sábado, 3 de febrero de 2018

La vida como carrera o película (que carece de sentido sin su final)


Dentro de muy poco cumpliré 50 años. He concluido recientemente que si tuviera la oportunidad de volver a los 20, o a cualquier otra fecha del pasado, no lo haría. Esto lo tengo muy claro si se tratara de viajar instantáneamente a febrero de 1988 para en ese punto retomar mi yo veinteañero y volver a seguir el mismo camino que me ha traído al día en que esto escribo, pero con la diferencia de saber por anticipado todo lo que (para bien y para mal) me va a ocurrir. Vivir sabiendo lo que nos deparará el futuro no solo privaría de emoción y sentido a nuestra existencia sino que podría convertirla en una auténtica pesadilla.

Pero también tengo pocas dudas de que sería estúpido optar por repetir ese camino aunque desconociera lo que vendrá, como si fuera la primera vez. ¿Por qué? Porque ya lo he recorrido, lo conozco bien y forma parte de mi historia, de lo que soy a día de hoy. 30 años más tarde me encontraría de nuevo aquí en la misma situación: sería como estar corriendo los 100 m lisos y retroceder, cuando ya has hecho la mitad, a la cota de los 20 metros. Más tarde o más temprano llegaremos al final de la carrera, al final de la película. ¿Es razonable estar viendo en bucle solo la primera mitad de una película, sin adentrarnos en su desenlace?...

Habría una tercera opción, consistente en volver a febrero de 1988 para luego tomar cualquier otro camino del Multiverso. En ese caso, treinta años después no estaría aquí escribiendo esta entrada. Pero no solo eso, ya que no existiría mi hijo ni conocería a muchas de las personas con las que me he cruzado en estas tres últimas décadas (algunas de ellas, a diferencia de en este universo, no habrían llegado vivas a 2018; otras, por el contrario, seguirían viviendo). Mi historia sería otra distinta, y alcanzada la edad de 50 años -si no hubiese perecido antes- podría plantearme lo mismo que ahora en este blog... o acaso no. Puede que nuestras vidas ya se hayan repetido infinitas veces en sus infinitas variantes. Aunque, para ser estrictos, mi vida solo se corresponde con una de esas variantes (en las demás no soy yo).

"Pronto sabré quién soy", escribía algo ilusionado, sintiendo la proximidad de su muerte, Jorge Luis Borges. Quizá la cuestión sea no solo vivir sino repasar toda nuestra existencia al final para encontrar en ella algún sentido o enseñanza. Un repaso que para un observador externo de nuestro yo físico recién muerto duraría aparentemente unos segundos, pero que en el etéreo espacio interior subjetivo de nuestra conciencia podría alargarse asintóticamente hasta el infinito.

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