¿Quién no ha oído alguna vez eso de que "todo es posible si crees en ello o confías en ti"? Lo que sí es casi imposible es no encontrarse recurrentemente en Internet con frases de ese estilo, escritas sobre el fondo de hermosos paisajes o imágenes kitsch a cuál más cursi. ¡Hasta Justin Bieber (desde su ingenuidad) lo dice!
No es ser un aguafiestas afirmar que se trata de una gran mentira, que no todo es posible por mucho que uno crea que lo es (la mera creencia no hace posible lo imposible, ni menos improbable lo improbable). En primer lugar, porque todos estamos condicionados: hay condicionamientos generales (ningún ser humano puede dar un salto a pelo de 50 metros o concebir mentalmente un espacio tetradimensional) y otros personales, muchos de los cuales son igual de impepinables que los primeros.
Por mucho que yo ahora me proponga correr los 100 metros lisos por debajo de los 10 segundos en un semestre (o en un decenio), no hay ninguna posibilidad razonable de que lo logre: a diferencia de Usain Bolt, tengo -¡no solo yo!- un condicionamiento o limitación personal a ese respecto (seguro que tampoco lo habría conseguido aunque mis padres se hubiesen empeñado en que lo lograse desde mi más tierna infancia). Algunos de estos condicionamientos personales son sobrevenidos, fruto de las circunstancias y el azar: si en agosto de 2004 hubiesen venido acompañando a mi querido hijo otros tres hermanitos gemelos, es muy probable que yo no hubiese abierto jamás este blog (y que, por ende, estuviese ingresado en un sanatorio mental sujeto a una camisa de fuerza).
Por mucho que yo ahora me proponga correr los 100 metros lisos por debajo de los 10 segundos en un semestre (o en un decenio), no hay ninguna posibilidad razonable de que lo logre: a diferencia de Usain Bolt, tengo -¡no solo yo!- un condicionamiento o limitación personal a ese respecto (seguro que tampoco lo habría conseguido aunque mis padres se hubiesen empeñado en que lo lograse desde mi más tierna infancia). Algunos de estos condicionamientos personales son sobrevenidos, fruto de las circunstancias y el azar: si en agosto de 2004 hubiesen venido acompañando a mi querido hijo otros tres hermanitos gemelos, es muy probable que yo no hubiese abierto jamás este blog (y que, por ende, estuviese ingresado en un sanatorio mental sujeto a una camisa de fuerza).
Por otra parte, todos tenemos caracteres diferentes (innatos en buena medida, por cierto). Hay gente más extrovertida, más optimista, más emprendedora, más resistente al dolor y la adversidad, con mayor capacidad de previsión y organización... Sobrevivir a un campo de concentración, como hizo Primo Levi en Auschwitz, no estaba al alcance de todo el mundo: había que tener ciertas cualidades. Podemos modular nuestro carácter con la práctica y la experiencia, pero el peso de lo innato siempre será muy grande.
La madurez es la que te hace ser consciente tanto de tus habilidades como de tus limitaciones, la que te permite determinar si algo es un sueño razonable o una quimera disparatada. Constatar que uno no vale para el baloncesto, la pintura o la escritura no ha de ser una tragedia: el drama está en creer erróneamente lo contrario y derrochar energías -y acumular frustraciones- en la persecución de metas irrealizables.