miércoles, 31 de octubre de 2012

La lección de 0 a los números engreídos

VII se creía muy especial y distinguido. Hasta que un día le dijeron que no era único, que había por ahí un tal 7 clavado a él que presumía de ser incluso más chulo que otro con esa fama llamado 8. También algunos aseguraban haber visto a veces a otro vivo retrato suyo, pero con un aire primitivo: a IIIIIII. Ya el colmo fue cuando VII tuvo noticia de la existencia de un modernillo engreído igualito a él que respondía al glamuroso nombre de 0111. Entonces se le ocurrió reunir a todos para denunciarlos como lo que eran: unos malditos impostores ¿Cuál no sería su sorpresa al escuchar de ellos lo mismo, cada uno firmemente convencido de ser el verdadero, el genuino depositario de la sietesencia? En estas apareció 8, ese chulito, que había sabido de la reunión y se barruntaba algo. 8 les dijo que todos ellos eran inferiores a él, que no perdieran el tiempo dirimiendo su identidad porque podía hablarles de VIII, IIIIIIII, 1000, 9, IX, IIIIIIIII y 1001, todos los cuales tenían una mayor dignidad que los presentes e incluso algunos -aquí 8 se sinceraba- más que él mismo. Tuvo que salir a escena 0, acompañado de sus gemelos Ø, {} y Λ, para poner las cosas en su sitio: "¿No se dan cuenta, necios, de que ustedes son lo mismo en el fondo, que entre VII, 7, IIIIIII y 0111 no hay diferencia alguna, que entre ellos y el resto no la hay más que entre las letras A y B? Nosotros sí que somos diferentes, porque no pertenecemos a este mundo. Pero, al igual que ustedes, siempre acudimos prestos cuando nos convocan los seres inteligentes que manejan las Matemáticas. Ay, si les contáramos...".

sábado, 27 de octubre de 2012

Mahler, Borges, Harrison


Gustav Mahler, Jorge Luis Borges y George Harrison: detrás de esas tres ordenaciones de caracteres latinos hubo sendas ordenaciones diferentes de quarks y electrones, sendas vidas que un día se alumbraron y otro se apagaron, sendas experiencias entre las más de cien mil millones que han compuesto la humanidad, sendas historias en las que tuve oportunidad de adentrarme con gusto y que ahora me permiten dar un paseo en bicicleta antes de que anochezca con la tranquilidad de tener ya cubierto, con solo unos pocos minutos, mi obligado -¡soy yo el que me obligo!- post semanal.

P.D.: Mientras montaba en bici reparé en que los tres tuvieron una inquietud metafísica, cada uno por su camino y con sus diferentes circunstancias.

domingo, 21 de octubre de 2012

Desconfianza-país

Cerca de mi casa hay un taller de coches con pinta de no pasar una inspección: ni sanitaria ni laboral ni fiscal. Al lado, entre montones de escombros, baterías abandonadas, restos de aceites e inquietantes bidones, pacen ovejas con cuya leche se harán presuntamente quesos que podrían llegar al mercado. Cuando contemplo este hiriente paisaje me sacude un estremecimiento, al imaginarme a alguien comprando ese queso y dándoselo de alimento a sus hijos, al imaginarme a mí mismo haciéndolo desde la ignorancia confiada. Y es inevitable que mi confianza-país se derrumbe, que tenga la sensación de estar a merced de un montón de desalmados y de cafres: los unos por acción dolosa, los otros por omisión (no necesariamente menos dolosa) y la mayoría por pura desidia estúpida (eso sí, que no les toquen el fútbol, los encierros locales o la romería de su Virgen, que no les bajen los límites de velocidad en carretera).

Entonces miro y remiro los sellos de agricultura ecológica de la fruta comprada en el supermercado y empiezo a sospechar hasta de mi sombra ¿Y si me están dando gato por liebre? No se me olvida que vivo en España, en el país de Torrente, el aceite de colza adulterado, la aluminosis, Nueva Rumasa, Jesús GilEl Algarrobico y el Premio Planeta. Me asaltan párrafos de la Gomorra de Roberto Saviano: jamones de procedencia rumana sin controles sanitarios a los que se pone el glamuroso sello de Parma, queso Mozzarella hecho con leche de búfalas que han pastado en tierras repletas de dioxinas (por la quema incontrolada de basuras)... ¿Y si aquí no fuese muy diferente la cosa? Reconozco que tras la lectura de Saviano ya miro con mucha desconfianza a los productos italianos, sobre todo los que se meten por la boca. Los propios italianos civilizados serán conscientes de esa mala imagen, muy a su pesar. Igual que los pobres españoles civilizados, condenados a vivir entre tanto desaprensivo e impresentable. Y me pregunto: ¿qué hago yo aquí todavía, por qué no me he ido a Canadá, a la bahía de San Francisco, a Holanda, a Dinamarca o algún otro enclave civilizado? Por el bien de mi hijo, sobre todo.

