jueves, 22 de mayo de 2025

La tentación (¿utópica o distópica?) de contrarrestar el principio de Pareto


La naturaleza no es muy proclive a la igualdad, por no decir que tiende abiertamente a la desigualdad. El principio de Pareto o regla del 80/20 (en torno al 80% de los efectos proviene del 20% de las causas) captura una verdad universal que se manifiesta en multitud de ámbitos, desde el biológico al económico (ingresos, salarios...) pasando por la delincuencia, la siniestralidad, el deporte, la gastronomía o las citas románticas. No hace falta tener un doctorado ni ser muy perspicaz para comprobar que al 80% de las mujeres (o de los hombres) solo les atrae el 20% de los hombres (o de las mujeres). Atributos como la fuerza, la agilidad, la velocidad o la inteligencia son dispares entre especies, pero también entre congéneres de la misma especie. La depredación, la jerarquización, el dimorfismo sexual, el dispar acceso a los recursos o las diferencias en las tasas de supervivencia y la longevidad son expresiones de una desigualdad profundamente enraizada en el mundo de la vida.

Es innegable que, desde el nacimiento de la civilización en el neolítico, una minoría de humanos siempre ha atesorado la mayor parte de la riqueza y acaparado el poder político y económico. Algo parecido podemos observar en primates cercanos a nuestra estirpe, como los chimpancés. ¡Ya no hablemos de insectos sociales como las hormigas o las abejas! Por eso, como bien dice el jurista español Javier Pérez Royo, solo un principio político de naturaleza democrática puede corregir un principio económico de naturaleza oligárquica. Este es el cogollo de la socialdemocracia: enmendar los excesos de un sistema donde la "mano invisible" jamás conduce a la equidad y la justicia. El laissez faire del liberalismo más ingenuo perpetúa una desigualdad que sería el estado natural de la humanidad, debido a las disparidades naturales en la fuerza física, la inteligencia o las habilidades sociales.

Mucho se habla de justicia económica y social, pero a casi nadie se le ocurre impugnar el principio de Pareto más allá de lo político y socioeconómico. Si así fuera, los incels podrían reclamar el derecho a mantener relaciones sexuales (el problema es que no hay un deber de nadie de satisfacerlo). Y a las personas poco agraciadas físicamente les asistiría el derecho a ser igual de atractivas que las dotadas naturalmente de belleza. Dada la dificultad material de superar dicha desigualdad (quizá esto cambie en el futuro con la biotecnología y la IA), al menos podrían reclamar una discriminación positiva que compensara un hándicap de partida. Lo mismo aplicaría a las personas menos inteligentes o a las que carecieran de dones artísticos o deportivos. 

Lo cierto es que poca gente se rasga las vestiduras o duerme mal porque haya youtubers con millones de visitas y otros con apenas decenas, porque millones de personas siguieran el funeral del Papa Francisco en la tele mientras que solo tres acudían al de un pobre desgraciado anónimo, porque Manolo el del bombo tuviese menos seguidores en redes que Barack Obama (pero muchos más que la gente que duerme en el aeropuerto de Madrid), porque haya bastantes más aficionados al fútbol que a la petanca, porque Lamine Yamal sea mucho más reconocido socialmente que un prestigioso investigador oncológico y Katy Perry mucho más deseada que tu vecina de abajo, porque el número de hispanohablantes sea muy superior al de livoniohablantes, porque León XIV tenga mucho más carisma que Feijóo... 

El sueño del igualitarismo total podría ser una pesadilla distópica (ya lo ha sido el comunismo, con sus pretensiones igualitarias en lo socioeconómico), pero es más fácil decir esto si uno está en el quintil superior (por encima del 80% de la población) en atractivo, estado físico, inteligencia, creatividad, espíritu emprendedor o dotes de liderazgo que si está en el quintil inferior (por debajo del 80% de la población) en cada uno de esos aspectos. Se trata de aspectos extraeconómicos, pero que guardan una estrecha relación con el éxito económico y la posición social. Con respecto a las posibles mejoras físicas y cognitivas, el biólogo Michael Levin dice que "poner el grito en el cielo por las modificaciones corporales que algunas personas buscan en la actualidad será motivo de risa para las próximas generaciones". Un mundo futuro en el que, según Levin, los seres inteligentes no estarán "confinados a la forma y función estándar que les fue impuesta por los vaivenes de la mutación y la selección, ni por nuestra limitada capacidad e imaginación". 

En cualquier caso, ser Kim Kardashian, Cristiano Ronaldo, Jeff Bezos, Ed Sheeran, Roger Penrose o Angela Merkel no te hace necesariamente más feliz que el menos agraciado e inteligente de los humanos (o que el viejo mastín del solar cercano a mi casa que se pasa el día tumbado al sol). Por otra parte, el principio de Pareto es compatible con el de Sturgeon, que sostiene que el 90% de todo en cualquier ámbito (arte, literatura, filosofía...) es basura: puedes vender millones de libros o de discos y no dejar de ser un proveedor de mierda (escrita o sonora) a coprófagos.

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