martes, 19 de diciembre de 2017

Reflexiones en torno a 'Breaking Bad', mucho más que una sublime serie de TV



Hace más de tres años mi amigo y paisano José Miguel Santos me recomendó encarecidamente ver Breaking Bad, pero fue hace solo cuatro semanas cuando le tomé la palabra y me puse a ello. La verdad es que no había encontrado el momento de hacerlo, pero una vez vi en Netflix el primer capítulo no pude dejar de seguir hasta el final de la serie (son 62 capítulos repartidos en 5 temporadas). Apenas veo la tele (casi todo es basura, huelga decirlo) y lo mejor que había encontrado últimamente era Black Mirror (me han asegurado que The Wire es también una obra maestra). No me voy a detener en las excelencias del guion (construido a partir de una idea superoriginal, con unos personajes únicos y una trama espectacular), de la fotografía o de la realización, ni en el soberbio trabajo de los actores protagonistas (sobre todo, del dúo Bryan Cranston-Aaron Paul). Lo que voy a hacer a continuación es extraer algunas enseñanzas vitales de una serie que me ha sacudido emocionalmente. Puede que haya algo de generacional en ello, ya que Breaking Bad arranca cuando el profesor Walter White (Cranston) está a punto de celebrar su 50 cumpleaños (¡yo espero hacerlo en febrero!). Pero sin duda va mucho más allá, a tenor de la extraordinaria acogida que ha tenido entre gente más joven.



AVISO DE SPOILER: No continúes leyendo más allá de este párrafo si no has visto la serie y tienes intención de hacerlo (creo sinceramente que te perderías una joya si no sigues la recomendación que me hizo José Miguel en 2014).

¿Qué mueve a la gente? (la importancia del afecto, la autoestima, la familia y el trabajo)

Buenos y malos, listos y tontos, guapos y feos, todos queremos sobrevivir y disfrutar de cierto bienestar físico y económico. Pero no menos importante es la necesidad de afecto y reconocimiento, así como la autoestima (que en buena parte se nutre de lo anterior) y el instinto de protección familiar (sobre todo, de nuestros hijos, a los que amamos incondicionalmente). De poco sirven el poder y el dinero si con ellos no nos sentimos amados ni realizados, si no podemos ofrecer lo mejor a nuestros seres queridos (aunque inspirar miedo alrededor y tomar lo que a uno le place en todo momento, a lo Calígula, Rafael Leónidas Trujillo o el jefe del cártel Don Eladio, parece bastar a algunos para ser felices). Si hay un denominador común en los protagonistas principales de Breaking Bad es la importancia que otorgan a sus familias, aunque esta revista la forma de una banda de facinerosos.

Despreciado por su familia carnal, el joven descarriado Jesse Pinkman (Aaron Paul) es en el fondo un buen chico falto de cariño y con la autoestima quebrada que ve en Walter White no solo un socio sino un mentor (quien lo valora, aunque también le riñe más veces de las que desearía). Su caso, el de Jesse, es un ejemplo claro de que el dinero no da la felicidad: no sabe qué hacer con tanta pasta ganada, que malgasta en drogas y fiestas distortion en su casa en las que se reúnen multitud de colgados entre los que solo figuran dos amigos (unos fumados que siguen viviendo a los 25 años con las mismas inquietudes que si tuvieran 16). Jesse se siente reconocido y valioso trabajando como químico al lado de Walter o acompañando al narco Gustavo Fring y su jefe de seguridad Mike Ehrmantraut. Una frase dirigida a él como "Veo cosas en gente" (de Fring) o el "Aquí tiene a los dos mejores cocineros de meta de América" (dicho por Walter, en su presencia, ante otro narcotraficante) tienen para Jesse más valor que un millón de dólares.

La autoestima por el trabajo bien realizado, la búsqueda de la perfección en lo que uno mejor sabe hacer, es fundamental. Walter disfruta estando con sus hijos, acompañado de ellos y de su esposa en el calor de su hogar, pero también goza con su trabajo de profesor de Química (aunque a muchos de sus alumnos les resbale su materia) y, sobre todo, como fabricante de metanfetamina: en esto sabe que roza la excelencia. Ya decía Jesse al principio de la serie que "cocinar es un arte". Walt lo suscribe siempre y cuando se respete a la Química, de la que es casi un adorador religioso: no le vale cualquier ñapa, es un perfeccionista obsesionado con la pureza de su producto.

Diagnosticado de un cáncer de pulmón, ahogado económicamente (tiene que desempeñar un segundo trabajo en un lavacoches para llegar a fin de mes), con un hijo discapacitado y una esposa embarazada, Walter había dado el salto a fabricante de meta para pagar su costoso tratamiento médico y asegurar el futuro de su familia. Garantizar los estudios y el bienestar de sus hijos era su principal móvil. Pero llega un momento en que lo hace sobre todo por sí mismo, por mero gusto a su trabajo, tal como confiesa a su mujer Skyler en su despedida: es su autorrealización, es su autoestima, lo que está en juego. Porque Mr. White tiene una espina clavada: muchos años atrás, recién acabada su carrera universitaria, vendió por 5.000 dólares a dos socios (entonces compañeros de estudios, mucho menos brillantes que él) sus acciones en una empresa que se convertiría en un gran emporio. Sus antiguos amigos Elliot y Gretchen, ahora casados, son multimillonarios y reconocidos empresarios que se pasean por el mundo y los platós televisivos. Mientras tanto, él se afana limpiando las ruedas del deportivo de un alumno pijo llegado al lavacoches con su novia, a la que le hace mucha gracia la escena del azorado profesor agachado y provisto de un cepillo.

El disgusto del policía Hank por descubrir que el temible narco Heisenberg al que perseguía en vano desde hacía meses no era otro que su cuñado (el que en su 50 cumpleaños le parecía, esgrimiendo su pistola reglamentaria, "Keith Richards con un vaso de leche") también tiene mucho más que ver con su autoestima que con otra cosa. Tal como me comentaba muy agudamente mi compañero -y, sin embargo, amigo- Antonio Serrano, lo que más fastidió al agente de la DEA (un echado p'alante, aunque ciertamente valiente y honrado) fue sentirse burlado de ese modo por Walter: aquello era una puñalada a su ego de tipo duro y listillo, bregado en mil batallas, que siempre presumía de mundología ante el cuñado medroso encerrado en su aburrido mundo de pizarras, libros y tubos de ensayo.

De la importancia del trabajo para el equilibrio personal y la autoestima da también muestra el coleccionismo de minerales de Hank cuando está convaleciente del ataque de los bestiales gemelos Salamanca. El hombre se aburre en casa, postrado en la cama, y encuentra en esa afición un sucedáneo a sus labores en la oficina de la DEA. Es un modo de crear rutinas que ordenen su vida y le hagan sentirse útil: el pedir las rocas por Internet, el abrir los pedidos, el clasificar las piedras e investigar sobre ellas... Lo cierto es que no le basta con la compañía de su mujer, lo que no significa que no la quiera, para informar esas semanas de convalecencia: necesita dotar de contenido productivo a sus días para sentirse valioso y preservar su amor propio.

¿Walter White es malo?

Podríamos pensar que White empieza su deriva hacia el mal en el mismo instante en que hace su primer cocinado con Pinkman: porque, claro está, se trata de un producto ilegal con efectos dañinos para la salud si no se administra adecuamente. Pero no creo que Walter tuviese ningún reparo moral a ese respecto, del mismo modo que no los tenía el infortunado Gale Boetticher, un tipo amable y cultivado, libertario y vegano: la fabricación de droga (siempre y cuando se vele por su calidad y seguridad) no es un acto malvado desde la óptica moral de un abolicionista. En este punto yo no podría estar más de acuerdo con ellos.

El problema es que, dada la ilegalidad de la droga, cualquier persona normal que quiera dedicarse a esta actividad en plan empresarial tiene que lidiar con una inevitable ristra de indeseables: distribuidores, intermediarios, picapleitos, encargados de la seguridad (o sea, sicarios generalmente simiescos)... Las primeras muertes causadas por Walter son del todo justificadas, amparándonos en el derecho a la defensa propia. El primer caso verdaderamente censurable tiene lugar en el dormitorio de la casa de Jesse, cuando White es testigo de una sobredosis de heroína de su novia y decide no auxiliarla: la razón parece ser la de proteger a su joven socio de una influencia muy negativa que amenaza con mandarlo prematuramente al cementerio... ¡y también privarlo a él de un ayudante necesario para seguir cocinando!

Walter es a lo largo de toda la serie un tipo que pugna por su supervivencia y por la seguridad de sus seres queridos. Pero empiezan a sucederse cosas feas al intentar salvar a toda costa su culo y el de su círculo familiar: la más grave es, sin duda, el asesinato a sangre fría de Gale (un acto cometido por Jesse a instancia suya porque, ciertamente, era elegir entre la muerte del químico -ya escogido por Fring como nuevo cocinero en vez del dúo problemático White-Pinkman- o la de ellos mismos). También es grave el envenenamiento temporal (Walter escogió una dosis de veneno no letal) del hijo de la nueva novia de Jesse para ponerlo de su lado en el enfrentamiento con Fring. Y el asesinato de Mike (quien, por cierto, hubiera hecho lo mismo en su lugar) al no darle los nombres de las nueve personas de su confianza en prisión que podrían cantar. Por no hablar de la posterior ejecución en la cárcel de esos molestos testigos, encargada a la banda neonazi dirigida por el tío de Todd.

