viernes, 28 de diciembre de 2018

Correlaciones nada casuales a la derecha y a la izquierda

Que la línea dibujada en un plano por los picos de una cordillera se corresponda exactamente con la evolución del precio del tomate frito en Mongolia no significa necesariamente que haya algún tipo de relación causal entre esas dos realidades (las alturas de las montañas y los precios del susodicho alimento). Este es un caso claro de correlación espuria, puesto que no obedece a causalidad alguna (¡podemos poner la mano en el fuego a este respecto!) sino a la mera casualidad.

A mis alumnos de la Universidad Carlos III solía ilustrarles la diferencia entre causalidad y correlación con algún ejemplo de esa guisa. Lo del tomate frito en Mongolia me lo he inventado, pero hay curiosas correlaciones de verdad (aunque evidentemente espurias) como la que liga el consumo per cápita de margarita en EE.UU. con los divorcios en el estado de Maine o el número de ahogamientos anuales en piscinas en EE.UU. con las apariciones en películas del actor Nicholas Cage.

Pero la cosa cambia si observamos una correlación entre conservadurismo, nacionalismo, especismo, religiosidad, homofobia, machismo e ignorancia: dicha correlación no puede ser casual, tiene que haber necesariamente algún tipo de causalidad. Ello no quita que uno pueda ser políticamente conservador al tiempo que antinacionalista, animalista, ateo, defensor del colectivo LGTB y una lumbrera intelectual. O animalista y defensor del colectivo LGTB a la par que ultranacionalista y religioso. Aunque, reconozcámoslo, se trata de combinaciones infrecuentes: ¿cuántas personas conocemos que reúnan esas características? Lo habitual es que todo vaya en el mismo paquete, lo que requiere una explicación científica.

Según Lazar Stankov y Jihyun Lee, detrás de esa correlación hay un "síndrome conservador" que hace que la persona afectada dé mucha importancia a cosas como la obediencia, la tradición, la religión, el orden y la pertenencia a un grupo nacional, al tiempo que es menos abierta a desafíos intelectuales (como estudiar, ampliar conocimientos o aceptar opiniones diferentes) y hostil hacia quienes no forman parte de su grupo o se desvían de la normalidad. Eso es lo que explica que nacionalismo, especismo, religiosidad, machismo, homofobia e ignorancia suelan ir juntos (en España podemos añadir la afición a la tauromaquia). Lo cierto es que en un estudio realizado a más de mil aspirantes a entrar en la universidad en EE.UU., Stankov y Lee observaron una correlación negativa entre conservadurismo (definido en los términos anteriores) y habilidades cognitivas.

No quisiera que esto se tomara solo como una mofa de la derecha, ya que también podría haber correlaciones entre izquierdismo, sectarismo, conspiranoia y magufismo, detrás de las cuales puede estar apostado un hipotético "síndrome izquierdista" (causante de que la persona afectada dé escasa importancia a la tradición, la religión, el orden y la pertenencia a un grupo nacional -salvo que sea catalán o vasco-, haciéndola extremadamente desconfiada y recelosa del sistema y menos abierta a revisar dogmas ideológicos tomados como verdades científicas que solo pueden ser negadas desde la ignorancia, la idiotez o la maldad).

El psiquiatra Paco Traver incluso apunta la supuesta correlación entre animalismo, veganismo, infertilidad y anorexia intelectual (aunque, por mucho que me empeño, no logro encontrar referencia alguna de ello en Google). Esto no parece haberse manifestado en un tipo como el físico teórico Brian Greene, vegetariano desde los nueve años y vegano desde hace algún tiempo, lo que no obsta para que tenga una mente prodigiosa (también eran vegetarianos medianías como Leonardo da Vinci, Nikola Tesla o Albert Einstein) y sea padre de dos niños. Pero ya hemos visto que siempre hay excepciones, como la del animalista defensor del colectivo LGTB al tiempo que ultranacionalista e integrista religioso...

Sea como sea, no debemos negarnos a conocer la verdad, por incómoda o políticamente incorrecta que esta resulte. Las verdades estadísticas (como la de que un 30% de los asesinatos machistas de mujeres en España son cometidos por inmigrantes que representan solo el 10% de la población, o la de que el 25% de la población carcelaria femenina en nuestro país se corresponde con un grupo étnico que solo representa el 1,5% del total) son necesarias para diagnosticar un problema y así poder encontrarle una solución razonable, aunque es inevitable que algunos las utilicen torticeramente como arma arrojadiza para fines más o menos oscuros.

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