miércoles, 28 de diciembre de 2011

Dos mil pesetas en la frente

Ocurrió hace casi 18 años. A los pocos meses de establecerme en Madrid, y después de quedarme sin una peseta, probé un día como comercial del Círculo de Lectores. No era precisamente el trabajo con el que soñaba, pero la cruda realidad obligaba. Vestido con chaqueta y corbata, debía acompañar en su ruta para ganar nuevos socios a uno de los vendedores de la empresa: sería una jornada de aprendizaje, para ver cómo se actuaba "a puerta fría".

Me tocó ir con un tipo rubio, de estatura media, ojos muy azules y anchas espaldas, cuyas simpatías políticas no tardó en revelarme: era neonazi. Me lo confesó tras hacer diversos comentarios impresentables que no desaprobé externamente (aunque en mi fuero interno no dejaba de decirme: "He aquí un soberano hijo de puta"). Uno de ellos estaba dedicado a una gitana que salía en la portada del Interviú: aseguró que le ponía muy cachondo pese a merecerle el más profundo desprecio por su etnia. El seguirle la corriente me hizo ganar su confianza, me permitió observarle atentamente en su salsa como haría un entomólogo con un escarabajo en un terrario. Ya había superado la treintena, así que tenía unos cuantos años más que yo. Me confesó que tenía un hijo y que ya no estaba para ir dando golpes a "gentuza" con bates de beisbol: no por un reparo moral sobrevenido, sino por no meterse en líos con la Justicia más propios ya de jovenzuelos. Me reconoció con orgullo y cierta nostalgia haber dado buenas hostias en sus tiempos mozos.

Nos tocó trabajar en Torrejón de Ardoz, que ya en aquel lejano 1994 era una población con una presencia significativa de inmigrantes. En la primera puerta a la que tocó nos abrió una dominicana negra. Desplegando todas sus habilidades como charlatán de feria, exhibiendo una sonrisa más falsa que Judas, intentó convencer a la mujer de sumarse al Círculo. No he olvidado cuando le inquirió por sus hijos con un brillo maléfico en sus ojos líquidos: "¿Tienes pitufines?... Pues hay muchas cosas que les podrían interesar de nuestro catálogo". En el vestíbulo, detrás de sus faldas, se escondían tímidamente unos niños mulatos tan pequeños como indefensos.

No convenció finalmente a la dominicana. Ni a ella ni a ninguna otra persona en todo la mañana de pateo por Torrejón. También tocamos en la casa de un magrebí y en la de un individuo muy amanerado ("un mariconazo"). Después de comer un menú del día volvimos a la carga, con igual resultado. Nos dirigimos a su coche cansados y con sensación de derrota. "Alguna vez pasa esto, ¿sabes?". Entonces, cuando le pregunté si le incomodaba tener que vérselas con gente a la que odiaba o despreciaba, me transmitió la enseñanza del día: "Cuando tengo delante a una guarra como la de esta mañana, me imagino que tiene escrito 'Dos mil pesetas' en la frente". Eso es lo que ganaba por cada nuevo socio. En su fría mirada de resentimiento advertí un fondo de amargura, de insatisfacción, de infelicidad. Regresamos a Madrid y le despedí para siempre con un falso "hasta mañana".

viernes, 23 de diciembre de 2011

El masaje de la novicia

                                         (Dedicado a Samuel P., Brian Greene y Mario Salieri)

La monja más atractiva que he conocido tiende sobre la camilla su antebrazo desnudo al masajista que tiene sentado enfrente. El delicado masaje de su mano dibuja de vez en cuando en su rostro bondadoso un rictus de dolor, mientras suena en la habitación el Ave María de Schubert. La máquina productora de onda corta no oye la música, ni ve los ojos grandes de la novicia, su negra cabellera recogida en una coleta y su hábito de color crema. El aparato de ultrasonido, el láser y los equipos de magnetoterapia tampoco escuchan, ni ven ni sienten. Ni las camillas, ni las puertas, ni el techo, ni el suelo, ni las paredes, ni los rollos de papel y la ropa que nos cubre a los que allí estamos. Yo sí escucho la música y veo a la joven armoniosamente fundida al masajista por las manos. Están fuera de mí, más allá de mi piel, recortados en el espacio que me circunda por donde se propagan invisibles las notas de Schubert.

Al salir del centro de rehabilitación me pregunto perplejo dónde está la estampa que acabo de dejar atrás (con la banda sonora del Ave María incluida), que ya empieza a deshacerse lentamente en mi memoria. Y caigo en la cuenta, abismado en la extrañeza, de que no sé quién es de verdad la novicia ni quién el masajista ni quién yo mismo, ni dónde estamos realmente. Si acaso somos algo, si acaso estamos en algún sitio.

lunes, 12 de diciembre de 2011

¿La Filosofía ha muerto?

Esto afirma en su último libro (El gran diseño) el físico Stephen Hawking, quien sostiene que la Filosofía "no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la Física". Lo cierto es que la filosofía contemporánea -sobre todo la continental europea, no tanto la anglosajona- tampoco se ha molestado en entender demasiado de Biología, Etología, Neurociencia, Matemática, Economía o ciencias de la computación, materias que ha tendido a despreciar olímpicamente en beneficio de infumables fenomenologías, hermenéuticas, deconstrucciones, racionalidades comunicativas, metanarrativas, etc. Ese desprecio no quita que muchas veces haya recurrido, de manera impropia e incluso risible, al uso de conceptos científicos para darse aires de gravedad.

En un programa de TVE dedicado a la Filosofía, José Antonio Marina dice que "la bondad no es nada más que aquella forma de percibir con agudeza qué es la buena solución a cada problema y también tener la gallardía de ponerlo en práctica". Una frase tan resultona como impropia, porque eso no se llama bondad sino inteligencia resolutiva (nadie diría que es un ejercicio de bondad limpiarse el culo tras un apretón en el campo con las páginas de un periódico que se tiene a mano). Estas palabras son un ejemplo de que buena parte de la filosofía se ha convertido en mera verborrea, en el mejor de los casos elegante o inteligible (porque hay que reconocer la elegancia e inteligibilidad de Marina y Fernando Savater, a diferencia de otros, para sostener cosas evidentes e incluso naderías). Y bien trufada de citas y apelaciones a clásicos, que le dan un barniz de erudición absolutamente estéril.

El peor de los casos es el de la verborrea ilegible, con maestros de la oscuridad y el fárrago tan influyentes en la tradición filosófica continental como Heidegger, Deleuze, Baudrillard, Gadamer, Derrida, Lyotard y quien posiblemente sea el mayor timador intelectual de la historia reciente: Lacan. De ellos beben filósofos actuales como Jürgen Habermas (Premio Príncipe de Asturias solo por decir de manera comprensible en miles de páginas que hay que buscar consensos y que la democracia es buena), Alan Badiou (intragable filósofo de cabecera de terroristas de inspiración marxista-leninista como los etarras) o Peter Sloterdik (creador de un esperpéntico discurso poblado de esferas, burbujas, globos, espumas, "uterotopos", etc.).

Otros pensadores franceses como André Glucksmann, Bernard-Henri Levy y Alain Finkielkraut se han apartado afortunadamente de la jerga postmodernista de sus compatriotas más mayorcitos, alguno de los cuales -Deleuze- no dudó en tildarles de "bufones televisivos" por su osadía de expresarse con claridad. En realidad, estos jovenzuelos son más comentaristas políticos que filósofos.

La escuela filosófica anglosajona es, por fortuna, otra historia (¿quizá gracias a apartarse de Hegel, ese "soplagaitas" según Schopenhauer?). No es casual que gente tan valiosa como Bertrand Russell, Karl Popper o John Rawls hayan mamado de esta tradición, presidida por la claridad y la profundidad. Una escuela a la que se adscriben posiblemente los mejores filósofos actuales, como Peter Singer, Daniel Dennet o David Chalmers. Rompiendo moldes, Singer es exponente de una nueva ética transhumanista basada en la ponderación utilitarista de los intereses de todos los seres sintientes (humanos o no).

Ello lo sitúa muy lejos de uno de los filósofos españoles antes mentado, que hace poco tuvo la ocurrencia de presentar un libro suyo de Ética en una plaza de toros: no resulta extraño dada su condición de lego en Biología, manifiesta en entrevistas como esta (escuchar desde 10'40'' hasta 11'31'') en la que afirma que los animales son autómatas que no toman decisiones (debería leerse algún manual de la ESO o pinchar, por ejemplo, aquí). Al menos, como ya señalé antes, hay que reconocer al autor de Ética para Amador (en cuyas páginas también exhibe una enorme ignorancia sobre el mundo animal) su capacidad didáctica, su honestidad intelectual y su alejamiento de la oscuridad farragosa: no es poca cosa.

Al hilo de esta cuestión, siempre conviene recordar el hilarante escándalo Sokal, que dejó en rídiculo el pensamiento postmodernista con la publicación de un bodrio absurdo e infumable (redactado así deliberadamente) en una prestigiosa revista estadounidense de ciencias sociales. Por cierto, si alguien quiere convertirse en filósofo puede hacerlo en esta web generadora de piezas filosóficas postmodernistas. A mí me ha salido un texto muy mono llamado "Desublimación textual en los textos de Joyce".

domingo, 4 de diciembre de 2011

Analfabeto digitalizado (e-analphabet 2.0)

Retuitea la última ocurrencia de Sergio Ramos, escribe en Facebook "Ke me has colgao el San Benito de beata y yo soy acróstica. ;)", ve el programa televisivo Sálvame en HD, se suscribe al RSS del blog de Victoria Beckham, escucha con el iPhone el último podcast de Espacio en blanco, hojea con el iPad el e-book de una novela de cátaros o templarios recomendada por un usuario de la red ("OLA STOY LEYENDO ESE LIBRO, TODAVIA NO LO HE AKAVADO PRO POR LOKE YEVO LEYNDO ESTA BSTANTE BIEN"), se descarga del Apple Store la aplicación iFart para simular pedos (o peos), pide a un amigo que le mande un WhatsApp cuando le dé a la cisterna del W.C., cuenta a un colega a través de Skype que el vídeo subido a YouTube de un tipo corriendo con el badajo al aire se ha convertido en trending topic, va al Campus Party para descargarse tropecientas películas de serie B y quemarse las pestañas jugando al último videojuego de dar hostias como panes, pone un "Me gusta" y un comentario de "Que precioso" a un vídeo del amanecer con música new-age y el subtitulado "Tus ojos son un lusero que me encontré en el camino, miré entonses pa un lado y me estreyé contra un pino", se descarga en el Smartphone el politono de Papi Chulo, enriquece con elegancia y estilo la entrada en Wikipedia de Lady Gaga, reenvía por e-mail un correo con asunto: Ésta no es ninguna carta basura. Bill Gates está compartiendo su fortuna, se mete en el foro de una teleserie para que voten a su niño, crea el hashtag #caca, menea el último post de Alejandro Jodorowsky, se baja del Rincón del Vago un trabajito para intentar colárselo palabra por palabra a su profesor o su jefe,... ;)


viernes, 25 de noviembre de 2011

Desde el infinito y hasta más allá

Sostiene el teorema de los infinitos monos que si un simio se dedicara a pulsar caracteres al azar en un ordenador -en la formulación original de 1913, de Émile Borel, se hablaba obviamente de una máquina de escribir- durante un periodo de tiempo infinito, terminaría por redactar sin quererlo toda la obra escrita por la humanidad: desde Homero hasta J.J. Benítez pasando por Shakespeare, Cervantes, Tolstoi, Borges, Dan Brown y el negro de Ana Rosa. Solo es una cuestión de tiempo, y hay suficiente para aburrirse si lo ampliamos hasta el infinito. Igual pasaría si al mono le diera por apuntar aleatoriamente notas musicales: saldrían más tarde o más temprano todas las composiciones musicales de nuestra especie (y de cualquier otra a la que le diera por hacer música): desde Mozart hasta Oasis pasando por Chimo Bayo. Y con la pintura, más de lo mismo.