Vince Gilligan, creador de la serie, apunta que el momento de mayor maldad de Walter es cuando, tras entregar a Jesse a la banda de neonazis (porque Jesse le ha traicionado, al descubrir que fue el culpable de envenenar al niño), le dice sádicamente que pudo haber salvado la vida de su novia Jane. Eso es más malévolo incluso que haber dejado morir a su chica, porque lo hace con el solo ánimo de dañar; también más pérfido que entregarlo a esos tipejos, una decisión extrema tomada para salvar su propio pellejo. El afecto y el odio presiden la relación entre White y Pinkman, como toda relación intensa entre amantes, familiares o grandes amigos. Pero no debemos olvidar que Walter le salva tres veces la vida a Jesse (incluyo su rescate de una casa ocupada por heroinómanos, de donde solo podía salir muerto por una sobredosis) porque realmente le aprecia. Y que suplica en vano clemencia al tío de Todd para dejar con vida a Hank, que días antes le había dado un par de hostias: "¡Es familia!", dice de su cuñado, herido en el suelo, al que aprecia genuinamente y cuyo asesinato le causa un gran dolor.

En suma, si Mr. White hace cosas malas es sobre todo para salvaguardar sus intereses y, con ellos, los de su familia (al menos así lo entiende). En esto no se diferencia de Gus Fring o de Mike (sí algo de Jesse, como ahora veremos). Pero, ¿cae en el mismo saco que los Salamanca?... Rotundamente no.

¿Todos los homicidios son igual de reprobables? ¿Hay vidas que valen más que otras?

No todas las personas son iguales, por mucho que cristianos consecuentes e izquierdistas biempensantes pretendan autoengañarse y engañarnos: hay vidas más valiosas que otras, aunque ello no figure negro sobre blanco en ley alguna de un Estado democrático. La existencia de los bestiales gemelos Salamanca (por cierto, fieles devotos de la Santa Muerte) y de los no menos brutales Tuco y Héctor ni siquiera es parangonable a la del tarugo de Todd: este es un completo amoral, aunque no disfruta torturando o asesinando sino que se limita a hacerlo sin cargo alguno de conciencia cuando lo cree oportuno o simplemente se lo ordenan. Por supuesto, los Salamanca y Todd están en un escalón moral inferior al de Mike (aun siendo también un sicario) o Gus (aun degollando personalmente a uno de sus colaboradores), por no hablar de Walter, Jesse o el resto de personas normales.

Escaso consuelo le podría quedar a Gale y su familia de saber que quien le metió un tiro entre ceja y ceja no era realmente mala persona: es más, no dudo que Jesse (que sufrió muchísimo al disparar y cargará ese acto para siempre en su conciencia) es la persona más empática y leal de la serie, cuya integridad moral acaba siendo el factor dinamitador de todo el entramado productivo de Los Pollos Hermanos. El asesinato de Gale es un símbolo de la complejidad de la vida y de la convivencia humana, del tremendo peso de las circunstancias que entretejen nuestra suerte y nos ponen a veces en terribles disyuntivas: como la que lleva a un soldado en una guerra a matar enemigos desconocidos probablemente tan inocentes como él.

Los Salamanca son una panda de sádicos viciosos (Tuco es además un ser irracional, una personalidad muy violenta que lo hace impredecible y poco de fiar), sin empatía alguna por nadie ajeno a su familia: da igual que sea un niño, una abuelita desvalida, un inocente... Fring tiene sentimientos empáticos, pero sabe que en su puesto no se puede andar con muchas contemplaciones. Lo cierto es que en el fondo desprecia profundamente a los sicarios: llega a decirse a sí mismo "¡Animales!" en referencia a los gemelos. Él es un hombre culto y refinado, amable, muy racional, un profesional como la copa de un pino. ¡Igual que Walter! Pero si percibe una amenaza, no duda en recurrir a la brutalidad (si la considera necesaria, como cuando degüella a su sicario Víctor o amenaza a la familia de Walter), aunque exenta de sadismo: capítulo aparte es su comportamiento sádico ante Héctor Salamanca, que hunde sus raíces en el brutal asesinato a sangre fría de su presunto novio Max en la piscina de Don Eladio. Si Fring se hubiera dedicado solo a la restauración, con su cadena de restaurantes Los Pollos Hermanos, no habría sido un empresario peor que muchos legales de éxito: es más, dada su profesionalidad y buen trato con clientes y empleados, aventuro que estaría por encima de la media. Su problema, así como el de White, es la ilegalidad de su actividad.

Los Walter, Jesse, Mike, Saul Goodman (singular picapleitos en torno al cual se desarrolla una precuela de Breaking Bad llamada Better Call Saul) e incluso Fring (aunque este quizá ya ha ido demasiado lejos para dar marcha atrás) son personas potencialmente recuperables por la sociedad: gente que ha tomado o se ha visto empujada a tomar un camino enrevesado y acaso erróneo, pero que puede enderezar sus pasos y aportar más beneficios al prójimo (reconozco que ya aportan algunos en su entorno, que no todo son perjuicios y estragos por su parte).

No es el caso de los Salamanca, de Todd o de su tío, como no lo es el de cualquier psicópata y/o sádico: por el bien de las personas, animales y plantas, estos están mejor en la cárcel (por no decir en el infierno, ya que en prisión también pueden hacer daño a personas valiosas). Aunque insisto en que Todd es un malvado menos malo que los Salamanca o su propio tío: si hubiera un Dios bondadoso que puntuara al respecto, creo que Todd sacaría un 1 frente al 0 de su tío y de Héctor (en ambos casos, ciertamente un "muy deficiente"). Fring quizá tendría un 2,5. Y Mike, un 4,75. No me cabe duda de que Jesse aprobaría y Walter sacaría otro 4,75 (no sé cómo se las gastará Dios, pero yo nunca suspendí a un alumno mío con esa nota). Aunque siempre queda la duda inquietante: ¿tiene Todd la culpa de carecer de empatía, de ser un psicópata, si es algo que forma parte de su equipamiento de serie (de su ADN) al nacer?, ¿es culpable de algo si no existe el libre albedrío?...

Aupado por sus triunfos y golpes de suerte, Walter se viene arriba al cabo de varias temporadas (es natural: la tentación del poder es muy grande) y confirma solemnemente a un narcotraficante que él es el legendario Heisenberg: "You're Goddamn right!". Mr. White quiere levantar un "imperio", pero esta escena será un punto de inflexión: presionado por Skyler, que ya es cómplice de sus negocios, pronto se dará cuenta de que ni él ni Jesse podrán convertirse jamás en grandes narcos. Hay una selección negativa merced a la cual solo llegan arriba en este tipo de negocios los más hijos de puta, los que tienen menos escrúpulos. Ahí no puede competir con tanto psicópata (o con gente con la empatía en suspenso, caso de Gustavo Fring), y por eso termina retirándose. Si hubiese continuado, se habría convertido inevitablemente en un Fring y quizá traspasado la línea de no retorno del lado oscuro. Ya había ganado más que suficiente, desde luego, para vivir ahora una existencia tranquila centrada en su familia...

El efecto mariposa: el mundo como un todo interrelacionado

Hank siente ganas de ir al baño en una amena celebración familiar en casa de sus cuñados y descubre, sentado en la taza del váter, un ejemplar de Hojas de hierba de Walt Whitman dedicado por un tal G. B. a un tal W.W. Su asombro es mayúsculo, no se lo puede creer: de pronto todo cobra sentido y encajan las piezas del puzle que tanto le había obsesionado en los últimos tiempos. Walter llevaba meses retirado de su peligrosa industria y la calma había retornado a su hogar (incluso se había permitido un viaje romántico a Europa con su esposa Skyler, ya mucho más serena después de que su marido colgase el delantal). Si Hank no hubiese tenido ese apretón, probablemente hubiera sobrevivido a Walter (que recaerá pronto en su enfermedad). Este último habría fallecido rodeado del cariño de los suyos, incluido Hank, y con el silencio cómplice de su mujer. No se habría destapado nada y Walter Junior recordaría siempre a su padre como un buen hombre.

Las ganas de cagar de Hank desatan una cascada de acontecimientos que no solo acaban con la muerte del propio policía y de Walter (aunque no en una cama, que era lo previsible) sino también con la de la intermediaria Lydia (esa pija neurótica tan escrupulosa, salvo en el ámbito moral), la de Mike, la de sus nueve hombres en prisión, la de Todd y toda su panda de facinerosos... Y que arrasa con la normalidad de la familia White: sus bienes son embargados, su casa es precintada (qué vanos y patéticos los esfuerzos de Walter al principio de la serie por hacer arreglos en la vivienda con los primeros ingresos de su actividad irregular) y encima Skyler habrá de afrontar un juicio.

Ya en la tercera temporada, la decisión de Walter de no auxiliar a la novia de Jesse tira de un hilo que conducirá a un terrible accidente de aviación, dado que el padre de la chica es un controlador aéreo al que se le va la pinza por culpa del estrés acumulado. Que la suerte de una persona que viaja en un avión dependa de la decisión de un desconocido de dejar morir a una heroinómana igualmente desconocida (una decisión fruto, a su vez, de múltiples circunstancias) nos invita a ver el mundo como un todo interrelacionado, a adoptar un enfoque holístico de la realidad. Todos nuestros actos, por nimios que parezcan, tienen causas y consecuencias. Por mucho que los pensadores de raíz marxista se revuelvan en sus sillones o cátedras, soy de los que creen que si un frutero no se hubiera inmolado en 2011 en Túnez, seguramente Gadafi seguiría en el poder en Libia y no hubiese habido guerra en Siria y Yemen. Si la teoría del caos funciona en la naturaleza, no veo por qué no habría de hacerlo en la historia humana.

