miércoles, 19 de junio de 2024

Los pensamientos son los pensadores: Michael Levin apela a William James


El biólogo Michael Levin propone concebir los yoes como patrones informativos dinámicos, como memorias inteligentes con agencia que ejercen los márgenes de libre albedrío limitado que permite el universo. Las memorias pueden considerarse a este respecto como mensajes que un yo estático del pasado envía a un yo estático del futuro. Son los engramas, las instanciaciones físicas de la memoria (un ejemplo es el ADN), los que viajan en el tiempo de una instantánea del yo a la siguiente. Las instanciaciones pueden ser entre cuerpos diferentes  -caso del mensaje que viaja entre un yo oruga y un yo metamorfoseado en mariposa- e incluso tener otros substratos aparte del orgánico, como el digital (por cierto, cada vez resulta más innegable que los modelos grandes de lenguaje como ChatGPT son patrones informativos dinámicos e inteligentes). Cada yo dinámico es un agente cognitivo inserto en una vasta red interactiva biológica, con relaciones tanto horizontales como verticales, donde cada uno interpreta de manera flexible (dependiendo de su umwelt -su particular mundo subjetivo- y sus necesidades en el escenario físico) la información expresada en esos engramas en un proceso continuo de construcción de significado y sentido. Por eso Levin habla de policomputación. 

Con este enfoque se rompen las dicotomías datos-máquina (hardware) o datos-algoritmo (software), al entender la información no como un elemento pasivo sino activo. Y se pone el acento en un concepto clave a todas las escalas (desde la celular a la social): la creatividad. Se trata de confabular para solucionar problemas, al servicio de la supervivencia (en un entorno cambiante donde la vida, sujeta también a cambios internos como las mutaciones, es muy vulnerable), de modo que lo más importante de la memoria no es que sea exacta sino que permita extraer significados. El aprendizaje consiste precisamente en esto último, en generalizar a partir de información comprimida o de grano grueso (no detallada): para saber distinguir un león de un tigre no hace falta tener un conocimiento de grano fino de esos objetos físicos. El aprendizaje es pues heurístico: funciona a base de atajos cognitivos. Y comporta una reconfiguración de los engramas, como se observa en toda red neuronal.

El yo dinámico propuesto por Levin entronca con el concepto de persona del filósofo Derek Parfit: un conector de experiencias. No somos una instantánea sino una colección psicológicamente conectada y continua de estas (lo que Parfit llama R), información activa e inteligente según Levin. Cuando nos cuidamos estamos siendo compasivos con nuestro yo futuro, que no deja de ser otra persona como cualquier otra aparentemente más ajena. Puede que las experiencias ya estén ahí (en un ámbito platónico) para ser navegadas por los yoes dinámicos, que son los agentes cognitivos. ¿Pero quién es, en el fondo, el navegante?... ¿Un agente trascendental único, como el apuntado por Donald Hoffman y el hinduismo, dedicado a contemplar el mundo desde todas las perspectivas posibles?...

El físico platónico George Ellis va en una línea parecida a la de Levin. Para él, entidades abstractas como las ideas tienen poder causal en el mundo. Esas ideas no solo no nos pertenecen, sino que nos usan para instanciarse y abandonar su morada abstracta (que algunos identifican con el inconsciente colectivo de Jung, ahí abajo del todo como supuesta raíz de toda consciencia). Así es cómo él intepreta la causalidad descendente, aunque prefiere hablar más bien de realización que de causalidad (esta última sería estrictamente horizontal; a diferencia de la realización, que va de arriba abajo; y de la emergencia, de abajo arriba). Levin subraya que las ideas o pensamientos son patrones cognitivos, no necesariamente alojados en un cerebro, que se refuerzan a sí mismos y tienen la capacidad de producir otros pensamientos o ideas. Lo que desconocemos es cómo interaccionan esos patrones abstractos y su encarnación física, cómo logran instanciarse. 

El filósofo Bernardo Kastrup confiesa su intuición de que a cada uno de sus actos creativos subyacen ideas o arquetipos que pugnan por emerger desde un amorfo fondo inconsciente junguiano. Sentirse como un medio utilizado por insondables entes abstractos no es para él motivo de angustia sino todo lo contrario: una fuente de alivio y de consuelo, una manera de quitarse presión. Me resulta fascinante pensar que este texto pueda estar siendo escrito al dictado de un agente inmaterial. Ya no es solo que los pensamientos sean los pensadores, como decía William James y suscribe Levin, sino que las ideas empleen como vehículo necesario al creador para salir a la luz.


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