martes, 26 de abril de 2016

Elogio del prejuicio

Cuando hay que decidir con rapidez algo importante, disponemos de una herramienta muy útil que tiene injustamente muy mala prensa: el prejuicio. La opinión preconcebida sobre un tipo de persona, animal o cosa es una información valiosa y contrastada sobre las personas, animales o cosas con una determinada apariencia, aunque es cierto que puede conducir al error y la injusticia. Imaginemos que el lector de este post es una persona de raza negra o un judío tocado con una kipa que va conduciendo en su coche y divisa frente a él a cuatro individuos bloqueando la carretera: unos tipos malencarados, con el pelo rapado y una esvástica tatuada en el brazo, provistos de barras de hierro. 

La mejor decisión parece ser la prejuiciosa: dar un volantazo y tomar a toda velocidad la dirección contraria. ¿Pero quién puede descartar que se trata de participantes en un congreso jainista de herreros que han salido a tomar el aire -y, de paso, a instar a los conductores a respetar hasta la más pequeña e insignificante forma de vida-, en un descanso entre sesión y sesión? Desde luego, esa suposición parece mucho menos probable que otras. ¿Alguna persona con dos dedos de frente haría algo distinto al giro de 180 grados?...

Hay que reconocer que he puesto un caso extremo, pero no por ello menos ilustrativo. Muchas veces no disponemos de demasiado tiempo para pensar y decidir, por lo que debemos ponernos en manos de la intuición e incluso del más basto prejuicio. Y, en consecuencia, cambiar preventivamente de acera si frente a nosotros se acerca un perro de presa sin bozal cuyo dueño exhibe un tatuaje que reza “I’ve got the power” y media docena de cadenas de oro colgadas al cuello. Por mucho que nos neguemos a admitirlo, siempre estamos recogiendo información sobre desconocidos y evaluándola. Y no está mal que así sea, por la cuenta que nos trae. Puede servirnos de consuelo saber que los errores por emplear un prejuicio no suelen ser tan graves como los derivados de ignorarlo.

viernes, 15 de abril de 2016

La Borjabartolopedia verá la luz a mediados de junio


La Borjabartolopedia será una realidad antes del verano: concretamente, el 15 de junio. El joven político y empresario popular Borja Bartolo Santesmases Huidobro se ha embarcado en este nuevo proyecto apenas dos meses después de su fichaje como consultor externo por House Water Watch Cooper (HWWC). La Borjabartolopedia es una iniciativa cultural fruto de la asociación de Santesmases -quien no dejará de prestar sus servicios tanto en HWWC como en las NN.GG. del Partido Popular- con el conocido emprendedor ruso Vasili Jetagúrov. Cuenta con el patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, que ha adjudicado el diseño de su página web (véase arriba la versión beta de la portada) al Estudio NOOZZEE por un importe de 550.000 euros.

"Se trata de poner en valor la Wikipedia y monetizarla con una visión estratégica, integral y holística 3.0", señalaba esta mañana Santesmases en la presentación en St. Helier (isla de Jersey) de este proyecto tremendamente ambicioso, ya que abarcará todas las entradas de la Wikipedia en español. Desde la página www.borjabartolopedia.es se redirigirá a la home de https://es.wikipedia.org, así como a un documento pdf que incluirá algunas correcciones puntuales a la Wikipedia. "Son estas correcciones las que aportarán valor añadido a esta start-up", apuntaba Borja Bartolo.

Las principales modificaciones tienen que ver sobre todo con entradas relacionadas con política y geografía mundial, la especialidad de Santesmases. Éste ha puesto algunos ejemplos de enmiendas: la entrada dedicada a España incluirá el término "gran nación"; la de Venezuela cambiará "país" por "sangrienta dictadura"; la de Bielorrusia se titulará Bielo (según Borja Bartolo, "para no legitimar la invasión rusa"); la de las islas Malvinas añadirá el texto "¡Merkel, devuélvelas ya al Gobierno chileno de Álvaro Uribe!". Pero también habrá cambios en entradas de otros ámbitos muy diversos, como la de la gastronomía (que se completará con la frase "Como en España no se come en ningún sitio"), la de Elton John (que se verá ampliada con "Canta mejor Julio Iglesias y no pierde aceite"), la de la ciudad de Segovia (a la que se añadirá "Yo me planto allí en 30 minutos desde Madrid con mi turbodiésel y controlando después de tres cañas"), la de Chichén Itzá (al principio de la cual rezará: "No entiendo cómo la gente sale fuera con la cantidad de paisajes bonitos que tenemos en España") o la de la lengua valenciana (que será enriquecida con la puntualización de que "no tiene nada que ver con el catalán").