¿Tiene sentido la vida?

Walter muere aparentemente solo, privado del amor de su familia: el de su esposa (a la que siempre fue fiel) y el de su querido hijo discapacitado; su adorada hijita de año y medio ni lo recordará. Ni siquiera hay un abrazo final de Jesse, su otro hijo, aunque su ambivalente gesto de despedida parece contener un mensaje de agradecimiento. Podríamos decir que lo ha perdido todo y es consciente de ello en sus momentos finales, pero le queda la satisfacción del trabajo bien hecho (incluida la traca final de la ametralladora instalada en el capó y accionada a distancia para acabar con los subhumanos de Todd y compañía) y de la liberación de Jesse, que viene de algún modo a redimirle. Aunque, pensándolo bien, es una tontería decir que lo perdió todo: se lleva los momentos de felicidad y de aprendizaje de su vida, eso no se lo quita nadie (eso no nos lo quitará nadie en nuestros últimos instantes), que ya bastan para dar por bueno su paseo por el espacio-tiempo. Y quien esté libre de toda culpa, que tire ahora la primera piedra contra Walter White (espero que quien lo haga no tenga la desfachatez de ser cazador deportivo, defensor de la tauromaquia o consumidor de productos cárnicos)...

sábado, 9 de diciembre de 2017

Portadores de información (tú, un roble, una vaca, una bandera o una estrella)

Autor: Amer Shomali

Un árbol con las hojas mustias, una piedra precipitándose desde lo alto de un acantilado, un león durmiendo o una bandera española en un balcón pueden aportar información a toda inteligencia (no solo humana) que los perciba. Una colonia bacteriana es inteligente a su manera, pero no es capaz de percibir la existencia de un león durmiendo -aunque esté poblando el tracto intestinal del felino-, de una piedra cayendo o de un trapo rojigualda al viento porque esas cosas desbordan su ámbito cognitivo (al igual que el mareante trasiego del mundo molecular o el bullicioso espectro electromagnético invisible trascienden el nuestro). La bandera patria colgada de un balcón sí se encuentra dentro de la esfera cognitiva de un cuervo, pero para este tiene tanta significación (ya tenga los colores de España o los de Papúa-Nueva Guinea) como para un humano las feromonas de una abeja o los cantos de una ballena.

El grado de inteligencia, o sea la capacidad de procesamiento de información, es tan importante a este respecto como lo es la posesión de información contextual. Los cuervos no están ni pueden estar al tanto de la situación política (es más, ni siquiera pueden llegar a concebir lo que es una "situación política") en una abstracción humana autoetiquetada con el nombre de "Cataluña": para ellos, una enseña nacional, una estelada o una bandera pirata son simples objetos inertes que ondulan a merced del viento. La rojigualda con toro dentro colgada de un balcón sí podría tener significación para un perro si este constatara una correlación entre dicha enseña y una mayor predisposición al maltrato animal de sus portadores (lo que, por cierto, no me atrevería a descartar).

Como humanos sabemos positivamente que un árbol con las hojas mustias indica falta de agua -y que ello representa una amenaza para la vida del vegetal-, que una piedra en trayectoria descendente acabará cayendo al suelo y haciendo daño a alguien si se cruza en su camino (esto también lo sabe un gato o un hipopótamo, aunque desconozcan los fundamentos teóricos de la fuerza gravitatoria), que un león durmiendo no es una amenaza mientras siga en ese estado (aunque conviene mantener las distancias) y que una bandera española prendida de un balcón cuando no se celebra un título de La Roja delata a votantes del PP, Ciudadanos o la extrema derecha.

Todo, incluidos nosotros mismos, va dejando un reguero de información a su paso por el espacio-tiempo. Solo hay que ser inteligente, y tener los sentidos y medios de observación adecuados, para acceder a esos datos. La ruta de un león puede trazarse siguiendo sus huellas o mediante algún dispositivo de geolocalización. La antigüedad de un árbol recién talado puede conocerse por el número de anillos de su tronco. Las circunstancias y los culpables de un homicidio pueden determinarse gracias a técnicas forenses que incluyen análisis genéticos. Los restos de un dinosaurio o cualquier otro ser vivo del pasado pueden ser fechados gracias al preciso reloj del carbono 14. La expansión del Universo, o sea la separación creciente entre sus galaxias, puede ser constatada por el llamado efecto Doppler (el desplazamiento al rojo de la longitud de onda de la luz procedente de las estrellas más lejanas).

La piedra cayendo desde lo alto del acantilado puede haberse desprendido de manera espontánea o haber sido arrojada voluntariamente por alguien. En el segundo caso puede ser producto de una acción lúdica infantil (a los niños les encanta tirar piedras), de un arrebato de ira de una persona agobiada por a saber qué problemas o de un tipo que busca deliberadamente hacer daño a alguien que está abajo. La interpretación de todo objeto o fenómeno depende de la inteligencia y la información de la que dispone cada agente cognitivo: cuanto menos inteligencia y menos datos posea, más estará sujeto al error (capítulo aparte es la irracionalidad, como la de la persona muy religiosa que cree que un ángel le ha arrojado la piedra a modo de aviso por estar masturbándose abajo).

No obstante, toda realidad se presta a diversas lecturas o interpretaciones igualmente válidas. Así como una bandera es al mismo tiempo un trapo y un símbolo (para los humanos), un libro es también muchas cosas: un contenedor de un mensaje (a su vez sujeto a múltiples interpretaciones de sus lectores), una fuente de alimento para una cabra, un objeto para calzar una mesa o matar un mosquito (como arma letal sirve igual una obra de Borges que un bodrio de Dan Brown), un material combustible para una hoguera... ¿Y si el Universo fuera, además de energía-materia y de un escenario para la consciencia, él mismo un mensaje?...

martes, 28 de noviembre de 2017

¡¡Existen los gnomos!! (y también Osiris y Batman)


La clave de nuestro éxito como especie no es tanto nuestra cultura material como la capacidad de imaginar cosas inexistentes. El historiador Yuval Harari sostiene que gracias a entes ficticios como los dioses o las naciones hemos podido cooperar a gran escala, producir una formidable cultura material y convertirnos así en los reyes del planeta.

Pero si podemos imaginar tales cosas es porque están de algún modo ahí fuera (del espacio-tiempo) o ahí dentro (de nuestra mente). En cualquier caso, al imaginarlas ya pasarían a tener sustancia y surtir efectos. Esto nos lleva a aceptar que, además de Dios (en realidad, de todos los dioses y demonios), también existen las hadas, los gnomos y los pajaritos preñados, aunque evidentemente no en el ámbito de nuestro mundo físico. ¿Porque alguien acaso niega la existencia de la economía financiera o del madridismo ateniéndose a su evidente inmaterialidad?...

Este es el planteamiento que expone Patrick Harpur en su libro Realidad daimónica. Hace medio siglo, en la misma línea, Carl Jung ya apuntó en Un mito moderno. De cosas que se ven en el cielo que las historias de platillos volantes no eran falsas sino verdaderas aunque no literalmente: los ovnis serían proyecciones del inconsciente colectivo que radica en lo más profundo de la psique humana, al igual que los sueños. ¡Y cuántos sueños o alucinaciones (por ejemplo, las de Juana de Arco) no habrán llevado a actuar y marcar de manera decisiva el devenir del mundo!

Tal visión ampliada de la realidad (porque, insisto, los unicornios, los marcianos verdes con antenas, Thor y las apariciones marianas serían reales en su ámbito, de igual modo que la señorita Escarlata O'Hara, el profesor Walter White, El Vengador Tóxico y Mario Bros) nos sugiere no descartar que nuestro mundo físico, que tan tangible nos parece, sea fruto de alguna inimaginable (al menos por nuestras rudimentarias mentes) imaginación de orden superior.

Como nos cuenta el físico Pseudópodo en una magnífica entrada en su blog, "nadie vive en la realidad entera. El problema es cuando alguien cree que su subespacio es la única realidad y se empeña en negarle dimensiones al mundo. (...) La lección que me enseña la ciencia es que hay más cosas en el cielo y en la tierra de lo que puede soñar nuestra filosofía".

jueves, 9 de noviembre de 2017

Un extraño efecto óptico pone en apuros a Alfonso Ussía

El escritor Alfonso Ussía protagonizó el pasado fin de semana un desagradable incidente en un coto de caza de Hinojosa del Duque (Córdoba) donde tenía lugar una concurrida capea. Debido a un rarísimo efecto óptico tipificado como "efecto traje de baño lumínico" (más conocido entre los científicos de baja extracción social como "efecto bañador lumínico"), fruto de la irregular refracción de la luz a última hora del día, el elegante traje cruzado azul que lucía con corbata a juego, pañuelo bordado granate e insignia del Real Madrid asemejaba a varios metros de distancia una bandera de la extinta Unión Soviética -con su correspondiente hoz y martillo- con el rostro inscrito de Paco Clavel. Varias personas asistentes a la capea expresaron de manera más o menos abierta su malestar con Ussía, desconocedor de lo que le ocurría. El propio guarda del coto llegó a abandonar la parrilla en la que asaba varias piezas de caza para intentar embestir con un pincho, al grito de "maricona podemita", al conocido escritor, que tuvo que ser protegido por un conocido torero y por un costalero a la sazón miembro del consejo de administración de una importante empresa gasística nacional.