Por supuesto, esto va más allá de la producción escrita, musical o artística: habría tiempo para que cualquiera de nosotros convertido en inmortal hiciera, mientras no le pillase la muerte térmica del Universo (que acaecerá de manera impepinable), cualquier cosa: meter un gol milimétricamente igual al del barcelonista Ronaldo al Compostela en 1996, salir elegido presidente de Turkmenistán (si este Estado fuese imperecedero) en unos comicios libres, escalar el Everest (si este monte fuese imperecedero) haciendo exactamente los mismos movimientos de Edmund Hillary cuando lo coronó en 1953 o ser líder de audiencia presentando un programa cultural de La 2 (si esta cadena fuese imperecedera).

Esta cuestión, que puede parecer una tontería (¡y no lo es!), tiene unas implicaciones muy profundas que apuntan al cogollo mismo de la tramoya cósmica. Para empezar, la sexta sinfonía de Beethoven, "El almuerzo sobre la hierba" de Manet o El Quijote serían descubrimientos hechos respectivamente por el compositor alemán, el pintor francés y el escritor español, en ningún modo creaciones suyas. Dicho de otra manera, esas obras serían fruto de la pesca practicada por la conciencia de sus autores en el insondable océano de los sucesos reales o imaginarios.

Aunque, en vez de reales o imaginarios, sería más correcto hablar de sucesos observados o no observados, estos últimos por no haber salido de su limbo para presentarse a nuestros sentidos. De un limbo como el apuntado por la mecánica cuántica, que no tiene nada que ver con la morada de los niños muertos sin bautizar (que también existiría en algún lugar ideal o platónico, por descontado, al igual que los unicornios y los pajaritos preñados). Porque lo que nos va pasando a cada instante parece ser fruto de una nebulosa superposición lineal compleja (¡intervienen los números complejos!) que se va decantando -va colapsando, como dicen los físicos adheridos a la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica- ininterrumpidamente de una manera en apariencia aleatoria.

El ejemplo más sencillo lo tenemos cuando un electrón o un fotón se enfrenta a dos rendijas paralelas próximas, de modo que solo lo veremos pasar por una: su paso se materializará o por la de la izquierda o por la de la derecha. Pero la mecánica cuántica nos lleva a considerar que en realidad el electrón o el fotón atraviesa al mismo tiempo ambas rendijas en una superposición lineal de las dos opciones que se le presentan -que podrían ser un billón si ese fuese el número de rendijas-, un limbo que no se deshace hasta que alguien lo observa forzando su decantación o colapso (siempre conforme a la interpretación de Copenhague, ya que según los defensores del Multiverso nada colapsa: el fotón iría en un universo por la izquierda y en otro por la derecha).

Lo que percibimos no es, por tanto, la Realidad sino su materialización subjetiva y necesariamente parcial en el mundo físico del que formamos parte (¿estará nuestra mente exclusivamente anclada a ese mundo físico?). La Realidad, algo mucho más rico por no estar constreñido al espacio-tiempo y sus leyes, podría ser la fuente de ese hipotético Multiverso compuesto por todos los infinitos Universos posibles que no pocos cosmólogos y físicos cuánticos consideran verosímil. La pregunta del Googolplex es: ¿De qué coño va esto? 42 no parece una respuesta satisfactoria.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La mayoría son otros

Acierta la derecha cuando afirma que el movimiento 15-M no representa a la mayoría social de este país, que son más los españoles que no salen a la calle a protestar ni se movilizan de alguna manera contra la situación política y económica que nos ha tocado. Acierta por desgracia, porque es un drama -para los poderosos, un motivo de tranquilidad- que los cómplices de la crisis, los reacios a toda transformación (conservadores en el peor sentido), los engañados, los silenciosos y los indiferentes sean mayoritarios. Y esto es así, hay que reconocerlo para no llevarse un chasco. Como el de quienes pensaban que los tunecinos progresistas, esos hombres y mujeres jóvenes de clase media urbana y bien educados que hicieron caer a la dictadura de Ben Alí, eran mayoría en su país y serían artífices del primer estado laico democrático del mundo árabe.

Queda el consuelo de saber que los cambios sociales siempre empiezan con una minoría activa y que las conquistas a veces llegan tras tortuosas sendas, como la que los tunecinos tienen por delante (de color verde) y la que los españoles nos aprestamos a recorrer (de color azul gaviota).

jueves, 10 de noviembre de 2011

PPestafa electoral

Muchos españoles se han tragado esa milonga propalada por el PP de que la crisis en que nos hallamos es atribuible a una supuesta mala gestión económica del Gobierno de Zapatero (que, desde luego, no ha sido buena). Bastante gente va a votar a Rajoy pensando que con un mero cambio de Ejecutivo las cosas empezarán a enderezarse y se acabará con el paro. Si les manifiestas tu incredulidad, no tardan en esgrimirte la experiencia de Aznar: "Si él lo hizo, Rajoy lo hará también".

Lo que esta gente no sabe, o no quiere saber, es que la creación y la destrucción de empleo no dependen en los países desarrollados tanto de la política económica aplicada por los Gobiernos como de la fase del ciclo económico por la que se atraviesa. Y que la economía española es especialmente sensible, por sus características, tanto a los auges como a las depresiones: se crean muchos empleos cuando llega el ciclo expansivo y se destruyen muchos en el caso contrario. También desconocen que la situación económica de 2011 no tiene nada que ver con la de 1996, que asistimos a una crisis internacional diferente que puede degenerar en sistémica y precipitar al abismo al propio capitalismo.

En España hemos sido víctimas de la combinación de: 1) la crisis financiera internacional desatada hace unos años por las hipotecas basura estadounidenses, causantes de una debacle bancaria (al contaminarse las entidades con activos vinculados a dichas hipotecas), de una crisis de la deuda pública (al obligar a los Gobiernos a destinar sumas multimillonarias para salvar a los bancos) y de una recesión en los países desarrollados (causada por la contracción del crédito y la caída de la confianza en empresas y consumidores); y 2) el estallido de la burbuja inmobiliaria nacional engordada irresponsablemente desde finales del pasado siglo (cuando gobernaba el PP, no lo olvidemos).

Lo primero es achacable al descontrol de un sector financiero cada vez menos regulado, lo que permitió la proliferación de actividades especulativas de alto riesgo: de ello es culpable la irresponsabilidad, e incluso abierta complicidad, de banqueros, inversores institucionales, supervisores monetarios, agencias de calificación de riesgos... A lo que hay que sumar, más recientemente, el descubrimiento de las mentiras del Gobierno griego (conservador, por cierto) acerca de sus cuentas públicas, detonante de la crisis de la deuda en la zona euro. 

Por su parte, nuestra burbuja inmobiliaria se infló gracias al binomio liberalización del suelo (decidida por Aznar)-bajos tipos de interés (decididos en Frankfurt), del que se beneficiaron sobre todo promotores inmobiliarios, bancos y cajas, corporaciones locales y no pocos ciudadanos que pudieron vender sus terrenos a precio de oro, emplearse en el sector de la construcción y/o comprarse viviendas y buenos coches. Esa burbuja alimentada por los Gobiernos de Aznar no fue frenada por los de Zapatero. Desde luego, los políticos rara vez miran al largo plazo (excepto al suyo), y mucho menos si hay que pagar por ello el peaje de perder votos e incluso las siguientes elecciones. En el debe de nuestros gobernantes -da igual su partido- está también no haber afrontado una más que necesaria reforma de la Administración y de las empresas públicas para poner freno a tanto enchufismo, ineficacia y derroche de fondos públicos. Y no haber apostado por un tejido económico más productivo y sostenible.

El margen de acción del futuro Gobierno de España es muy limitado, ya que no tenemos política monetaria propia ni tampoco podemos devaluar la moneda para reactivar la economía. El Estado ni siquiera puede recurrir al gasto público para insuflar aire a la actividad económica, al estar sometido a la vigilancia de la Unión Europea (así como al propio corsé constitucional recientemente aprobado) y a la presión en los mercados de los especuladores, cuyos ataques sobre nuestra deuda soberana pueden ponernos al borde de la quiebra. Así pues, el futuro presidente Rajoy (o Rubalcaba) tendrá que hacer nuevos y dolorosos recortes que afectarán sin duda a la sanidad y la educación, incluso al sistema de pensiones. Además, subirá con toda seguridad los impuestos: sobre todo, el IVA, que paga todo el mundo con independencia de su renta o riqueza.

Lo cierto es que dependemos mucho más de lo que se haga fuera de España. Si el BCE no baja los tipos y Alemania no da un decidido impulso a su economía, estamos condenados a una nueva recesión que podría poner la cifra de parados más cerca de los seis millones que de los cinco. Está claro, salvo para tanto votante incauto del PP, que el desempleo no se soluciona simplemente con un nuevo inquilino en Moncloa, una desregulación del mercado laboral, beneficios fiscales a las empresas y recortes en el gasto público. Y el cambio de modelo productivo, si finalmente se opta por él, no se logra de un día para otro: sus beneficios en la economía y el empleo se cosecharán a medio-largo plazo.

Aunque cada uno es dueño y señor de su ignorancia, conviene estar avisado. Lo más chocante es que muchos de quienes auparán al PP al poder son trabajadores mileuristas que con su voto respaldarán un proyecto que no pretende gravar a las grandes fortunas y sí abandonar a su suerte servicios como la educación y la sanidad públicas que benefician principalmente a los menos favorecidos. 