Para visitar los contenidos de la Borjabartolopedia habrá que pagar un módico precio de 250 euros anuales en una cuenta en las islas Caimán de la red empresarial de Jetagúrov, que se encargará de la gestión financiera de la plataforma. En caso de que algún contribuyente español decida no abonarse, se le descontará este importe de su devolución del IRPF, por lo que la solvencia del proyecto parece asegurada. "Esto era muy importante para Vasili y sus inversores", reconocía Borja Bartolo. "Los dos estamos convencidos de que con esta web se abre una nueva e ilusionante vía de sinergias entre el sector público y el privado".

"Nuestra apuesta por las redes sociales ha sido clara y robusta desde el minuto 0", decía Santesmases, celebrando que la recién creada cuenta de Twitter @Borjabartolopedia ya cuenta con casi un millón de seguidores. "En su inmensa mayoría son influencers residentes en Vanuatu, lo que da una idea de la gran expectación levantada en la comunidad latinoamericana", añadía entusiasmado.


viernes, 8 de abril de 2016

Cara y cruz del 'Homo sapiens'

Me encontraba de pie, apoyado en la puerta del vagón del metro, leyendo un libro apasionante: Sapiensdel historiador israelí Yuval Noah Harari (para más información, ateo, vegano y residente con su novio en un moshav o granja cooperativa). Dentro del vagón, dos hermanas de cinco o seis años llevaban un tiempo haciendo carrerillas en círculo bajo la atenta mirada de su madre. Estaban a punto de apearse en su parada cuando una de las niñas me miró y dijo: "¡Hola, señor!". La madre reconvino a las niñas con un gesto a medio camino entre el embarazo y la ternura: "Chicas, no molestéis a la gente del metro que no conocéis". "¡Es que son nuestros amigos!", repuso con una conmovedora naturalidad la misma hermana que me había saludado. Su madre y yo intercambiamos una sonrisa antes de que la puerta se cerrara y las tres siguieran su rumbo por Madrid.

Recordé entonces un pasaje del libro de Harari que había leído esta misma mañana también en el metro, en el que cuenta cómo se deshacían hasta no hace mucho los indios aché de Paraguay de las ancianas que se convertían en una pesada carga para la comunidad:
Uno de los hombres jóvenes se colocaba a hurtadillas detrás de ella y la mataba con un golpe de hacha en la cabeza. Un hombre aché contaba a los inquisitivos antropólogos los relatos de sus años de juventud en la jungla. "Yo solía matar a las mujeres viejas. Maté a mis tías. […] Las mujeres me tenían miedo. […] Ahora, aquí con los blancos, me he vuelto débil". 

También me vino a la cabeza el Ochéntame de ayer en TVE dedicado a nuestros veteranos reporteros de guerra, en el que éstos narraban las atrocidades de las que habían sido testigos pero también gestos nobles de personas anónimas que representan lo mejor de la humanidad. Carmen Sarmiento contaba el caso de una anciana pobre que se le acercó una vez en Beirut, al verla sentada y desolada sobre un montículo de escombros, con un vaso de agua en su mano temblorosa. Arturo Pérez Reverte relataba su encuentro con un perro con la pata rota en el campo de refugiados palestinos de Shatila (Líbano) tras la carnicería cometida en 1982 por ultraderechistas cristianos con la venia del Ejército israelí. El autor de El pintor de batallas confiesa seguir recordando a ese perro y sentirse "removido por dentro" por no haber podido ayudarle (ya no era posible hacerlo con los más de dos mil palestinos masacrados tanto allí como en la vecina Sabra): "Me produce mucho más remordimiento que muchas cosas que he visto".


Los humanos somos una cosa y la otra: buenos y malos, compasivos y despiadados. Nuestra especie ha sobrevivido no solo por su condición de terrible depredador sino también por haber cultivado la amabilidad, la cooperación y los cuidados -no solo el recelo y el odio- entre sus miembros. Harari sostiene que no somos ni ángeles ni demonios sino simplemente humanos (o sea, animales). Pero yo no dejo de pensar -y constatar- que hay buenas y malas personas en este mundo, incluso algunas muy buenas y algunas muy malas. El joven mataviejas aché no era un individuo típico: en su tribu no todo el mundo hubiese sido capaz de realizar su siniestra labor, ya que para eso hace falta mucha brutalidad y ausencia de compasión. Él sí, por supuesto, al igual que el vulgar capo del campo nazi, que el cortacabezas de Estado Islámico, que el hooligan serbio (o croata) convertido en paramilitar, que la señorita Lynndie England en Irak... No es cierto eso de que cualquiera en el lugar de ellos hubiera hecho lo mismo. Por desgracia, esos personajes seguirán existiendo hasta que llegue el Homo neosapiens, nuestra gran esperanza (al menos dentro del linaje humano).

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