viernes, 12 de octubre de 2012

Salto inmortal

Cuando saltó, intuyó angustiado que quizá no hubiese suelo: ni un maldito suelo para estrellarse, ni un océano ni nada parecido contra lo que reventar. Que no habría fondo, que seguiría cayendo para siempre, que acaso la muerte -¡y esto era lo más terrible!- nunca podría salvarle.

domingo, 7 de octubre de 2012

Hijos de la imperfección capaces de imaginar la perfección

Es evidente que el mundo no es perfecto: existen la enfermedad degenerativa, el fallo mecánico, el error de cálculo, la imprecisión lingüística, la pérdida de memoria, el deterioro y rotura de las cosas, la incompletitud de las Matemáticas... El diccionario define perfecto como aquello que tiene "el mayor grado posible de bondad o calidad en su línea", que está "en buenas condiciones, sin mella ni defecto". La perfección requiere orden y simetría. Y los seres vivos no son perfectos, aunque mantengan un cierto orden (luchando continuamente, hasta su muerte, contra la tendencia al desorden de todo lo que existe) y su estructura siga unos patrones. Lo mismo puede decirse de cualquier objeto inanimado, desde un bolígrafo hasta una estrella pasando por una roca (¡ni siquiera un diamante es completamente perfecto!) o un tarro de mermelada; aunque, a diferencia de un ser vivo, ninguno de estos objetos puede pelear contra el desorden.

Viajemos hasta el principio: todo se remonta a una singularidad, a una ínfima y muy ordenada -aunque no del todo uniforme- pepita originaria, probablemente fruto de una aberrante fluctuación cuántica en el vacío (muchísimo menos probable que una tirada de dados en la que saliera cien mil veces seguidas el mismo número). La no completa uniformidad de esa pepita (por efecto de la permanente agitación cuántica), amplificada descomunalmente en un brevísimo periodo de tiempo (10 elevado a menos 32 segundos) por la inflación cósmica, explica la distribución no homogénea de la materia y de la radiación en el Cosmos, sin la cual no se hubiesen formado las galaxias, las estrellas y la propia vida. Sin gradientes, sin diferencias en densidad, temperatura y presión entre las diferentes regiones del Universo, no estaríamos nosotros aquí. Ni tampoco habría agujeros negros, ni tormentas, ni terremotos, ni mañanas...

Por tanto, somos producto de la heterogeneidad (¡de la imperfección!), achacable tanto a las pequeñas perturbaciones cuánticas en la pepita originaria como a la ruptura de simetrías en los primeros momentos del Universo. La flecha del tiempo (que este corra hacia el futuro), el predominio de la materia sobre la antimateria (no se conoce lugar alguno del Universo hecho de esta última) y la tridimensionalidad del espacio son algunas manifestaciones de esas asimetrías. Lo primero, porque el tiempo no tendría por qué correr solamente hacia adelante. Lo segundo, porque si la cantidad de materia y de antimateria hubiesen sido exactamente iguales al principio, ambas se habrían aniquilado mutuamente dejando tras de sí tan solo un enorme torrente de rayos gamma. Lo tercero, porque parece haber dimensiones extra no desplegadas como las tres con las que estamos tan familiarizados.

Lo curioso es que seamos capaces de imaginarnos la perfección -por ejemplo, un círculo perfecto- aunque esta no exista en el mundo físico y seamos hijos de la imperfección. Podríamos pensar que el círculo perfecto, un objeto geométrico de infinitos lados (si no fuera así, no sería perfecto), solo existe en nuestras mentes. Pero el hecho de estar allí alojado nos lleva a la sospecha de que pueda existir permanentemente en algún otro lugar, en alguna especie de morada eterna de ideas platónicas conectada de algún modo a esa mente anclada al mundo físico, a esa mente que emerge de un sustrato material de miles de millones de neuronas. Incluso esa morada platónica podría ser la raíz, o al menos la guía, de ese extraño árbol que llamamos mundo físico. Al igual que de las Matemáticas, la Estética o la Moral.

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