Quienes rodeaban al literato no advirtieron semejante aberración cromática, pero sí fueron testigos de excepción de otro suceso igualmente extraño aunque del todo inexplicado (aparentemente relacionado con la alteración óptica), merced al cual las palabras que salían de la boca de Ussía eran inequívocamente catalanas pese a ser proferidas -tal como ha confesado posteriormente el propio escritor- en castellano. "Això és molt lleig, això és molt lleig!", recoge la grabación del móvil de una cantante de copla que figuraba entre los invitados al evento. Lo más llamativo para los investigadores del caso no es tanto la conversión idiomática como que esas palabras en catalán fueron exclamadas en forma de canto y siguiendo el patrón de melodías de la nova cançó. Cuando llegaron policía y personal médico al coto, Ussía se encontraba diciendo "què m'han fet aquests bastards, que m'han fotut la festa" con el esquema melódico del tema Què volen aquesta gent de María del Mar Bonet. La entonación de L'estaca de Lluís Llach, comenzada inmediatamente después con frases como "me les pagareu totes juntes, amb mi no es juga, maleïts cabrons", fue interrumpida tras serle administrado un sedante.

El escritor ya ha anunciado que emprenderá acciones penales contra su sastre y contra José Luis Rodríguez Zapatero, quienes han declinado toda responsabilidad al respecto. No consta en la literatura médica patología alguna relacionada con el "efecto traje de baño lumínico", al que jamás se había asociado un caso de aberración sonora como el sufrido por Ussía. Ahora es la ciencia la que debe pronunciarse.

sábado, 28 de octubre de 2017

Más de 500 millones de descargas de la tesis doctoral de Slavoj Zizek

Ya son más de 500 millones de personas en todo el mundo, entre las que se cuentan unos dos millones y medio de catalanes, las que se han descargado de Internet la tesis doctoral del filósofo esloveno Slavoj Zizek: La relevancia teórica y práctica del estructuralismo francés. A lo largo y ancho del planeta, desde pistas de skate hasta locales de tatuajes y piercing pasando por zocos, iglesias evangélicas, carnicerías, baños turcos, castellers y vagones de metro, proliferan acalorados debates entre quienes subrayan la influencia de Lacan en el pensamiento posmoderno y quienes se inclinan más por Deleuze (son menos los que se decantan por Derrida, que sin embargo cuenta con un nutrido club de fans entre los ultras del Girona FC). Uno de los participantes de OT 2017, que ha pedido ocultar su identidad, ha manifestado precisamente su preferencia por Derrida valorando su "deconstrucción dialéctica como potente herramienta de análisis conceptual y contrapeso a la hegemonía del pensamiento líquido". A este le ha salido al paso de manera contundente un concursante de Gran Hermano 18 que igualmente ha preferido ocultar su identidad (aunque ha confesado ser seguidor de Alan Badiou): "Derrida es un exponente involuntario del socialfascismo más regresivo". Las descargas de la tesis de Zizek han desbordado las previsiones más optimistas, eclipsando al también trabajo doctoral del físico Stephen Hawking disponible desde hace unos días (este último ha suscitado encendidas discusiones acerca de las implicaciones para la expansión del universo de las perturbaciones en la curvatura del espacio-tiempo, que en lugares como Karachi, San Pedro Sula o Manila han llevado incluso a enfrentamientos callejeros).

lunes, 23 de octubre de 2017

Izquierdistas que avergüenzan a la izquierda

Muchos supuestos izquierdistas actúan de manera reactiva en Internet y redes sociales contra todo aquello que identifican -o que sus líderes identifican- como el enemigo. Para estos usuarios no existen los matices, todo es blanco o negro, o con nosotros o contra nosotros: no tardan en etiquetar al enemigo de "fascista", "facha" o "neoliberal" y de pasar al ad hominem. Por supuesto que hay muchos más ignorantes y trolls derechistas y apolíticos, pero mi crítica se dirige específicamente a quienes desde la izquierda jamás tienen dudas (y si las tienen, las despejan de inmediato consultando el manual), atribuyen sistemáticamente estupidez o mala fe al adversario, retuitean algo sin haberlo leído, participan en el linchamiento mediático de los enemigos señalados o siguen como borregos a alguien por el mero hecho de tener patente de progresismo. Con todo ello solo logran desprestigiar a la izquierda y al mismo tiempo dañar causas verdaderamente progresistas (no como la independencia a las bravas de Cataluña) como el combate contra la precariedad social, el machismo, el clericalismo, el racismo o el cambio climático.

viernes, 6 de octubre de 2017

Empujados al abismo por la quimera nacionalista catalana: ¿Vale realmente la pena?...

 Foto de Dietmar Rabich.

La convivencia nunca es fácil, ni puede darse por sentada si detrás no se halla el poder disuasorio y coercitivo de la ley. Resulta más sencillo cuando hay más capital social, o sea una mayor confianza mutua entre los ciudadanos (por eso es más cómodo convivir en Dinamarca que en Honduras), pero no basta con ese pegamento integrador para disfrutar de una existencia civilizada. Mal que les pese a anarquistas ilusos y jipis, la naturaleza humana obliga a toda sociedad avanzada a limitar los derechos de los individuos (la libertad de cada uno debe terminar donde empieza la del otro), forjar instituciones reguladoras de la vida social y esforzarse continuamente por apuntalar delicados equilibrios políticos, sociales y territoriales (mediante la división y contrapeso de poderes, la fiscalización de los más poderosos, el diálogo fluido entre los principales agentes sociales, la redistribución personal y territorial de la renta, la protección legal de las minorías, etc.) para asegurar una cierta armonía e impedir que rija la ley de la selva. No podemos confiar en la buena voluntad de los individuos -ni siquiera en la de nuestros gobernantes, por supuesto- porque siempre habrá sinvergüenzas, incumplidores, maltratadores y desalmados.

Cautivados por los cantos de sirena y las abiertas mentiras de sus nacionalistas, muchos catalanes no han advertido la complejidad y las interdependencias intrínsecas a toda sociedad democrática moderna. Hay que ser muy incauto, o haber sido groseramente manipulado por demagogos de la peor especie, para creer que una sociedad compleja como la catalana (por su bilingüismo, su peculiar historia, sus relaciones con España, su propia diversidad cultural) pueda romper a las bravas -y de manera tan chapucera- con los demás españoles sin graves consecuencias de toda índole: políticas, económicas, afectivas... Como si esto fuera un divorcio exprés de una pareja sin hijos que se resuelve con un par de firmas y un "buena suerte". Reventar de este modo un sistema como el constitucional, criticable pero fruto de un amplio consenso y delicados compromisos, tiene inevitablemente un muy alto precio. Es mejor hacer los experimentos sociales con gaseosa, sobre todo cuando se vive relativamente bien, en paz, con una amplísima autonomía y sin ninguna bota encima (aunque, desde luego, siempre habrá gente más rica y poderosa que otras, ya sea en Cataluña, en España, en Venezuela o en Papúa, así como poderes fácticos internos y externos).

¿Cómo iba a ser fácil la convivencia entre la gente y entre los pueblos si ni siquiera lo es en el marco de una familia o una pareja? En el caso español, la armonía territorial pende desde la llegada de la democracia de hilos más frágiles de lo que pensamos. La democracia no hubiera sido posible en nuestro país de haber reconocido inicialmente a algunos territorios como "naciones" (o de haber revestido la forma de república): el entonces influyente Ejército, aún con el recuerdo fresco de Franco, no lo hubiera permitido. Pese a ello, se ha podido construir un Estado de las autonomías bastante descentralizado. Uno de los componentes de ese pacto constitucional es el cupo vasco y navarro (ansiado estos últimos años por Cataluña), cuya pervivencia es una de las claves del encaje de estas dos comunidades en España. Lo mismo puede decirse del régimen especial de Canarias, dada su insularidad y ultraperificidad. España es, nos guste o no, una realidad plural y compleja. Podemos cambiar las cosas mediante el diálogo y la negociación, pero romper destemplada y unilateralmente la baraja es una insensatez que nos afecta negativamente a todos.

Desinformados y emponzoñados por políticos irresponsables y mendaces, muchos catalanes no se han parado a pensar en que no había necesidad alguna de fracturar su ciudadanía de esta forma y ponernos a catalanes y españoles (y de rebote a la Unión Europea) al borde del abismo solo para dejar de contribuir a las arcas de España, desembarazarse de la bandera rojigualda y poder presumir de Estado independiente (aunque sea un Estado fallido, como aventuran casi todos los expertos). Mi amigo kurdo Kamran Matin (míralo aquí hablando hace un par de días en Al Jazeera acerca del referéndum en el Kurdistán iraquí) me trasladaba esta semana su perplejidad ante este "nacionalismo del rico", él que procede de un pueblo pobre y verdaderamente oprimido que ha visto a su gente culturalmente ninguneada (hasta hace bien poco en Turquía) e incluso gaseada y salvajemente bombardeada (en el Irak de Sadam Hussein y en la misma Turquía del islamista Erdogan).

No me valen aquí las apelaciones a un supuesto derecho sagrado a la autodeterminación, ya que el mío pretende ser un análisis racional y pragmático (a diferencia del enfoque nacionalista, basado en las emociones y la visceralidad, amén de en la mentira). Cada cual es libre de sentirse como le plazca: solo catalán, más catalán que español, igual de catalán que español, más español que catalán... Y de enarbolar la bandera que le dé la gana. Pero es una temeridad ampararse solo en lo sentimental para dar lo que sería un verdadero salto al vacío, dadas las estrechas interdependencias entre Cataluña y España y la oposición a la aventura independentista de casi la mitad de los catalanes. La culpa es del nacionalismo, una ideología tóxica por su naturaleza excluyente, que ha sido bien abonado en las tierras del Principat en las últimas décadas (no niego también la cuota de responsabilidad de los nacionalistas separadores del otro bando, de los que ahora insultan a Piqué y antes chillaban "Pujol enano, habla en castellano", gente convencida de que solo se puede ser español a su manera).

