viernes, 6 de noviembre de 2015

Güntürkün y la evolución convergente: aquí en la Tierra como fuera de ella


El neurocientífico germano-turco Onur Güntürkün, intrigado por las extraordinarias habilidades cognitivas de los córvidos (comparables a las de los chimpancés), se puso hace más de un decenio a investigar las diferencias entre el cerebro de las aves y el de los mamíferos. Sus conclusiones, magníficamente expuestas en el vídeo de arriba, corroboran la existencia de diversos caminos para la inteligencia y apuntalan la hipótesis más general de la evolución convergente de los seres vivos: la de que formas y estructuras diferentes conducen a resultados parecidos al dar respuesta a los mismos problemas.

En la Naturaleza, los grados de libertad son escasos: hay restricciones físicas para la organización y el desarrollo de los organismos vivos que imponen forzosamente una determinada arquitectura, descartando Dumbos, unicornios voladores y otros diseños estrambóticos del cuasinfinito arsenal platónico de las formas. Por lo tanto, solo son viables determinadas disposiciones corporales (así como ciertas conductas). La selección natural premia tener ojos: por eso es una fórmula muy común, a la que han llegado especies tan distantes genéticamente como los mamíferos y los cefalópodos. También favorece las alas como solución óptima para el vuelo: a ellas han arribado, por vías evolutivas bien diferentes, los insectos, las aves e incluso un mamífero (el murciélago). No hay mejor guía que la Naturaleza -para ser más exactos, que la implacable selección natural sobre la evolución genética- para seres inteligentes que pretendan construir objetos: los aviones, no en vano, también tienen alas.

Como dice Güntürkün, a partir de muy diversos animales "se converge hacia las mismas soluciones neuronales: no hay muchas otras soluciones para conseguir las mismas operaciones cognitivas". Esto que es válido para la cognición puede aplicarse a otros ámbitos como la locomoción. En su estudio comparativo del cerebro de aves y mamíferos, el neurocientífico nacido en Turquía constata que la gran diferencia es la existencia en los mamíferos de un córtex prefrontal laminado; en las aves, carentes de córtex prefrontal, la evolución cerebral ha llevado al desarrollo del palio dorsal. Se trata de esquemas organizativos bien distintos, pero que ofrecen altas y parecidas prestaciones cognitivas (entre ellas, la capacidad para reconocerse uno mismo frente a un espejo, que exhiben los cuervos).

Las implicaciones que esto tiene para una hipotética vida extraterrestre son evidentes: si hay vida ahí fuera, no debería ser muy diferente a la de aquí. La solución "aleta" no solo es óptima para desplazarse por el medio acuático de la Tierra: también lo sería, como elemento corporal que ofrece resistencia a un fluido, en un océano alienígena de metano. Las soluciones "ojo", "ala" e "inteligencia" también tenderían a imponerse, premiadas por la selección natural. Así que es probable que haya extraterrestres inteligentes parecidos a nosotros los humanos, o acaso a lo que nuestros dinosaurios serían ahora de no haberse truncado su evolución hace 65 millones de años (en el Museo Arqueológico de Madrid hay un muñeco a escala natural de lo que podría ser un reptil inteligente, descendiente de aquellos desafortunados gigantes del Cretácico). Incluso podrían seguir el modelo de inteligencia colectiva de un termitero o una colonia bacteriana, aunque a un nivel muchísimo más avanzado (una especie de superconciencia en red).

Mi agradecimiento a Antonio Osuna por darme a conocer en Twitter el vídeo de Onur Güntürkün.

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