domingo, 2 de abril de 2017

¿Es nuestro universo una simulación?

Autor: EEIM

Un artículo del filósofo Jesús Zamora Bonilla en Mapping Ignorance, en el que despacha como absurda la hipótesis de que nuestro universo pueda ser una simulación informática, me ha tenido dándole vueltas a la mollera unos cuantos días (¡y él lo sabe!). Su colega sueco Nick Bostrom es el formulador del argumento de la simulación, lo que no significa que se posicione en favor de su existencia: lo que sostiene es que si una civilización superinteligente alcanza en el futuro un estadio de desarrollo tecnológico que permita hacer simulaciones de sus ancestros, existe interés en hacerlas y no hay tabú o reparo moral alguno que las frene, lo más probable es que estemos viviendo en una de esas simulaciones. ¿Por qué? Pues por una razón meramente estadística, ya que habría muchos más universos simulados que reales: bastaría una sola simulación de nuestro universo para que la probabilidad de estar viviendo en ella fuese del 50%, ya no hablemos de si fueran miles o millones...

Desde luego, si el Universo es un objeto digital (granulado, construido a partir de ceros y de unos como un ordenador) podría ser teóricamente computable. Otra cosa es que resulte físicamente imposible computarlo y ejecutarlo, al menos desde dentro de nuestro universo (por una limitación gödeliana), por mucha tecnología que se posea. También es posible que una civilización inteligente nunca llegue a adquirir los conocimientos y la tecnología suficientes al caer víctima de una supuesta "maldición de la inteligencia": un inevitable desfase entre desarrollo económico-tecnológico y educativo-cultural que la conduciría inexorablemente a su autodestrucción (por ejemplo, mediante una hecatombe nuclear). Sam Harris alerta precisamente en El fin de la fe de la siniestra combinación de creencias religiosas antiguas con armas de destrucción masiva modernas.

Un mapa no es el territorio, una foto del paisaje no es el paisaje, la maqueta de una casa no es la casa, la representación mental de un ábaco no es un ábaco: hay una relación isomórfica entre unos y otros que podríamos etiquetar como una representación virtual (por cierto, gracias a ella obtenemos un valioso conocimiento del mundo). ¿Pero y si no hubiera diferencias entre universos reales y simulados? Para hacer un simulador de vuelo no hace falta (ni siquiera es deseable, por razones de coste) que la precisión sea absoluta: lo ideal sería que fuese indistinguible de una situación real, pero sin el riesgo de resultar herido o muerto por estrellarte contra el suelo. Sin embargo, para simular un universo podría ser necesario reproducir exactamente todos y cada uno de sus rasgos.

Parece una labor titánica programar todo un universo paso a paso, pero no es necesario ser tan intervencionista: solo habría que establecer un estado inicial y unas pocas y simples reglas básicas para que evolucione (si ello fuera posible, tal como apunté dos párrafos atrás, ya que habría que comprimir una ingente cantidad de matería-energía en un punto microscópico). Dicho de otro modo, no hace falta computar la complejidad: esta emerge luego por añadidura, fruto de la simplicidad. Pongamos que disponemos de un catálogo infinito de universos en el Multiverso, una lista fija en la que la vida inteligente solo aparece en un número relativamente muy pequeño de universos (una cifra que, no obstante, seguiría siendo infinita). Reproduciendo su estado inicial y sus reglas, un determinado universo podría ser alumbrado una y otra vez. Carecería de sentido hablar de universos reales y simulados porque no habría diferencia alguna entre ellos: como no la hay entre un electrón producido naturalmente (por ejemplo, en una desintegración radiactiva o en el choque de un rayo cósmico con la atmósfera terrestre) y otro generado artificialmente en un acelerador de partículas. En cualquier caso, real o simulado, todo universo tendría que ser computable (en el Multiverso habría pues un conjunto de universos no computables que, debido precisamente a este rasgo, jamás llegarían a ser sustanciados físicamente: entre ellos figuran los que el físico israelí David Deutsch -autor de La estructura de la realidad- llama entornos CantGoTu, en homenaje a Cantor, Gödel y Turing). La principal dificultad estribaría en determinar cuáles son los sencillos parámetros exactos del universo concreto que queremos replicar.

El experto en ciencias de la computación Jürgen Schmidhuber apunta que sería más fácil programar un ordenador para producir todos los posibles universos computables que programarlo para irlos creando uno a uno (lo cuenta Brian Greene en La realidad oculta: Universos paralelos y las profundas leyes del Cosmos). Cada universo concreto por separado requeriría especificar previamente en el ordenador una cantidad enorme de datos, para a través de un complejo proceso de cálculo intentar extraer de la inmensa duna del espacio de fases el diminuto grano de arena correspondiente al estado inicial y reglas de ese particular universo y no de cualquier otro. La alternativa sería dejar que se ejecutase un programa maestro que incluyera todas las posibles variables: más tarde o más temprano aparecerían todos los universos posibles, entre ellos el o los deseados por el programador.

