viernes, 27 de enero de 2017

Multi(IN)culturalismo: alimento y telón de fondo del populismo y el integrismo

La elección del multimillonario Donald Trump como presidente de EE.UU. ha sido un nuevo bofetón propinado a la inteligencia por la ola nacionalista-populista avivada meses antes en el Reino Unido por el Brexit. La ola amenaza con golpear este año Francia, en favor de la ultraderechista Marine Le Pen. Italia, Holanda y Alemania también pueden sufrir el azote en 2017, aunque no hasta el punto de llevar al poder a los predicadores de la simpleza y el odio. Dentro de la Unión Europea ya tenemos a los amigos de Trump instalados en los Gobiernos de Hungría y Polonia, presididos por buenos varones cristianos, mientras que en Grecia el lumpen neonazi aguarda su oportunidad. Más allá de nuestro entorno desarrollado occidental, destaca Rodrigo Duterte en Filipinas como probablemente el ejemplo más grotesco de un "hombre del pueblo" votado mayoritariamente por el "bendito pueblo" (Pablo Iglesias dixit).

Es el triunfo del populismo más zafio, y con él de la política de la posverdad (en la que la verdad se convierte en algo secundario y la mentira se vomita impunemente con la mayor desvergüenza, algo a lo que en España ya estamos acostumbrados), que se produce paradójicamente en un mundo donde nunca hubo tanta información disponible para la inmensa mayoría de la gente. Pero el deterioro de la educación, el desprestigio de la cultura y la ciencia y la omnipresencia de la telebasura han contribuido a que la mayoría de la población sea incapaz de procesar esa abundante información, de bucear con criterio en el océano de Internet para separar el grano de la paja, la verdad de la mentira (más del 90% de lo que hay en la red es pura mierda). En lugar de ello tenemos a millones de personas enchufadas a la tele, a YouTube o/y a la iglesia (sobre todo en EE.UU.), más preocupadas de reality shows, mierdas virales, eventos deportivos y telepredicadores que del calentamiento global o la salud de la democracia, un sistema que muchos -sobre todo los más jóvenes- dan ingenuamente tan por sentado como la gratuidad del aire que respiran.

Ya nos avisó Carl Sagan hace más de veinte años de que una democracia de ignorantes no es sostenible en el tiempo, ya que lleva dentro el germen de su autodestrucción. En EE.UU. muchos de esos ignorantes son exponentes de un integrismo religioso bien arraigado: es innegable que en el triunfo de Trump ha sido determinante el voto del cinturón bíblico creacionista del país (parte de ese sufragio, por cierto, es hispano). Pero detrás de este auge nacionalista-populista están también la cara B de la globalización (la de sus perdedores) y el fracaso del multiculturalismo, que para ser más rigurosos podríamos etiquetar como multi(IN)culturalismo: la mala convivencia de todo tipo de inculturas, incluida la nativa. Desorientada ideológicamente y prisionera de la corrección política, la izquierda no ha sabido dar una respuesta a ambos fenómenos (perdedores de la globalización y multiculturalismo fallido), que actúan sinérgicamente de manera negativa para, entre otras cosas, sentar en los parlamentos a tipos de la catadura de Nigel Farage o Roberto Calderoli (el que llamó orangután a una ministra italiana negra). O hacer presidente a Trump.

En los países con mayor peso de la inmigración, como Reino Unido, Francia, Bélgica, Alemania o Suecia, muchos barrios se han convertido en guetos donde el imperio de la ley ha sido sustituido en algunos casos por el de la tradición importada, donde el patriarcado religioso es el que ordena y manda para desgracia principalmente de mujeres libres y de homosexuales. En otros casos -en España tenemos el ejemplo de la Cañada Real en Madrid-, la delincuencia organizada o las pandillas violentas son las que se han hecho con el control de territorios ante la impotencia policial y judicial. En las poblaciones nativas europeas, sobre todo en las menos beneficiadas por la globalización, hay un sentimiento de agravio ante el aprovechamiento de fondos públicos por grupos de inmigrantes cuya conducta y voluntad de integración deja a veces bastante que desear. Esas personas perciben que el Estado se preocupa más de los derechos de los inmigrantes delincuentes que de los ciudadanos que cumplen. En España constato que hay inmigrantes conflictivos con escasa intención de integrarse, lo que no obsta para que cosechen más beneficios del Estado de bienestar que colectivos locales desfavorecidos como los jubilados con pensiones mínimas. Y también certifico que hay nativos ignorantes y resentidos, llenos de prejuicios racistas y con nula tolerancia al diferente: los típicos garrulos que suelen caer en las redes del populismo y el ultranacionalismo. Unos y otros se realimentan y están llamados a chocar salvo que se interponga entre ellos con toda firmeza el Estado de Derecho. En medio de ambos se encuentra la gente buena, ya sean locales o inmigrantes (porque, de media, los inmigrantes son igual de buenos o de malos que los demás).

