domingo, 11 de enero de 2015

Sexo, drogas y rock&roll



Cuando estaba poniendo enlaces a mi propio blog en mi anterior post ("La trilogía Before de Richard Linklater, que 20 años no es nada"), caí en la cuenta de que en estos cuatro años no había abordado aún directamente una cuestión tan importante como el sexo (¡ni siquiera tenía una etiqueta !). Ya de paso, al venirme a la cabeza el nada original título de esta entrada, reparé en que tampoco había dedicado nunca un post a las drogas. ¿Y qué decir del rock&roll?...

El cineasta Luis García Berlanga confesó una vez lo que más o menos sigue siendo un secreto social a voces: que cuando uno/na va andando por la calle o está en la guagua, el metro o el comedor de la empresa, en una fiesta, una conferencia sobre el posmodernismo, una exposición de arte contemporáneo, una performance o una presentación de una película de Almodóvar, está siempre procesando información en su cerebro acerca de los congéneres del sexo deseado (que puede ser el opuesto, el propio de uno o ambos) para arrojar un resultado binario. "No, sí, no, no, sí, no, sí, no, no", nos dice esa inconfundible voz interior proveniente de lo más recóndito del ego. Parece que Sigmund Freud no andaba muy desencaminado con sus tesis. La exaltación nacionalista o el fanatismo religioso, entre otras cosas, probablemente no sean más que manifestaciones de energía sexual reprimida y sublimada.

La verdad es que sobre sexo, desde un punto de vista práctico (la teoría ya es más compleja, amén de intelectualmente apasionante), poco hay que decir: desde una perspectiva sanitaria, se trata de algo absolutamente recomendable (salvo que uno sufra del corazón); desde una óptica moral, como bien sostiene el filósofo australiano Peter Singer, no tiene más implicaciones que la conducción de un coche por la carretera (hay que observar un protocolo -en el caso del sexo, consensuado tácita o explícitamente por quienes lo practican- y circular con seguridad y respeto). En suma, la postura razonable es la de tolerar que todo adulto haga con otro u otros lo que le plazca si no causa daño a terceros (un problema es que tendemos a ser, por nuestra naturaleza y cultura, posesivos y celosos). Obviamente, esto es algo inconcebible para un fanático religioso, incapaz de entender que la inteligencia (humana) es lo que ha permitido un uso meramente lúdico del sexo, disociado de su función reproductiva.

En cuanto a las drogas, la posición de un verdadero progresista no puede ser muy distinta de la anterior relativa al sexo. ¿Quién es nadie para decirme a mí lo que tengo que comer o no comer, beber o no beber, meterme o no meterme? Administradas con inteligencia y prudencia (con información y plena conciencia de los posibles efectos perniciosos de su uso y abuso), las drogas legales e ilegales pueden ser fuente de inspiración, felicidad temporal y sosiego, además de proporcionar alivio a enfermedades penosas (caso de la morfina y el cannabis). La cafeína es una droga excelente como euforizante y nootrópico, al igual que la nicotina o la cocaína (el problema es que la administración de estas últimas es mucho más agresiva y tóxica para el organismo y genera una fuerte dependencia). El cannabis y el alcohol (mejor una copa de vino o un vaso de cerveza que un lingotazo de vodka o de ginebra) tienen reconocidas propiedades analgésicas y antidepresivas. Otras drogas más peligrosas, como el LSD, pueden permitirte acceder a increíbles estados de conciencia vedados al estado de sobriedad. La completa legalización de las drogas no solo sería deseable por honrar a la libertad individual: supondría además una importante fuente de ingresos para las arcas públicas (un dinero que se podría destinar al tratamiento de toxicómanos y la prevención de la drogodependencia) y propinaría un golpe definitivo a los rufianes simiescos que se lucran con su tráfico ilegal y hacen de él un grave problema de orden público (véase el caso extremo de México).

Ya solo queda el rock&roll. Bueno, para no cansarles más por esta semana, quedémonos con una buena imagen acompañada de algunas palabras como la de abajo. Por cierto, ¡qué grandes eran los de Queen!


1 comentario:

  1. Hola Nico, una vez más tengo que discrepar contigo en lo de las drogas, por su naturaleza tóxica. Si no lo lo fueran se hablaría de ellas como de tomarse un zumo.
    Dejando aparte el uso medicinal de algunas de ellas, hay que tener en cuenta el enorme desastre social y sanitario que tendría un consumo socialmente aceptado de las drogas.
    Por no hablar del riesgo de la inevitable trivialización del consumo de las mismas y su poder adictivo. Recuerda que si millones de adultos han caído en sus garras imagínate lo que hará esa mayoría de hombres-niño que pulula por el planeta.
    Aunque suene duro, creo que es mejor la situación actual de marginación y desprecio social al consumo de drogas. Lo considero un mal menor.

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