Por si fuera poco, el nuevo Gobierno de Rajoy acercará etarras al País Vasco y gestionará la salida de la cárcel de los presos de la banda terrorista (como haría un Rubalcaba presidente, porque esto ya está más que hablado y negociado). Esto sentará como cuerno quemado a muchos votantes peperos enchufados a Intereconomía-La Gaceta, que se creen esa otra milonga de que el PP no haría jamás concesiones a los etarras.

Aunque no soy de los que piensan que PSOE y PP son lo mismo (las diferencias estriban sobre todo en la política social y los derechos ciudadanos, lo que no es poca cosa), no quiero que esto se entienda en absoluto como una invitación a votar al PSOE. Hay que ir más lejos: ya es inaplazable el replanteamiento de este sistema y de esta forma de vivir tan insostenibles como generadores de infelicidad. Tenemos que aprender a ser más sencillos, austeros y responsables. Tenemos que encontrar maneras más inteligentes de producir, consumir y relacionarnos con el entorno. Por eso votaré a Equo, porque ahí veo una semilla de transformación (no inspirada en modelos fracasados del siglo XX) que no tardará en germinar. Aunque empecemos solo con un diputado en el Congreso.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Hacer o no hacer

"Esta mañana a las 9, al entrar a trabajar, vi como siempre al portero de la finca enfundado en su mono azul. Fregaba afanosamente el suelo de la entrada. Me hizo pensar en la futilidad de muchos trabajos, quizá de todos los trabajos (en general, de todas las cosas que hacemos). Las labores de limpieza son necesarias -aunque todo volverá pronto a estar sucio: el polvo no da tregua-, como también son necesarios el derecho procesal, la biblioteconomía, la programación informática y la fontanería, cuestiones que no por ello se me antojan menos fútiles, en el fondo, que el fregado de pisos. Tengo el pálpito de que quien ha dedicado buena parte de las horas de su vida a materias como ésa -o como la forja del acero, la retransmisión radiofónica de partidos de fútbol, la gestión de carteras de valores, el enlatado de sardinas en aceite, las encuestas por teléfono, la vigilancia nocturna de grandes almacenes, la presidencia de clubes de baloncesto, el amasado de escayola, la elaboración de tiramisúes para los clientes del restaurante, el sexado de pollos...- se ha perdido algo en el camino. O sea, que todos nos hemos perdido algo. Pero, ¿qué será eso que se nos ha pasado supuestamente por alto? Quizá todas esas cosas, con su mayor o menor utilidad (incluso las más inútiles, como apuntar la hora de paso de los trenes por las estaciones o hacer listados de lenguas extintas), informen una vida, le den su contenido: sin ellas, sólo existiría un terrible vacío. Pero las labores de un chapista, de un aparcacoches, de un gerente de producción, de un pintor de brocha gorda, de un portero de balonmano, de un sismólogo, ¿son realmente más importantes que la meditación en solitario a la sombra de un mango?..."

Pasaje de El último dodo (2010).

domingo, 23 de octubre de 2011

Abertzales sin terrorismo

Se habla bastante de ETA tras su anunciado abandono de la violencia, muchas veces sin demasiada propiedad. Una de las tonterías convertidas casi en lugar común es llamar nazis o fascistas a los etarras, para así subrayar su supuesta condición maligna. Y lo cierto es que no son buenos (a juzgar por su actos), pero no por ello nazis o fascistas: son nacionalistas fanáticos de inspiración marxista-leninista que pretenden crear en Euskal Herria, hasta ahora a golpe de tiros, secuestros y bombas, un estado independiente "socialista" (o sea, un régimen comunista a la RDA) solidario con otros regímenes afines como el de la Cuba castrista. Son producto del cruce a finales del régimen franquista (expresión política del agresivo nacionalismo españolista ahora encarnado sobre todo en el PP) de la ideología xenófoba y ultracatólica de un reaccionario enajenado (Sabino Arana) con la del más burdo manual de lucha leninista de las guerrillas tercermundistas. O sea, son de extrema izquierda (con un puntito confesional, a lo sandinista) por más que nos pueda doler -a mí, nada, desde luego- a quienes nos sentimos próximos a la izquierda democrática y civilizada.

Pese a que el País Vasco es una sociedad democrática, económicamente rica y con un muy alto nivel de autogobierno, ETA ha tenido hasta hoy mismo el apoyo incondicional de al menos un 10% de sus ciudadanos. La guerra sucia del GAL (encima chapucera, más propia de un comisario Torrente), los continuos disparates vomitados por la derecha mediática abertzale española y algunos abusos policiales y despropósitos judiciales (el de Egunkaria es un escandaloso ejemplo) solo han servido para alimentar la cerrazón, el odio y la paranoia de quienes votan a la llamada izquierda abertzale. De quienes, cegados por su fanatismo o víctimas de su estulticia, tienen el cuajo de equiparar el sufrimiento de los familiares de los asesinados con el de los familiares de los presos; o la congoja de los líderes del brazo político de ETA por miedo a ser detenidos  con la de quienes hasta hace solo unos días debían moverse todo el tiempo con escolta por temor a ser liquidados. De quienes no son capaces, de nuevo por fanatismo o simplemente por faltarles un hervor, de entender que un vasco o un navarro no es peor ciudadano -ni mejor, por descontado- por no ser partidario de la independencia de su tierra.

A partir de ahora, la actividad de la izquierda abertzale será exclusivamente política. Al menos hay que reconocer que, a diferencia del PNV, ellos tienen una propuesta clara -y legítima, hay que decirlo- para Euskadi: "independencia y socialismo". Habrá que ver lo que hacen en este nuevo escenario los herederos más conservadores de Sabino Arana, que hasta este momento se han dedicado a obtener réditos políticos de su calculada y cómoda ambigüedad (corresponsable en parte de la pervivencia del llamado "conflicto" hasta bien entrado el siglo XXI). Y digo cómoda porque nadie negará -o sí, pero mintiendo- que casi ningún peneuvista ha sido víctima o ha estado en el punto de mira de los terroristas, como sí ha sido el caso del PSOE y el PP.

A ver si después de las elecciones vascas de 2013 el partido fundado por Arana se decanta o no por la independencia. Si finalmente lo hace, juntando sus diputados a los de Amaiur para demandar en sede parlamentaria vasca al Gobierno central la celebración de un referéndum de autodeterminación, bienvenida sea dicha consulta. Algunos desde fuera de Euskadi estaríamos dispuestos a aceptar ese referéndum e incluso la independencia de dicho territorio si esa fuese la voluntad manifiesta de una mayoría significativa (no precisamente el 50,01%) de sus ciudadanos. Aunque somos conscientes de que al otro lado, frente a los nacionalistas vascos, se halla el muro de un nacionalismo españolista que difícilmente lo toleraría. Pero esa ya es otra cuestión: la pelota pasaría entonces a Madrid, bajo la atenta mirada de la comunidad internacional.

Ahora bien, si el PNV pretende seguir sin mojarse, que no venga luego la izquierda abertzale a darle una colleja (los asesinatos parecen felizmente descartados) a los del PSOE y el PP: que se la administren mejor a sus hermanos aranistas. Veremos...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Cosas de guerreros

Siempre que veo a militares desfilando me da la impresión de estar contemplando a un montón de primates ceñudos con ropa. A veces me viene incluso a la mente la inquietante imagen de hormigas-soldado (¿no será nuestra sociedad en el fondo un gigantesco hormiguero?). Soy incapaz de emocionarme ante lo que me parece un grotesco despliegue de virilidad confesional, donde se juntan -en el caso español- cabras, vírgenes, trapitos de colores, pechos de lobo, capellanes sobrealimentados y próceres de dudosa moralidad. Esa incapacidad debe ser algo bueno, ya que prueba que no soy ni un sensiblero (la sensiblería no tiene nada que ver con la sensibilidad) ni un hortera ni un facha.

Lo que más me choca es cuando se rinde tributo a los caídos por la patria. Entre los nuestros se cuentan esos pobres campesinos analfabetos utilizados como carne de cañón en las ya lejanas guerras de África, en defensa de una causa tan ajena a ellos como de interés para quienes allí les enviaban. Casi niños arrancados de sus madres para ser destripados en los años 10 y 20 del siglo pasado en las montañas rifeñas a manos de los más salvajes del lugar (antepasados de quienes se trajo Franco en 1936 para fumar hachís, rebanar cuellos y violar mujeres por Dios y por España).

Ojo: el mío no es un antimilitarismo simplón de manual izquierdista. Soy consciente de que tiene que haber ejércitos -como tiene que haber porteros de discoteca- por el mero hecho de que hay otros ejércitos (regulares o no) y un montón de idiotas en el exterior que estarían dispuestos a atacarnos si recibiesen la orden de sus correspondientes machos-alfa (por supuesto, en beneficio exclusivo de estos últimos). Lo cual es una garantía para los fabricantes de armas y los intermediarios y comisionistas que viven de tan boyante negocio. También soy consciente de que las fuerzas armadas desarrollan tareas importantes de protección civil. Y que se hacen necesarias en procesos de reconstrucción como, por ejemplo, el de Haití. Si los marines estadounidenses no estuviesen allí para proteger a la población de sí misma (de sus propios matones), aquello sería un infierno mucho peor de lo que ya es.

Por supuesto, en los ejércitos hay buena y mala gente, como en todas partes. Aunque pocos me negarán que en sus escalafones más bajos hay más personas dispuestas a partirte la cara por una nadería y menos propensas a leer a Schopenhauer que en otros colectivos sociales. En fin, las cosas de los guerreros.

sábado, 8 de octubre de 2011

Buen trabajo, Jobs

La muerte de Steve Jobs ha tenido el impacto mediático que se esperaba. Ciertamente, ha desaparecido un genio, un visionario, un tipo que ha revolucionado la tecnología e incluso el ocio de las clases medias y altas de nuestro planeta. ¡Pero de ahí a beatificarlo, como han hecho tantos! Parece que se nos hubiese ido la madre Teresa de Calcuta, una persona entregada por completo a mitigar de manera desinteresada el sufrimiento de los más necesitados.

Dicen que Jobs era un tipo algo egocéntrico y un jefe de trato difícil, pero la intención de este post no es desacreditarlo sino todo lo contrario. Lo que quiero es alabarlo, además de por su espíritu de lucha y su entereza contra la adversidad, por algo tan sencillo como haber hecho bien su trabajo. Si todo el mundo hiciera bien el suyo, este mundo sería mucho más grato y amigable. Por ejemplo, a diferencia de otros productos de la competencia bien conocidos (los del amigo Gates), los sistemas operativos de Apple eran impermeables a los virus y casi nunca te dejaban en palanca cerrándose abruptamente.