La reacción a la plaga nacional-populista ya está en marcha a ambos lados del Atlántico y cobra fuerza en EE.UU. tras el estupor y la desolación de los días posteriores al 8-N: las manifestaciones ciudadanas en la calle, la oposición casi unánime de intelectuales y artistas y el firme compromiso de la prensa seria por denunciar las mentiras de Trump son todo un reto a sus planes más inmorales y disparatados. Por su parte, organizaciones no gubernamentales como Greenpeace o Amnistía Internacional siguen sin achantarse en la defensa de sus respectivas causas: la ecología y los derechos humanos. La unión de los sectores progresistas de la sociedad civil resulta fundamental, pero no perdamos de vista que 60 millones de personas están detrás del éxito del magnate neoyorquino y que la sociedad civil de la América ultraconservadora -agrupada en torno al rifle, la Biblia y los libros de autoayuda para hacerse rico- es también poderosa.

Meses antes del triunfo de Trump, Jason Brennan nos invitaba a pensar en la epistocracia, concebida como posible salvadora de una democracia amenazada por la ignorancia del electorado. Desde luego, Trump jamás habría ganado con un sistema epistocrático en el que para votar, siguiendo la misma lógica que para sacarse el carné de conducir, hubiese que acreditar ciertos conocimientos políticos elementales. Y ciertamente el Brexit tampoco habría salido adelante. Por su parte, el científico y divulgador Neil deGrasse Tyson lanzaba también en 2016 su iniciativa de país virtual #Rationalia, donde toda política estaría basada en la racionalidad y la evidencia. Quizá el (único) futuro de la humanidad pase por esa unión voluntaria de ejemplares de Homo sapiens que haga verdadero honor al nombre de la especie y trascienda razas, nacionalidades y culturas.
"Hagamos que América sea inteligente de nuevo", tuiteaba Tyson cuatro días antes de la victoria de Trump. El mensaje sigue vigente pese al varapalo del 8-N y es de aplicación al resto del mundo, donde el panorama tampoco es demasiado halagüeño: populismos, nacionalismos e integrismos siguen campando a sus anchas no solo por Europa y Rusia sino por Latinoamérica, África y Asia, con una China además entregada al consumismo más salvaje y destructor de la naturaleza. En Occidente hay que luchar por un impeachment de Trump lo antes posible, por reformular unas relaciones civilizadas entre británicos y europeos continentales, dar un impulso definitivo a la construcción política de la UE y apartar del poder -o mantener alejados de él- a través de las urnas a quienes amenazan la democracia (caso de los actuales gobernantes polacos y húngaros). Pero hay que ir a lo más hondo: es necesario un profundo cambio cultural y de mentalidad para afrontar retos globales inaplazables como el del cambio climático y el de la transformación del capitalismo. El multiINculturalismo va claramente en sentido contrario, alimentando al mismo tiempo tanto al radicalismo religioso como a esas dos bestias hermanadas llamadas populismo y nacionalismo.

miércoles, 18 de enero de 2017

¿Cómo te abalanzarías sobre un león si no tuvieras miedo?

El escritor y conferenciante Borja Vilaseca habló el pasado jueves en su nueva sección en el programa TIPS de La 2 del miedo al cambio. Llevaba razón en buena parte de lo que dijo. Es cierto que abundan las personas que llevan vidas estandarizadas y grises, sumidas en el conformismo y la resignación, por su pereza y su temor a los cambios. Insistió en la importancia del autoconocimiento y el recuestionamiento de creencias para dar giros de timón que a veces son necesarios si no queremos condenarnos a una existencia sin sustancia ni sentido. Erich Fromm trató en su libro El miedo a la libertad esa tendencia humana a delegar en otros -y a subyugarnos a ellos- en vez de tomar las riendas de nuestra propia vida y hacernos responsable de ella, asumiendo el correspondiente precio (porque, obviamente, no sale gratis ejercer la libertad con responsabilidad). Hay adultos que prefieren seguir anclados a su infancia, a esa etapa de la vida en la que no teníamos que preocuparnos de problemas y cosas importantes porque ya eran otros -nuestros padres o abuelos- los que se encargaban de sacar las castañas del fuego.

En cualquier caso, no somos autosuficientes y dependemos en mayor o menor medida tanto del prójimo como del sistema social del que formamos parte. Está muy bien propugnar el cambio personal como motor de transformación de la sociedad, así como dejar atrás el cinismo y una "actitud victimista y reactiva" (Vilaseca dixit). Y es verdad que nuestra postura frente al mundo depende bastante de con qué mirada lo observemos, de nuestro interior anímico (¡incluso en un campo de exterminio se puede mantener el optimismo!). Pero no es menos cierta nuestra dependencia. Muchas veces estamos limitados por problemas económicos, ataduras laborales, situaciones familiares complicadas (como enfermedades o discapacidades de seres queridos)... Y en la vida hay que lidiar con no pocos desaprensivos y desalmados. Más relevante aún es que, por mucho que uno pretenda refugiarse en su burbuja de confianza de familiares y amigos, se encuentra siempre a merced de un orden jurídico o político que en ocasiones no solo no desactiva a desaprensivos y desalmados sino que los protege o premia (véase el caso de Trump, aunque no hay que irse muy lejos para buscar ejemplos). Actuar honradamente y hacer bien tu trabajo no es suficiente, ni siquiera necesario, para medrar y alcanzar metas. Desde luego, no aquí en España.

