sábado, 3 de mayo de 2014

La metafísica seria tiene futuro

¿Y si resultara que nuestro Universo es obra de algún dios menor (ni omnipotente ni omnisciente, con sus propias debilidades, defectos y manías), movido por algún afán lúdico, experimental... o a saber por qué diablos?... Esta sospecha no es privativa de colgados o mentecuánticos: es también una intuición fundada en la ciencia.

El físico ruso Andrei Linde, uno de los artífices -sin olvidar al precursor Alan Guth- de la teoría de la inflación cósmica, afirma en esta apasionante entrevista: "¿Inteligencias superiores? ¿Por qué no? Si te refieres a que no sea un dios, sino algo más... normal. Puede ser". Eso sí, matiza, "cuando se dice que el Universo fue creado por Dios solo para que nosotros pudiéramos vivir en él, la primera pega es: ¿por qué se preocuparía Dios de un tipo concreto de mono?".

Esto último podemos descartarlo por puro sentido común, ciertamente, pero no la posibilidad de que detrás del Universo haya un "físico hacker", como aventura el científico ruso (principal favorito al próximo Nobel de física junto a Guth). Un hacker que quizá crease el Universo con el mismo propósito de quien concibe a un hijo: para tener algo suyo que le perviviese. Y que, según Linde, pudo haber dejado un mensaje en él, una impronta en sus leyes y constantes físicas que algún día -antes de la muerte térmica del Universo, que es un plazo innegociable- podría ser descifrada por seres inteligentes como los humanos (o los descendientes de los actuales delfines, elefantes o musarañas, o extraterrestres de algún remoto exoplaneta).

"La física me ayuda a abordar cuestiones que antes eran solo metafísicas", reconoce Linde. Esta afirmación es muy importante, por cuanto de ella se desprende que la metafísica bien fundada (la anclada en los conocimientos de la física y otras ciencias como la biología o la neurociencia, no en pajas mentales escolásticas, hegelianas o posmodernas) tiene futuro. De dónde venimos, adónde vamos, qué somos (qué es la conciencia de cualquier ser vivo, no solo la nuestra humana), en qué podemos convertirnos, dónde estamos, qué hay (si acaso hay algo y esta pregunta tiene sentido) ahí fuera...

La frontera de la ciencia con la metafísica es móvil, desplazada por el progreso de la primera. Por eso hay cuestiones, como las de por qué empezó el Universo y por qué comenzó la vida, que podrían tener una respuesta falsable (sujeta a la experimentación) desde el ámbito de la ciencia en un plazo no muy lejano. Por eso mismo siempre habrá preguntas fundamentales cuya respuesta provisional se encontrará más allá de dicha línea fronteriza, dentro de la elucubración metafísica. E incluso algunas que nunca podrán ser sometidas a experimentación, cuya única respuesta no metafísica solo podría ser brindada por la matemática (ese guante que tan elegantemente se ajusta a la mano de la física, que nos permite formalizar espacios de más de tres dimensiones inconcebibles por nuestra mente).

Linde es, por cierto, uno de los abanderados del Multiverso (no está solo, ya que una mayoría de físicos y cosmólogos -entre ellos Stephen Hawking, Brian Greene, Steven Weinberg y Max Tegmark- lo sostienen). Cuando le refieres el Multiverso a gente poco familiarizada con este concepto te miran raro -algo así como si les dijeras que eres vegano o vegetariano-, como un caso perdido camino de la quinta de reposo. Ya no hablemos de si apuntas la posibilidad de estar viviendo en una simulación a lo Matrix, conforme a la concepción del Universo como una gigantesca computación (el it from bit del gran John Wheeler que suscribe Vlatko Vedral: dicho en español y con más palabras, que las unidades inmateriales de información son las creadoras de la realidad).

Pero en un Universo tan extraño (con su espacio y tiempo maleables, su superposición cuántica de todos los estados posibles, su entrelazamiento instantáneo de partículas que pueden estar separadas por distancias abismales, sus singularidades gravitacionales, sus seis dimensiones extra no desplegadas, etc.), no hay que cerrar las puertas a explicaciones que podrían oler a pamplinas, magia o disparate. Pero que no dejan de ser suposiciones con fundamento científico más o menos audaces, nada que ver con morralla escolástica, hegeliana o posmoderna más o menos infumable (ni, por descontado, con creencias irracionales más o menos infantiles y estúpidas).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La metafísica sostenida con ciencia deja de ser metafísica. Tal vez sean especulaciones, un puente entre lo que se piensa que es y lo que es realmente. La metafísica va más allá de hechos que puedan ser demostrables (quizá porque son cosas que jamás vamos a lograr responder).
Pero la metafísica seguirá existiendo incluso entre los más adeptos a la racionalismo, al positivismo y a las ciencias en general. Porque existe en las religiones, en la literatura, en las relaciones entre los seres humanos. Me atrevería a pensar que es parte de la vida, porque es algo en lo que uno opta creer, porque toda metafísica es a final de cuentas creencias, ideales, que que nunca son serías porque no son parte de lo que entendemos como realidad (Y vaya que hay grandes metafísicas).
La metafísica, la verdadera metafísica no conlleva a afirmaciones sino a grandes preguntas y metáforas. Otra cosa es que existan quienes quieran hacer de la metafísica una afirmación y entiendo tu crítica hacía las tradiciones filosóficas que mencionas.
Con mi discrepancia incluida, tu publicación ha sido de mi agrado,. Gusto de las ciencias pero soy un simple aficionado que tienes más dudas que nada. Saludos.

Nicolás Fabelo dijo...

Gracias, amigo. ¡Acabo de leer tu comentario ahora!

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