Lo que está en juego ya no es tanto la unidad de España, algo que sinceramente no me quita el sueño, como el bienestar y la convivencia pacífica de los españoles con independencia de sus distintas ideas o sentimientos identitarios. Los nacionalistas catalanes están dispuestos a tener su Estado a cualquier precio, por alto que este sea; aunque suponga la salida del euro y de la Unión Europea (de hecho, eso es lo que quieren los extremistas de la CUP, dentro de su hoja de ruta hacia una demencial república popular sin patriarcado). Pero lo peor es que el nacionalismo amenaza con romper la paz social en Cataluña y el resto del Estado, donde el nacionalismo españolista de infausto recuerdo está despertando y retroalimentándose con el catalán. Los parecidos con la Yugoslavia de 1990 y 1991 empiezan a ser muy preocupantes. Además del ineludible peaje sangriento, este conflicto podría desatar una nueva crisis de la deuda soberana en los países del sur de Europa con suficiente potencial como para dinamitar el euro y la propia UE, cada vez más asediada por ultranacionalistas y populistas (por no hablar del probable efecto imitación en sitios como el País Vasco o Flandes). Y si la UE desaparece, no tengan ninguna duda de que no pasará una generación antes de que vuelvan a arder sus pueblos y ciudades como hace más de 70 años. ¡Menudo panorama! ¿Vale sinceramente la pena?... La culpa, como casi siempre, será nuestra: de quienes votamos a los políticos que gobiernan en España y, sobre todo, en Cataluña.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Izquierda, nacionalismo y religión (a dos días del aquelarre nacionalista del 1-O en Cataluña)


Además de burdo y simplista, el nacionalismo es una ideología tóxica por su naturaleza excluyente que enfrenta inevitablemente a unos humanos con otros. Lo mismo puede decirse de la religión, con la que está frecuentemente hermanado (a su vez, deformadora de mentes infantiles, generadora de fobias, miedos y traumas, verdugo del conocimiento y la felicidad propia y ajena). No sorprende pues el nacionalcatolicismo (ideología oficial del franquismo) de algunos de nuestros obispos, que salvo en la bandera esgrimida no se distingue demasiado del de las iglesias de Cataluña (donde abundan los prelados y curas que abogan por levantar nuevas fronteras, abrazando el independentismo como una extensión del cuarto mandamiento), País Vasco (donde no son pocos los religiosos que simpatizan con nacionalistas e incluso lo hicieron con ETA), Irlanda (ídem, pero sustituyendo ETA por IRA) o Croacia (donde en la Segunda Guerra Mundial hubo incluso monjes dedicados a degollar a mansalva a serbios, judíos y gitanos). Y no olvidemos a Rusia, cristiana pero no católica, donde la jerarquía ortodoxa se ha convertido en un firme aliado del autócrata Putin por defender la gran nación eslava y poner firmes a homosexuales, librepensadores y zorras.

La izquierda democrática del siglo XXI, si quiere ser fiel a su condición de progresista, no debe estar jamás alineada con nacionalistas ni reírles gracia alguna. Ni, claro está, con enemigos del laicismo (esto no quiere decir que no tolere a unos y otros dentro de los límites de una democracia civilizada), sean de nuestra religión patria o de cualquier otra supuestamente de paz. Nacionalismo izquierdista es un oxímoron, lo mismo que izquierdismo confesional. No es de izquierdas un caudillo populista como el nicaragüense Daniel Ortega que, para congraciarse con la jerarquía católica más rancia de su país, prohíbe abortar a niñas violadas aun cuando peligren sus vidas por seguir con el embarazo. No son de izquierdas quienes como ERC -por cierto, Oriol Junqueras es católico practicante- o Bildu anteponen supuestos derechos sagrados de territorios a los derechos de la gente (en el caso de Bildu no ha pasado mucho desde cuando jaleaban a quienes daban tiros en la nuca y ponían coche-bomba). Y si acaso fueran de izquierda, y si también lo fuese una formación extremista -en el peor sentido de la palabra- como la CUP, entonces quizá habrá que ir buscando otra etiqueta para la izquierda democrática, tolerante, laica, sensata e internacionalista del tercer milenio.

lunes, 25 de septiembre de 2017

'R que R desde Alfa hasta Omega: Un ensayo sobre el error', ya a la venta en Amazon


Una entrada en noviembre de 2015 en este blog con un nombre parecido ("Naturaleza física del error") ha sido la semilla del libro que ahora ve la luz. El ensayo también se ha alimentado de algunas otras reflexiones publicadas en este cuaderno de bitácora desde que lo abrí en septiembre de 2010. He podido terminarlo en ratos libres robados a tardes y fines de semana gracias a mi constancia y perseverancia, aunque ha sido un esfuerzo gustoso porque me interesa mucho el asunto: el error con sus profundas implicaciones, un concepto que toca palos tan diversos y fundamentales como la vida, la enfermedad, la muerte, el azar, el libre albedrío, la maldad, la evolución, la felicidad, la ignorancia, la estupidez... (pocas cosas de las realmente importantes quedan fuera de su alcance). Pero este libro no hubiera sido posible sin el aliento inicial de Samuel A. Pilar, que fue quien me sugirió la idea de escribir algún ensayo de este tipo y me transmitió su confianza en que yo podría hacerlo bien. Y también debe parte de su existencia a las conversaciones campestres en la sierra de Guadarrama con Salvador Casado (@DoctorCasado). A ellos, a Antonio Rincón Córcoles y a mi paisano canario José Miguel Santos confié la lectura del texto antes de su publicación. ¡Muchas gracias, amigos!

Este capítulo de agradecimientos estaría incompleto si no incluyera a dos científicos tuiteros que, sin saberlo, me han dado muchas pistas con su interesantísima actividad en Twitter: @BioTay (el biólogo Antonio J. Osuna Mascaró) y @pitiklinov (el psiquiatra Pablo Malo).

Puedes comprar el libro aquí por solo 2 euros

Este es el índice de contenidos del ensayo:
-Un día (como cualquier otro) en el error
-Introducción
-El error en la historia del pensamiento
-Error: actores y escalas
-Causas y manifestaciones del error
-Cometiendo errores… y evitándolos para sobrevivir
-El error social más caro: Rapa Nui como aviso
-Engaño y error: el mal sale a escena
-Error, lenguaje y realidad virtual
-Error y aprendizaje individual y social. La ciencia
-Historia humana: ¿un error para la felicidad del individuo?
-Error y azar: la estadística al rescate
-Cuando la inteligencia colectiva fracasa: el error en las organizaciones y su prevención
-Error y complejidad. Tecnología y economía
-Las razones últimas del error: ¡entramos en la Física!
-Error y perfección: ¿hacia un mundo sin error?… ¿y sin muerte?
-Verdad y error
-El error de escribir un libro sobre el error: un mundo de asombrosas emergencias
-Bibliografía
-Sobre el autor

martes, 5 de septiembre de 2017

¡A sus marcas, consumidores!


Todo el mundo debería saber que unas buenas gafas de sol no tienen por qué costar más de 25 euros: es lo que dice cualquier profesional de la oftalmología. Esto mismo es aplicable a una crema hidratante, unos pantalones vaqueros, unos zapatos, un móvil, una botella de vino, una pelota de baloncesto o un coche. Por encima de un precio razonable solo hay un valor de marca. Si hay alguien dispuesto a desembolsar 150 o 400 euros por unas gafas de sol, no está pagando solamente por un producto para proteger sus ojos de la radiación solar sino tambien por un diseño glamuroso o sencillamente una marca de prestigio para codearse y darse el pisto.

La publicidad ya se encarga de convencernos de que lucir una determinada marca es cool, que no hacerlo es propio de pringados o fracasados. ¡Y a fe que lo consigue! El efecto de los anuncios es particularmente nocivo entre los más jovenes, los más necesitados de la aceptación de sus pares. La promoción de marcas blancas permitiría un notable ahorro a los consumidores y contribuiría a un mundo más sostenible, pero choca con un muro cultural en una sociedad en la que los que están arriba quieren distinguirse y los que están abajo no tienen intención alguna de transformarla sino de colocarse arriba. Un izquierdista de manual diría que la culpa es de un sistema capitalista que ha emponzoñado a la buena gente, pero yo creo que el canalla no es otro que la propia naturaleza humana.

La responsabilidad de los famosos a este respecto es muy importante. ¿Pero qué ejemplo pueden dar muchos deportistas o cantantes (no precisamente de ópera) cuya vida gira en torno al lujo y la más grosera ostentación? Flaco favor hacen también muchas de esas celebridades que solo persiguen hacer caja, aunque ya anden sobrados de dinero, anunciando cualquier cosa sin el menor rubor. Me pregunto si El Rubius (el youtuber más conocido de España) es consciente del daño social de anunciar una conocida bebida azucarada. O si Rafa Nadal o Pau Gasol tuvieron algún reparo moral por promocionar en su día sendas bebidas alcohólicas.

sábado, 26 de agosto de 2017

Arriba y abajo (tras el Juicio Final)


Si existiera el Dios judeocristiano y tuviera que mandar a unos humanos al cielo y a otros al infierno -dejemos el limbo para otra entrada-, ¿qué características deberían reunir ambos lugares?, ¿cómo serían, si lo que se pretende es impartir justicia del mejor modo posible, el gran premio y el gran castigo?

