lunes, 31 de octubre de 2022

Las matemáticas, Dios y el problema del mal

La naturaleza de las matemáticas sigue siendo un misterio. Me inclino a pensar que aciertan quienes consideran que no son un invento humano sino un descubrimiento de algo que está ahí fuera (mas allá del espacio-tiempo, en un ámbito abstracto), como creía Platón. ¿Pero cómo puede un ser inscrito en el espacio-tiempo aprehender algo que lo trasciende? Para el filósofo griego, esto es posible gracias a la razón, que tiende un puente entre el mundo físico y el orbe eterno de las ideas. Ello implica que la razón está dentro de nosotros y también fuera. Para mí, ese nosotros es cualquier criatura inteligente, no necesariamente humana ni moradora de nuestro planeta.

El físico platónico Max Tegmark cree que nuestro universo y todo lo existente dentro del mismo, así como en cualquier otro universo del Multiverso (del que es un firme proponente), son objetos matemáticos. ¿Lo sería también la consciencia?... No es de extrañar que los seres conscientes podamos concebir los números y tengamos una estructura lógica, conforme a la cual jamás podremos aceptar que 2+2=5, si fuésemos manifestaciones de una consciencia pura subyacente que tiene una naturaleza lógico-matemática (las matemáticas son una extensión de la lógica, como apuntaban Frege y Russell). 

De ahí llegamos a la idea de Dios, pero de un Dios/Consciencia pura muy rebajado con respecto a la creencia judeocristiana. Tan disminuido que no solo no sería omnisciente ni omnipotente, sino un absoluto ignorante de todo lo que desborde su naturaleza matemática (de saber intimamente, entre otras cosas, que 2+2=4 y que los ángulos de un triángulo suman 180 grados): ignorante del bien, el mal, el placer, el dolor, la noche, el día, el chocolate, las montañas o El Quijote.

Su ignorancia del bien y del mal haría que ni siquiera fuese benevolente (tampoco malvado): no sabe lo que es la empatía y la moral, que descubriría en el mundo fisico (junto a la angustia, la injusticia, el sonido del agua corriendo o los amaneceres) bajo algunos de sus avatares materiales conscientes. Este planteamiento implica que no hay una moral objetiva, ya que no está escrito en ninguna expresión matemática que torturar a un ser inocente sea algo deplorable. Ahora bien, es innegable que la compasión (también la crueldad) puebla el espacio de posibilidades y que es abrazada por seres conscientes inteligentes, avatares materiales de la consciencia pura. Todo lo que es posible se manifiesta en al menos algún universo (así como lo necesario -las verdades lógicas y matemáticas- está presente en todo el Multiverso), y la moral como posibilidad ha sido seleccionada por la consciencia en este universo. O sea, por ti; o sea, por Dios. Dicho en términos darwinistas, algunos seres conscientes han sido seleccionados evolutivamente por portar valores morales que han resultado ser adaptativos. ¿Habrá algo en la razón pura, en la raíz de la consciencia, que de algún modo empuje hacia la compasión?...

Puede que la moral acabe inscrita de manera indeleble en los mimbres de un cosmos seleccionado por la consciencia bajo la guía de la razón. En ese sentido podría considerarse de algún modo objetiva, pero no a priori sino a posteriori: en un mundo donde la consciencia materializada sí que se ha hecho omnipotente (¿acaso también omnisciente?) a la par que benevolente. Ese otro Dios, esculpido a partir de una consciencia pura exclusivamente lógico-matemática, estaría en construcción. Nosotros somos sus constructores.

No hay comentarios:

Archivo del blog