Han pasado casi cuatro años desde el triunfo del PP por mayoría absoluta con un programa-estafa que embaucó a millones de personas (aunque no había que ser un lince para advertir que se trataba de un engaño en toda regla), muchas de las cuales han sido precisamente las más golpeadas por los entonces ya previsibles recortes en sanidad, educación, servicios sociales y prestaciones asistenciales.
Se aproxima la reválida en las urnas y el Gobierno empieza a mover ficha para volver a timar a cientos de miles de incautos. Porque bien sabe que no basta con sus votantes incondicionales, esa derecha sociológica más o menos catolicona y neofranquista, para ganar unas elecciones en España (y, mucho menos, por mayoría absoluta): hay que pescar en aguas pobladas por centristas (que tanto votan a PP como se pueden inclinar por el PSOE) y, sobre todo, por gente desideologizada (los más propensos no solo a picar en esta estafa, sino también a los cantos de sirena del populismo).
En el debate del Estado de la Nación de esta semana, Mariano Rajoy ha tenido la enorme desfachatez de decir que su Gobierno nos ha sacado de la crisis sin tocar el Estado del Bienestar ni a los más humildes (huelgan los comentarios a este respecto: que cada uno juzgue por sí mismo). Pero ésta es una desvergüenza no menor que la de presumir de que la economía se está enderezando gracias a sus políticas de austeridad (por cierto, impuestas desde Bruselas y Berlín pese a no haber rescate gubernamental -aunque sí rescate bancario- de por medio).
Conviene recordar que solo tras las célebres palabras en julio de 2012 de Mario Draghi ("Haré lo que haya que hacer y, créanme, será suficiente"), los grandes fondos mundiales de inversión y de pensiones que hemos dado en llamar los mercados se tranquilizaron. Dieron por hecho que las autoridades monetarias europeas abortarían decididamente con toda su artillería cualquier intento especulativo para acabar con el euro, así que dejaron de apostar (para no perder dinero tontamente) en contra de la moneda única y de la deuda de los países periféricos. Ello permitió que las primas de riesgo de estos Estados empezaran a caer en picado. No solo la de España, sino también la de Italia, Portugal, Irlanda e, incluso, Grecia: ésta pasó de casi 2.800 puntos a alrededor de 500 a mediados del año pasado (ahora ha vuelto a escalar hasta casi 1.000 por las dudas tras la victoria de Syriza).
El mero anuncio solemne del presidente del Banco Central Europeo (BCE) en 2012 fue pues lo que sentó las bases de esta frágil tregua, afianzada por el reciente anuncio de compra masiva de deuda para conjurar el riesgo de deflación en la zona euro. Insisto en lo de "frágil tregua": si Grecia se saliese ahora mismo del euro, todo saltaría por los aires (incluso la propia Unión Europea peligraría a medio plazo) y nuestra prima de riesgo superaría en pocos días los 500 puntos, por muy listo y espabilado que sea -o se crea- don Mariano.
Además de los brutales recortes en gasto social, la política económica de Rajoy ha consistido básicamente en favorecer una caída de los salarios y una precarización del empleo (abaratando despidos y debilitando el poder de negociación de los trabajadores y sus representantes) para así ganar competitividad a la desesperada. El empleo que se crea actualmente es casi todo precario, con salarios muy bajos y condiciones muchas veces lamentables (entre ellas, la prolongación de la jornada laboral más allá de lo recogido en el contrato). Todo indica, de manera alarmante, que nuestros gobernantes han caído en la tentación de volver a apostar por el modelo insostenible de la construcción como locomotora económica: en esa línea apuntan la reforma de la Ley de Costas y la nueva Ley de Montes, que permitirá recalificar zonas boscosas quemadas.