Esa seriedad profesional, esa meticulosidad en el plano laboral, era compatible con llevar vaqueros y zapatillas deportivas (ya solo por esto, yo lo veía con simpatía). Todo lo contrario de esos botarates trajeados y encorbatados que nos resultan tan familiares en el mundo hispánico, de manifiesta incapacidad para otra cosa que no sea calentar las poltronas (puestos en consejos de administración, cátedras, etc.) en las que se sientan.

Al escritor Albert Camus le preguntaron una vez maliciosamente qué había hecho él por el mundo, a lo que respondió: "No empeorarlo, lo cual ya es mucho". Jobs fue más allá de eso, y hay que agradecérselo.

sábado, 1 de octubre de 2011

Lomos

Observamos una pila de cinco superficies rectangulares y estriadas de color blanco, cubiertas de polvo, de diferente altura y anchura. La sonda-escáner de la nanonave confirma que tienen profundidad y constan en su interior de un número variable de láminas blancas de una sustancia identificada como un polisacárido, sobre las cuales hay inscritos caracteres negros de procedencia mineral. También hay caracteres y motivos pictóricos en las tapas más duras que encierran a las láminas. Una de las tapas está encabezada por los caracteres 'Madame Bovary', otra por 'Listín telefónico de Málaga', otra por 'Tratado de química orgánica', otra por 'Cartas a un joven español'. En otra, muy fina, pone arriba del todo 'La Verdad revelada'. Por su tamaño, microfilmamos como muestra la segunda ( 'Listín telefónico de Málaga'). Esperamos que contenga información valiosa de la vida que debió haber aquí hasta no hace mucho. Podemos prácticamente descartar que esta civilización llegase a conocer el Secreto.

martes, 27 de septiembre de 2011

No comment, please

Cualquier persona con criterio que haya navegado por Internet es consciente de que buena parte de los contenidos que circulan por la Red son basura e imbecilidades, lo que los angloparlantes dirían nonsense. En Internet está lo mejor y lo peor de la inteligencia humana, pero lo primero son pequeños tesoros a la deriva en el ruidoso océano de improperios, memeces, falsedades, incorrecciones y disparates de lo segundo. Para acceder a esos tesoros es imprescindible el auxilio del buen criterio, esa cosa que nunca se ha cultivado en nuestros colegios, institutos y universidades, que ahora resulta más necesario que nunca para saber separar el grano de la paja.

Todo lo que sea segar esa paja, limpiar la Red de excrementos, insultos y estupideces, debe ser bienvenido como saludable. Aunque alguno dirá que es antidemocrático. Porque ciertamente no hay nada más democrático que Internet, donde cualquiera puede poner prácticamente lo que quiera donde quiera -amparado encima por el anonimato, si así lo desea- sin ningún control de veracidad, rigurosidad o calidad. Esto se observa particularmente en los comentarios vertidos en blogs, noticias y retransmisiones en directo (sobre todo, de fútbol). Por no hablar de la sufrida Wikipedia, constantemente asediada por los trolls para desesperación de quienes se la toman en serio y pueden aportar cosas interesantes.

Afortunadamente, este vale todo empieza a ser cuestionado. Hace unas semanas, una periodista sueca comentaba en la BBC que varios diarios digitales de su país habían decidido reservarse el derecho de admisión de comentarios. Es algo que nadie ha cuestionado jamás en la prensa escrita: son los medios de comunicación los que deciden qué cartas al director se publican y cuáles no, atendiendo a su interés público y al valor de su contenido. ¿Por qué no llevar este principio a Internet? ¿Por qué tenemos que estar soportando a toda esa legión de trolls y de mentecatos? Ya tenemos bastante con aguantarlos en el mundo real, con tener que pagar peajes como los guardias muertos en las carreteras (fastidiando nuestros amortiguadores por culpa de los tontos del culo de siempre).

sábado, 17 de septiembre de 2011

Entrevista de Belén Esteban a Paul Krugman

-Tenemos hoy en el programa al señor Paul Krugman, Premio Nobel de Economía. Bienvenido, Sr. Krugman. Lo primero de todo, ¿no cree usted que el precio del pollo está por las nubes?
-Desconozco la evolución del precio del pollo en el mercado español. ¿No hay una pregunta más interesante?
-Las preguntas son las que son, las hacen interesantes las respuestas de los invitados. En fin, ¿cree usted que deberían subir los tipos de interés en Europa?
-Todo lo contrario. Los tipos de interés en la zona euro deberían bajar para alejar el fantasma de una nueva recesión. Además...
-Pero, Sr. Krugman. ¿Habla usted de bajar los tipos? Resulta que suben el IPG, la ITV, el KH-7... ¡Y viene usted a defender aquí que bajen los tipos! ¿No ve usted esto contradictorio?
-Mire, los tipos de interés son un instrumento de la política monetaria para...
-Respóndame, Don Paul, aquí hago yo las preguntas. Se me ciñe usted a la pregunta, por favor.
-Señora, le digo que hay que relajar la política monetaria al tiempo de apostar por una política fiscal expansiva para alejar a la economía del desastre.
-¿Pero por qué bajar los tipos si sube el KH-7, por ejemplo? ¿Qué razón hay para esa discriminación?
-Señora, no tiene que ver una cosa con la otra. Yo lo que digo es que...
-Por otra parte, si baja usted los tipos, nos la clavan a los de siempre con impuestos. ¿No está de acuerdo?, ¿no?
-Señora, ¿deja que me explique?
-Yo quiero que me responda, ya solo por respeto a los oyentes. A ver: si bajan los tipos, ¿no suben los impuestos? Se lo repito: si bajan los tipos, ¿no suben los impuestos?
-No tiene nada que ver, señora. Le estoy intentando explicar que es necesaria una acción conjunta en el plano monetario y el fiscal para...
-¿Y los impuestos qué?, ¿qué pasa con los impuestos? ¡Que nos tienen fritos al pueblo ya!
-Son cosas diferentes. Mire..
-Tipos bajos, impuestos altos, el pollo por las nubes. ¡No mienta, señor Krugman!
-Déjeme hablar por favor, con usted es imposible. Le estoy diciendo que una bajada de tipos y una política fiscal keynesiana se hacen necesarios para evitar el desastre y sentar las bases de la recuperación. Luego, más adelante, ya se podrá reducir el déficit. Pero eso no es la prioridad en este momento.
-Hace diez minutos que tiene la palabra... Usted está equivocado, caballero: la política fiscal cartesiana nos lleva precisamente al desastre al hacer que suban los impuestos y reboten los precios del pollo.
-Señora, por Dios...
-Pero, vamos a ver, vamos a ver. Si bajan los tipos, ¿no suuuuubeeeee el pooollo? ¿Y no se dispaaaaaran los impueeeeestos? Mire, escúchese, aclárese y, si quiere, hablamos otro día. ¿Vale?
-Usted es una maleducada, señora.
-Lo será la zorra de su madre, ¿me oyó bien? Buff... una pausa y entramos en Sálvame de luxe.

(Escucha aquí la entrevista)

martes, 13 de septiembre de 2011

Una explicación biológica del mal

Quienes buscan acercarse a la naturaleza del mal a través de la razón (no de la religión) cometen quizá el error de recurrir más a la Filosofía que a la Biología, una ciencia que podría aportar pistas más valiosas. Dicho de otro modo, puede ser más útil a este respecto leer a Darwin que a Savater (¡por no hablar de Santo Tomás de Aquino!).

La Biología nos dice que los seres vivos depredan en este planeta para obtener su sustento desde hace al menos unos 2.700 millones de años, cuando unas bacterias empezaron a fagocitar a otras al agotarse el caldo primigenio de moléculas que había en el mar. Hace más de 500 millones de años apareció el primer asesino macrófago: quizá un platelminto (gusano plano) marino que envenenó y digirió a alguna otra criatura marina. Así es la Naturaleza que conocemos, en la que no abunda la compasión y rige la ley del más fuerte o del más listo. O sea, el pez grande se come al pez chico. No debe ser muy diferente en otros lugares donde haya prendido la vida.

Lo que entendemos por mal es la depredación aplicada entre seres humanos, no tanto para sobrevivir como para disfrutar con el sometimiento o humillación de otros o saciar a su costa nuestro hambre de poder, sexo o dinero. Mal también sería la violencia ejercida contra los animales que hemos decidido convencionalmente excluir de nuestro círculo depredador, caso de las mascotas. Porque matar a palos a un galgo no cuenta con la misma consideración moral que decapitar a un cerdo en una matanza. Al igual que matar a un congénere no tiene la misma calificación moral que abatir a un ciervo en una montería. Esto es así puesto que la moral es una mera invención humana para su mejor autoconservación. Aunque disparar a un ciervo por entretenimiento no deja de ser un crimen monstruoso para un nivel alto de conciencia.

La raíz del mal habría que buscarla pues en nuestras profundidades genéticas, en la pasta de la que estamos hechos: el mal está ya latente en los primeros organismos vivos, programados para reproducirse a toda costa. No es culpa de la humanidad ni del resto de los seres vivos estar hechos de esa pasta, o que el agotamiento del caldo nutritivo primigenio llevase un día a las criaturas a la depredación: podríamos decir que allí radica el pecado original (justificado, por cierto, porque no les quedaba otra). Además, si la humanidad sobrevivió posteriormente como especie fue no solo por su faceta social cooperativa sino también por haber matado a diestro y siniestro a sus predadores, presas y competidores. Es innegable que la depredación siempre ha sido premiada evolutivamente.

Por tanto, detrás de un torturador, un violador o un asesino no solo hay un sádico, un estúpido, un inconsciente o un psicópata, sino millones de años de depredación y violencia. Es imposible desprenderse de ese componente depredador -¡hasta ahora tan funcional!-, incrustado en lo más profundo de nuestro ser. Que se manifieste en unos individuos más que en otros depende de su predisposición genética y de factores ambientales como el entorno familiar y social, su educación, su historia personal, etc. Por otra parte, es cierto que en nuestra herencia genética también anida el bien. Y que la compasión ha arraigado no solo en los humanos sino en otros seres vivos inteligentes. Está en nuestras manos cultivarla.

Por último, ¿por qué el mundo tendría que estar siempre regido por las leyes de la depredación? ¿Por qué no podríamos nosotros, con nuestra inteligencia, intentar cambiar sus reglas? Quizá alguna civilización extraterrestre mucho más inteligente ya lo haya hecho en su ámbito. Contra natura, por supuesto. Como debe ser.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Noche


¿Qué hago yo aquí, sentado en esta guagua medio vacía, contemplando cómo comienza a deshacerse esta noche que aún nos envuelve más allá de los cristales mojados?

