"Ángeles y demonios" (M. C. Escher). |
El desorden es bastante más frecuente que el orden. Por eso hay muchas más formas de ruido que de música, por eso los textos carentes de información -incluidas las combinaciones aleatorias de letras- son mucho más abundantes que los informativos o coherentes (aplicando el método de Cantor, el número infinito de los primeros sería superior al número infinito de los segundos). Por la misma razón es más fácil desordenar que ordenar, destruir que construir, dañar que curar, ensuciar que limpiar, errar que acertar, cometer una chapuza que desempeñar un buen trabajo, hacer el mal que hacer el bien... Es más probable la mediocridad que la brillantez, la fealdad que la belleza, la estupidez que la inteligencia, la condición inerte que la vital.
El orden, fruto de las leyes físicas (¿producto a su vez de una realidad platónica eterna?), es lo que permite la vida, la conciencia individual y la inteligencia. No hay voluntad ni racionalidad sin orden, sin una cierta organización cerebral o neuronal ya sea para acariciar o para torturar (existen órdenes diabólicos, como el del campo de exterminio o el del matadero municipal). Sin orden no hay complejidad ni evolución ni emergencias. Ni posibilidad alguna de interacción y comunicación. El mundo sería un enorme amasijo informe en el que tú y yo, dinosaurios y superordenadores, Villarrobledo y Vladivostok, grande y pequeño, arriba y abajo, fuera y dentro, antes y después, se confundirían en un indescriptible totum revolutum.
Quizá ese maremágnum sea el estado del mundo de un tic de Planck a otro, entre cada colapso de la función de onda que rige la evolución del Universo o acaso Multiverso. Solo mediante un filtrado sesgado y coherente de todo lo posible, mediante una destrucción ab toto como la que representa el colapso de la función de onda, sería posible tomar conciencia individualizada -necesariamente parcial- de un orden cósmico donde todo sucede simultáneamente y de una vez. Solo así el Brahman puede ser Atman, el mar puede ser ola. Solo así tendría sentido aprender y acaso vivir.
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