sábado, 17 de noviembre de 2018

Reggaetón, trap, machismo y cultura subyacente


No hay nada que haga más daño a la lucha contra el machismo que el videoclip de un primate enjoyado cantando reggaetón o trap en medio de un montón de chicas ligeras de ropa. Lo mismo pasa con las campañas de tráfico o antitabaco: basta una película en la que el actor guapo y famoso vaya a toda hostia con el coche o fume con gesto de tipo duro interesante para dinamitar cualquier intento de concienciar a los más jóvenes del riesgo de los accidentes de circulación o de los nefastos efectos del tabaco. Todo el dinero público invertido termina únicamente beneficiando a las agencias publicitarias encargadas de hacer los impactantes anuncios televisivos de turno. Todo el esfuerzo de comunidad educativa, sociedad civil y familias cae en saco roto.

Si no fuera por eso, el reggaetón (denominación insultante para el reggae, que debe tener a Bob Marley retorciéndose en su tumba) y el trap serían solo meras manifestaciones de la ingente basura cultural de nuestro tiempo: como la telebasura de Belén Esteban y Jorge Javier, los telefilmes de serie B de las sobremesas del fin de semana en Antena 3, las instalaciones artísticas de Damian Hirst, la abundante literatura barata de masas o la inconmesurable mierda de Internet. Pero, más allá de representar un insulto a la inteligencia y a la estética (así como de invitar a perrear a la chavalería, a lo que no tengo nada que oponer), se trata de algo muy serio: es basura tóxica que, además de llenar de oro los cuerpos y las cuentas corrientes de algunos simplones alfa, perpetúa el machismo en sociedades tan necesitadas de librarse de esta lacra como las latinoamericanas y dificulta su erradicación en otras como la española (donde, pese a haber mucha gente rancia, hemos avanzado bastante en las últimas décadas).

Es innegable que el machismo suele venir en el mismo paquete cultural que la homofobia, la ignorancia, la religiosidad y el nacionalismo. Por eso no deja de ser, en lo que respecta al ámbito geográfico de raíz cultural ibérica, una de las caras de un poliedro con muchos otros lados: infames políticos populistas embutidos en el chándal de su selección nacional, grotescos culebrones infestados de la más ñoña moralina católica, concursos de belleza femenina que afrentan la dignidad de la mujer, clasismo y racismo vergonzantes de una plutocracia hortera hasta decir basta, pandilleros cuasihumanos tatuados hasta el prepucio, histriónicos predicadores evangélicos, maltrato animal, santería y Santa Muerte, persecuciones de maricos a manos de puromachos, embarazos no deseados de adolescentes, corrupción generalizada... Si el reggaetón tiene un amplio mercado es porque, dejando aparte que a los jóvenes les gusta divertirse y perrear (como a todo el mundo que no reniegue de su naturaleza animal), hay una cultura subyacente bastante mejorable: al otro lado del charco y también a este lado.

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