Hace ya mucho que me contaron la historia del Doctor Galleta, un curandero de Talavera de la Reina que se había hecho rico en los años 60 y 70 con un muy sencillo y original método terapéutico. Daba igual de qué enfermedad se tratase, desde una urticaria hasta un cáncer pasando por una alteración psíquica: el Doctor se dedicaba a administrar una simple galleta de supermercado a sus pacientes, que debían masticarla en su presencia para sanar (para ser rigurosos, el paciente se comía un tercio y dejaba los otros dos para el Doctor y la Virgen del Rosario, respectivamente).
Su reputación llegó a oídos del cantante cubano Antonio Machín, quien contactó con él a través de una tercera persona para pedirle que se desplazara a Madrid a darle de probar la milagrosa galleta. Fue la única vez que hizo una visita a domicilio, ya que tenía por norma no moverse de su casa para trabajar. En Talavera aún recuerdan las colas a las puertas de la residencia del Doctor, que de vivir hoy sería un anciano de 85 años.
No es descartable que durmiese cada noche de un tirón, como un niño chico. Y que estuviese orgulloso de su actividad profesional (no menos que el mejor de los médicos) hasta el final de sus días. Que probablemente no fueran menos felices que los del común de los mortales.
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