pero que la fauna es verdaderamente espectacular: así que aprovecharemos nuestro desplazamiento a la vecina isla de Santa Cruz de Las Palmas para visitar de una tacada el Loro Park, los Palmitos Park, Reptilandia e Hiperdino. Nos habría encantado hacer una inmersión en las aguas del lago Martínez en Fuertementera -dicen que es lo mejor para el buceo en las islas-, pero por desgracia no tenemos licencia de submarinismo y los chavales son aún pequeños.

Lo que no queremos perdernos bajo ningún concepto es el volcán humeante de Carajonales y la Gruta del Verde en Palmas de Menorca, la isla por la que tanto hizo el ilustre artista local Cesario Menroco: por lo que he leído en La Gaceta, su legado está en unas carreteras, unas salas de fiestas y unos centros comerciales que son homologables a cualquier otro no ya de nuestra nación sino de toda Europa.

Habrá también espacio para la cultura, eso espero, para que los nietos se vayan familiarizando también con esas cosas. Así que iremos a algún tablado de Palma a escuchar un buen fandango o bulería. Al parecer, la música de las islas se fundamenta en el flamenco, pero con la distancia (¡daos cuenta de que son diez mil kilómetros hasta las costas españolas!) éste ha tomado un cariz especial, con mezcla de música latina (muchos canarios emigraron a Centroamérica e incluso trabajaron allí en las plantaciones de cebada) y africana (África está muy cerca, tanto que desde la isla de Conejera se ve en días claros el estrecho de Gibraltar, tan majestuoso desde que lo construyeran hace tres mil años los cartagineses).

Le hablaré a mis nietos de los guanchos, esos indios que habitaban las islas antes de que llegaran los españoles hace dos mil años. Al parecer eran pelirrojos, altísimos y de ojos grises (se dice que podrían haber sido descendientes de los soldados que el galo Carlos Magno envió para destronar al rey Salomé de Nubia), pero todos murieron de hambre, enfermedades y pena tras la conquista. Supongo que influyó que los conquistadores destruyesen sus cosechas de gofrío (ya os hablaré luego de esto) y talaran los eucaliptos y araucarias que les daban sombra en las áridas montañas.

Habrá que coger el teleférico desde Corraleja hasta el Monte Terde (en la isla de Chinija, el segundo pico más alto de nuestra nación -tras el Oneto- con sus 5.678 metros), desde donde cuenta la leyenda que se arrojó el vacío el héroe guancho Don Rama. Hay una jarcha muy hermosa que dice algo así como: "Juro por Alcaraván (el Dios guancho), dijo Don Rama gritando, antes morir peleando, que ver a mi Ramadán (nombre guancho de Chinija), sin Ronartemi reinando". En la famosa fiesta de Don Rama se rememora cada 31 de junio este episodio épico. Por su parte, en la isla de Palmas de Menorca se celebran las fiestas lustrales de los Germanos, en las que cada ocho años se saca en procesión a la Virgen del Candelabro (la patrona de las islas de las Canarias o Gran Canarias).

Lo que antes os decía: el gofrío es un cereal cultivado en estas queridas islas tinerfeñas ya desde la era terciaria. Es de muy mala calidad, dada la pobreza de nutrientes de la tierra volcánica, pero mezclado con leche de burra (en guancho, burra se dice baílefa o baílefita) es muy nutritivo. Cuentan que todavía hoy en día no hay casa de canario o tinerfeño -de cualquiera de las seis islas, que aquí no hacen distingos- en la que no te encuentres una despensa llena de gofrío para preparar las tortas con leche de baílefa o baílefita y los sancochos con mijo (esta leguminosa no se cultiva en las islas: la traen los coreanos establecidos aquí hace cientos de años, cuando montaron el primer gimnasio de jiujitsu fuera de la península indochina).

En fin, ya os contaré en mi blog nuestras andanzas por esas islas tan hermosas -¡y acaso desconocidas!- de nuestra amada España tan rica en su simpar diversidad y unicidad. Por si os interesa, Borja Bartolo Santesmases es mi sobrino: sí, el chaval que le cantó las cuarenta a domicilio a la mismísima alemanota de Merkel. Si me estás leyendo, Borja Bartolo, que sepas que no me olvido de la muñequita flamenca canaria que me has pedido como souvenir. Con una frase muy canaria os despido a todos hasta entonces: "¡Arrójate un mijo, muyango!".

viernes, 9 de mayo de 2014

Sergio Ramos intentará dar un cabezazo en el Festival de Eurovisión


El futbolista Sergio Ramos intentará propinar mañana un cabezazo en el Festival de Eurovisión que dé el triunfo a nuestra candidata, Ruth Lorenzo. La Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (UTECA) patrocina el viaje esta misma noche a Copenhague del jugador sevillano del Real Madrid y La Roja, erigido en uno de los principales goleadores del club merengue en las últimas jornadas.

"Me siento muy a gusto últimamente y creo que es una ocasión excelente para servir a mi país y a mi patrocinador", ha declarado en el aeropuerto de Barajas el central blanco, que no oculta su entusiasmo por "echar un cráneo" a la cantante murciana en suelo danés.

