Al igual que un compañero y -sin embargo- amigo, yo tampoco soy moderno. No creo que el ayer tenga que ser necesariamente peor que el hoy, ni que éste a su vez tenga que ser peor que el mañana: la creencia en el progreso no deja de ser una superstición, y ya no hablemos si ampliamos la escala del tiempo para proyectarnos dentro de 10.000 o 300.000 años.
El agua corriente, la calefacción, Internet, el láser, la anestesia y la democracia son logros indudables, pero no irreversibles: nada garantiza que todo esto no acabe perdiéndose algún día. No sería la primera vez que ocurriese una regresión en la historia humana, pero sí la primera a escala planetaria, con el mundo ya convertido en una aldea global. Los perdedores seríamos en esta ocasión todos los humanos, y ya no sólo una civilización (como la maya clásica o la cretense minoica en el pasado). Y hay razones para sospechar que esto puede ocurrir dentro de no mucho, quizá en un plazo de pocas generaciones, dada la formidable amenaza que representa el cambio climático.
Siempre he pensado que sólo reaccionaremos cuando nos llegue el agua al cuello. Mientras tanto, la humanidad seguirá embalada en su vertiginoso y disparatado camino hacia la autodestrucción. Eso sí, a bordo de "menudos coches", como se lee en una de las viñetas más geniales de El Roto. Y no dejando de consumir telebasura en vez de hacer el esfuerzo de intentar entender lo que está pasando. Y no dejando de echarle la culpa al otro: a los políticos (esos que en una democracia están ahí porque les votamos), al sistema económico (el mismo que casi nadie impugnaba mientras nadaba felizmente en el más grosero consumismo), al diferente o al extranjero (el que, según tanto cretino afín al PP, viene a robarnos un puesto de trabajo); y en los países menos desarrollados, al imperalismo yanqui o al infiel. Sin una improbable revolución educativa global, yo veo imposible una reacción a tiempo. Que gentes como Sarah Palin, Paris Hilton, Esperanza Aguirre, Sergio Ramos, Britney Spears o Jomeini (desde su tumba) tengan tanto predicamento es una señal de que esto no tiene arreglo, me temo...
¡¡Jajaj, Nico, como profeta no tienes precio!! Esto sí que es una jeremíada en regla.
ResponderEliminarAhora, tiene bastante tela el fondo de lo que dices. Y me gusta eso de que nos podemos cargar el mundo, que nadie asegura una feliz evolución.