sábado, 7 de septiembre de 2013

El sueño olímpico del príncipe Felipe

El discurso del príncipe Felipe esta tarde en la presentación en Buenos Aires de la candidatura de Madrid 2020 fue magnífico, pero absolutamente vacío: como ejercicio de retórica, sobresaliente; en cuanto a enjundia y apego a la realidad, cero. Desde luego, no se podía esperar otra cosa de un discurso institucional de esa naturaleza y en semejante foro.

Para empezar, el príncipe expresa su agradecimiento al COI por el "trabajo que hacen cada día para tener un mundo mejor". ¿En qué han contribuido el COI y sus miembros a un mundo mejor? ¿En qué ha contribuido, en particular, Alberto de Mónaco? ¿Acaso ha sido un trabajo en la sombra, realizado con tanta discreción que se nos escapa al común de los mortales?

A continuación, el heredero a la Corona desgrana una típica, tópica -y ridícula, por supuesto- apología del deporte. Claro que el deporte es algo loable y saludable (correr, ir en bici, nadar, jugar al fútbol, al baloncesto...). Pero otra cosa bien distinta es el deporte de alta competición, principalmente un negocio y una actividad no demasiado beneficiosa -aunque solo sea por las inevitables lesiones, ya no hablemos del dopaje- para la salud de quienes lo practican.

Cada vez que me hablan de la bondad del deporte, de su ejemplaridad para los niños, me vienen a la cabeza tipos como Mourinho y esas grandes estrellas endiosadas, coleccionistas de modelos estúpidas y de coches deportivos. Claro que hay otros deportistas con un perfil aparentemente más ejemplarizante, como Gasol o Nadal. ¿Pero cuántas veces les hemos visto mojarse en la tele -además de por marcas de coches y zapatillas- por un nuevo modelo de sociedad más sostenible, por la gente más desfavorecida, contra tantos abusos a la ciudadanía? "Los beneficios del deporte se miden en generaciones, no en dólares", prosigue Felipe. Que se lo diga a los organizadores de la NBA, de la Liga BBVA o de la Premier League: que les proponga que a partir del año que viene hagan competiciones sin ánimo de lucro.

"He visto cómo funciona el olimpismo y sé que puede conseguir ese futuro brillante para todos los jóvenes", dice. ¿Sí? ¿Cómo funciona? Porque sería muy interesante saberlo para disipar ciertas sospechas no carentes de fundamento. "Creemos en el olimpismo", afirma con gran solemnidad. Obviamente, no se puede creer lo que dice: ni él ni los más avispados de la representación española desplazada a Buenos Aires. El día que se ventile toda la cochambre de esa institución, que llegó a ser presidida por un exfalangista catalán cuya esposa nunca hablaba con el servicio, nuestro futuro Rey quedará retratado como Samaranch lo fue en noviembre de 1975 con motivo del fallecimiento de su amado caudillo.

En fin, que dentro de una hora y cuarto se sabrá quién organizará los Juegos de 2020. Me alegraría sinceramente si un triunfo de Madrid fuese una oportunidad para la regeneración democrática y cívica de España, pero es que me temo que sería lo contrario: un aval a una casta política corrupta y a sus amiguetes empresarios, con el consiguiente portazo definitivo a la esperanza de tener algún día un país más serio, amable y vivible. Ya veremos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ayer se me pasaban por la cabeza exactamente las mismas ideas que has escrito tú. Muchas gracias por darles forma, Nico.
Es cierto que mi preocupación principal con la designación de la sede de los JJ.OO. se refería a los millonarios gastos superfluos y las consiguientes nuevas oportunidades para nuestra cleptocracia madrileña.
Lo segundo que más me indignaba es ver a nuestros medios públicos convertidos en aparatos propagandísticos de toda esta gentuza... Y decenxs de deportistas de élite, si no cientos, invitadxs para defender en el fondo su causa particular: becas para sobrevivir con dedicación exclusiva lxs que practican las modalidades más minoritarias; contratos de imagen lxs más conocidxs... y la gran mayoría, con un grado de alienación tal que son capaces de poner en grave riesgo su salud con el dopaje (silenciado por cierto por toda la prensa española). Eso sí, todas las declaraciones de estas personas convertidas en ídolos son muy fáciles de entender para nuestra infancia, porque usan su mismo nivel de lenguaje.
Para acabar con este desahogo, creo que nos falta una reflexión sobre el sexismo en el deporte de élite. Y como a olímpico no me gana nadie, volvamos a los orígenes: viva el deporte aficionado.
Idea final: ¿vamos a recibir a nuestrxs mejores embajadorxs al aeropuerto?

Mario dijo...