Juraría haber estado asomado hace un momento al balcón del hotel de Maspalomas donde veraneaba con mi novia, sintiendo el aire fresco y perfumado de flores y salitre de una noche salpicada de lucecitas, con el mar, el cielo y las montañas confundidos en una negrura solo violada por los destellos periódicos del viejo faro.

Había salido afuera después de cenar y quedarme dormido en el regazo de mi abuelo, mientras echaban Un, dos, tres en la tele. Ya había hecho los deberes, después de que la oscuridad hubiese empezado a adueñarse de la habitación y a cercar mi cuna.

Tenía miedo y lloraba. No conocía la noche, porque había venido al mundo por la mañana.

Un cartel dice que quedan 15 kilómetros para llegar a Madrid. Ha amanecido y tengo 43 años.

lunes, 29 de agosto de 2011

La culpa es del neoliberalismo

¿Desahuciado por no pagar el alquiler?, ¿atropellado por un conductor borracho?, ¿estafado por un quinqui?, ¿problemas de erección?... Ya se sabe: el culpable es el neoliberalismo. Sí, ese perverso sistema que supuestamente ha maleado a los seres humanos, que antaño debían ser unos dechados de virtud, amor y solidaridad.

Las torres de cráneos que dejaban los mongoles a la entrada de las aldeas que saqueaban son expresivos monumentos de esa bucólica etapa preneoliberal que no tuvimos el gusto de conocer. Como tampoco llegamos a conocer las fraternas visitas de los vikingos allende sus tierras, los sacrificios humanos preneoliberales de los aztecas, los cuerpos carbonizados -con la bendición de las iglesias cristianas- de medio millón de supuestas brujas europeas, las matanzas de hugonotes, los pogromos contra los judíos, el infanticidio selectivo en Esparta, la quema de viudas hindúes en la pira... Todos ellos, sucesos de cuando el hombre era al parecer un ser bueno y virginal, no mancillado moralmente por este corruptor neoliberalismo.

Aunque aún nos quedan algunas reliquias preneoliberales, como la extirpación del clítoris y la caza de albinos en África, los crímenes de honor en Anatolia, el infanticidio femenino en China, los linchamientos comunitarios en Centroamérica, los palizones de los yanomamos a sus mujeres... O quizá me confunda, porque, ¿no serán estas también expresiones del dichoso neoliberalismo? Ahora recuerdo lo que nos dijo en el verano de 1990 un profesor tanzano de paso por Madrid (como nosotros, entonces estudiantes canarios) para asistir a un congreso mundial de Sociología: "La religión de África es el amor". Ya se ve. Díganselo a un albino tanzano.

Que nadie confunda los párrafos anteriores con una defensa del neoliberalismo, entendido como una corriente ideológica que propugna minimizar dogmáticamente la intervención estatal en la economía, encomendarse por completo a los mercados (obviando, por ejemplo, que el poder de negociación de un empresario no es el mismo que el de un empleado) y liberalizar el comercio internacional (algo que, por cierto, me parece razonable). Y mucho menos que se tome como una muestra de simpatía por quienes lo sostienen, que en su mayoría no dejan de ser -como la señora Esperanza Aguirre- unos adinerados ultraconservadores librecambistas (y, a veces, ni esto último). Pero achacarle todos nuestros males al neoliberalismo -incluso al capitalismo- supone un desconocimiento tanto de la historia de la humanidad como de nuestra propia naturaleza.

lunes, 22 de agosto de 2011

Billar en la Wii y jugadores 'ahí fuera'

Jugando al billar en la Wii, advertí una obviedad: todos los posibles movimientos en el juego están ya programados, mediante algoritmos, por sus creadores de Nintendo. El que se manifiesten unos movimientos y no otros depende de las elecciones realizadas por los jugadores con sus mandos: o sea, de la dirección e impulso de los golpeos de las bolas.

Si dentro de la pantalla de la tele hubiese un ser consciente bidimensional observando las evoluciones sobre la mesa de billar virtual, ¿podría sospechar que detrás del movimiento de los tacos virtuales se hallan unos tipos fuera de su mundo? Unos tipos cuyas acciones dependen a su vez de lo que sucede en su realidad tetradimensional (las tres dimensiones espaciales más la temporal), en la que -tal como nos enseña la mecánica cuántica- todos los sucesos posibles están presentes de algún modo en un misterioso estado de superposición lineal que se va decantando de manera aparentemente aleatoria (¿o quizá en función de las elecciones realizadas por desconocidos jugadores con sus desconocidos mandos?).

En nuestro mundo tetradimensional, algunos individuos sí que sospechan que detrás de sus movimientos podrían estar unos tipos de fuera del mundo... ¿jugando?, ¿trabajando?, ¿cumpliendo alguna misión?... ¿Y si al final el bueno de Jámblico (pensador neoplatónico) tuviese razón y estuviéramos en un Cosmos poblado por dioses, ángeles, demonios, héroes y simples mortales ubicados en distintos niveles a cual más alejado de la mónada primordial?

jueves, 11 de agosto de 2011

Gamberros, multi-inculturalismo y 'siniestrona'

Los recientes sucesos en Inglaterra han permitido retratar no solo a unas hordas de jóvenes sin escrúpulos crecidos a la sombra de unos padres irresponsables y de un sistema de protección social demasiado generoso con ellos, sino también a la izquierda más simplona a la par que extrema e intolerante (la siniestrona), que quiere ver en los violentos ataques de esos chandaleros descerebrados las manos de un noble pueblo alzado contra la injusticia.

La violencia en los barrios ingleses obedece, a mi juicio, a la conjunción de cuatro factores: 1) Un salvaje consumismo alimentado desde hace décadas por los medios de comunicación de masas (desde la publicidad hasta las series para adolescentes pasando por la pura telebasura), que ha metido firmemente en la cabeza de mucha gente lo de "tanto tienes (a cualquier precio), tanto eres"; 2) Un grave deterioro de la educación y de los valores tradicionales de honradez, respeto y disciplina (algo que se garantizaba más o menos cuando la religión no era algo en retirada -¡por fortuna lo es, todo sea dicho!-, como ahora entre los occidentales); 3) Un sentimiento de humillación e inferioridad de algunos nativos pobres, perdedores de la globalización y pasto de partidos xenófobos como el British National Party (BNP) en Inglaterra o el Frente Nacional en Francia; 4) Un sentimiento de humillación e inferioridad de algunos inmigrantes o hijos de la inmigración que no han terminado de integrarse (o de ser aceptados) adecuadamente en las sociedades europeas, desgarrados internamente por el conflicto entre las leyes y costumbres de sus países de acogida y las tradiciones de sus países de origen (que suelen encadenarlos al castrante yugo del patriarcado y la religión), quienes a su vez son pasto de movimientos extremistas identitarios. 

No hace falta señalar que los nativos pobres inclinados a la xenofobia y los inmigrantes humillados inclinados al extremismo identitario están llamados a colisionar más tarde o más temprano: es la tendencia natural de lo que algunos llaman multiculturalismo (término tan querido por la ya mentada siniestrona), que yo prefiero etiquetar como multi-inculturalismo para ser más exactos. Incluso los distintos grupos de inmigrantes inadaptados tienden a chocar entre sí.

Esos idiotas que salen de noche para destruir sin ton ni son no pretenden cambiar el capitalismo, sino su posición en la escala social. La sociedad de consumo les encanta. Lo único que quieren es colocarse ellos arriba del todo para pisar a los demás: quieren ser como sus idolatrados raperos, vestidos con caras ropas y zapatillas de marca, luciendo cadenas de oro, joyas y los últimos gadgets tecnológicos y pisando a fondo el acelerador de coches de lujo para fardar ante sus novias, amigos y vecinos. Lo curioso es que, a diferencia de sus homólogos en España (los que más temprano que tarde saldrán a las calles de nuestro país a hacer lo mismo), estos jóvenes disfrutan de los beneficios de un sistema de protección social todavía muy generoso -mucho más que el español, desde luego- pese a los recortes de la era Thatcher. 

En fin, estas son cosas que pasan lustros después de que unos energúmenos se hayan convertido en padres y madres dentro de un sistema con tanta desigualdad social que descuida la educación sin dejar de alentar la competitividad, el consumismo y la más grosera ostentación. Y cuando algunos (sobre todo en la siniestrona) siguen creyendo tanto en la supuesta bondad natural de los pobres por el simple hecho de serlo como en la intrínseca maldad de los ricos.

Hooligans, multi-inculturalism, and 'siniestrona'

Recent events in England have portrayed not only a ruthless hordes of young people raised in the shadow of some irresponsible parents and a social protection system too generous with them, but also a political left the most simplistic, extreme and intolerant (the siniestrona), pretending that those violent attacks by mindless rioters are the rising of a noble people against injustice.
 

Violence in the English suburbs is due, in my opinion, to the combination of four elements: 1) A wild consumerism fueled for decades by mass media (from advertising to TV series for teenagers going through pure junk TV), who has firmly stuck in the minds of many people this idea: "the more you own (at any price), the more you are", 2) A serious deterioration of education and traditional values ​​of honesty, respect and discipline (which was guaranteed more or less when religion was not something in retreat- fortunately, I must say! - as now in the West), 3) A sense of humiliation and inferiority of some poor natives, losers of globalization and prone to xenophobic parties like the British National Party (BNP) in England or the Front National in France, 4) A sense of humiliation and inferiority of some immigrants (or people with immigration background) that have not been fully integrated (or accepted) in European societies, torn internally by the conflict between the laws and customs of their host countries and traditions of their origin countries (that often chain them to the emasculating yoke of patriarchy and religion), who in turn are prone to extremist identitarian movements.

It goes without saying that poor natives prone to xenophobia and humiliated immigrants inclined to identitarian extremism are called to collide sooner or later: the natural tendency of what some people call multiculturalism (a term so dear to the siniestrona), that I prefer to label as multi-inculturalism to be more accurate. Even the various immigrant misfit groups tend to collide one to another.
 

These idiots who go out at night to loot and destroy do not intend to change capitalism, but only their position in the social scale. They really do love the consumer society. All they want is to place themselves above all to step on others: they want to be like their idolized rappers, dressed in expensive clothes and branded shoes, wearing gold chains, jewelry and the latest gadgets and stepping on the accelerator of luxury cars to show off in front of their girlfriends, friends and neighbours. Curiously, unlike their counterparts in Spain (that sooner or later will hit the streets of our country to do so), these young people enjoy the benefits of a still very generous social protection system -much more than the Spanish, of course- despite the cuts of Thatcher's era.
 