Lo que no dijo nuestro presidente en el Debate del Estado de la Nación es que la deuda pública cuando se fue ZP era del 70% del PIB y ahora supera el 100%. Tampoco contó que estos años ha estado recurriendo a la hucha de las pensiones, heredada del anterior Gobierno, para afrontar el pago de éstas: ya se ha comido más de un tercio de los 67 mil millones de euros que había cuando llegó a Moncloa a finales de 2011 (solo en 2014 sacó de ahí 15 mil millones de euros). Por otra parte, seguimos teniendo la segunda deuda externa más grande del mundo, solo superada en cuantía por la de EE:UU. Tenía razón Pedro Sánchez ayer cuando le soltó esto a Rajoy: "En economía va bien lo que no depende de usted y va mal lo que depende de su Gobierno". Por cierto, fue precisamente su pésima gestión de la crisis de Bankia en 2012 lo que precipitó el rescate bancario europeo -la famosa "línea de crédito" de hasta 100.000 millones de euros- y estuvo a punto de abocarnos al rescate gubernamental.
Hasta ahora me he centrado solo en lo económico y sus consecuencias sociales: unos servicios públicos muy deteriorados, un aumento preocupante no solo de la pobreza y la exclusión social sino también del número de personas al borde de ellas (con miles de ciudadanos que han perdido su hogar y casi un millón de inmigrantes privados de derecho a la atención sanitaria), una creciente desigualdad social... Pero a esto hay que sumar los ataques a las libertades, con leyes como la del aborto (felizmente abortada, por miedo a perder votos de centro) o la de seguridad ciudadana (criminalizando la protesta social y la inmigración irregular) que son guiños al sector más conservador del partido fundado por Manuel Fraga. ¡Y qué decir de la corrupción! La verdad es que hay que tener la cara de cemento para exigir la dimisión de un tipo como Juan Carlos Monedero cuando uno forma parte de una organización con una probada contabilidad B y tantos militantes encarcelados o imputados.
En fin, que el año electoral ya está aquí -no solo para el Gobierno de España sino también para las autonomías y ayuntamientos-, lo que explica tanto los regalitos fiscales y sociales de última hora de Rajoy como la inusitada prisa en mi municipio del PP por adecentar carreteras, limpiar cunetas, anunciar la construcción de nuevos aparcamientos y dar becas para escolares. Tú, votante, tendrás la última palabra. Luego no te quejes de que te tomen por gilipollas.
Impecable. Un retrato de la realidad. Nadie puede decir que no estaba avisado.
ResponderEliminarHola Nico. Como sabe, yo he votado al PP las mismas veces que tú, pero creo que estás siendo un poco injusto con la desgracia de gobierno que tenemos.
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo en lo que expones, pero no está completo si no lo contextualizas adecuadamente, y habría que decir que esas medidas y resultados se enmarcan en una fuerte crisis internacional. Y no se puede obviar que Rajoy recibiera un país al borde del colapso que le dejara el botarate de Zapatero.
Sin esos aspectos claros, se puede pecar de parcialidad, y eso rebaja fuerza al argumento. Bueno, es una opinión.
¡Un abrazo !
Claro, Adolfo: de acuerdo contigo en que "esas medidas y resultados se enmarcan en una fuerte crisis internacional". Pero igual se puede decir del Gobierno de ZP. Lo cierto es que en 2008 hay una crisis financiera internacional a la que se une el estallido de la burbuja inmobiliaria española (alimentada tanto por PP como por PSOE) y entramos en barrena. Aunque en vez de ZP hubiese estado Rajoy (o Supermán) en 2008, el golpe a las finanzas públicas y al empleo hubiera sido el mismo. Por una parte, a ZP se le puede echar en cara no haber tenido el arrojo de pinchar antes la burbuja y apostar por un modelo económico más sostenible. Por otra parte, Rajoy no puede atribuirse como un triunfo suyo -atribuible supuestamente a sus políticas- que la tormenta financiera haya remitido en Europa -con la consiguiente caída de las primas de riesgo- gracias a la voluntad política del BCE de salvar el euro.
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