He de reconocer que una seria objeción a la posibilidad de estar viviendo en una simulación es que hay detalles de nuestro universo que no se explicarían, por ser innecesarios, si se tratase de una simulación: esta parece, contra toda lógica, demasiado perfecta y costosa. Pero esta pega se desvanece si no hubiese distinción entre universos reales y simulados. Quizá todo sea necesario en un universo y no haya lugar para la contingencia. No es contigente que yo me apellide Fabelo y esté ahora tecleando esto en mi portátil, ni lo es que el teclado exhiba ahora mismo una mota de polvo sobre la letra J: de otro modo, no sería el yo de este universo. En un universo simulado todo sería también necesario, desde un cuásar a una brizna de hierba pasando por un golazo de Tana con la Unión Deportiva La Palmas en el Santiago Bernabéu.

Aunque no parece físicamente posible la interacción del programador con su universo replicado (ni siquiera sería capaz de observarlo cual entomólogo a un insectario, al proyectarse ese universo en una región espaciotemporal desgajada de la suya en forma de burbuja independiente), ello no obsta para que la simulación tenga un propósito lúdico. Según el físico ruso Andrei Linde, uno de los teóricos del universo inflacionario, el simple hecho de jugar a Dios (aunque fuese un creador ausente e ignorante de la evolución de su creación) ya sería por sí mismo irresistible. Y aunque no pudiéramos contemplar un universo, su creación marcaría un hito científico ante el cual quedarían empequeñecidas hazañas como descifrar el ADN, pisar Marte o entablar contacto con alienígenas.

Bajemos ahora algunos peldaños desde el hipotético pedestal de simuladores de universos completos (en los que, a su debido tiempo, emergen criaturas conscientes como nosotros). ¿Serían posibles simulaciones personalizadas, paraísos virtuales sin alcance cósmico como el San Junípero de la serie Black Mirror, aunque con el potencial no menos modesto de esquivar a la muerte? Para acceder a estas simulaciones más de andar por casa habría que conectar el cerebro de sus participantes a un ordenador, que permitiría la interacción con el mundo simulado aunque su cuerpo estuviera postrado en una cama. Ni siquiera haría falta un interfaz cerebro-ordenador si la mente del participante pudiese ser descargada y almacenada directamente en la computadora (en La conciencia explicada, el filósofo materialista Daniel Dennet no lo considera un imposible): en ese caso podría prescindirse de su cuerpo, lo que equivale a decir que podría morir en el espacio-tiempo pero seguir vivo en la simulación. Al no estar constreñido por la realidad física (aunque la simulación colgaría de un hardware o servidor en el mundo real del que dependería su continuidad), el usuario tendría la oportunidad de asomarse a mundos etéreos con unicornios, gnomos, huríes, cielos verdosos, nubes amarillas o lagos de Mirinda; mundos imaginarios necesariamente computables, aunque tan irreproducibles en el espacio-tiempo como las andanzas de Mario Bros. Esas mentes digitalizadas podrían luego ser conectadas a otras simulaciones e incluso transferidas a un cuerpo de diseño en el mundo físico. No podemos descartar que nosotros mismos seamos habitantes virtuales de una simulación de este tipo, "cerebros en una cubeta".

Para cerrar con el mismo tono abiertamente especulativo, nada mejor que convocar a Michio Kaku: el físico y cosmólogo californiano sugiere que quizá en un futuro lejano puedan empalmarse a voluntad líneas de tiempo de distintos universos, de modo que la recreación de la vida de una persona del pasado abandone una senda multiversal para tomar otra (por ejemplo, matriculándose a los 18 años en la universidad para estudiar Física en vez de Economía, o casándose con Perica en vez de con Mengana, con lo que su futuro sería diferente). En ese caso no tendría sentido que el manipulador de las líneas de tiempo no fuera también un observador externo de las andanzas de su elegido. Quién sabe...

Volviendo al artículo de Zamora Bonilla, este escribe con razón que por cada idea loca que luego ha resultado ser correcta (por ejemplo, el origen común de las especies, el giro de la Tierra en torno al Sol o la composición atómica de la materia) hay miles de ellas que han pasado a la historia como estupideces o tonterías. Claro que el escepticismo es sano y necesario, pero sin ideas audaces aparentemente disparatadas como las anteriores (y también como la de que el tiempo se detiene a la velocidad de la luz, la de que espacio y tiempo forman un único tejido que está curvado o la de que todo proviene de una singularidad microscópica en la que estaba condensada la materia-energía del Universo) no avanza la ciencia.