In short, these are things that happen decades after some hooligans have become parents within a system with a high social inequality that neglects education at the same time of encouraging competition, consumerism, and the rudest ostentation. And when some (especially in the siniestrona) still believe in both the natural goodness of the poor people (for the mere fact of being so) and the intrinsic evil of the rich.

miércoles, 3 de agosto de 2011

¿Destino: Reikiavik?

"A mí la política no me interesa"; "Soy totalmente apolítico"; "Todos los políticos son iguales"... ¿Quién no ha escuchado a menudo estas necedades, propias de un país con una cultura política tan baja? Con una España al borde del colapso financiero, asediada por los especuladores y las agencias de calificación, uno se pregunta qué dice ahora esa gente que se toma la política como algo tan ajeno. Algunos seguirán instalados en su sandez. Pero, seguramente, otros muchos habrán decidido ir a votar a la derecha el 20-N creyendo, en su ignorancia, que con ello se enderezarán las cosas. Exhibirán así la misma idiotez política de quienes apoyan en EE.UU. al Tea Party, un movimiento que defiende descaradamente a los más ricos pero que se sostiene gracias a tantos estúpidos de clase media y media-baja, cristianos practicantes, bien armados y lindantes con el analfabetismo funcional.

Aquí no solo se están pagando los excesos del desmedido boom inmobiliario (todavía recuerdo en 2003 al señor de la inmobiliaria que me vendió el piso negando condescendiente que hubiese una burbuja) y del gran endeudamiento de los tiempos de vacas gordas, en los que no se dio ningún paso para cambiar nuestro poco competitivo (por culpa de nuestra burricie empresarial y laboral) modelo productivo. También estamos siendo víctimas, como en otros lugares del mundo, de las dramáticas consecuencias globales de un capitalismo de casino que amenaza con saltar por los aires y llevarse consigo todas las conquistas sociales de la democracia e incluso la democracia misma.

Si alguien pensaba que se podía ser indiferente a la política sin pagar un precio, aquí tiene las consecuencias. Corresponsables del desastre son, en alguna medida, quienes solo se preocupaban del precio de la gasolina o de la última gesta de Belén Esteban, quienes votaban a políticos corruptos e impresentables que dilapidaban alegremente el patrimonio público mientras alicataban nuestro maltratado territorio, quienes presumían de no informarse o de leer solo el Marca o el As... Y, por encima de todo, esos empresarios que no apostaron por innovar, esos políticos que no se atrevieron a reformar la Administración y las empresas públicas, esos sindicalistas que impidieron lo anterior para defender los privilegios de una casta, esos curritos que dejaron sus estudios para ponerse a trabajar en la construcción y pagarse sus coches de lujo y sus cadenas de oro...

Alguien dirá ahora que siempre pagan los mismos. Desde luego, pero no es menos cierto que también son siempre los mismos -por ejemplo, ese idiotizado populacho alemán que llevó a Hitler al poder- los que lo permiten y sostienen. Lo más inquietante es cuando se constate que el señor barbado de Pontevedra no arreglará las cosas: muchos se verán entonces tentados a dar su próximo voto a movimientos populistas declaradamente xenófobos (el PP no lo es confeso). El futuro podría ser esplendoroso para esas formaciones ultraderechistas si se siguiese oscureciendo el panorama socioeconómico.

De veras que uno intenta ser optimista, pero es que hay pocas razones para serlo. El problema de España es sobre todo cultural y educativo, y eso no se soluciona a corto o medio plazo. Islandia está arruinada. Sin embargo, a diferencia de nosotros, cuenta con un capital social muy valioso: su educada y cívica población (menos propensa a la chapuza, el pufo, la telebasura, el tarot, los paseos a la Virgen y el "a mí la política no me interesa") les permitirá salir del marasmo pronto. Yo, por si acaso, aconsejaría ir haciendo las maletas...

domingo, 31 de julio de 2011

Surtidores de sangre en el océano

Moby Dick es un libro duro. Los relatos de caza de ballenas de Herman Melville son tan buenos literariamente como turbadores: gigantes marinos paralizados de terror al verse acosados por los barcos humanos, coletazos desesperados con el cuerpo asaeteado por afilados arpones, surtidores que echan sangre coagulada en vez de agua, tiburones arracimados en torno a cetáceos fatalmente heridos para despedazarlos vivos a dentelladas en medio de un mar teñido de rojo... Y todo para alumbrar con el aceite de los animales muertos iglesias donde la gente reza, como dice el escritor norteamericano.

Si las ballenas supieran que muchos de quienes las persiguen desde hace siglos no solo se consideran los hijos de un supuesto Dios que los ha creado a su imagen y semejanza -en el colmo de la estupidez, algunos hasta creen que su tribu es la elegida entre todas-, sino que encima abrigan la esperanza de vivir eternamente tras su muerte en este mundo del que se precian de ser dueños y señores. Esto es tan ridículo que un alienígena de inteligencia muy superior a la humana se troncharía si no fuera por su patetismo (el extraterrestre seguramente se conmovería no solo de las ballenas sino también de sus verdugos humanos) y dramatismo (es una tragedia vivir en un Universo como este, sometidos a leyes físicas implacables y ajenas a todo sentimiento o valor moral).

Puede que la justicia no exista en el Cosmos, que sea solo una invención nuestra. Ahora bien, si hubiese algo que se le aproximase, no me cabe duda alguna de que un sumario universal de la infamia se debe estar instruyendo desde que el primer ser vivo consciente ejerce (aparentemente) su libertad. Y, desde luego, las matanzas de ballenas estarán ahí recogidas. Quizá nos salve nuestra inconsciencia, de igual modo que la justicia humana exonera de responsabilidad penal a los menores y a los incapacitados mentales.

domingo, 17 de julio de 2011

¿Por qué un 5 ahora?

Uno de los grandes misterios del Universo, que la mecánica cuántica solo ha podido constatar con impotencia, es este: ¿por qué las cosas suceden exactamente del modo en que suceden? ¿Por qué sale un cinco, y no otro número, si tiro un dado (no trucado) en este mismo instante? ¿Por qué se produce una desintegración radiactiva espontánea justo ahora y no dentro de una diezmilésima de segundo? La cuestión es verdaderamente profunda, aunque muchos podrían despacharla como una tontería recurriendo al sentido común: "Sale un cinco porque tiene que salir algún número".

Vale, sabemos que hay un 16,66666% de probabilidades de que salga un cinco, pero la cuestión es: ¿por qué un cinco ahora?... Quizá porque la gigantesca cadena de causas y efectos iniciada con el big bang tenía necesariamente que llevar a ese cinco a las 11.45 del domingo 17 de julio de 2011 en una casa de un pueblo de la sierra madrileña. O porque, a lo mejor, todo es fruto de una enorme computación al estilo de la película Matrix, tal como barajaba el insigne físico John A. Wheeler. O porque en este mundo sale el cinco, pero en otros salen el uno, el dos, el tres, el cuatro y el seis, alumbrándose así cinco universos paralelos que irán ramificándose infinitamente (como apuntaba el también físico Hugh Everett, cuyo director de tesis fue precisamente Wheeler).

"La puerta es la que elige, no el hombre": esta es una de las frases memorables de Jorge Luis Borges, de la que -a diferencia de otras cosas que escribió- nunca renegó.

domingo, 10 de julio de 2011

A mis tataranietos, de un desconocido

Samu P. me hizo hace tiempo un sugerente comentario que daría pie a esta entrada: apuntaba lo limitada que es la memoria familiar intergeneracional. Lo cierto es que las personas que están más allá de tres o cuatro eslabones en nuestra cadena de antepasados nos son generalmente tan extraños -¡aún compartiendo tantos genes con ellos!- como esos desconocidos que nos encontramos a diario en el metro o en la calle: no los conocimos nunca, no tenemos imágenes de ellos y ni siquiera sabemos cómo se llamaban. Siempre recordaremos a nuestros padres y abuelos, si llegaron a vivir más allá de nuestra más tierna infancia: de ellos podremos dar referencias más o menos detalladas a nuestros hijos y eventuales nietos. Pero para los hijos de nuestros nietos, nuestros padres serán probablemente unos completos desconocidos.

Se dice que las personas nunca mueren del todo mientras permanezcan en la memoria de los vivos, ¡pero esta es tan corta!. El recuerdo de mis antepasados del siglo XVIII está sepultado desde hace muchísimo tiempo. Y el recuerdo de lo que somos -salvo que por algún motivo pasemos a los libros de Historia- se habrá evaporado en menos de 100 años. Todo parece condenado al olvido...

Aunque queda agarrarse a la teoría de la relatividad especial, conforme a la cual el espacio-tiempo es algo que está ahí como un escenario absoluto e inmutable con su número mareante -quizá infinito- de casillas. Pasado, presente y futuro son solo construcciones mentales ajenas a las leyes de la Física (al menos, de la Física conocida), cuyas ecuaciones parecen ser perfectamente válidas tanto si el tiempo corre hacia el futuro como si lo hace hacia el pasado. Esto significa que cualquier suceso e individuo de la historia del Universo, por insignificante que parezca, está ahí inscrito de manera indeleble desde siempre y para siempre. Que nuestras vidas están ahí igual que la de nuestros antepasados del siglo XVIII y la de nuestros descendientes del siglo XXII. O sea, no es que hayan estado o que estarán, ¡sino que están! (esto hace que el libre albedrío aparezca como una ilusión).

Por cierto, si alguien intuye por qué todo está, que me lo diga o ponga aquí un comentario (un comentario que, no olvidemos, siempre ha estado aunque se escriba aparentemente dentro de media hora).

domingo, 3 de julio de 2011

15-M: ¿Qué hay de lo mío?

Un amigo que está participando en el movimiento 15-M en Canarias, una persona honesta e inteligente, me confesaba hace días algunas inquietudes. Para empezar, le incomodaba la descalificación sin matices de todos los políticos -el "todos son iguales"- que se ha convertido en uno de los tópicos del movimiento. Porque, como bien dice mi amigo, no todos los políticos -ni los partidos- son iguales. Más inquietante aún es el denuesto de la política, como si esta fuese una actividad  prescindible. La manida frase "Soy apolítico" es una gran sandez, ya que todo es política: desde cómo deben repartirse los impuestos a cómo deben gastarse, desde a qué velocidad máxima se puede circular por la autopista hasta si debe permitirse torturar salvajemente a un toro en público. Si los ciudadanos no se comprometen políticamente, los poderosos -los que siempre detentan el poder, ya que no están obligados a hacer una reválida cada cuatro años- tendrán más margen para hacer lo que les dé la gana. Eso es algo que muchos siguen sin entender.