Ayer se me pasaban por la cabeza exactamente las mismas ideas que has escrito tú. Muchas gracias por darles forma, Nico.
Es cierto que mi preocupación principal con la designación de la sede de los JJ.OO. se refería a los millonarios gastos superfluos y las consiguientes nuevas oportunidades para nuestra cleptocracia madrileña.
Lo segundo que más me indignaba es ver a nuestros medios públicos convertidos en aparatos propagandísticos de toda esta gentuza... Y decenxs de deportistas de élite, si no cientos, invitadxs para defender en el fondo su causa particular: becas para sobrevivir con dedicación exclusiva lxs que practican las modalidades más minoritarias; contratos de imagen lxs más conocidxs... y la gran mayoría, con un grado de alienación tal que son capaces de poner en grave riesgo su salud con el dopaje (silenciado por cierto por toda la prensa española). Eso sí, todas las declaraciones de estas personas convertidas en ídolos son muy fáciles de entender para nuestra infancia, porque usan su mismo nivel de lenguaje.
Para acabar con este desahogo, creo que nos falta una reflexión sobre el sexismo en el deporte de élite. Y como a olímpico no me gana nadie, volvamos a los orígenes: viva el deporte aficionado.
Idea final: ¿vamos a recibir a nuestrxs mejores embajadorxs al aeropuerto?

Nicolás Fabelo dijo...

Anónimo, estoy muy de acuerdo con lo que dices. Por tu elegancia expositiva, creo que sé quién eres...
Bueno, también me da una pista el uso del plural no sexista(x),con el que nunca he estado de acuerdo, por cierto (ese es otro tema, jaja).

Un abrazo, amigo (ayer, por cierto, fuimos rivales deportivos en un partido que acabó 1-1).

Adolfo dijo...

Hola Nico, sin quitarte razón, tengo que discrepar en algunos aspectos. No había oído el discurso del príncipe y la verdad es que está muy bien, y aunque soltó un montón de tópicos, el conjunto del discurso no lo era.
¿Que hay que pelotear a los miembros del COI?, bueno, son los que van a votar, no se entendería hacer lo contrario.
Sobre lo de si el balance sería positivo o no para Madrid y España. Es difícil saberlo. Pienso en Barcelona 92, y creo que se podrían dar las dos cosas. Por un lado el "inevitable" pelotazo para un reducido grupo de constructores y dueños de solares varios.
Pero también podría darse un efecto social positivo. Barcelona fue un evento mágico que aumentó la eternamente baja autoestima de un país que quería ser moderno, que éramos capaces de hacer las cosas bien y queríamos que todos lo supieran. Y el resto del mundo se dio cuenta de que ya no éramos el lugar gris de antes, que merecíamos respeto. Nos situó en el mapa. Seguro que estos efectos serían cuantificables en dinero y sería de muchas cifras.
Nos creímos el espíritu olímpico y se generó un áurea de buen rollo, por no hablar que nunca se expresó más abiertamente el afecto entre Cataluña y el resto del país, ese que normalmente no se oye, porque el ruido de los exabruptos es más llamativo.
Creo que fue el momento de lucir la España que no sale en callejeros, y que también está ahí.
No sé si este era el momento de unos JJOO, pero si no los apoyé por los costes que tendrían asociados, tampoco me oponía por lo que expongo.
Bueno, no estaba en nuestra mano, y otra vez será.

Nicolás Fabelo dijo...

Adolfo, mi post iba dirigido sobre todo al discurso retórico y vacío del príncipe. Fue el típico discurso institucional, aunque muy bien ejecutado, con gran habilidad oratoria. Eso no lo niego, claro.

En cuanto a lo de Barcelona, creo que hay muchas diferencias. En 1985, nosotros nos disponíamos a entrar en la UE, el país estaba en un proceso de intensa modernización de infraestructuras, usos y costumbres (homologándonos a Europa a partir de una situación cuasitercermundista), con una derecha acomplejada que solo se comía una rosca en Galicia, Ceuta y Melilla. Ahora es bien diferente (lo único positivo es que ya no hay ETA), con un país en franco declive económico y social, una población envilecida por el deterioro educativo, la especulación inmobiliaria y la telebasura y una derecha sin complejos más rapiñera que nunca. Con muchos catalanes, encanallados por sus fanáticos nacionalistas, a punto de decir "¡Hasta luego, Lucas!". Y muchos ciudadanos del resto, encanallados por sus nacionalistas peperos, a punto de llamar a la Legión para frenar a los catalanes y recuperar Gibraltar. En 1992 cometimos el error de subestimar a la España impresentable (acaso éramos demasiado jóvenes para advertirlo) que estaba ahí en el fondo, detrás de la nueva España moderna y brillante que asombraba al mundo, agazapada para volver a levantarse con su horrible pestilencia castiza.

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