domingo, 21 de septiembre de 2014

España, el país del "me alegro que lo hayáis impreso en pleno overbooking"

Dada su impar idiosincrasia, España (yo diría que el mundo hispano en general) es un país en el que se juntan el desdén por la corrección del idioma (fruto de un lamentable sistema educativo y del lastre de siglos de absoluta incuria cultural) con el uso o desuso de palabras solo para señalarse socialmente como alguien culto: o sea, para hacerse el fino o no pasar por un zoquete en público.

Ya desde hace años advierto que nuestros políticos eluden sistemáticamente el "de que" (huyendo del temido dequeísmo), lo que les hace incurrir muchas veces en queísmo (una incorrección no menor que la anterior, pero menos evidente y carente de su estigma). Busquen algún vídeo o audio en el que Aznar, Zapatero o Rajoy digan "de que": ¡difícil empresa! Es obvio que detrás de este curioso fenómeno se encuentran las instrucciones de consejeros y jefes de gabinete preocupados por evitar una mala imagen del líder.

Este antidequeísmo indiscriminado se ha acabado filtrando a las capas sociales más preocupadas por distinguirse del populacho que de la corrección lingüística, alcanzando a empresarios, periodistas, profesores universitarios (exceptuando filólogos, quiero pensar), funcionarios, etc. También empieza a ser difícil encontrar entre esa gente quien diga "he imprimido": el "he impreso" se ha impuesto, pese a ser tan correcto un participio como el otro. Incluso te miran mal si usas el imprimido (yo, por cierto, no desaprovecho la ocasión de hacerlo).

Por otra parte está el creciente uso impropio de anglicismos glamurosos como overbooking, palabra que no tiene nada que ver con que un sitio esté lleno o abarrotado (significa algo bien diferente: que se han vendido o hecho más reservas de las disponibles para viajar en un medio de transporte o alojarse en un hotel). Ya no hablemos del mundo empresarial, con sus product managers, deadlines, targets, headhunters, etc. Y qué decir del ámbito superfashion de la moda y del de Internet (ese hogar, por cierto, de tanto analfabeto digitalizado 2.0).

Estas son al fin y al cabo tonterías, minucias comparadas con el maltrato diario a nuestra lengua tanto en papel como en Internet (compárese la calidad de la Wikipedia en español con la inglesa). Es cierto que los idiomas no sufren, no son seres vivos con sistema nervioso, pero su descuido -sobre todo el de la sintaxis- hace que el conocimiento, la comprensión y la comunicación (¡para eso están precisamente las lenguas!) se hagan más difíciles para los humanos. Textos incomprensibles e infumables, bodrios ininteligibles, proliferan incluso en juzgados, instituciones académicas y medios de comunicación. Qué calidad podemos pues esperar de nuestra educación y nuestra ciencia. ¡Incluso de nuestra democracia!

2 comentarios:

  1. Menos mal que has escrito esto, Nicolás. Verdades como puños.

    ResponderEliminar
  2. Y al lado del «queísmo» se podría poner el pertinaz «leísmo», a mi juicio más censurable aun que el «laísmo». Mis oídos han escuchado (y hablando de escuchar/oír, cada día abunda más la gente maleducada que no escucha a quien le está hablando) más de una vez joyas del calibre de «el violador les esperaba, les atacaba y les agredía», siendo todos estos «les», por supuesto, referidos a mujeres.

    Y para otra entrada podría dar la concordancia por distancia euclídea...

    ResponderEliminar