viernes, 13 de junio de 2014

¡Es el orgullo, Butch, es el orgullo!

El orgullo puede ser algo muy poderoso, tanto como para cambiar el curso de la Historia (lo que casa muy mal con el reduccionismo economicista de los marxistas). Esta reflexión tiene su origen en un post futbolero del compañero, y sin embargo amigo, Óscar López Canencia acerca de la reciente final de la Copa de Europa en Lisboa entre Real Madrid y Atlético.

Hace unos meses pagué con la tarjeta en una gasolinera los tres euros correspondientes al lavado de mi coche. Al primer intento me dijo el empleado que no había funcionado la máquina, por lo que volvió a pasar la tarjeta. Al llegar a casa advertí (desde hace mucho sigo el lema de "desconfía y acertarás", que no suele fallar en España) que me habían hecho dos cargos de tres euros en la cuenta. Volví a la gasolinera, donde un especimen nacional bien identificado -malencarado, grosero, vicioso y sucio- me negó la mayor de malos modos. Tuve que darles la brasa en una nueva visita días más tarde, bien informado por mi oficina bancaria, provisto de extractos y con la amenaza de denunciarles. El tipo, asumiendo su derrota, me arrojó tres euros al mostrador. Era poco dinero, pero no estaba dispuesto a dejarlo pasar por una cuestión de mero orgullo, aunque el tiempo y las molestias invertidas en recuperarlo valían seguramente más de tres euros. Por supuesto, no he vuelto a esa gasolinera ni pienso hacerlo jamás.

Algo parecido me ocurrió hace años cuando una compañía telefónica felizmente desaparecida pretendía cargarme una factura improcedente: la cuantía era pequeña, pero no me dio la gana pagarles y empecé a recibir llamadas y cartas de empresas de cobro que solo sirvieron para reafirmarme en mi decisión.

Sentirte asistido por la verdad te da mucha fuerza, pero esta se multiplica si alguien te la niega y encima de malas maneras. Es lo que ocurre con las prospecciones petrolíferas en Canarias. Consideras, siempre con una duda razonable (quien no duda es un fanático), que no son beneficiosas para el archipiélago. Pero esa falta de certeza tiende a ser aparcada cuando te topas con defensores de las prospecciones que te están tomando el pelo y a los que se les ve claramente el rejo PPolítico: cuando entras en esta web y ves este vídeo o, ya en el colmo, ves este otro vergonzante del verde Esteban González Pons. Luego, además, te dices: "No vuelvo a pisar una gasolinera de Repsol". Te das cuenta de que es una faena, porque cerca de tu casa hay tres gasolineras de Repsol (una ya eliminada, por ser el escenario del antedicho incidente de los tres euros), pero ya no hay vuelta de hoja: volver a repostar bajo ese logo sería una indignidad contigo mismo.

¡Cuántos levantamientos o revoluciones no habrán empezado avivados por un sentimiento de humillación, por sentirse la gente violentada, ninguneada o estafada! Sin duda, el orgullo está detrás de las revoluciones americana, francesa y rusa, de tan honda repercusión histórica. Y también del alzamiento judío contra los nazis en el gueto de Varsovia y la posterior creación por supervivientes del Holocausto del Estado de Israel. Y, sin irnos tan atrás, de sucesos como la revolución tunecina de los jazmines o la sublevación de civiles armados contra narcoprimates en el estado mexicano de Michoacan. ¡Es el orgullo, Butch, es el orgullo!

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