5 comentarios:

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Muchas gracias por la referencia. En los artículos ofrezco un puñado de argumentos en contra de la hipótesis de simulación, que creo que no has tenido en cuenta, de todas formas.
Pero aquí va uno nuevo: un electrón es mucho más simple que un universo, y seguro que es tan simple que puede ser simulado en un ordenador sin mucha dificultad (¿o quizás no?). Pero la simulación de un electrón no es un electrón, y es trivial distinguir si algo es un electrón de verdad o una simulación informática de un electrón. También podemos considerar que la ecuación de Schrödinger de un electrón escrita en un libro es una simulación perfecta de un electrón, y también es trivial distinguir un electrón de un trozo de un libro.
Un saludo

Nicolás Fabelo dijo...

Jesús, mi artículo conjetura acerca de la posibilidad física y tecnológica de activar o replicar universos, lo que haría improcedente diferenciar entre universos 'reales' y replicados 'manualmente' (o sea, 'simulados'). Y lo hago bajo el supuesto holístico de que para simular un universo, o incluso solamente una línea de consciencia de una criatura emergente de dicho universo, no cabría otra posibilidad que replicarlo en su integridad.

La suposición de Rusell de que el mundo pudo haber surgido hace solo cinco minutos choca con evidencias de suficiente peso como para descartarla de inmediato (pongamos que con un margen de confianza del 99,9999999999%). No es el caso de la posibilidad de replicar universos si es físicamente posible, se posee algún día la adecuada tecnología y existe interés en hacerlo, una posibilidad que yo pondría en un plano parecido al de crear vida 'artificialmente' mediante la manipulación del ADN (algo ya factible a medio plazo -bueno, ya lo hizo Venter en 2010 con una bacteria- que hace solo unas décadas parecía por completo descabellado). En ambos casos (creación de universos y creación de vida) se trata de procesos naturales que podrían ser ejecutados por seres inteligentes emergentes que accediesen a la fórmula adecuada y contasen con los medios suficientes.

El argumento de que hay "límites informacionales" que imposibilitan una regresión de simulaciones perfectas no procede en el caso de los universos replicados. No habría en propiedad "simulación dentro de una simulación", ya que la fórmula para poner en marcha un universo sería la misma en cualquier nivel. O sea, si nuestro universo es una simulación (insisto en emplear mejor el término "réplica") de otro y nosotros a su vez simulamos un tercero, este último no dependerá jerárquicamente ni del nuestro ni del de nuestro 'padre': cada mundo se desplegaría en un espacio-tiempo propio conforme a reglas universales. Solo tendría sentido el símil de las muñecas rusas (un mundo dentro de otro mundo a su vez dentro de otro mundo) si el espacio-tiempo fuera el mismo para todos los universos. Pero no sería el caso, lo que implicaría una desconexión completa de la réplica y la imposibilidad física de interactuar con ella (como dice Andrei Linde, el hecho de jugar a Dios, aunque fuese un creador ausente e ignorante de la evolución de su creación, ya sería por sí mismo irresistible).

Gracias por tu comentario. ¡Un saludo!

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Nicolás:
no veo por qué va a ser irrelevante la distinción entre un universo real y un universo simulado, si la distinción entre un electrón real y un simulado (o entre un caballo real y uno simulado) sí que es obvia y relevante. Creo que estás dando por asumido justo lo que tendría que ser la conclusión del argumento: que, incluso en el (para mí sumamente improbable) caso de que fuera físicamente posible hacer una simulación informática de un universo, no se podría distinguir si el universo en el que estamos es real o simulado.
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Sobre el argumento de Russell, no veo a qué "evidencias de suficiente peso" te puedes referir, pues esas evidencias (suponiendo que fueran datos empíricos) también podrían haber empezado a existir hace cinco minutos.
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Sobre la analogía entre simulación de una bacteria y de un universo: en el caso de la bacteria no se trata de una "simulación", sino de crear una bacteria artificial, pero hecha con el mismo tipo de átomos y moléculas que una bacteria normal; lo más análogo en el caso del universo sería crear físicamente uno (p.ej., mediante algún tipo de "agujero blanco", si esa posibilidad física existe), no crear una reproducción informática.
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Por último, el argumento de los límites informacionales, si hacemos una simulación informática, lo que estamos haciendo es obligarse a que los electrones de un sistema informático circulen de una manera por los circuitos en vez de circular de otra. No es verdad, por tanto, que "cada mundo se despliegue en un espacio-tiempo propio". Como mucho, cada mundo "parece" desplegarse en su propio espacio y tiempo, pero el "espacio" de un universo simulado no es un espacio real, sino una simulación (igual que la pipa de Magritte no es una pipa, sino un cuadro, y su humo no es humo, sino pintura); por tanto, el espacio y el tiempo del universo simulado dependerá en algunos aspectos de las propiedades físicas del hardware con el que está construida la simulación, y ese hardware tiene que contener suficiente capacidad informacional para contener todo lo que contiene el universo simulado; si este, a su vez, contiene también otros universos, y así hasta el infinito, haría falta infinita capacidad informacional en el cada universo, lo que parece harto improbable.
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Finalmente, no comentas nada del argumento que a mí me parece que tiene más peso: si nuestro universo fuera una simulación, ¿dónde está el interfaz desde el cual podrían observar lo que ocurre en él quienes han construido esa simulación, y cómo podríamos saber que eso es el interfaz?
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Un saludo