Pero lo que más le descorazonaba a mi amigo era la constatación de que algunas de las personas que se manifiestan bajo la bandera del 15-M lo hacen no tanto por la defensa de unos ideales o un ejercicio de solidaridad como por un exclusivo interés personal. Gente que no quiere cambiar Canarias, España o el mundo sino que solamente pretende que resuelvan su problema: el no tener un trabajo bien pagado como años atrás en pleno boom de la construcción. Gente que hace cinco años no hubiera tenido la ocurrencia de salir a la calle por tener resuelta su situación económica (generalmente, sin ningún esfuerzo educativo detrás) y bien surtido el depósito de gasolina de su coche.

Como si hace cinco años no hubiese suficientes motivos para manifestarse contra la corrupción a toda costa (nunca mejor dicho), los abusos de la banca, la degradación del sistema educativo, el ahogo de la investigación y la ciencia, el drama del mileurismo en los titulados universitarios, el despilfarro y enchufismo en las Administración y las empresas públicas, la inmundicia en la televisión, el cinismo de nuestros ministros de Exteriores, el grosero y atroz consumismo, la agresión al medio natural, la especulación financiera, la pobreza y la injusticia en el mundo... Pero, claro, qué mas daba si uno se llevaba un buen dinerito -muchas veces en negro- a final de mes.

sábado, 25 de junio de 2011

Ciudadanos que votan a 120

El Gobierno ha decidido restablecer el máximo permitido de velocidad en autopistas y autovías a 120 km/h. El apoyo a la candidatura de Rubalcaba para las próximas elecciones generales parece haber primado sobre otras consideraciones. Que esta sea una medida electoralista, que pueda inclinar el voto de alguien a uno u otro lado, habla muy a las claras de la calidad de la ciudadanía española.

La reducción a 110 había supuesto un ahorro energético y seguramente salvado más de una vida en las carreteras. Pero desde su implantación era una de las dianas de la impresentable oposición del PP, de la prensa derechista y ultraderechista, de las asociaciones de automovilistas y de los sectores más torrentiles o sudeuracas de la sociedad española. Los mismos que se indignan por no poder fumar donde les plazca, por no poder meter su 4x4 por donde les dé la gana, por no poder torturar y matar animales a su antojo, por no construir donde quieran y como quieran. Los mismos que votan a imputados y corruptos al tiempo que echan pestes de los inmigrantes -curioso que en Cataluña suelan hacerlo hijos de inmigrantes de otras regiones españolas- y presumen de católicos y de bandera con torito.

El otro día, cruzando el embalse de Valmayor rumbo a El Escorial, una furgoneta que venía en la otra dirección me picó las luces y su conductor hizo un gesto aconsejando una aminoración de velocidad. Me extrañó mucho esta conducta, pues yo circulaba justo al máximo permitido en esa vía. ¡Qué conmovedora preocupación por la seguridad ajena! Por un momento pensé que quizá estuviese en Dinamarca atravesando alguno de los puentes sobre el Báltico. A los pocos kilómetros se esfumaron mis ensoñaciones danesas al advertir la verdadera razón del aviso: un control de la Guardia Civil. ¡Qué entrañable ejercicio de solidaridad entre energúmenos! Yo jamás habría avisado, lo juro. Porque, qué le voy a hacer, combino mi nacimiento en un archipiélago del norte de África con un espíritu nordeuraca: el que me hace ver que hay cosas mucho más importantes y prioritarias que llevar de nuevo la limitación de velocidad a los 120 por hora para dar gusto a tanto impresentable.

domingo, 19 de junio de 2011

Con motivo del Día del Español

Tener como lengua materna el castellano o español es tan meritorio (o sea, nada) como tener el euskera, el inglés, el tagalo o el amazigh. Se trata de una mera circunstancia, como el hecho de ser pelirrojo, barbilampiño, islandés, chato o apellidarse Peláez. Dar un carácter solemne a esa condición de hispanoparlante nativo no deja de ser un ridículo ejercicio de nacionalismo lingüístico.

Ciertamente, es una suerte que tu lengua materna sea una de las más importantes -en cuanto a número de hablantes- del mundo y que en ella puedas leer en versión original a Cervantes o Vargas Llosa. Aunque no es un motivo de orgullo que entre los 500 millones de personas que la hablan haya tanto analfabeto (integral o funcional) o que en Wikipedia se encuentren más entradas en italiano y en polaco que en español. Tampoco es para celebrar que no puedas leer a Chejov en su lengua materna, teniendo que recurrir a no pocas traducciones infames como una de Edaf llegada hace años a mi librería cual alimento podrido a una nevera.

El Instituto Cervantes pretende que "nos sintamos unidos por una lengua común". Yo no me siento unido a alguien por la simple coincidencia de que hable como nativo el mismo idioma que yo. Me siento unido a aquellos con quienes comparto ideas o sentimientos, no importa su nacionalidad o la lengua en que se expresen. Mi espíritu se complace más leyendo y escuchando la letra de Another sunny day (Belle&Sebastian) que oyendo a un vil sudeuraca gritando "La dije a la sudaca que ya le tengo" con su móvil pegado a la oreja. Por mucho que esta última frase sea en español (mejor dicho, en 'egpañol').

domingo, 12 de junio de 2011

Desmontando frases solemnes (I): "La verdad os hará libres"

Hay expresiones arraigadas pese a su vaciedad e incluso su notoria falsedad. Hoy me detengo en este pasaje del Evangelio de San Juan, convertido en todo un clásico solemne no solo para los cristianos sino también para los marxistas y otras gentes de muy variado pelaje: "La verdad os hará libres" (Jn, 8:32).

Para empezar, es muy improbable que la verdad sea lo que pensaba y expresaba Jesús de Nazaret, a quien se atribuye la frase. Pero sea cual sea la verdad, desde la más nimia a la más absoluta, no existe relación alguna entre conocerla (caso de ser accesible al entendimiento) y ser libre. Por ejemplo, el conocimiento de la verdad "No puedo volar de este tejado al otro moviendo mis brazos como las alas de un ave sin perecer de inmediato" no me hace ni más ni menos libre: solo me hace consciente de una de las muchas limitaciones a mi libertad.

Porque quien vive es siempre prisionero del espacio-tiempo y de las leyes físicas y biológicas: no puede sustraerse al influjo gravitatorio (aunque un ser humano es libre de intentar dar un salto de 18 metros hacia arriba), al electromagnetismo (también somos libres de meter los dedos mojados en un enchufe), a la dictadura de la termodinámica (la que dispone que todo decaiga y que la flecha del tiempo apunte inexorablemente hacia el futuro), a la necesidad de alimentarse periódicamente, a la pulsión sexual o al riesgo de ser víctima de la predación de una bacteria, un león o un semejante ("Matar o morir" sí que es una de las grandes verdades de la vida).

Luego están las cadenas impuestas por vivir en sociedad. Saber que te engaña el dictador que se proclama gran timonel o intérprete de la voluntad de Dios no te libera de su régimen oprobioso, aunque siempre queda el consuelo de la libertad de pensamiento (puede que ni eso en un futuro, con el avance de la tecnología). Sin ir tan lejos, saber que tienes unos hijos que mantener y unas obligaciones con quien te paga el sueldo tampoco te aporta libertad: más bien te hace consciente de tus muchas servidumbres (entre ellas, algunas bastante estúpidas y prescindibles como el consumismo). Lo que sí es muy cierto es que la falta de escrúpulos tiende a hacerte más libre, al hacer más laxas tus obligaciones sociales.

Ahora bien, ¿puede que la eventual contemplación de la verdad absoluta (la Verdad, si acaso tal cosa existiese) sí nos hiciera libres? Desde luego, no mientras tengamos puesto el traje mortal y estemos sometidos a las leyes de este mundo. La visión de esa verdad suprema incluso podría volvernos locos, como le pasó al rey del cuento El espejo y la máscara, de Borges, al contemplar la Belleza: un "don vedado a los hombres". Mientras vivamos, la verdad no nos hará libres sino simplemente más informados y conscientes (y, en algunos casos, más infelices).

En fin, que me quedo mejor con esta frase de inmensa potencia tautológica pronunciada hace meses en el salón de actos de un colegio -¡juro que fui testigo de ello!- por un alcalde de la sierra madrileña (adscrito a la derecha abertzale, como casi todos los de la zona): "La libertad os hará libres". Ahí sí que estoy con él, sin duda.

Próxima entrega de 'Desmontando frases solemnes': "El hombre es el único animal que mata por placer"

domingo, 5 de junio de 2011

Arte contemporáneo y timadores desnudos

Con la Bienal de Venecia en ciernes, el otro día le dije a un amigo que albergo la sospecha de que buena parte del arte contemporáneo es un fraude, una estafa sustentada en el interés crematístico de algunos ("creadores" que encima creen en su genialidad, galeristas, representantes y comisionistas), la necesidad de ganarse las lentejas de otros (comisarios, directores y empleados de museos, críticos de arte y demás personal de revistas, suplementos y programas especializados), la burricie y horterez de no pocos coleccionistas (entre los que se incluye un selecto grupo de macarras multimillonarios, compradores del último grito con un dinero manchado muchas veces de sangre y petróleo) y el papanatismo -alimentado penosamente por los medios de comunicación- o indiferencia del gran público ajeno a todo este tejemaneje. Un público que frecuenta lugares comunes como "No entiendo esto, pero debe tener un enorme valor artístico", "No debes opinar si no entiendes" o, peor aún: "¡Qué maravilla!". Detrás de todo, el miedo a ser tachado de inculto, burro o insensible.

Mi amigo me replicó indignado: "¿Cómo te atreves a decir que Tàpies es un timo? ¿Quién te has creído para afirmar tal cosa con esa rotundidad?". Aquí solo hay que apelar a la sensibilidad y el buen criterio de cada cual para separar el grano de la paja. De nada valen las sesudas disertaciones de críticos y "entendidos" (muchas absolutamente ilegibles y disparatadas como esta seleccionada en la antología de bodrios de Pseudópodo). Abajo se exponen cuatro obras: dos de ellas tienen un innegable valor artístico; las otras dos son una bazofia. ¿No salta a la vista? ¿O es que aquí es aplicable eso de que "para gustos, los colores"?... Aunque puede que sea yo quien tenga atrofiado el sentido estético y no alcance a captar la singularidad conceptual de ese calcetín blanco de Tàpies (recomiendo encarecidamente este documental de TVE para "descubrir" al amigo Antoni: los primeros minutos son gloriosos) o la potencia cromática del Micky Mouse seriado de Warhol.





