"Me quedé dormido pulsando la ‘ele’ minúscula del ordenador. Al despertarme descubrí una sucesión de cientos de palitos en la pantalla; ya habían ocupado toda una página entera, y empezado la conquista de una segunda, cuando terminó abruptamente mi sueño. Debí dormir apenas un minuto, no puedo abandonarme por completo no sea que me pillen en una situación comprometida. Ahora me encuentro mucho más fresco, el sopor después de la comida es tremendo, más si cabe con el calor que ha empezado a hacer. Lo cierto es que con mi despertar he puesto fin a un universo en expansión, el de las ‘eles’ de mi pantalla. Todo empezó con la primera ‘ele’: no me acuerdo de cuál era la palabra que pretendía escribir al pulsar esa tecla, probablemente el artículo ‘los’ o el ‘las’. ¿Qué mas da?. Ése habría sido, en todo caso, el big bang de este singular universo: una vez pulsada la ‘ele’, y con la fuerza de mi pulgar aplicada inconscientemente sobre la tecla mientras dormitaba, comenzó la expansión. Quién sabe si dentro de alguna de las ‘eles’ llegó a desarrollarse, en alguna milmillonésima de segundo, alguna muestra de conciencia. Quizá toda una civilización, con su caballo de Troya, su biblioteca de Alejandría, sus tres cruces un atardecer en el monte del Gólgota, sus feroces hordas mongolas, su partido de pelota en un tlachtli maya, su hongo atómico sobre Hiroshima... Quiénes somos -los seres generados dentro de esa ‘ele’-, de dónde venimos, adónde vamos... Posiblemente alguno aventurara la hipótesis de un universo permanentemente expansivo (hipótesis desmentida por mi despertar) o en expansión hasta un determinado punto de inflexión o big crunch (igual de equivocada, porque al despertar lo primero que hice fue eliminar todo el bloque, no iba a suprimir las ‘eles’ una a una...). O sea, todo consistió en una etapa expansiva seguida de un pequeño estancamiento -apenas unos segundos que me quedé contemplando la pantalla tras despertar- y una súbita hecatombe. No sé si habrá memoria de la civilización o civilizaciones nacidas al amparo de mi trivial e irresponsable -que no inmerecida- siesta; desde luego, para mí, su creador -con el auxilio del ordenador, claro- carece de la menor importancia. Y todo lo ocurrido mientras yo dormitaba... ¡pues a saber! Si hubo teas humanas para iluminar el circo, pirámides de cráneos dispuestas a la entrada de las aldeas, niños arrojados sobre sables, ojos arrancados con cucharas oxidadas, cuerpos quemados vivos con napalm... A mí que me cuentan, yo sólo dormía. Ni siquiera quería crear nada, sólo tenía sueño después de comerme un primero de brócoli, un segundo de arroz negro y unas ricas fresas al vino (menú del día del Paniza, 7 euros)..."
(Fragmento de El último dodo).
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¿Y si nuestro creador está en ese momento del súbito despertar?.
ResponderEliminarNo puede descartarse esa posibilidad, amigo.
ResponderEliminarNicolás, es un placer. De la palabra a la imagen. Ya sólo queda un salto, el bis a bis. A ver si es pronto.
ResponderEliminarUn abrazo.