domingo, 4 de marzo de 2012

Todo era mentira

Toda sociedad está construida sobre la mentira, o sea lo que oficialmente se llama la verdad. Y la mayoría de los humanos se la ha tragado -se la sigue tragando-, lo que ha permitido a unos pocos el dominio sobre unos muchos desde los lejanos días del Neolítico. En aquellos tiempos, los más listos y ambiciosos decidieron apropiarse, con la constitución de los primeros Estados, de la mayor parte del incipiente excedente: de entonces data la alianza entre reyes o machos-alfa sin escrúpulos (con su legión de sumisos cortesanos paniaguados), engañabobos profesionales (sacerdotes, magos y chamanes que no pocas veces llegaban a creerse sus mandangas) y quebrantahuesos brutales (guerreros vocacionales al servicio de la verdad), una relación que se ha perpetuado sin grandes cambios -solo en pequeños matices como el vestuario y las formas- hasta nuestros días. Incluso me atrevería a decir que gracias al embaucamiento masivo han podido sostenerse -se sostienen, de hecho- las civilizaciones. Desde luego, la mentira es funcional: ha llevado a cientos de millones de personas a colaborar con sus opresores, y les ha disuadido de levantarse contra ellos, ya solo por el mero temor al castigo divino.

Muchos congéneres han muerto, matado o torturado por su verdad falsa. Otros no han llegado a tanto en su estupidez: se han limitado a doblar reverencialmente la cerviz, castrarse y condenarse a la infelicidad a sí mismos y a sus familiares. Otros no se han creído las trolas, pero se han visto obligados a callar para no correr la misma suerte que Hipatia (descuartizada por una turba de fanáticos cristianos), Giordano Bruno (quemado vivo en 1600 por la Inquisición romana) y tantos herejes y librepensadores. Que si el Sol o el Fuego todopoderosos, los malos espíritus del bosque, la sed de sangre de los dioses, la divinidad del rey o emperador, los judíos que se comen a los niños crudos, la historia del "uno y trino", la Tierra que es plana y el centro del Universo, la carne de cerdo que es impura, que no descendemos del mono y estamos destinados al Cielo (o al Infierno), el sexo que es sucio y la homosexualidad un terrible crimen, los albinos que dan mala suerte, las mujeres que no tienen alma, los negros que son infrahumanos, la "Libertad, Igualdad y Fraternidad", la bondad del Gran Benefactor, el Gran Timonel o el Glorioso Comandante, el compromiso de EE.UU. con la libertad en el mundo, los pilares insobornables de nuestro Estado social y democrático de derecho...


Algunos humanos incluso le han dedicado a la mentira-verdad lo mejor de su intelecto, caso del clérigo irlandés James Ussher. Este arzobispo de Armagh publicó en 1650 las conclusiones de un sesudo estudio de la Biblia que apuntaban la fecha exacta de comienzo del Universo: este habría sido creado al anochecer del sábado 22 de octubre del año 4004 a.C. Lamentablemente para su reputación futura, cometió un pequeño error de cálculo (en vez de 6.016 años, la antigüedad real del Cosmos ronda los 13.700 millones de años), achacable a la fiabilidad de su fuente. Es como si alguien pretendiese adivinar la masa de un neutrino haciendo una lectura analítica de las obras de César Vidal (las suyas inclusive).

Un siglo después del cálculo de Ussher, un teólogo hacía su personal aportación sosteniendo que los conejos tenían la cola blanca para facilitar que les disparásemos los humanos (lo cita Stephen Hawking en su último libro: El gran diseño): buen ejemplo de fusión de la teleología aristotélica con el antropocentrismo cristiano. Porque otra de las verdades es que los animales fueron puestos por Dios en la Tierra para asistirnos y servirnos de sustento. Por supuesto, ¡faltaría más! Una de las enseñanzas de la Historia es que tanto malvado no habría medrado -no seguiría medrando- sin el necesario auxilio de tanto estúpido estafado. Así somos y así nos va.

2 comentarios:

Adolfo dijo...

Querido Nico, ¿Qué te he hecho?, ¡sabes que voy a contestar!. Lo cierto es que pienso que tienes mucha razón en lo que dices, pero hay cosas que irremediablemente he de discutir, Empiezo.

¿Cuál es la verdad?, ¿siempre es idenficable?. Tenemos que aceptar muchas cosas que no puedo comprobar para vivir. Nico, cualquier cosa que no podamos testar cada uno de nosotros, por falta de conocimiento o tiempo, puede ser mentira. Inquietante.

También hablas de “la verdad”, como si por sí fuera buena. y no tiene porqué. (Lo que sí creo es que es bueno saber la verdad aunque ésta no sea “buena”).

La verdad, no tiene que ser políticamente correcta. Por ejemplo, si se descubriera que algunos monos son más inteligentes que algunos humanos con discapacidad, ¿deberíamos tratar a esos humanos y monos de igual manera, incluso legalmente, (al alza o a la baja)?.

Afirmas que “Muchos congéneres han muerto, matado o torturado por su verdad falsa”, o aceptado la infelicidad, entre otras cosas, ¿ Pero crees que eso no podría haber ocurrido por la “verdad-verdadera”?.

Como es habitual, no desaprovechas la ocasión para criticar la religión, (¡está usted en su derecho, oiga!), pero al mismo tiempo, criticas a los que proclamaron “la verdad” de la ausencia de Dios, (los regímenes comunistas). Esta verdad -discutible como las demás- no necesariamente trae el bien.

Y si algunos de los que proponían verdades alternativas, (ciertas o inciertas), se hubieran impuesto, ¿eso no hubiera constituido otra “verdad”, a la que discutir igualmente?, ¿no podría haberse usado de manera terrible también?. La verdad, en caso de que diéramos con ella, se puede usar para el mal igualmente.

Hablas de los malvados castradores de la verdad, pero obvias que el ser humano como especie, (al igual que el individuo), no puede conocer la verdad desde el principio y tiene su proceso de aprendizaje, aderezado con todos sus defectos. A toro pasado resulta más sencillo saber quién decía la verdad. Parece como si nosotros, los vivos del 2012, supiéramos la verdad. ¿Seguro?. Lo más probable es que verdades aceptadas hoy llevarán a la risa dentro de 400 años, si las descontextualizan como a nosotros las verdades del Siglo XVI, si hacemos lo mismo.

Bueno, ya me ha quedado demasiado largo. ¡ Un abrazo!.

Nicolás Fabelo dijo...

Amigo Adolfo, tienes razón cuando dices que por la verdad genuina también se puede matar. Pero las verdades de esa índole son más bien pocas (tautologías matemáticas, leyes de la Termodinámica, ecuaciones de Schrödinger...).

La verdad es que no me imagino a alguien asesinando en nombre de la ley de conservación de la energía o de la veracidad de la proposición '2+2=4'.

Ni siquiera hay verdades morales absolutas: no se debe matar, pero depende (en defensa propia, si no hay más remedio, sí se justifica); no se debe mentir o robar, pero también depende (por un bien moral superior como la libertad o la supervivencia, sí procede)...

Un abrazo.

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