Las instalaciones o performances merecerían por sí solas un capítulo aparte. Como la pergeñada en 2001 por Martin Creed, consistente en una bombilla que se encendía y apagaba en un cuarto vacío, que le sirvió para ganar el preciado Premio Turner de ese año. O este engendro sonoro parido por la inefable Esther Ferrer, considerada una "figura fundamental" del arte contemporáneo español. Si alguien cree que esas birrias son homologables a los cuadros de Caspar Friedrich y Vincent Van Gogh expuestos arriba, se está retratando fielmente. Desde luego, no me sorprende que haya gente que lo piense, como tampoco que los libros de Punset figuren entre los más vendidos, que Lady Gaga sea un fenómeno discográfico, que muchos obreros del extrarradio de Madrid adoren a Esperanza Aguirre o que tanto gañán adinerado (narcos, futbolistas, especuladores inmobiliarios, etc.) tenga una especial debilidad por los coches deportivos de alta gama: todas ellas son distintas caras del mismo poliedro.

Ya en los años 60, Jorge Luis Borges y su amigo Adolfo Bioy Casares se burlaron de tanto papanatismo -no solo en el arte sino también en la literatura- en sus geniales Crónicas de Bustos Domecq (1967). En una de ellas, Un pincel nuestro: Tafas, el protagonista es un pintor porteño que compra postales de rincones de Buenos Aires para transformarlas en obras artísticas con un mero embetunado que las hace negras del todo. Su proceso creativo constaba supuestamente de tres fases: el pintado, el borrado (con "miga de pan" y "agua de la canilla") y el embetunado. En realidad, la labor de Tafas se reducía a esto último, ya que no había pintado ni borrado alguno. La ironía del dúo Borges-Bioy es muy aguda al abordar la puesta en el mercado de estos cuadros: "Desde luego, los precios no eran uniformes; variaban según el detallado cromático, los escorzos, la composición, etcétera, de la obra borrada (...) El Museo de Bellas Artes se apuntó un poroto, adquiriendo tres de los once, por un importe global que dejó sin habla al contribuyente".

En 1994, casi treinta años después, la dramaturga francesa Yasmina Reza estrenó Arte, una hilarante sátira en torno a un cuadro absolutamente blanco comprado por 300.000 francos. Yo tuve la oportunidad de verla representada en Madrid por el actor Ricardo Darín. Memorable es la escena en la que el personaje de Marc (encarnado por Darín) le dice con estupor a su amigo Serge, cuando este le pregunta por su adquisición, lo que realmente le parece: "Un pedazo de mierda blanca".

Por fortuna, poco a poco se van oyendo más voces que claman en el mismo sentido, voces de gente con prestigio intelectual, sensibilidad artística, independencia y coraje -hay que tenerlo para remar a contracorriente- como Antonio Muñoz Molina o Mario Vargas Llosa. Mientras tanto, emperadores y emperatrices del arte como Damian Hirst siguen desfilando desnudos, aplaudidos por la chusma, por grotescos Arcos y Bienales que contribuyen a engrosar sus cuentas bancarias y a blanquear dinero de oscura procedencia. Y continúan defecándose textos como los de este blog argentino, que al menos sirven para echarse unas buenas carcajadas a quienes osan decir (quizá porque, a diferencia de otros, son capaces de verlo) que sin duda el emperador va en pelotas.

viernes, 27 de mayo de 2011

Después del 22-M

Conozco a gente supuestamente informada y con criterio que llegó a creer que algo importante iba a ocurrir en las urnas el pasado 22-M, que el pueblo unido acudiría en tropel a expresar con firmeza su insatisfacción con el estado político, económico y moral del país. Se equivocaron, obviamente: volvieron a cometer el incorregible error de creer que la sociedad se reduce a los círculos en que se mueven ellos.

Porque la gente que protestaba pacíficamente en las plazas españolas no representa, por desgracia, a la mayoría social. Como tampoco la representan fielmente la audiencia de la última película de Kiarostami, la de esa cosa llamada La Gaceta o la del último partido de fútbol Melilla-Alavés, solo por citar tres casos muy dispares. Lo mejor para hacerse una idea aproximada de la España real es sacar el coche del garaje y meterse en la carretera: ahí sí que tenemos un retrato relativamente certero de nuestro paisaje social y de su calidad.

Con respecto al movimiento ciudadano 15-M, no puedo estar más de acuerdo con casi todo lo que dice en su blog Alejandro Martín Navarro (además, yo no lo habría escrito mejor). Parecemos estar necesitados de utopías, de creernos cada cierto tiempo que un mundo maravilloso es posible sobre esta sufrida Tierra, que existe un sistema aún no aplicado capaz de surtir de felicidad a todos y cada uno de los integrantes de la humanidad. Cuando de lo que se trata es simplemente de asentar un orden político y socio-económico que haga posible una convivencia civilizada y una existencia materialmente digna, que a su vez permita a cada cual buscar libremente su felicidad (si acaso ese es su deseo). Es muy comprensible recelar de las utopías, porque los mayores infiernos sociales (el fascismo, el comunismo, los fundamentalismos religiosos...) han sido hijos de ellas.

viernes, 20 de mayo de 2011

Ubrique Garcimendia, la estrella más rutilante de la subcontrata editorial

-Y el premio es para... ¡don Genaro Ubrique Garcimendia!

El mentado, santo y seña en el mundillo de la subcontratación de productos enciclopédicos y obras de consulta, subió al estrado y agradeció a todos, con un repertorio de ensayados aspavientos, el conmovedor reconocimiento –acordado contractualmente en su día- a la edición en 10 volúmenes de la Historia Universal Vereda, producto estrella de una labor de auxilio a la industria editorial extendida a lo largo de más de cuatro décadas. Atrás quedaban los repetidos abrazos del escáner de su empresa a los tomos de la enciclopedia Brousse, a la Historia General de la Pintura Equilar, a la Historia del Mundo Bajoan, a la Enciclopedia Temática Urneta, al consultor didáctico Peralta, a las diapositivas de Viarres -de uso injustamente limitado al ámbito escolar-, al Atlas Histórico Maránica, a las inestimables fotos de los numerosos viajes por el orbe realizados con sus ahorros por el corrector de textos Martínez... "Abogamos por un nuevo concepto de los servicios de edición, fundado en la interlocución directa con nuestros clientes", leía Ubrique Garcimendia en el pedazo de papel redactado ad hoc por el chapero del último fin de semana, recién egresado de un dinámico curso de marketing-mix impartido por un cocainómano californiano en una estación de montaña de los Apeninos. "Ahí está nuestra fortaleza, en la adecuada interpretación de las necesidades on line de cada usuario".

Mientras así se expresaba el conocido subcontratista, sus becarios refritaban sin excesiva pericia en un sector de su oficina madrileña -a una temperatura de 31,4 grados Celsius a la sombra- diversos textos de la revolución francesa procedentes de un pack de revistas de historia y de la mismísima Enciclopedia Britannica; del pack se encargaban los becarios licenciados en Farmacia, mientras que de la Britannica daban cuenta los becarios traductores de lenguas eslavas (en particular, conforme a las indicaciones del recepcionista, los que tenían el italiano como segunda lengua*).

Más allá, casi al fondo de la oficina -a una temperatura de 33,6 grados Celsius, en permanente penumbra por la rotura de los tubos fluorescentes del techo (a la espera de la prometida reparación por parte del editor-jefe)-, la chica de la limpieza se afanaba en la redacción de los pies de fotos, que posteriormente serían revisados por la encargada de recursos humanos, luego por su cuñado y finalmente por el recepcionista. A todo esto, el corrector de textos Martínez revisaba las nóminas, los partes de entrada y de salida y los libros contables en la planta de arriba, a una temperatura algo inferior -29,1 grados- pero con un horrendo tufo a coliflores podridas (el director comercial no se había dignado aún a practicar la pertinente reparación en el bajante).

Por su parte, tras eyacular en su oficina frente a una lámina de Murillo, el director de contenidos principiaba un soneto para su novia de 14 años –"Si dos luseros fuesen tus hojos, que me topace yo en mi largo caminar..."-, y el contable cogía las llamadas telefónicas mientras fotocopiaba las pautas de redacción para externos elaboradas por la hijita menor de la responsable de recursos humanos en colaboración con un amiguito de su colegio llamado Borja del Mar; todo ello, por supuesto, sin descuidar a los dos candidatos al puesto de revisor médico -ambos titulados en decoración de interiores-, que aguardaban pacientemente en la recepción para entrevistarse con el penúltimo chapero del jefe (un avezado lanzador de jabalina con una amplia experiencia como repoblador de eucaliptos).

"Que no se me olvide mandar un ejemplar de la Historia Universal Vereda a sus autores, para que vean de qué va la obra", reflexionaba entretanto, sentado en la taza del W.C. y con los ampulosos títulos de crédito –con referencias a catedráticos e investigadores tanto reales como ficticios (aunque sin adscripción a uno u otro bloque, en contra del criterio de la encargada de recursos humanos)- frente a sus narices, el cuñado de la jefa de personal.

* Los eslavoparlantes con flamenco como segunda lengua descansaban tras haberse encargado de la titánica redacción de la H. U. Vereda.

sábado, 14 de mayo de 2011

Pancho Guerra, ¿el Pierre Menard canario?

Hace aproximadamente un año y medio entrevisté a Miguel de la Quadra Salcedo para el especial 'Reporteros de la historia de TVE' de RTVE.es. En la entrevista salieron a colación unas palabras que solía decirle su abuela: "Si quieres ser feliz, no analices" (véase el minuto 1.50 del vídeo). Meses más tarde, en un acto literario en el Faro de Maspalomas protagonizado por el escritor Samuel Rodríguez Navarro y por mí, advertí la presencia de unos marcadores de libros que celebraban el centenario del conocido escritor canario Pancho Guerra. En el marcador, editado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, leí con estupor una de las frases escritas por el susodicho Guerra: "Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho, no analices". Cuál no sería mi sorpresa cuando, desconfiado de mí, acudo a la Wikipedia y me encuentro con la existencia de un tal Joaquín Bartrina, poeta catalán del siglo XIX, que cerró su poema Fabulita con estas palabras: "Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho, no analices".

No deja de ser curiosa esta coincidencia, que no me atreveré a tildar de plagio hasta disponer (si acaso) de pruebas concluyentes. Tampoco osaré decantarme por la superioridad de una versión sobre otra, tarea más propia de un crítico literario con buen criterio. Solo quiero recordar unas palabras de Pierre Menard, autor del Quijote (Borges): "Inútil agregar que no encaró nunca una transcripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran ­palabra por palabra y línea por línea­ con las de Miguel de Cervantes". ¿Acaso esa misma ambición alentó a Guerra (o a Bartrina)? Puede que nunca lo sepamos. Abierto queda un apasionante y sin duda fértil debate multidisciplinar.

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