sábado, 18 de marzo de 2017

Breve chateo con el escritor y crítico Eduardo L. (con irrupción oral de Samuel R.) sobre la cosecha literaria de 2016

N.F.: -Hablemos de literatura, Eduardo.

E.L.: -Ya sabes que yo soy mucho de Stephan Zweig, Philippe Roth, José Luis Borges y Virginia Wolf.

N.F.: -Orgullo respectivo de Eslovaquia, Escocia, Uruguay y Bélgica, ciertamente... Pues a mí este último año me han cautivado Gyor Husanyi, Dyson Torricelli, Pascal Degrelle, Hugh T. Barks, Olujimi Magamo y Keiko Tagasaki.

E.L.: -No están mal. Aunque te olvidas de Patxi Amurrio, Jordi Samarcanda, Xosé Escalivada, Martín Afeira, Jacinto Tallarín y Luis P.

N.F.: -Bueno, eso en lo tocante a la literatura patria. En cuanto a latinoamericanos, destacaría al paraguayo Guido Dacosta, el dominicano Fenowsky Ríos y el peruano Toño Minamoto... sin olvidarnos de dos grandes promesas brasileñas: Orlando Kleber y Tancredo Marinetti.

E.L.: -Tancredo Marinetti es un must. Me gustó especialmente su Brújulas desnortadas, con prólogo de Mauricio Estuart Millás.

N.F.: -La llevó al cine magistralmente el chileno Eduardo Wilczek. No confundir con su hermano, el artista conceptual René Wilczek, autor de la performance "Arauconvoy Express con sacarina".

E.L.: -Sí, en el ensayo Una generación eximida, Braulio Napalm, en un demoledor epílogo, ensalza el trabajo de los Wilczek. Léelo.

N.F.: -A las tertulias en casa de los Wilczek a principios del milenio iban músicos, pintores, exégetas, epistemólogos, polígrafos... São Paulo era una fiesta, como ilustra el cuadro ya icónico de Darsy Gonçalves (curiosamente, un carioca entre tanto paulista)... Por cierto, Eduardo, apenas hemos hablado de mujeres. Del otro lado del charco quizá haya que apuntar a la chilena Joanna Basterreche (prestigiosa antropóloga, por otra parte) y la mexicana Lía Jaramillo. Y en nuestro país sería injusto no mentar a plumas femeninas prometedoras como Alexandra Riesco, Mafalda Campmany, Olga Carrio (poeta de moda en lengua asturiana) y, por qué no, mi paisana tinerfeña Jero Betancor (que además presenta un programa literario en el prime time de la televisión autonómica canaria)... ¿Eduardo?... ¿Te has ido?...

S.R.: (su voz sale a través del Amazon Echo) -Buenas tardes, soy Samuel R. y me gustaría matizar vuestros comentarios. ¿Tancredo un must?... Lamento no compartir ese punto de vista. A mí me parece más bien un bluf. Pongo sobre la mesa a Roberto Marinoswky, injustamente olvidado. En una de mis visitas a esas entrañables casetas de la Cuesta de Moya, escuché a Andrés Trampiello nombrarlo entre susurros, apenas tuve el tiempo justo de arrebatarle la pieza. Un tronco del que sacar muchas astillas. Y qué decir de Yeray Panero, el último de la saga, una última aparición del destello de la familia en Agaete, aún no se sabe quién fue realmente el padre. ¡Aaaamigooo!... Seguro que eso no se lo esperaban...

N.F.: Yeray Panero: ¡olvido imperdonable el mío! Creo que hiciste una crítica de su Vomitando que es gerundio en tu espacio radiofónico.

S.R.: Potando que es gerundio.

N.F.: ¿Es verosímil el rumor de que su padre podría ser el alicatador de El Goro Johnatan Panero?

S.R.: Se cree que es hijo de una camarera ebria del parque San Telmo.

(se corta la conexión)

martes, 7 de marzo de 2017

Enseñanzas vitales del fútbol (a través de mi Unión Deportiva Las Palmas)


El fútbol profesional es un deporte que en demasiadas ocasiones no se caracteriza precisamente por su ejemplaridad: tenemos jugadores chulescos solo interesados en coleccionar coches deportivos y mujeres-modelo (de pasarela, no de conducta), presidentes de dudosa moralidad implicados en turbios asuntos económicos, gamberros y descerebrados que encuentran una causa para el ejercicio de la violencia... Se me hace difícil proponer a mi hijo como ejemplo de comportamiento a alguien de este mundillo. Pero, como en todo lo relativo al ser humano, también hay una cara amable e incluso modélica.

