miércoles, 27 de febrero de 2019

Que 8 años no es nada... al menos cuando pasas los 50

Hace más de ocho años que empecé este blog: fue en septiembre de 2010, meses después de presentar en Madrid y Las Palmas mi novela El último dodo. Mi abuela Aurora aún vivía (murió en febrero de 2011). Han transcurrido ocho años, que es toda una E.G.B. Pero huelga decir que el periodo 2010-2018 pasó para mí (para todos los que tienen mi edad, entre los que figura el actual rey de España) muchísimo más rápido que el 1974-1982 de mi educación general básica en el Colegio Claret de Tamaraceite (Gran Canaria). Ya en el noveno año del blog constato que pocos temas de los que me interesan no han sido tocados de algún modo. Y que mi producción ha ido decayendo. Al principio me propuse escribir una entrada a la semana, pero últimamente esa frecuencia pasó a ser quincenal e incluso menor. Hoy he advertido, con cierta desazón, que si no escribía estas líneas el blog iba a tener un espacio en blanco en febrero: sería el primer mes sin un post desde el inicio del cuaderno de bitácora. Todo tiene un principio y un final (quitando el Multiverso, que ha ocupado no pocas de mis reflexiones). ¿Estará este blog tocando a su fin? Espero que todavía le quede cuerda...

Aprovecho para anunciar, a quien le interese, que en breve publicaré la que en realidad fue mi primera novela: HP, escrita en los años 90 pero que aún no ha pasado de estar en un cajón o ser un archivo de Word (al principio, de WordPerfect 5.1). Y que estoy con otro proyecto de ensayo de la índole de R que R desde Alfa hasta Omega: Un ensayo sobre el error, que espero acabar antes de agosto e intentar colocar en alguna editorial (por intentarlo, que no quede). ¡Entrada hecha! ¡Febrero cubierto! ¡Otra primavera en ciernes!

1 comentario:

Rafael Hidalgo dijo...

Haciendo cuentas, yo empecé mi bitácora por las mismas fechas; el abril de ese mismo año. Y creo que tenemos mérito en haber multiplicado por nueve la edad media de un blog. Además, más allá de la pura "perpetuación" está la posibilidad de haberme encontrado contigo y con otras personas que merecen la pena. Ya sólo falta tomarnos de una vez esa caña.

Un abrazo y felicidades, Nicolás.

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