"No hay nada general salvo los nombres", dijo el filósofo John Stuart Mill. Es obvio que el concepto universal 'gato' no existe en el espacio-tiempo, solo los gatos individuales (cada uno de ellos, con sus peculiares características). Pero para los nominalistas como Mill, 'gato' ni siquiera tendría una existencia ideal -tal como proponía Platón- en algún hipotético ámbito más allá del espacio y el tiempo. Las generalizaciones como gato, mesa o humanidad serían meras abstracciones como la amabilidad, la felicidad o el número 8, no así los particulares que engloban (este gato, aquella mesa o este humano, todos ellos muy tangibles).
El sentido común nos sugiere que el planteamiento nominalista es el correcto, pero... Una persona como el biólogo Richard Dawkins, tan poco sospechoso de simpatizar con un modelo del mundo no materialista, propugna en su libro El relojero ciego que todas las posibles formas biológicas están 'ahí fuera' en una especie de hiperespacio platónico continuo. Si todas las formas biológicas tienen una existencia ideal, ¿por qué no también todas las mesas, melodías, novelas, colores o montañas posibles?...
¿Podrían nominalismo y realismo platónico ser compatibles? Asumamos que todo lo que existe debería estar en ese ámbito platónico. Los universales serían recortes convencionales (por ejemplo, gato, mesa o rojez) realizados por nosotros en el mapa de ese espacio platónico continuo, o sea en el espacio total de posibilidades. Desde luego, son cortes arbitrarios (en ese sentido son simples nombres). No encontrarás cosas genéricas como gato, mesa o rojo en el espacio de posibilidades, sino un continuo recortado que podrías acuñar (arbitrariamente, insisto) como 'gato', 'mesa' o 'rojo'. Podrías hacer otros cortes como felino, mobiliario o púrpura. Por supuesto, la evolución ha influido en nosotros para categorizar de una manera u otra, con objeto de sobrevivir y prosperar.
El filósofo Simon Blackburn reconoce a Robert L. Kuhn que las cosas abstractas inalterables como los números (a diferencia de las formas biológicas) sí podrían tener, dada su naturaleza inmutable, una existencia platónica. ¡Pero el número 8 es tan inmutable como tu yo en este mismísimo tic de Plank! Tu yo en este tic de Planck y tu yo en el siguiente son tan continuos en el espacio de posibilidades como el 8 lo es con respecto al 9, o como algún tipo de azul lo es con respecto a otro azul más próximo al violeta.
No puedo juzgar las filosofías de cada quien porque forman parte de su naturaleza y de su circunstancia personal, solo se que me gusta jugar a pegarle algún giro a cualquier pensamiento y dicho giro convierte al 8 en una inacabable cinta de Moebius.
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