Ordenando el escritorio me encontré con una carta a Papá Noel: una candorosa petición de regalos, escrita con esmerados trazos infantiles, cuyo destino no podía ser otro que el fondo de un cajón, una papelera o un cubo de la basura, una ilusoria súplica ("porque he sido bueno este año") dirigida humildemente a la nada. Tan conmovedora la fe del remitente como desgarrador su desconocimiento de la verdad.
Y me vino entonces la imagen de Jesús en la cruz segundos antes de morir, cuando la terrible duda parecía cernirse sobre él en un efímero instante de lucidez, cuando sospechaba que lo suyo quizá sólo fuese un desvarío, un diálogo con la nada que se extiende inconmensurable por el espacio negro y frío que rodea a todos los vivos y los muertos. Un "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" que se propaga durante unos segundos en torno a la cruz de madera para terminar reducido a atroz silencio.
Hasta ahora, no pude leer, Nico. No deja de ser una visión posible la que tú ofreces de la Cruz.
ResponderEliminarLa explicación que se ofrece de la realidad con la Cruz y Dios de por medio es más armónica, es más coherente con lo que el mundo es que la que ofreces en este post.
No entiendo cómo confías tanto en la armonía empírica del mundo y desconfías de una cosmovisión que da más sentido a todo (la fe, y en especial la fe cristiana) sólo porque se sale de lo físicamente medible.
Lo que más importa en nuestra vida no hay aparato que lo mida, Nico. Gracias a Dios, seguro que tú mismo te guías por ese principio en tu vida cotidiana, y no por la Teoría de Cuerdas.
Un fuerte abrazo de tu compañero y sin embargo amigo. Aprovecho desde este lugar tan romático para invitarte este sábado a una cena en mi casa para celebrar mi cumpleaños. Supongo que lo tendréis difícil, pero que sepas que me haría ilusión que estuvieses allí. (He estado muy liado para decírtelo estos días en la ofi, qué mundo este que hace del blog un lugar de comunicación mejor que la propia realidad física no binaria...).
"Elí, Elí, lamá sabactaní!" ¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!
ResponderEliminarSe corresponde con el Salmo 22 de la Biblia hebrea, Salmo 21 según la clasificación cristiana. Es una oración de alguien que confía plenamente en la todopoderosa acción de Dios. Un Dios que escucha el grito de sus hijos y responde de la mejor manera posible: dando vida, poder y prestigio.
Jesús grita en la cruz con la oración preferida por los judíos. No olvidemos que es judío y de los más extremos de su época. Ora y grita. ¿Obtuvo respuesta? Según los cristianos: resucitó al tercer día según las Escrituras. Y la verdad es que el poder y el prestigio obtenido es indudable. Ese acontecimiento cambió la historia del planeta. ¿O no?
Interesante blog.
Saludos.
Estimado Mercuzzio, querido Agus:
ResponderEliminarSiempre me he preguntado qué supondría para un creyente intuir que quizá Jesús no fuera el hijo de Dios y no resucitase... ¿Por qué el mensaje cristiano de amor y fraternidad habría de perder entonces su validez?... Lo cierto es que más de un creyente me ha confesado que en ese caso todo se derrumbaría como un castillo de naipes. Eso es algo que me parece tan sobrecogedor como aquel "Elí, Elí, lamá sabactaní!"pronunciado hace dos milenios en un monte de Jerusalén