martes, 7 de enero de 2014

Borges y el dudoso dictamen de la posteridad


(después de una conversación con el viejo amigo Samuel Rodríguez Navarro en el día de su cumpleaños)

En un centro escolar del año 5614 se recita este texto del escritor sudamericano del siglo XX Jorge Luis Borges, primer párrafo del único poema que se conserva de su amplia, pero desgraciadamente perdida, producción literaria:

"Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios" (leer el poema completo).

¿Habría llegado a imaginar el propio Borges tamaña pesadilla? De haberlo sabido, de haber sido informado por algún viajero del futuro, ¿cómo hubiese vivido el resto de sus días? ¿Hubiera sido posible para él -para cualquier creador- morir en paz?...

Cualquier lector con criterio del genio argentino bien sabe que este texto no puede ser suyo, como cualquier lector espabilado de John M. Coetzee tendría claro que no se le puede atribuir la letra de Torito bravo de El Fary o cualquier oyente de Mahler estaría seguro de que suya no puede ser la música del baile del gorila de Melody. Pero la proporción entre lectores y no lectores de Borges (los más propensos a afirmar que ese poema es sublime) es muy baja. ¿Por qué no habría de pervivir la creencia en su autoría de ese bodrio, de modo que solo este llegase a los lectores del siglo LVII?... Imaginemos un colapso civilizatorio tal que trajera consigo la destrucción de todos los libros de la humanidad, tanto en soporte convencional (en papel) como digital. Solo se salvaría de la quema lo preservado de generación en generación por la tradición oral, entre lo cual podría incluirse esta presunta pieza de Borges (¡y no cualquier obra suya de verdad!).

No creo en ese tópico de que la posteridad pone a cada uno en su sitio. No tiene por qué haber justicia a ese respecto (por otro lado, tampoco hay que darle más importancia: nuestra suerte última y compartida -la tuya, la mía, la de Cormac McCarthy y la de Belén Esteban- es la inesquivable muerte térmica del Universo). Semejante premio a toda una vida dedicada a la literatura como la de Borges -porque su existencia no fue mucho más allá de sus libros, fantasías e inquietudes intelectuales- podría considerarse la mayor burla del destino a quien decía darse por satisfecho con acaso haber contribuido a la humanidad con "al menos una sola línea necesaria".

1 comentario:

  1. Con el tema de las citas la posteridad va a ir de cráneo, desde luego. Hay unas cuantas colgadas en Internet cuya autoría pueden compartir perfectamente 500 personalidades ilustres.

    ¿Pensarán que trabajamos bien en equipo (intergeneracionalmente, además)?

    Un abrazo

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