Un sitio apestoso con un clima infernal y torturas a diario durante toda la eternidad sería ciertamente apropiado para los malvados (vamos a tomarnos la licencia de suponer que Dios actúa racionalmente y solo considera como tales a los tiranos, asesinos y psicópatas dañinos, no a quienes no creen en él, ven pelis porno, son homosexuales, se divorcian o reciben una transfusión sanguínea), aunque solo en el improbable supuesto de que exista el libre albedrío: de otro modo, ¿cómo culpar o responsabilizar a nadie de hacer lo que ya estaba predeterminado que hiciese?

También está la opción de vivir eternamente apartado de Dios, por la que parece inclinarse la Iglesia católica del siglo XXI. Habría que ver el verdadero significado de esto, ya que semejante existencia eterna sin Dios pero rodeado de ciertas tentaciones terrenales podría resultar no tan terrible...

Una tercera vía sería directamente la aniquilación tras suspender el examen del juicio final. Bien visto, podría ser hasta un premio para los malos: toda tu vida puteando al prójimo y simplemente te acabas sin más... No soy muy partidario, la verdad (aunque Dios sabrá, desde luego).

Lo más inquietante, sin embargo, es la suerte reservada a los buenos. Vivir para siempre en la Tierra en cuerpo y alma (es lo que creen literalistas bíblicos como los Testigos de Jehová) quizá no sea lo mejor si tu muerte acontece a los 100 años en vez de a los 20: ¡serías un centenario inmortal! Pero podría ser una condena en cualquier caso (aun en el dudoso supuesto de que todos resucitáramos como veinteañeros y en el mucho más improbable -a tenor de lo escrito en los textos sagrados- de que siguieran existiendo placeres mundanos como los carnales). Estoy seguro de que mucha gente, tras unas décadas o siglos de euforia, se acabaría aburriendo y deprimiendo. Más de uno envidiaría incluso el destino de los malos aniquilados, que para los budistas es curiosamente (puede que no anden desencaminados) el de la genuina liberación. Una alternativa razonable sería la integración espiritual con Dios, la disolución de nuestro yo individual en la divinidad.

En fin, que el improbable Juicio Final de las grandes religiones monoteístas nos coja al menos confesados a los buenos (permítanme la inmodestia de incluirme en este grupo, aunque por razones obvias no crea en absoluto en semejante cuento). Eso sí, muchísimo más probable veo el Juicio Final a manos de alguna Singularidad acaso no lejana.

domingo, 6 de agosto de 2017

¿Cómo fabrica la Naturaleza un cerebro?


Es prácticamente imposible que un fenómeno complejo como la vida o la inteligencia surja sin evolución y la consiguiente selección natural. La única forma de prescindir del concurso de la evolución (un proceso lento y gradual por definición) para obtener cerebros, ciudades, sinfonías o códigos morales sería apelando al azar, tal como aventuró hace más de un siglo Ludwig Boltzmann (en cuya lápida en un cementerio de Viena está inscrita, por cierto, la fórmula de la entropía: S = k x log w). Según el físico austríaco, el Universo asistirá a la creación espontánea de cerebros, fruto de fluctuaciones aleatorias (al fin y al cabo, aquellos son solo combinaciones de un gran número de partículas), si tiene a su disposición un tiempo infinito: son los llamados cerebros de Boltzmann, desprovistos de cuerpo pero con toda la información y recuerdos de algún cerebro humano en algún momento de su existencia, que flotarían en la inmensidad del Cosmos tras su súbita y extremadamente improbable aparición de entre el caos.

Conseguir vida e inteligencia sin evolución sería mucho más improbable que redactar íntegramente El Quijote encomendando a un mono inmortal la tarea de darle sin parar a las teclas de un ordenador de manera aleatoria. O haciendo que cada letra de la novela de Cervantes, desde la primera a la última en perfecto orden, se corresponda con lo dispuesto por una gigantesca tirada de dados no sesgados de 27 lados (uno por cada carácter). Desde el big bang no ha habido tiempo suficiente en el Universo para que ocurran semejantes cosas... ¡pero terminan ocurriendo si el tiempo es ilimitado!

Para que haya evolución-selección también se necesita tiempo, aunque muchísimo menos gracias al poder autoorganizativo del orden (o sea, de la entropía negativa o neguentropía). No recuerdo quién dijo que el tiempo es lo que hace que la conciencia no perciba instantáneamente -cual mente omnisciente- todos los sucesos del Universo. Seríamos Dios si fuéramos omniscientes, pero nuestra vida como individuos quedaría desprovista de todo sentido o propósito: conceptos que no son ajenos a nadie con traje carnal como bondad, maldad, belleza, arte, amor, aprendizaje, placer, sufrimiento, ilusión, progreso, esperanza o felicidad (todos ellos, por cierto, alojados en el cerebro) se disolverían por completo.

lunes, 24 de julio de 2017

Retrocausalidad: ¿cenar hoy sushi puede causar la Peste Negra del siglo XIV?

Repugna a nuestro sentido común que la causalidad no se ejerza desde el pasado hacia el futuro. Que lo que ha de suceder influya de algún modo en lo que ya ha sucedido parece algo totalmente contra natura. ¿Te imaginas que un suceso en el año 2165 estuviese influyendo en la escritura de esta entrada? ¿O que tu decisión de comer sushi esta noche fuera un desencadenante de la Peste Negra del siglo XIV?...

Un rasgo destacado de la física clásica es su simetría temporal: las ecuaciones funcionan igual hacia adelante que hacia atrás en el tiempo. La observación de una secuencia de imágenes proyectadas al revés (por ejemplo, la recomposición de un vaso roto desde el suelo hasta la mesa) es muy ilustrativa a este respecto: lo que vemos es ciertamente raro, pero coherente. La física cuántica es igual de simétrica que la clásica con respecto al tiempo: la ecuación de Schrödinger vale lo mismo hacia adelante que hacia atrás. De hecho, el gran físico Richard Feynman apuntó que las antipartículas son partículas que marchan hacia atrás en el tiempo: un positrón sería un electrón viajando hacia el pasado. Por esa razón, partículas y antipartículas se aniquilan si se encuentran (tan natural como que 1 y -1 sumen 0).

La retrocausalidad, tal como hipotetizan actualmente algunos físicos, sería posible gracias al fenómeno del entrelazamiento cuántico(*ver al final) y también lo explicaría: la manipulación de una de las partículas entrelazadas, que puede estar tan lejos de su compañera como 1 milímetro o 10 mil millones de años-luz, haría que la primera afectara inmediatamente a la segunda por la vía de conectar causalmente -también de manera instantánea- con el momento del pasado en que ambas se crearon e iniciaron sus trayectorias opuestas.

El punto clave es que el pasado, al igual que el futuro, no está determinado: permanece en un nebuloso estado de indeterminación hasta que es observado. Es el momento de convocar a otro grande de la Física: John A. Wheeler. Fue él quien ideó el experimento mental de la elección diferida, que viene a decirnos que la medición de una partícula hoy puede alumbrarnos un pasado remoto hasta ahora indeterminado. Dicho de otro modo, la trayectoria de una partícula que inició su viaje hace mil millones de años solo cristaliza cuando la observas hoy: antes permanece en una especie de limbo misterioso en el que coexisten todas sus posibles trayectorias (¡esto implica que el propio Universo no estaba determinado antes del surgimiento de su primer observador!).

Un detalle fundamental en este asunto es que la física cuántica exhibe simetría temporal siempre y cuando no haya un observador: en este caso, la función de onda (el susodicho limbo misterioso) colapsa y el mundo adopta ese rasgo tan familiar de ir hacia adelante. Pero la flecha del tiempo parece apuntar hacia el futuro solo por un motivo estadístico: hay muchas formas de que se rompa un huevo al caerse, pero solo una de que se recomponga una vez roto en el suelo. No se trata de una ley física sino de una mera cuestión de probabilidades a partir de un estado inicial del Universo altamente ordenado (si lanzamos al aire un mazo ordenado de cartas, ¿alguien apostaría a que se mantendría ese orden en el suelo?).

La presunta retrocausalidad debería hacernos reflexionar acerca del tiempo. Hace ya más de 100 años que Einstein nos desveló un escenario nuevo en el que pasado, presente y futuro son solo una ficción fabricada por la conciencia: todo está ya ahí en el espacio-tiempo absoluto desde siempre (desde tu nacimiento a tu muerte pasando por todos y cada uno de los momentos de tu vida y los de cualquier otro ser). Suele ponerse el ejemplo de dos jóvenes gemelos (uno se queda en la Tierra y otro da un paseo de ida y vuelta al espacio exterior navegando a una velocidad próxima a la de la luz; cuando el segundo regresa al planeta, al cabo de lo que para él han sido unos pocos años, se encuentra con que su hermano... ¡es ya un anciano!) para ilustrar las paradojas del tiempo, pero hay un supuesto que se me antoja más espectacular: el de la simultaneidad a grandes distancias. Imagina un alienígena inteligente que se encuentra a 90 mil millones de años-luz de nosotros. El tipo está sentado desayunando en este mismo instante en que lees mi blog: se encuentra en simultaneidad contigo, en tu misma rebanada de tiempo (solo que al otro extremo del espacio). Pero si de repente se levanta y echa a correr por el pasillo de su casa para despedirse de sus hijos que van al colegio, pasa a estar en simultaneidad -dependiendo de su velocidad- con Napoleón, Calígula o los neandertales. Una vez se detiene, vuelve a situarse en tu misma rebanada temporal. ¿No es fascinante esta implicación de la relatividad especial?...
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*El entrelazamiento cuántico es un fenómeno merced al cual dos partículas creadas simultáneamente conservan las mismas características físicas -la interacción con una afecta inmediatamente a la otra, da igual lo lejos que se encuentren- tras separarse y tomar direcciones opuestas a partir de un mismo punto del espacio. Junto a Podolski y Rosen, Einstein apuntó en 1935 en la conocida como paradoja EPR que la única explicación que permitía eludir una hipotética "acción fantasmal a distancia", considerada por ellos ilógica, era que las dos partículas entrelazadas compartiesen una programación oculta. Con ello pretendían poner en evidencia la incompletitud de la mecánica cuántica. El teorema de Bell, formulado por el físico irlandés John Bell en 1964 y confirmado empíricamente por Alain Aspect en 1981 (algunos lo consideran el experimento más profundo de la historia de la ciencia), desmentiría la existencia de variables ocultas locales: no hay una programación en las partículas entrelazadas, no hay una información impresa en ellas que se nos pase por alto, como creía Einstein. Eso sí, el teorema no descarta que existan variables ocultas no locales (que la información de una partícula a otra se transmita instantáneamente -más rápido que la luz, por tanto-, como parece ocurrir con el entrelazamiento cuántico), tal y como defendía David Bohm en su interpretación holística de la mecánica cuántica que concibe el Universo como un todo íntimamente interconectado. Hay que añadir, por otra parte, que el teorema de Bell no está reñido con el superdeterminismo.

