sábado, 10 de diciembre de 2022

Espacio de posibilidades: el océano por el que navega la consciencia



Todo está ahí fuera en el llamado espacio de posibilidades, en el inabarcable reino abstracto de lo posible. Absolutamente todo, tanto el pasado (aunque ya se nos haya manifestado subjetivamente) como el futuro. Están todos los seres posibles y sus relaciones, todas las novelas y canciones (incluyendo las que a fecha de hoy no han sido aún escritas), todas las rocas, sombreros, anticiclones, pistones, goles, sueños, gramáticas y cuerpos celestes, cada una de las formas imaginables e inimaginables... Y también nuestro nacimiento. Y cada una de nuestras diferentes muertes.

Para el hinduismo, el dios Vishnu sueña el universo mientras duerme. Pongamos mejor que sueña todos los universos posibles, un multiverso autocontenido en un espacio de posibilidades que podríamos definir -conforme a un paradigma monista pampsiquista- como la proyección virtual del potencial de un objeto lógico-matemático eterno (la consciencia pura) subyacente. 

Pero esto no va solo de metafísica: el espacio de fases es un espacio de posibilidades que representa todos los posibles estados de un sistema físico, que puede ser el de un gas contenido en un recinto cerrado o el de la totalidad del universo. El homólogo en una partida de ajedrez sería el conjunto de todos los estados posibles sobre un tablero. Muchos de esos estados siguen inéditos (no se han manifestado físicamente) en su abstracto espacio de fases, pese a haberse disputado ya miles de millones de partidas desde la invención del juego por los antiguos indios. Lo mismo puede decirse de las partidas en el multiverso, en el que la consciencia es una exploradora de un ingente espacio de posibilidades, procesando información (o sea, reduciendo la incertidumbre) de manera ininterrumpida. Dicho de otro modo, haciendo una destrucción ab toto (a partir de la totalidad) ordenada y coherente. Esa exploración es necesariamente subjetiva. Y, conforme a un esquema pampsiquista, en ella hay volición.

¿Pero cuál es la naturaleza ontológica de una posibilidad? ¿No será un mero constructo de nuestra mente, algo que no es real, carente de existencia propia? El sentido común nos dice que solo existe lo que ocurre, no así los contrafactuales (las posibilidades que no se manifiestan, lo que pudo haber sido pero no fue). Pero la hipótesis de la realidad de toda posibilidad encuentra apoyo nada menos que en la mecánica cuántica, que se basa en la superposición de todas las posibilidades de un suceso: sin el concurso de todos y cada uno de los contrafactuales no se alumbra la realidad, no sale un suceso de su nube de probabilidad. Una computación cuántica es en el fondo, tal como dice el físico David Deutsch, un cálculo en el que intervienen todos los universos posibles.

Para el filósofo David Lewis, los mundos posibles existen en plano de igualdad con el que llamamos real (un real tan subjetivo, tan dependiente del observador, como aquí o ahora). Lewis considera que cada objeto solo habita un mundo posible. Por el contrario, el también filósofo Saul Kripke sostiene que los objetos tienen una existencia modal: habitan también muchos otros mundos. O sea, el objeto "Pablo Casado" no se limita a una persona que fue líder del PP y acabó descabalgado por su otrora amiga Díaz Ayuso: también es el niño que se ahogó en la bañera con tres años, el adolescente fan de Falete que lo asesinó en un concierto en 1998, el elegido presidente del Gobierno en 2023 y el que invadió Gibraltar en 2025.

En el espacio de posibilidades solo moran las cosas posibles: los objetos y proposiciones contingentes como Pablo Casado o "Esta noche juega Francia". Las cosas necesarias, las verdades lógico-matemáticas como 2+2=4, trascienden el espacio de posibilidades y lo informan. Si están presentes en todos los universos (a diferencia de las posibles) es porque son atributos del susodicho objeto lógico-matemático subyacente: la consciencia pura. Gracias a nuestra naturaleza lógica, que está marcada en las profundidades de nuestro ser (en la raíz de toda consciencia, no solo humana o animal), el mundo nos resulta comprensible y podemos razonar y hacer ciencia.

Hace tiempo elucubré acerca de los contrafactuales, preguntándome si existe un universo en el que Los Angeles Clippers me fichan para jugar con más de 50 años de edad. La conclusión era que ese suceso seguramente no se halle en el espacio físico de posibilidades, en el manifestado en el espacio-tiempo tal y como lo conocemos. Sí podría estar en el espacio virtual de una simulación informática. Así como está en la mente de quien idea la ficción, o puede expresarse como historia en un papel o un trozo de celuloide. El mundo de Mario Bros no es físicamente posible, pero esa imposibilidad no rige en su ámbito (en este caso, digital). En su último libro (Reality+), el filósofo David Chalmers insiste en subrayar que la realidad virtual no es menos real que la convencional. ¡Ya no hablemos de si encima es indistinguible de esta! Una civilización muy avanzada con un gran poder de computación tendría pues la capacidad tecnológica de convertir en real (aunque con el formato de una simulación informática) todo lo posible, así como de alumbrar el "mejor de los mundos posibles" que el bueno de Leibniz identificó erróneamente con el nuestro (el cual podría ser una simulación chapucera). 

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