martes, 15 de febrero de 2011

Bodrios ininteligibles

Si eres universitario y no entiendes un texto supuestamente sesudo, en España tiendes a pensar que eres un poco tonto; en el mundo anglosajón, que quizá se trate de un bodrio ininteligible. No es infrecuente toparse con este último género en un país como el nuestro que valora tan poco -incluso en el sistema educativo- la correcta expresión escrita, donde además se estila mucho el darse ínfulas con palabros, neologismos, latinajos y una sintaxis retorcida (no olvidemos que el fantasmeo es aquí deporte nacional). Así tenemos tantos mediocres ensoberbecidos -instalados en cátedras universitarias, consejos de administración, púlpitos mediáticos, comisarías artísticas, direcciones de colegios e institutos, canonjías culturales públicas, etc.- perpetrando textos de sintaxis infame y una pedantería insoportable en medio de la admiración de una horda de papanatas incondicionales y la indiferencia de una mayoría social entregada a Belén Esteban, Gran Hermano, la prensa deportiva y gratuita y, acaso, los voluminosos best sellers de cátaros y templarios.

Sólo así se puede entender que este texto (lo tomo de la antología de bodrios del blog de Pseudópodo) pueda publicarse en un suplemento cultural de enjundia sin que casi nadie levante la voz. Y que la calidad de los artículos serios de la Wikipedia (no los dedicados a Carlos Baute o al pulpo Paul) sea por lo general muchísimo mejor en su versión inglesa que en la española. Y que sean tan escasas las publicaciones de compatriotas en revistas académicas de prestigio internacional, donde no cuentan amistades y favores pendientes que sí son muchas veces determinantes de nuestras fronteras hacia dentro.

Es en el ámbito de las ciencias sociales donde más proliferan estos bodrios, lo que seguramente tiene que ver con el predicamento que aún tiene en nuestra intelectualidad el llamado pensamiento postmoderno importado de la vecina Francia (nuestro principal inspirador intelectual, para bien o para mal, en los últimos siglos), con exponentes como Lacan, Baudrillard, Deleuze o Derrida. Estos presuntos bebedores de fuentes marxistas y freudianas, de sospechoso verbo oscuro y pastoso, son la antítesis del típico pensador anglosajón de verbo claro y riguroso y excelente sintaxis (Bertrand Russell, por ejemplo).

Hace unos años, el físico Alan Sokal logró colar en una prestigiosa revista de ciencias sociales (Social Text) un artículo redactado deliberadamente de manera esperpéntica, con un título tan ampuloso como disparatado (Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica interpretativa de la gravitación cuántica), que pretendía desnudar la verborrea vacía de estos postmodernos que cuentan en España con tantos admiradores (ya no hablemos de en otros países como Argentina) aunque nadie entienda un pijo lo que dicen. Gentes que escriben sin avergonzarse cosas como "La guerra se desarrolla en la actualidad en un espacio no euclidiano" (Baudrillard) o "La ecuación E=mc2 es una ecuación sexuada en la medida en que privilegia la velocidad de la luz en relación a otras velocidades de las cuales tenemos una necesidad vital" (Luce Irigaray).

Por si fuera poco, tenemos la nefasta influencia de la nueva pedagogía, con su ampulosa jerga salpicada de "segmentos de ocio", "conceptualizaciones icónicas", "intervenciones psicopedagógicas", bla, bla, bla... Una nueva pedagogía que parece tener algo de responsabilidad en el lamentable estado de nuestro sistema de enseñanza. Y así nos va: como bien decía Derrida con su proverbial claridad y elegancia, "el movimiento de toda arqueología, como el de toda escatología, es cómplice de esa reducción de la estructuralidad de la estructura e intenta siempre pensar esta última a partir de una presencia plena y fuera de juego".

2 comentarios:

  1. Pues qué te voy a decir; que tienes más razón que un santo. Y el artículo de ABCD es para darles de comer aparte.

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