miércoles, 1 de julio de 2015

Desmontando frases solemnes (II): "El hombre es el único animal que mata por placer"

Frente al palurdo especista que ignora que las diferencias entre los humanos y el resto de los animales son solo de grado (sin duda es mayor la brecha evolutiva entre una bacteria y un organismo eucariota como un hongo que entre este último y un Homo Sapiens) está el animalista bobo que demoniza a su propia especie y coloca un halo de pureza al resto de los seres vivos: ambos yerran al no advertir que animales no humanos y humanos animales estamos hechos de la misma pasta, aunque las liebres no lean a Dan Brown (¡no se pierden mucho!), las jirafas no sepan conducir o los orangutanes no jueguen al fútbol.

Todos estamos en el tablero de la biosfera pugnando por sobrevivir (haciendo presas y evitando ser predados, así como cooperando) y por reproducirnos (mejor dicho, por follar, haya o no reproducción): ¡porque los animales no se reproducen por instinto, sino que (como nosotros) copulan porque les gusta! (y con ello resulta que se reproducen, ya que no conocen métodos anticonceptivos). Por otra parte, al igual que ocurre con los humanos, no todos los animales son iguales: la variabilidad de comportamiento se da también en ellos, de modo que hay perros más agresivos que otros, elefantes más tranquilos que otros, leonas más maternales que otras, gatos más tramposos que otros, chimpancés más empáticos que otros... Cualquiera que haya tenido al mismo tiempo como mascotas varios gatos o perros lo sabe perfectamente.

En fin, que lo que llamamos bondad y maldad no son solo atributos de los humanos (como nos han hecho creer tantos humanistas legos en Biología). Cuando el león mata a los cachorros para beneficiarse a su madre está haciendo objetivamente el mal: actúa brutalmente (aunque, en el fondo, manipulado por sus genes), en busca de su propia satisfacción sexual, contra seres indefensos que quieren vivir. Cuando una hembra de una especie amamanta a un bebé de otra, está haciendo objetivamente el bien: actúa altruistamente (aunque, en el fondo, manipulada por sus genes), movida por su pulsión maternal, en favor de seres indefensos que quieren vivir. Detrás de estos conceptos de bondad y maldad hay un enfoque utilitarista inapelable: el que constata que todos los seres vivos pugnan por seguir viviendo y ser felices a su manera. Algunos de ellos, entre los que se incluyen todos los mamíferos, sufren más que otros por tener un sistema nervioso y una conciencia más desarrolladas. Un virus no tiene capacidad empática alguna, pero un mamífero sí (al menos, potencialmente).

Los delfines no parecen ser esos tipos tan majetes que nos vende la factoría Disney: abusan de sus hembras y de sus pequeños, torturan y matan por placer (no son mejores que los humanos, desde luego). Y muchas otras cosas del mismo cariz se pueden decir de otros animales tan aparentemente disneybuenos como los osos panda o los suricatos: eso por no hablar de los insectos, arácnidos y otras especies consideradas inferiores... Pero, frente a la creencia tradicional de que la moral es solo una cosa humana, los científicos apuntan indicios de que los mamíferos también tienen un sentido moral (producto de la evolución) incrustado en su cerebro: son capaces de distinguir lo bueno de lo malo e incluso pueden sentirse culpables de esto último. O sea, que en cada especie hay individuos más buenos e individuos más malos.

Hay un factor clave a este respecto: la inteligencia. Maldad y bondad serían pues hermanas, hijas ambas de la inteligencia, condenadas a coexistir. En estos últimos años me ha dado por pensar que una superinteligencia dotada de una elevada tecnología tendría que ser necesariamente benevolente y empática con el sufrimiento de todas las criaturas vivientes. Viendo el trato que los humanos dispensamos, no ya a las hormigas, sino a mamíferos sensibles como las ballenas, los cerdos, los chimpancés o los elefantes, me entran dudas. Aunque una explicación tranquilizadora es que la humanidad sigue aún en una etapa infantil (como prueba, por ejemplo, la pervivencia de las religiones) y que todo se andará... eso sí, no necesariamente a partir de la estirpe del Homo sapiens.

Leer Desmontando frases solemnes (I): "La verdad os hará libres".

3 comentarios:

Adolfo dijo...

Hola Nico, como siempre, muy interesante tu entrada, pero también como siempre, me gustaría compartir contigo unas reflexiones.

Estoy conforme con que la inteligencia, la capacidad de no estar más o menos sometido a la dictadura genética (y por tanto, de tener voluntad), lo marca todo. Un insecto, que creo que funciona casi totalmente por instinto, y por tanto, es un ser amoral (ni bueno ni malo).

Yo vi un documental en el que una hembra chimpancé cuya cría había muerto, mataba a la cría de otra hembra por envidia, y posteriormente, fue a acariciar a la desconsolada y confusa madre que acababa de perder a su hijo de manos de la que ahora la acariciaba.

¿Era "mala" esa chimpancé?. Yo no lo tengo claro. Me explico.
Esa chimpancé tenía un problema (envidia), y lo resolvió (matando a la otra cría). Una vez resuelto se compadeció de la madre de la víctima (un "buen" sentimiento).

Creo que para actuar con maldad, hay que partir de un código moral previo, aceptado por esa cultura o subcultura. Sin ello, ¿cómo saber lo que es "bueno" o "malo"?. (Salvo que aceptemos que hay una ley moral natural, lo que es muy peliagudo).

(¿Esta chimpancé debía saber que la envidia es mala y el infanticidio también?, ¿cómo?).

Los animales no tienen filósofos ni sacerdotes ni leyes escritas. Por tanto, sólo pueden funcionar por las normas más o menos complejas del grupo que les impone el instinto o el líder.

El caso del león, debe ser básicamente por instinto, porque es algo repetido, por lo que no sé cuánto de voluntad tiene, pero en cualquier caso, no recibió ninguna educación de que su acto sea canalla, o de que la vida de los demás debe ser "sagrada".

Insisto en la idea de que debe haber una "ley moral" previa aceptada, o al menos, conocida por el grupo, sin ella no se puede cometer ninguna inmoralidad.

Un psicópata conoce las normas morales de la mayoría de los humanos. Otra cosa, es que resulte que son incompatibles con sus deseos y conveniencias. Pero conoce lo que es "bueno" y malo" para el común de las personas.

Y esa moralidad, además es cambiante y diferente en cada grupo y tiempo. Por ahí leí que en la sociedad vikinga se animaba a los niños a resolver sus diferencias a puñetazos, porque cuanto más violento, fuerte y despiadado "mejor".

Vamos, que me estoy liando, pero coincido en que no podemos juzgar a los animales con parámetros morales humanos.

Eso no quita que desde una moral estrictamente humana, maltratar a los animales o no permitirles ser todo lo felices que puedan, es malo. Pero insisto en que es un punto de vista 100% humano.

Saludos

Nicolás Fabelo dijo...

Pero es que los etólogos están descubriendo que los animales "superiores" (los mamíferos) saben distinguir lo que está "bien" de lo que está "mal" dentro de sus comunidades (o sea, en el marco de su convivencia), además de engañar o disimular para evitar un castigo a manos de sus congéneres por haber infringido alguna norma (evidentemente, no hace falta que esté escrita para que rija).

Aquí te dejo este interesante enlace: http://www.livescience.com/16814-animals-wrong-clues-point.html

Un abrazo, Adolfo

Fermín Barajas Pazos dijo...

Te olvidas de un factor decisivo. El intelecto del ser humano, con conciencia moral, no es un mero atributo ornamental, sino que debe usarse para discernir el bien del mal y, por tanto, para actuar de forma consecuente.

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