Nicolás Fabelo dijo...

Jesús, disculpa la tardanza en responder. Mira, creo que hay un malentendido. Yo sugiero que no habría diferencias entre universos activados 'naturalmente' (mediante supuestas fluctuaciones cuánticas aleatorias) o 'manualmente' (mediante la manipulación de agentes superinteligentes desde dentro del propio universo). Como no las hay entre una bacteria 'natural' y otra 'artificial' (el ADN sería el mismo, solo que ensamblado aleatoriamente -y superado el filtro de la selección natural- en el primer caso y deliberadamente en el segundo).

Según la teoría de la inflación cósmica (Alan Guth), en un universo se forma una burbuja que termina separándose y constituyéndose en otro universo absolutamente desconectado del 'padre'. O sea, sería una reproducción -no necesariamente exacta, en el sentido de que los parámetros del nuevo universo no tendrían por qué ser los mismos que los de su 'padre'- que se desplegaría en un espacio-tiempo propio. Si esto lo hacemos 'a mano', estaríamos creando físicamente un nuevo universo (quizá sea mejor decir "activando", ya que dicho universo podría haber sido ya activado de manera 'natural' o 'artificial' -la distinción es irrelevante- infinidad de veces).

Por supuesto, tal como señalo en el comentario anterior, no habría interfaz desde el cual observar lo que ocurre en ese nuevo universo (si acaso, podría haber alguna simulación informática -¡aquí sí que cabría hablar en propiedad de simulación!- de baja resolución -por limitaciones computacionales- para hacer un seguimiento simplificado de dicho universo o de cualquier otro, pero en ningún caso para interactuar con él; obviamente, dentro de esa simulación no podría haber simulaciones anidadas, por la misma razón por la que un bañista de un cuadro de Sorolla nunca será consciente dentro de dicho cuadro). El humo de la pipa de Magritte del cuadro no es humo, pero el universo 567898534218765470954322764709875433438932238943849283292344343043864535435204983484384348343990012752946527347654387898765434432209865609876659045323456009946543243433 del catálogo del Multiverso es el mismo ya sea activado aleatoriamente o 'a mano'. Por supuesto, la simulación en baja resolución de dicho universo no sería igual a ese universo: se trataría de una modelización simplificada de trazo grueso, de una simple ventana virtual al mismo a través de una pantalla, holograma o lo que fuera.

¡Un saludo, Jesús!

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Es que eso que presupones, Nicolás, es lo que es una afirmación extraordinariamente rotunda, en absoluto autoevidente, y que necesitaría, para poderla considerar algo más que una mera conjetura inmensamente inverosímil, pruebas empíricas permitieran demostrarla, o al menos tomarla como una posibilidad a la que es razonable someter a prueba: me refiero, claro está, a la presuposición de que lo que hace que un universo REAL sea REAL es que corresponda con uno de los universos "matemáticamente posibles".

Hijos "matemáticamente posibles" tengo un número elevadísimo (al menos, tantos como combinaciones posibles de mis genes con los de cualquier otra combinación de genes de un humano posible), pero hijos REALES solo tengo uno. Es más, podría tener más de un hijo REAL con la misma combinación de genes (gemelos), y de la misma manera, por poder, podría haber varios universos REALES que fueran matemáticamente iguales, aunque fueran DOS o más, y no uno (no habría nadie que pudiera distinguirlos, pero ese es problema de ese alguien, no de los universos). Tú PRESUPONES que basta con corresponder a una cierta estructura matemática para ser YA un "universo real", pero es, como digo, una presuposición que a mí me parece directamente absurda, y que en todo caso tendría que ser la conclusión de un argumento, no una presuposición.

Es decir, tu "catálogo de multiversos" tiene, mientras no se demuestre lo contrario, FÓRMULAS, no universos, igual que un catálogo de coches tiene FOTOS, no coches.

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