Como seguidor desde niño de la Unión Deportiva Las Palmas, puedo afirmar que el fútbol me ha dado a través de las andanzas de mi equipo valiosas lecciones y ejemplos. Sobre todo, en los últimos años. Empezando por un grande como Juan Carlos Valerón, un tipo al que confiarías el cuidado de un ser querido o comprarías un coche usado sin dudarlo. Que en sus más de 20 años de carrera nunca fuese expulsado de un campo de juego y estuviese siete años sin ver una tarjeta amarilla -por cierto, fue un error del árbitro enseñársela- dice mucho de la deportividad de este futbolista por otro lado extraordinario en el manejo del balón y el pase: todo un fenómeno que pasó de jugar a la pelota en las playas de Arguineguín a disputar un Mundial con la selección española, para acabar finalmente colgando las botas en el club de su tierra. Sin dobleces, con la misma humildad y simpatía en todo momento, tenga enfrente al paisano de su pueblo natal o al rey de España.

Del caso de Valerón podemos extraer varias enseñanzas muy útiles. La primera es que estamos siempre al albur de gente mediocre que puede truncar una trayectoria profesional con su necedad y poco criterio. Un entrenador local de medio pelo de cuyo nombre es imposible acordarse llegó a decir de Juan Carlos cuando era un adolescente: "Este chico no vale para el fútbol". La autoconfianza, que se alimenta sobre todo de la confianza de los demás, es fundamental. Viene ahora a cuento el curioso sesgo cognitivo de Dunning-Kruger, merced al cual las personas incompetentes sobrestiman mucho sus habilidades mientras que las competentes subestiman las suyas. La segunda enseñanza es que si el bueno de Valerón hubiera tenido un carácter más agresivo en su juego (caso de su paisano Silva, que se bregó en el rocoso Éibar) quizá hubiese llegado más alto, al Olimpo del balompié donde moran los Pelé, Maradona, Cruyff o Messi. Pero hay una tercera enseñanza relacionada con esta segunda: lo más importante es disfrutar, pasarlo bien haciendo lo que te gusta, llegues o no a lo más alto. Y Valerón ha disfrutado -y hecho disfrutar a los aficionados de los equipos en los que ha militado- de lo lindo.

Es obvio que la felicidad no la proporciona el dinero, ni siquiera la victoria o el convertirse en el número uno: es mucho más importante sentirte valorado y querido. Que se lo digan si no al germano-ghanés Kevin Prince Boateng, que ha encontrado en la isla el equilibrio personal que le faltaba y ha vuelto a gozar como un niño con un balón sobre el campo. Y también al exmadridista Jesé Rodríguez, que ha preferido cobrar mucho menos a cambio de defender en medio del calor de sus paisanos el escudo amarillo que nunca había lucido (el Real Madrid se lo llevó a la capital a la edad de 14 años, cuando jugaba en el equipo de barrio Huracán). El arraigo, la buena convivencia y el estar a gusto con lo que uno hace son ingredientes mucho más decisivos para el bienestar personal que un puñado de dólares/euros o una larga hilera de trofeos.

La historia del club amarillo ilustra a la perfección que la vida da muchas vueltas, que hoy estás arriba pero mañana puedes estar casi abajo del todo. Estuvimos 19 años seguidos en Primera, nos fuimos a Segunda y más tarde a Segunda B. Volveríamos a Primera, pero el caprichoso destino nos tenía reservado un nuevo descenso a Segunda y a Segunda B antes de retornar en 2015. Fue un año después de lo previsto, porque nadie pudo imaginarse el gol del Córdoba en los últimos segundos de aquel partido para olvidar -el de la invasión de campo y los disturbios posteriores- que llevó a los andaluces a Primera en detrimento de los nuestros. Estas vueltas no solo se dan en los equipos sino en los jugadores: Roque Mesa estuvo a punto de dejar el fútbol tras quedarse sin equipo en 2008, Johnatan Viera parecía condenado a la mediocridad tras su discreto paso por Valencia y Rayo Vallecano y su lánguida etapa en un equipo de una liga menor (el Standard de Lieja belga), Tana no veía la oportunidad de demostrar su enorme calidad (se la dio Quique Setién al sacarlo del banquillo), a sus 25 años parecía que David Simón nunca saltaría al primer equipo desde el filial...