jueves, 6 de julio de 2017

Javier Marías versus Joaquín Reyes: la popularidad de lo antiintelectual

Un reciente artículo de Javier Marías en El País alusivo a Gloria Fuertes ha tenido sorprendente réplica días más tarde en el mismo diario: en un tono medio burlón medio condescendiente, el humorista Joaquín Reyes (me confieso un admirador de sus geniales imitaciones de celebridades) le ha afeado su condición de cascarrabias y se ha ofrecido a darle un abrazo antes de invitarle a disfrutar "de las pequeñas cosas de la vida".

El artículo de Marías era tan oportuno como impopular: oportuno por denunciar el tremendo papanatismo alimentado mediáticamente en torno al cine español y la literatura femenina (porque, como en todo, no se puede negar la existencia de "bodrios y mediocridades"); e impopular por considerar, a modo de ejemplo, que la desaparecida Gloria Fuertes "no fue una grandísima poetisa". Esta opinión nada irrespetuosa, amén de respetable y puede que certera (si la obra de Fuertes se limita -lo cual ignoro- a sus graciosas rimas infantiles), se sumaba a sus recientes críticas a Podemos para poner al hijo de Julián Marías en el punto de mira de la muchachada izquierdista en Twitter. Al atacar a una persona tan entrañable y popular como Fuertes (dejemos aparte sus supuestas virtudes literarias), el escritor madrileño se exponía a un más que probable linchamiento en redes sociales. La probabilidad subía al 100% al tratarse encima de una mujer: la condena inapelable por misoginia en el tribunal popular progresista del Twitter estaba cantada.

En su réplica, Reyes juega con la baza antiintelectual para embestir a Marías: sabe que lo intelectual es impopular, que su cosecha de likes siempre será muy inferior a la de algo guay. Por eso insinúa que el escritor no conoce a Grinch, por ser "literatura menor", echándole indirectamente en cara ser un elitista (seguro que Trump, un hombre campechano del pueblo, sí conoce a Grinch y no sabe quién es Coetzee). También le llama "orfebre del despotrique", otra manera de decirle que es un puto amargado (y eso ya sabemos que no es guay, que es de fucking losers). Tan cierto es que la vida se ve diferente según el talante de cada cual como que hay cosas objetivamente desagradables, que no pueden ser negadas si se posee un mínimo de inteligencia, información y sensibilidad. Decir alegremente que en España se vive muy bien porque hay sol, paella y jamoncito, obviando la corrupción generalizada, el mamoneo, la inseguridad jurídica, el incivismo, el bajo capital social y la chapuza diaria, es propio de tontos o/e ignorantes. Aún así, quedas mejor en público esgrimiendo con una sonrisa ese ridículo tópico que sosteniendo que en este país (y no solo aquí, por supuesto) hay unos usos y costumbres bastante mejorables y un montón de cafres que dificultan el disfrute de una vida medianamente civilizada (ante los que más vale, por cierto, estar permanentemente en guardia). 

Tampoco vas a hacerte popular ni a obtener muchos aplausos si afirmas que buena parte de lo que conocemos como cultura moderna es basura comercial, que no es lo mismo Grinch o Fast and Furious que una película de Rohmer o de Hitchcock; Maluma, Pitbull o Los Gemeliers que Queen o Maurice Jarre (¡por no hablar de Mendelssohn o Schubert!); Dan Brown que Borges... Lo cual no por impopular deja de ser menos cierto. Esto ya lo abordé en su momento al comentar un interesante artículo de Elvira Lindo titulado "La cobra del pueblo". Rajoy sería todavía menos simpático si dijera que se dispone a leer a Zweig en vez de ver un partido de fútbol por la tele: si presume de esto último es porque sabe que beneficia a su imagen. ¡A ver qué político se atreve a afear la conocida querencia de las masas por la telebasura y otros tipos de mierda!

El desprestigio de lo intelectual, debido sobre todo a la democratización-mercantilización de la cultura (sin negar cierta cuota de culpa de no pocos intelectuales tan engreídos como infumables), es un símbolo de estos tiempos en los que 2 más 2 es igual a 5 si así lo decide la mayoría. Ya vengo diciendo desde hace tiempo que este desprestigio, asociado a la quiebra del principio de autoridad, es una amenaza para la democracia y la continuidad de la civilización: una democracia de burros es insostenible y solo puede empujarnos al abismo en estos tiempos en los que está en juego la propia supervivencia de la especie debido a una crisis ambiental que puede calificarse sin exagerar de existencial.

domingo, 25 de junio de 2017

Bendito (y también maldito) orden

"Ángeles y demonios" (M. C. Escher).

El desorden es bastante más frecuente que el orden. Por eso hay muchas más formas de ruido que de música, por eso los textos carentes de información -incluidas las combinaciones aleatorias de letras- son mucho más abundantes que los informativos o coherentes (aplicando el método de Cantor, el número infinito de los primeros sería superior al número infinito de los segundos). Por la misma razón es más fácil desordenar que ordenar, destruir que construir, dañar que curar, ensuciar que limpiar, errar que acertar, cometer una chapuza que desempeñar un buen trabajo, hacer el mal que hacer el bien... Es más probable la mediocridad que la brillantez, la fealdad que la belleza, la estupidez que la inteligencia, la condición inerte que la vital.

El orden, fruto de las leyes físicas (¿producto a su vez de una realidad platónica eterna?), es lo que permite la vida, la conciencia individual y la inteligencia. No hay voluntad ni racionalidad sin orden, sin una cierta organización cerebral o neuronal ya sea para acariciar o para torturar (existen órdenes diabólicos, como el del campo de exterminio o el del matadero municipal). Sin orden no hay complejidad ni evolución ni emergencias. Ni posibilidad alguna de interacción y comunicación. El mundo sería un enorme amasijo informe en el que tú y yo, dinosaurios y superordenadores, Villarrobledo y Vladivostok, grande y pequeño, arriba y abajo, fuera y dentro, antes y después, se confundirían en un indescriptible totum revolutum.

Quizá ese maremágnum sea el estado del mundo de un tic de Planck a otro, entre cada colapso de la función de onda que rige la evolución del Universo o acaso Multiverso. Solo mediante un filtrado sesgado y coherente de todo lo posible, mediante una destrucción ab toto como la que representa el colapso de la función de onda, sería posible tomar conciencia individualizada -necesariamente parcial- de un orden cósmico donde todo sucede simultáneamente y de una vez. Solo así el Brahman puede ser Atman, el mar puede ser ola. Solo así tendría sentido aprender y acaso vivir.

lunes, 12 de junio de 2017

Ciencia y religión: agua y aceite


En el Vaticano hay unos tipos intentando desde hace décadas la cuadratura del círculo: conciliar la ciencia con la religión católica (igual de absurdo sería intentarlo con cualquier otra). El argumento de estos expertos, bien financiados por las arcas de la Santa Sede (e indirectamente por quienes en España ponen la x en la casilla de la Iglesia de su declaración del IRPF), es que no hay incompatibilidad entre ciencia y religión porque la primera no puede ofrecer todas las respuestas. No debían estar muy convencidos de esa supuesta compatibilidad los que quemaron en la hoguera a Giordano Bruno, obligaron a retractarse a Galileo ("eppur si muove!") y también redujeron a cenizas a Miguel Servet (en este caso no fueron los católicos sino el fanático Calvino en su cantón talibán protestante de Ginebra). Los mismos que ya en el siglo XIX se burlaron de Charles Darwin, cuando el cristianismo en Europa empezaba a perder su influencia y convertirse en algo meramente folclórico (la gran asignatura pendiente del mundo islámico). La ciencia no puede ofrecer todas las respuestas, pero la religión ni siquiera es capaz de brindar alguna razonable: para elucubrar acerca de lo que de manera provisional -o acaso permanentemente, por una limitación epistemológica- se sitúa más allá del alcance de la ciencia solo cabe una metafísica seria y con fundamento. Sin desdeñar, por supuesto, el eventual acceso por vías como la meditación a profundas realidades inefables y elusivas a la razón.

