lunes, 15 de noviembre de 2010

Ladero Cortina, la nueva voz de España

Martín Ladero Cortina no dormía nada bien desde hacía un tiempo. No obstante, su acusada hipocondría lo había disuadido de ponerse en manos de un especialista. Pero su estado ya era alarmante: había empezado a soñar con tertulias radiofónicas en las que ora condenaba por "notoria y señaladamente roma" la utilización de un sistema 5-4-1 por el combinado futbolístico nacional, ora alertaba acerca de los riesgos de la globalización sobre la pesca en el Sella, ora defendía la audaz adscripción de la lengua vasca al tronco semítico "dadas sus indudables conexiones con los dialectos prenormandos de la antigua estepa jurásica", ora abogaba por una reducción en el tipo de descuento interbancario del orden del punto y tres cuartos con una contracción paralela del "excesivamente modulado" coeficiente de caja, ora ponía en tela de juicio por "desfase protoempírico" las últimas investigaciones trasalpinas en materia de fusión nuclear, ora enriquecía el debate sobre el terrorismo tildando a los etarras de "putas ratas malditas sin entrañas que no conocen ni a sus putas madres", ora exponía con elegantes pinceladas -"proverbial y adusto, como nos tiene acostumbrados"- las excelencias del primer opúsculo de un filósofo rumano reseñado por error en la Guía del Ocio.

La severa admonición de su esposa ante el deterioro nocturno de su ya de por sí irregular función renal le hizo dirigir sus pies hacia la consulta del reputado psicoanalista y esoterólogo Gracio Hellner, recién estrenada su doble nacionalidad con su incorporación a uno de los más brillantes espacios culturales de la televisión pública.

-Respire hondo, don Martín, respire... -auscultábale Hellner con un magnetizador multivariante de potasio de última generación importado de Venezuela- Elimine las sinergias negativistas que taponan el libre fluir de su ying interno al espacio multidimensional.
-¿Lo superaré, doctor? -inquirió, acongojado hasta la médula y haciendo acopio de todo su arrojo, Ladero Cortina.
-Desde luego que sí, pero tendrá que poner de su parte.
-¿Y qué tengo qué hacer?
-Combustión aeróbica, no más que eso.

Tras abonar las 60.000 pesetas de la consulta, Ladero Cortina fue a comprarse un chándal. Al día siguiente iniciaría su actividad aeróbica. Pero esa noche ocurrió algo determinante. Había apagado la luz de la mesilla de noche cuando, segundos antes de la llegada de su mujer procedente del dormitorio del atento estudiante de Morfología del 3º, una entidad espectral con la apariencia del Capitán Trueno surgió de entre las tinieblas:

-Vete mañana temprano a hablar con el director de Radio España. Dile que vienes de mi parte. ¡Vas a mostrar a todo el país lo que vale un peine, cojones! -dijo antes de replegarse en su capa y esfumarse.

Ladero Cortina acababa de descubrir por fin la grandeza de la tarea que le había sido encargada. Al día siguiente marchó a la emisora. Temía que unos cursos a distancia de alicatado y otros de pintura a chorro realizados años atrás pudieran interponerse en su meta, pero, afortunadamente, no fue considerada cualificación suficiente para cerrarle las puertas de esa fascinante misión. Sendos cursos de dicción burgalesa y entonación sincopada y una gymkana de dos semanas en Los Monegros lo catapultaron a su nuevo trabajo. Volvió a dormir como un niño. Ya nada le quitaría el sueño, ni siquiera su ulterior nombramiento como portavoz del Ejecutivo.

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