viernes, 13 de julio de 2012

Unión Europea, ¡sí, por favor!

La Unión Europea (UE) se ha convertido en blanco de las críticas de la ciudadanía menos informada del viejo continente, manipulada por demagogos y populistas de diversa especie empeñados en convencerla de que sus problemas (paro, estancamiento económico, pérdida de derechos sociales, etc.) son atribuibles a las instituciones comunitarias. Cuando lo cierto es que la UE no representa el problema sino la vía para la solución: para afrontar la actual crisis e intentar reformular nuestro modelo de vida con inteligencia y sensatez -en aras del equilibrio medioambiental y territorial, del bienestar social y de la paz- es necesario actuar a nivel comunitario. Lo que hay que hacer es dar un salto en la construcción europea para avanzar hacia una unión política plena, hacia una federación con unos poderes legislativo y ejecutivo equiparables a los de cualquier Estado democrático. Luego, la Unión será lo que sus habitantes queramos que sea, expresándonos no solo en las urnas sino también a la hora de consumir o protestar: no se puede pretender que su calidad, como la de cualquier otra institución humana, sea mayor que la de los ciudadanos que la componen.

La UE no es solo, como se empeña pertinazmente en subrayar la izquierda más tradicional, la "Europa de los mercaderes". Su creación obedeció sobre todo a un objetivo político muy claro: enterrar definitivamente el hacha de la guerra en Europa, impedir que la rivalidad económica entre las grandes potencias del viejo continente llevase de nuevo a un masivo derramamiento de sangre. Obviamente, el proyecto recibió el respaldo de Estados Unidos por significar un cortafuegos a la expansión del comunismo soviético. Y, por supuesto, no era incompatible con la economía de mercado y el mantenimiento de un sistema en el que los más poderosos económicamente siempre ejercen más influencia que los menos fuertes (¿existe acaso otro donde esto sea diferente?). Un sistema que, por otra parte, brinda instrumentos para favorecer la integración de los sectores más vulnerables de la población y de los países menos desarrollados de dentro y fuera de la UE (¿acaso no ha sido una bendición para España su pertenencia a la UE?), para poder corregir tanto las desigualdades personales como las regionales.

El truco de la integración europea, la clave de su éxito (hasta ahora), fue la creación de una sólida comunidad de intereses, de una amistad forjada con lazos económicos que ha demostrado ser la forma más eficaz -mucho más que los inútiles llamamientos a la paz del Papa de turno- de conjurar la guerra. Porque, ¿quién tira piedras contra su propio tejado? Se trataba del concepto de"paz perpetua" a través del comercio que ya había apuntado Kant dos siglos atrás. Seis décadas más tarde podemos dar fe de ello. Y hay que ser muy ciego para negar, pese a todos los defectos y vicios de la UE (burocracia, inacción en política exterior, componendas impresentables, contemporización con sátrapas, puertas giratorias entre lo público y lo privado...), que Europa ha avanzado mucho económica y socialmente desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Hay además otras cosas que suelen pasar desapercibidas, como el papel de la UE como contrapeso a los abusos de las grandes empresas y como garante de la estabilidad en su entorno geográfico cercano.

En fin, que si queremos cambiar el mundo, si pretendemos superar este capitalismo de casino, cometeríamos un grave error en tomar como enemigo al proceso iniciado en 1951 con la fundación de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA). Me temo que si la UE fuese dinamitada, no pasaría más de una generación antes de que Europa volviese a conocer la tragedia de la guerra. Estoy seguro de que mi admirado Stefan Zweig, europeísta confeso al que le tocó ser coetáneo del horror de las dos guerras mundiales, pensaría lo mismo de estar vivo.

1 comentario:

Adolfo dijo...

¡Bravo, Bravo, Bravo!.
¡Como siempre dando en el clavo!.
Siempre he pensado qué sería de estas islas Canarias en las que me ha tocado vivir si no fuera por instancias y legislaciones superiores, valga la Constitución, y sobre todo, las normativas de la UE.
Mi humilde experiencia me dice que cuanto más pequeño sea el ente a gobernar, más proclive es al compadreo y la chapuza.
Echamos la culpa de todo a los políticos, pero no reconocemos que éstos son producto nuestro. ¿Qué políticos va a tener un país de cafres?. Pues eso.
Y si desconfío plenamente de mis compatriotas españoles, no te digo nada de mis paisanos canarios.
Por eso digo: !Señores de la UE!, por favor, ¡intervéngannos, rescátennos, colonícennos, conquístennos, lo que sea, pero sálvennos de nosotros mismos!.

Archivo del blog