Clave importante: perseverar en la pelea por lo que quieres. Es lo que hizo la directiva de la Unión Deportiva -hay que reconocer el tesón del presidente Miguel Ángel Ramirez- tras el varapalo del Córdoba: había que seguir intentándolo y lo conseguimos al año siguiente. Es lo que hizo Roque Mesa a pesar de las circunstancias adversas, que parecían invitarle a dedicarse a otra cosa. Hay que aprender de las derrotas y nunca rendirse si creemos en lo que hacemos. Y es mejor cosechar los éxitos paso a paso y no mediante atajos: el Córdoba solo estuvo un año en Primera y ahora -con la Unión Deportiva por fin entre los grandes tras tanto sufrimiento- se debate para no bajar a la Segunda B. Todo requiere de una preparación, un tiempo de cocción, una fase de asentamiento... Pasito a pasito, sin prisa pero sin pausa, madurando y ganando confianza progresivamente.

Otra enseñanza tiene que ver con la suerte, que por definición no puede ser siempre adversa. Si haces algo bien y perseveras, la suerte acabará por sonreírte. No es filosofía barata de coaching sino una mera constatación estadística: la mala suerte tiende a compensarse a la larga con la buena, es improbabilísimo que te salgan cinco cruces seguidas en el lanzamiento de una moneda al aire. Por supuesto, es fundamental que se te abra una ventana de oportunidad, como las que permitieron colarse en el once amarillo a Tana, Roque Mesa o David Simón. Detrás del ascenso a Primera en 2015 de la Unión Deportiva (un año después de la desgracia frente al Córdoba) parece estar la misma ley de compensación de la injusticia que empujó al Deportivo a ganar la Liga en 2000 (seis años después de haberla perdido en el último segundo por un penalti fallido) y que hará que el Girona suba este año a Primera (tras varios reveses sucesivos) y el Atlético de Madrid se alce por fin con su ansiada Copa de Europa. El tópico de "La vida me debe una" parece encerrar una verdad, no solo en el ámbito del fútbol.

La siguiente lección es que hay que ser fiel a uno mismo. Lo contrario es una apuesta condenada al fracaso. Esto es algo que siempre ha tenido muy claro el entrenador Quique Setién. Nuestro fútbol es de toque y control, de ir ganando metros y buscando espacios. Intentar jugar al pelotazo no está inscrito en el ADN del futbolista canario y nunca ha sido del gusto de nuestro público, sería casi como ir contra natura. Una seña de identidad de la Unión Deportiva Las Palmas es su apuesta por la cantera. Este club perdería su alma si  algún día su plantilla no estuviera compuesta en su mayoría por jugadores de las islas. Aquí quiero sacar a colación un libro del filósofo y psicólogo danés Svend Brinkmann, Stand Firm: Resisting the Self-Improvement Craze, que a contracorriente aboga por autoaceptarnos tal cual somos y mantenernos firmes en nuestro carácter en lugar de estar reinventándonos y buscando luz en nuestro interior constantemente (uno de los mandamientos de la religión coach promovida por la industria editorial de la autoayuda).

Otra cosa que he aprendido con el balompié es que nadie está en posesión de toda la verdad. Basta haber visto cualquier partido y escuchar o leer luego los comentarios de uno y otro lado. Los relatos son muy diferentes, frecuentemente opuestos. Por desgracia, abundan los periodistas cuyo forofismo les hace ver conspiraciones arbitrales inexistentes. Sus palabras pueden ser muy nocivas, al transmitir a la gente una paranoia injustificada que no pocas veces se traduce en hostilidad y violencia. Es cierto que los árbitros han perjudicado a la Unión Deportiva esta temporada en algunos partidos muy concretos (todo el mundo se equivoca), pero es absurdo inferir complós o mala fe sistemática en nuestra contra. Algún trencilla puede estar predipuesto por algún motivo personal (acaso un grancanario le robó la novia) contra la Unión Deportiva o alguno de sus jugadores, pero no se puede generalizar a partir de algo puntual.

La enseñanza más grata la he dejado para el final: es la de que si te propones metas realizables puedes alcanzarlas aunque parezcan inicialmente una quimera. ¿Alguien hubiera dicho en 2005, con el equipo en Segunda B y casi arruinado, que doce años más tarde estaríamos a punto de ganar en el estadio Santiago Bernabéu (una de nuestras asignaturas pendientes), bailando al Real Madrid con un equipo con ocho canarios sobre el campo? Íbamos venciendo 1-3 a falta de tres minutos, casi lo conseguimos... Hubimos de conformarnos con un empate, pero ya conseguiremos asaltar ese estadio más tarde o más temprano. Y por qué no, si seguimos haciendo bien las cosas en el plano económico y deportivo, aspirar a metas más altas que ahora suenan irrealizables (yo siempre he soñado con un título e intuyo que llegaré a verlo). Porque la humildad no está reñida con la sana ambición. En fin, ¡pío, pío!

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