Que un equipo de la NBA fiche como jugador a un baloncestista retirado de 53 años es tan poco probable como que hoy (10 de agosto) la temperatura en la ciudad de Madrid baje hasta los 0 grados. Pero que me fiche a mí, al que esto escribe, entra ya en el terreno de lo absurdo. Sin embargo, no es un suceso físicamente imposible: no hay nada en las leyes de la física que lo impida, lo que hace que en principio forme parte del espacio de posibilidades.
La llamada telefónica esta tarde del presidente de los Clippers para ficharme no está en el mismo plano emergente que mi capacidad para afrontar las elevadas exigencias físicas y técnicas de un partido de la NBA. En el segundo caso hay una limitación insuperable de índole biológica. No así en el primero, que podría obedecer a algún capricho o trastorno mental del susodicho dirigente deportivo.
Mi inopinada incorporación a la plantilla de los Clippers sirve de ejemplo para asomarnos a dos cuestiones fascinantes: el verdadero tamaño del espacio de posibilidades y la existencia de contrafactuales. ¿Existe o llega alguna vez a iluminarse un mundo en el que yo juego en la NBA con 53 años sin ninguna experiencia previa?... El experimento de Elitzur-Vaidman, que puede utilizarse para detectar bombas que funcionan sin necesidad de detonarlas, demuestra que lo que no ocurre (al menos en nuestro universo) influye en lo que ocurre: lo contrafactual existe, aunque no se manifieste ante nuestros ojos, y en ello (en la superposición de todos los posibles) se funda la mecánica cuántica. La cuestión es determinar si hay alguna probabilidad, por ínfima que sea, de que sea yo en vez de un reputado profesional quien reciba esa llamada telefónica desde California.
Demos otra vuelta de tuerca: me convierto en titular indiscutible de Los Ángeles Clippers (haciendo el ridículo en la cancha en cada partido) y encima me dedico a meter canastas en propia y dar pases deliberados al contrario. Todo ello seguiría siendo compatible con las leyes de la física... Pero he aquí la clave: quizá no con las leyes que rigen lo social (una emergencia de lo psicológico, a su vez emergente de lo biológico, a su vez emergente de lo físico). Porque, ¿qué grupo humano permitiría algo semejante? En el muy improbable supuesto de que no interviniera la NBA o la Justicia californiana o federal, mi continuidad en el equipo tendría un coste muy alto: mi seguridad (y la del abducido entrenador, así como la del presidente) estaría constantemente en peligro y cada partido se vería salpicado de hechos violentos a manos de fans enfurecidos. Más de un compañero del equipo perdería asimismo los nervios. ¿Hay leyes sociales que impiden que ese suceso aberrante (mi estancia activa durante toda una temporada en el club angelino) forme parte efectiva del espacio de posibilidades, de igual modo que hay leyes psicológicas que me disuaden de actuar en contra de mi equipo, leyes biológicas que me impiden dar una zancada de 10 metros y leyes físicas que me impiden dar un salto hacia arriba de 400.000 kilómetros en un segundo?...
Mi sospecha es que el espacio de posibilidades es tan grande como la suma de lo que todas las mentes del Multiverso pueden imaginar. Pero sola una muy pequeña fracción de ese espacio se corresponde con lo físicamente posible (una fracción aún menor con lo biológicamente posible, y así de manera decreciente a medida que ascendemos en complejidad en la pirámide de emergencias). Ello no obsta para que sucesos o universos físicamente imposibles puedan materializarse en sueños, ficciones (como las de Borges o la que me ubica en la plantilla de los Clippers en 2021) o alguna simulación informática como el San Junípero de Black Mirror. Haciendo así posible lo imposible.
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