lunes, 28 de febrero de 2011

Tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms (pasaje de 'Viaje de ida')

Seis niños ensayaban con sus violines sobre el escenario. En la primera línea de sillas se divisaban las cabecitas de otros pequeños intérpretes que esperaban su turno: una de ellas era la de mi hijo. Los jóvenes violinistas, bajo la dirección de su profesor, tocaban el tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms. La música envolvía suavemente el auditorio. La misma sinfonía escuchaba en su apartamento Masoch (un personaje de Augusto Monterroso) mientras leía Los hermanos Karamazov y bebía un vaso de ron. Masoch se emocionaba con la imagen del jovencito Ilucha en su ataúd azul, con la del también niño Kolia exclamando que le gustaría morir por la humanidad en su conjunto, con la de Aliocha esparciendo trocitos de pan sobre la tumba de aquél... Masoch lloraba y lloraba, Monterroso se conmovía en su escritorio, Brahms componía el tercer movimiento de su sinfonía para Masoch y unos niños violinistas que nunca llegaría a conocer, Dostoievski escribía la historia trágica de los Karamazov sin saber que sería leída por un escritor guatemalteco y por un vaporoso Masoch que ya abrazaba a un no menos vaporoso Aliocha, quien a su vez acariciaba las cabecitas de los pequeños músicos que asistían en primera fila a la interpretación de Brahms. Sentado en el fondo del auditorio, yo fui testigo de ello.

(Leer la novela Viaje de ida)

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