Es cierto que la ciencia no puede responder a algunas preguntas del tipo de "para qué", como la de cuál es el sentido personal de nuestra vida. La ciencia se limita a constatar una tendencia de la materia a autoorganizarse y evolucionar en complejidad, desplegando emergencias como la vida y la consciencia. Podría haber un sentido cósmico en ello (un Universo que se hace cada vez más consciente de sí mismo), pero la vida propia no posee más sentido para un individuo que el que este se autoadjudique: ya sea el culto a Baal, la filatelia, la Unión Deportiva Las Palmas, el submarinismo, la misma ciencia, la dedicación a los seres queridos o la búsqueda espiritual (no tienen por qué ser sentidos excluyentes, por supuesto). 

No pueden ponerse en el mismo plano ciencia y religión, no puede igualarse la postura del que niega la ciencia porque no encuentra en ella a su Dios con la del que niega a Dios (un ser intervencionista y sospechosamente antropocéntrico como el de las religiones judeocristianas) porque no hay evidencia científica alguna que lo sostenga o incluso por puro sentido común. No hay conciliación razonable -ni lógica- posible a este respecto porque no es lo mismo una verdad contrastada empíricamente que una creencia irracional evidentemente fabricada por nuestros antepasados (un constructo social -¡este sí!- en toda regla). Además, a diferencia de los dogmas religiosos, las verdades científicas son siempre provisionales: cuando se hallan otras con mejor poder explicativo, son adoptadas por el corpus de la ciencia.

Cuando Galileo descubrió que Júpiter tenía lunas girando en su derredor, cuando constató la hipótesis de Copérnico de que la Tierra no era el centro del Universo, los cimientos de la Iglesia empezaron a sacudirse. La teoría aristotélica de las dos esferas (la imperfecta terrenal y la perfecta celestial) ya no era sostenible. Pero el golpe a las creencias religiosas tradicionales propinado por Darwin sería mucho más brutal: ¡somos primos de los chimpancés e incluso las ratas, los insectos y los árboles forman parte de nuestra familia! Luego llegó Freud para decirnos que el subconsciente es mucho más poderoso que el yo consciente. Por si fuera poco, ahora sabemos que el Sol es solo una estrella de entre las más de cien mil millones de la Vía Láctea, a su vez una más de entre el billón de galaxias del Universo observable. Ya en el colmo puede que nuestro mundo sea solo uno más de un vasto Multiverso que comprende todos los universos posibles y en el que podría haber multitud de formas de vida inteligente. ¿Habrá muchas de ellas con creencias parecidas a la de que hay muertos que resucitan al tercer día para salvar a sus congéneres (y solo a ellos, no a perros ni a delfines ni chimpancés)?...

sábado, 3 de junio de 2017

El pasado balompédico de Ojeda D'Artais obstaculiza su elección como nuevo fiscal Anticorrupción

El cada vez más extendido rumor de que el jurista murciano Renato Borja Ojeda D'Artais podría ser el nuevo fiscal Anticorrupción, en sustitución del dimisionario Manuel Moix, ha levantado la crítica en bloque de la oposición. A Ojeda D'Artais se le reprocha su pasado como jugador y entrenador de fútbol fuera de España, que a juicio de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos le incapacitan para el desempeño de esa responsabilidad.

"Es el colmo", ha dicho esta tarde en Moncloa el presidente Mariano Rajoy aprovechando un hueco en su agenda (la emisión de una tira de anuncios en la previa televisiva de la final de Champions de Cardiff): "Ya solo nos faltaba esto, que por haberse puesto calzón corto y calzado botines con tacos tenga que renunciar a un alto cargo del Estao. No roben mi tiempo y el de los miembros del Gobierno con estas solemnes bobadas".

Tras la reanudación del especial Champions en directo en Antena 3 TV, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha tomado el testigo de Rajoy para, sin confirmar ni desmentir la posible elección de Ojeda D'Artais, hacer público un informe del catedrático constitucionalista Jaime de Sota Bamberg que no considera incompatible el ejercicio como fiscal Anticorrupción con "cualquier vinculación de naturaleza balompédica previa, ceteris paribus, tanto en territorio nacional como fuera de nuestra jurisdicción". "Solo desde la mala fe", ha añadido la número 2 del Ejecutivo, "se puede negar que al señor Ojeda D'Artais le avalan muchos años como jurista experto en fiscalidad internacional y cooperación transfronteriza".

Ojeda D'Artais jugó varios años en el Caiman Hawks Football (club señero de las islas Caimán), así como en el equipo de casados de Aruba (disputó varios encuentros contra el combinado de solteros de este mismo territorio insular). Participó asimismo en numerosas pachangas durante sus periódicas estancias en Anguila, Bermudas, Dominica, Curaçao y Turcas y Caicos. Por otro lado, fue entrenador de la selección de las Islas Vírgenes británicas y director técnico de la Federación de Fútbol de Antigua y Barbuda. Su rechazo hace unos días de una multimillonaria oferta para entrenar a la selección de San Vicente y las Granadinas parece relacionada con la aceptación de su nueva responsabilidad en la oficina en Madrid de la Fiscalía Anticorrupción.

domingo, 28 de mayo de 2017

Filtrar la mierda en Internet para salvar la civilización

"Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción" (Jorge Luis Borges)

Internet se asemeja algo a la biblioteca de Babel imaginada por Borges, pero sin pasillos, anaqueles ni libros de papel. ¡Qué avances en el pensamiento y la ciencia cosecharíamos si grandes genios del pasado como Demócrito, Spinoza, Newton o Einstein resucitaran y tuvieran acceso a ese vasto océano que ofrece todo el conocimiento humano a golpe de clic! Pero cualquier persona con fundamento que navegue a menudo por la red de redes sabe que sus numerosas -aunque relativamente escasas- perlas flotan en medio de un gigantesco montón de basura (consecuencia de su carácter democrático y universal, conforme al cual todo el mundo puede contribuir en igualdad de condiciones: "lo mismo un burro que un gran profesor", como reza el célebre tango). Encontrar un dato cierto o información valiosa puede ser equiparable, si no contamos con las adecuadas herramientas, a hallar una aguja en un pajar. La principal herramienta es sin duda el buen criterio, fruto de la inteligencia e instrucción de cada persona: este ha de ser cultivado en el sistema educativo, junto con el espíritu crítico, para permitir a los usuarios distinguir el grano de la paja, la verdad de la mentira.

La igualdad en el acceso es especialmente perniciosa en casos como el de Wikipedia, un proyecto enciclopédico extraordinario basado en la cooperación descentralizada que tiene en los troles y los cuñaos a sus mayores enemigos. Para preservar la calidad de sus contenidos (muy inferior en la versión española que en la mayoritaria inglesa, lo que es bastante ilustrativo del nivel cultural y científico del mundo hispano), sus contribuyentes con conocimiento y buena fe han de estar continuamente patrullando. Deshacer troleces y disparates de toda índole supone un derroche de tiempo y energía que podría destinarse a otros fines más productivos.

Por el mundo digital de comienzos del tercer milenio pululan junto a los troles otras especies que a veces se solapan con ellos y entre sí como los chiflados conspiranoicos, los magufos, los coelhistas y los analfabetos digitalizados (también hay fastidiosos especímenes no digitalizados como los analfabetos científicos, que desde sus cátedras nada inmateriales presumen tanto de su estéril erudición como de su ignorancia de todo lo ajeno a las humanidades). Pero entre los más peligrosos figuran, además de los delincuentes y los fanáticos religiosos 2.0, quienes se dedican de manera perfectamente organizada a fabricar y difundir noticias falsas con fines oscuros: ya hemos visto en el Reino Unido (con el Brexit) y en EE.UU. (con Trump) lo que pasa cuando personas poderosas con acceso a big data y buen conocimiento de las técnicas de propaganda se aprovechan de la ignorancia y estupidez de muchos congéneres para imponer su agenda política.

Una solución al problema del ruido en Internet sería su segmentación (ya es en parte un hecho), con un área de pago de calidad y otra gratuita donde se quede toda la porquería. La zona de pago estaría limpia y además eximiría a sus usuarios de soportar irritantes anuncios. Pero esto podría tener consecuencias muy indeseables, no tanto por obligar a los usuarios a pagar (seguramente les valga la pena si se lo pueden permitir) como por excluir a personas con pocos recursos pero inteligentes y potencialmente talentosas. Si la Wikipedia y otros contenidos culturales de Internet se convierten en un coto privado, ¿adónde acudirán para aprender y crecer intelectualmente el chico o chica de extracción humilde, pero listo y con inquietudes, de Karachi, Nairobi o Tegucigalpa?... El gran logro de Internet es haber puesto todo el saber humano -además de la mierda- a disposición de todo el mundo (otra cosa es que haya muchos humanos coprófagos a los que el saber les importe un pimiento).

Otra solución, a mi juicio mucho mejor, sería crear agencias independientes internacionales (preferiblemente públicas, integradas por expertos en todos los ámbitos del saber) dedicadas a calificar los contenidos con criterios objetivos de calidad. Esa labor de filtrado podría brindar un gran servicio a la sociedad, poniendo freno a las pseudociencias, la manipulación informativa, los abusos políticos y empresariales y el papanatismo (suponiendo que la gente se dejase guiar por las calificaciones, lo que yo no daría por descontado). El funcionamiento de estas agencias debería ser a su vez supervisado por otros organismos para asegurar su plena independencia y objetividad. Creo que no somos suficientemente conscientes de que el creciente desfase entre el desarrollo cientifico-tecnológico y el cultural-educativo es una grave amenaza no solo para la democracia sino para la pervivencia de nuestra civilización.