Durante la gala del sábado, Ramos llevará un pinganillo en la oreja a través del cual recibirá las instrucciones del presidente de la UTECA, José Manuel Lara. "Tengo la cabeza perfectamente amueblada, a disposición de lo que diga el míster". Aunque Lara no ha soltado prenda, se especula que los candidatos de Armenia, Suecia, Reino Unido, Rusia y Austria -incluso alguno de los presentadores masculinos de la gala- podrían estar en el punto de mira de la testa de Ramos.

"Eurovisión es Eurovisión, duz puants son duz puants y aquí nadie regala nada", ha asegurado con gravedad el sevillano antes de partir hacia la capital de Dinamarca. "Si ganamos nosotros, Madrid será una fiesta. Y si ganan los rusos, pues lo será San Estrasburgo. Esta es la grandeza de Eurovisión".

sábado, 3 de mayo de 2014

La metafísica seria tiene futuro

¿Y si resultara que nuestro Universo es obra de algún dios menor (ni omnipotente ni omnisciente, con sus propias debilidades, defectos y manías), movido por algún afán lúdico, experimental... o a saber por qué diablos?... Esta sospecha no es privativa de colgados o mentecuánticos: es también una intuición fundada en la ciencia.

El físico ruso Andrei Linde, uno de los artífices -sin olvidar al precursor Alan Guth- de la teoría de la inflación cósmica, afirma en esta apasionante entrevista: "¿Inteligencias superiores? ¿Por qué no? Si te refieres a que no sea un dios, sino algo más... normal. Puede ser". Eso sí, matiza, "cuando se dice que el Universo fue creado por Dios solo para que nosotros pudiéramos vivir en él, la primera pega es: ¿por qué se preocuparía Dios de un tipo concreto de mono?".

Esto último podemos descartarlo por puro sentido común, ciertamente, pero no la posibilidad de que detrás del Universo haya un "físico hacker", como aventura el científico ruso (principal favorito al próximo Nobel de física junto a Guth). Un hacker que quizá crease el Universo con el mismo propósito de quien concibe a un hijo: para tener algo suyo que le perviviese. Y que, según Linde, pudo haber dejado un mensaje en él, una impronta en sus leyes y constantes físicas que algún día -antes de la muerte térmica del Universo, que es un plazo innegociable- podría ser descifrada por seres inteligentes como los humanos (o los descendientes de los actuales delfines, elefantes o musarañas, o extraterrestres de algún remoto exoplaneta).

"La física me ayuda a abordar cuestiones que antes eran solo metafísicas", reconoce Linde. Esta afirmación es muy importante, por cuanto de ella se desprende que la metafísica bien fundada (la anclada en los conocimientos de la física y otras ciencias como la biología o la neurociencia, no en pajas mentales escolásticas, hegelianas o posmodernas) tiene futuro. De dónde venimos, adónde vamos, qué somos (qué es la conciencia de cualquier ser vivo, no solo la nuestra humana), en qué podemos convertirnos, dónde estamos, qué hay (si acaso hay algo y esta pregunta tiene sentido) ahí fuera...

La frontera de la ciencia con la metafísica es móvil, desplazada por el progreso de la primera. Por eso hay cuestiones, como las de por qué empezó el Universo y por qué comenzó la vida, que podrían tener una respuesta falsable (sujeta a la experimentación) desde el ámbito de la ciencia en un plazo no muy lejano. Por eso mismo siempre habrá preguntas fundamentales cuya respuesta provisional se encontrará más allá de dicha línea fronteriza, dentro de la elucubración metafísica. E incluso algunas que nunca podrán ser sometidas a experimentación, cuya única respuesta no metafísica solo podría ser brindada por la matemática (ese guante que tan elegantemente se ajusta a la mano de la física, que nos permite formalizar espacios de más de tres dimensiones inconcebibles por nuestra mente).

Linde es, por cierto, uno de los abanderados del Multiverso (no está solo, ya que una mayoría de físicos y cosmólogos -entre ellos Stephen Hawking, Brian Greene, Steven Weinberg y Max Tegmark- lo sostienen). Cuando le refieres el Multiverso a gente poco familiarizada con este concepto te miran raro -algo así como si les dijeras que eres vegano o vegetariano-, como un caso perdido camino de la quinta de reposo. Ya no hablemos de si apuntas la posibilidad de estar viviendo en una simulación a lo Matrix, conforme a la concepción del Universo como una gigantesca computación (el it from bit del gran John Wheeler que suscribe Vlatko Vedral: dicho en español y con más palabras, que las unidades inmateriales de información son las creadoras de la realidad).

Pero en un Universo tan extraño (con su espacio y tiempo maleables, su superposición cuántica de todos los estados posibles, su entrelazamiento instantáneo de partículas que pueden estar separadas por distancias abismales, sus singularidades gravitacionales, sus seis dimensiones extra no desplegadas, etc.), no hay que cerrar las puertas a explicaciones que podrían oler a pamplinas, magia o disparate. Pero que no dejan de ser suposiciones con fundamento científico más o menos audaces, nada que ver con morralla escolástica, hegeliana o posmoderna más o menos infumable (ni, por descontado, con creencias irracionales más o menos infantiles y estúpidas).

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