Por si fuera poco, estamos sometidos también a los designios del azar: no puede negarse que el mundo es un lugar peligroso y que nuestras vidas penden de finos hilos, que un cascote desprendido de una fachada, un inesperado rayo o un ictus pueden acabar con cualquiera de ellas -de igual lo rico o pobre, lo bueno o malo, lo emprendedor o pasota que seas- en todo momento y lugar. La suerte es un factor fundamental en todos los ámbitos de la vida, las ventanas de oportunidad se abren y se cierran caprichosamente, y conviene tenerlo presente para no fustigarnos demasiado cuando fracasamos.

Vilaseca apuesta por no tener miedo, pero el miedo no solo es algo natural sino incluso saludable (por supuesto, siempre y cuando no sea paralizante). Lo mismo podría decirse del prejuicio, otro elemento de nuestro sistema defensivo que tiene injustamente muy mala prensa. Miedo y prejuicio han sido seleccionados por la evolución: no en vano, todo lo que tiene culo tiene miedo y se conduce de manera prejuiciosa (si no fuera así, posiblemente ya habría perdido el culo). Si alguien desprovisto de un arma de fuego atisba un león en la calle, lo suyo es tener miedo y tomar alguna decisión en consecuencia: por ejemplo, esconderse o meterse en un coche y arrancar a toda pastilla. Pretender plantarle cara al félido en esas circunstancias sería un acto tan valiente como estúpido y fatal.

Reconozco que no pude evitar torcer el gesto cuando Vilaseca dijo que el cambio siempre es posible y que podemos hacer con nuestra vida lo que queramos: ese infundado optimismo new age, esa filosofía ingenua de coaches (perdón por la palabra) y chopráticos, me hace saltar como un resorte. ¡Porque no todo es posible, claro que no! Ya dije en otra entrada del blog que por mucho que yo me proponga correr los 100 metros lisos por debajo de los 10 segundos en un semestre (o en un decenio), no hay ninguna posibilidad razonable de que lo logre. Porque la mera creencia no hace posible lo imposible, ni menos improbable lo improbable. Todos tenemos nuestras limitaciones, y nos autoengañamos al no asumirlas. Esto no es conformismo sino sano realismo.

Vilaseca termina el programa lanzando una pregunta a los telespectadores: "¿Qué decisiones tomarías si no tuvieras miedo?". Yo le respondería con otra pregunta: ¿Te abalanzarías mejor sobre un león si no tuvieras miedo, Borja?... En fin, que las cosas no son tan fáciles como se presentan en los manuales de coaching, las películas de la factoría Disney o el Twitter de Justin Bieber.

martes, 10 de enero de 2017

Unas palabras de Rajoy a una radio inglesa activan miles de Amazon Echo


Un comentario de Mariano Rajoy a la radio británica England On The Go (EOTG) ha activado los asistentes de voz Amazon Echo de buena parte de los propietarios de estos aparatos en toda Inglaterra y Gales -incluso en el sur de Escocia- que se encontraban en ese instante escuchando la emisora.

En un momento de la entrevista con el popular locutor Michael Billington, realizada con la mediación de un traductor de castellano de la emisora, el presidente del Gobierno español aseveró: "Al éxito, miusté, de Guindos. Al bloque del sí a las reformas". Rajoy respondía así a una pregunta de Billington acerca de las razones de la sólida recuperación del empleo en nuestro país.

Las palabras del político español se colaron a través de las ondas en muchos hogares, activando de este modo los Amazon Echo de miles de usuarios. Inmediatamente, algunos de estos gadgets empezaron a hacer llamadas al teléfono móvil del extenista austríaco Thomas Munster advirtiéndole de que se habían roto las ventanas de su casa. Otros aparatos, por su parte, comenzaron a hacer pedidos on line para sus propietarios de la marca de té Dewindos, lo que no tardó en causar la caída de la página web de este conocido productor de Malawi. Se registraron también otros casos de menor importancia, en los que el Echo se limitó a informar a sus dueños de la no disponibilidad de la aplicación Tomiuster de Windows. Preguntado horas más tarde al respecto de este incidente, Rajoy ha afirmado que "el Madrid tiene la eliminatoria encarrilada con el Sevilla, pero la Copa es la Copa y no hay que fiarse".

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