Lo primero, tengamos en cuenta que en España hay 46 millones de personas. Es un disparate hablar de feminicidio porque cada año asesinan a medio centenar de mujeres (lo cual, INSISTO, es un espanto) de las 20 millones que pisan nuestro suelo: ¡es una sobre 400.000! Otra cosa es el maltrato físico y/o psicológico, mucho más cotidiano. No olvidemos que estamos abordando el comportamiento de unos primates autoetiquetados como Homo sapiens sapiens, entre cuyos machos -y también hembras- siempre hay y habrá individuos infames. La brutalidad y la excesiva inclinación a la violencia es intrínseca a no pocos congéneres, y para constatarlo no hace falta ser un sociólogo. Se estima en torno a un 2-3% el porcentaje de psicópatas, de gente sin empatía ni escrúpulos, en la población humana total. Por otra parte, el terreno está más abonado para la violencia de género en España que en otros países más avanzados. Aquí sigue bien arraigado el machismo, sobre todo en las clases bajas y entre la gente más conservadora y rancia de las clases medias y altas: no es de extrañar, dado el peso de la tradición y de la Iglesia católica.
Todavía hay amplio recorrido para concienciar a nuestros niños y jóvenes -el resto de la población infectada por el machismo es ya culturalmente irrecuperable- de que hombres y mujeres han de ser iguales en dignidad y derechos, de que todo tipo de maltrato o abuso es intolerable. Y seguramente haya que reforzar las leyes contra la violencia machista y aumentar la protección de las mujeres amenazadas, sin por ello incurrir en una legislación que, como su propio artífice (mi paisano socialista Juan Fernando López Aguilar) pudo constatar en sus carnes, puede llegar a arruinar la vida de alguien con una simple denuncia falsa o sin fundamento. Esa ley de 2004 está siendo utilizada torticeramente como un arma de la madre contra el padre para hacerse con la custodia de los hijos en procesos de separación o divorcio.
Todavía hay amplio recorrido para concienciar a nuestros niños y jóvenes -el resto de la población infectada por el machismo es ya culturalmente irrecuperable- de que hombres y mujeres han de ser iguales en dignidad y derechos, de que todo tipo de maltrato o abuso es intolerable. Y seguramente haya que reforzar las leyes contra la violencia machista y aumentar la protección de las mujeres amenazadas, sin por ello incurrir en una legislación que, como su propio artífice (mi paisano socialista Juan Fernando López Aguilar) pudo constatar en sus carnes, puede llegar a arruinar la vida de alguien con una simple denuncia falsa o sin fundamento. Esa ley de 2004 está siendo utilizada torticeramente como un arma de la madre contra el padre para hacerse con la custodia de los hijos en procesos de separación o divorcio.
Pero, por muy bien que lo hagan las autoridades y la sociedad civil, es imposible erradicar esta plaga (en España o en cualquier otro sitio). ¿Alguien se rasga las vestiduras por el hecho de que siga habiendo asesinos, estafadores, violadores y otros delincuentes, de que las cárceles sigan siendo -y nunca dejen de serlo- necesarias? ¿Acaso han desaparecido esos tipejos de algún país del mundo, por muy avanzado que sea? ¿De veras podemos creernos que por mucho "pacto político, institucional y social para luchar contra el machismo criminal" (PSOE dixit) no va a haber siempre algún energúmeno por ahí que mate a su esposa? Una importante función de las leyes es intentar prevenir el delito, pero pretender que éste desaparecerá completamente alguna vez de la faz de la Tierra es de una ingenuidad demencial.
En cualquier caso, no perdamos la perspectiva. Según el psicólogo evolutivo canadiense Steven Pinker, en contra de lo que podríamos pensar viendo un telediario, los humanos nunca hemos sido menos violentos como ahora. Pinker sostiene esta tesis en su libro Los ángeles que llevamos dentro, apoyado por un gran arsenal de datos estadísticos. No tengo información al respecto, pero pongo la mano en el fuego a que nunca ha habido menos víctimas de violencia machista en España como en la actualidad. ¿Se imaginan cómo debía ser el panorama en 1915, por no hablar de 1815, 1715 o antes?
Por cierto, en los telediarios solo sale lo noticiable (como el asesinato de una mujer a manos de su pareja), que es una muy pequeña parte de la realidad cotidiana de un país relativamente desarrollado y en paz. Por desgracia, el maltrato físico es mucho más frecuente (una de cada ocho mujeres afirma haberlo sufrido). Pero, por fortuna, en materia de violencia machista España está muy alejada de regiones como Latinoamérica, la India, África o el mundo islámico (véase aquí un informe del estado mundial del problema). No pretendo ser complaciente sino ponderado y realista. Hay que proseguir con la concienciación social y las medidas de protección de las víctimas, hacer recaer todo el peso de la ley sobre el maltratador (ni más ni menos que sobre cualquier otro delincuente violento) y asumir de una vez por todas que siempre habrá bestias entre nosotros.
Por cierto, en los telediarios solo sale lo noticiable (como el asesinato de una mujer a manos de su pareja), que es una muy pequeña parte de la realidad cotidiana de un país relativamente desarrollado y en paz. Por desgracia, el maltrato físico es mucho más frecuente (una de cada ocho mujeres afirma haberlo sufrido). Pero, por fortuna, en materia de violencia machista España está muy alejada de regiones como Latinoamérica, la India, África o el mundo islámico (véase aquí un informe del estado mundial del problema). No pretendo ser complaciente sino ponderado y realista. Hay que proseguir con la concienciación social y las medidas de protección de las víctimas, hacer recaer todo el peso de la ley sobre el maltratador (ni más ni menos que sobre cualquier otro delincuente violento) y asumir de una vez por todas que siempre habrá bestias entre nosotros.
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