Una columna de humo gris brota a borbotones de una sucia chimenea en un amanecer neblinoso de otoño, serpentea sobre los campos alfombrados de escarcha que seguirán encontrándose con los anocheceres y las primaveras, indiferentes a la infamia grabada a fuego, la noche anterior, en el tejido cósmico. Un hollín humano haciéndose jirones, tan desprovisto de sentido como el pedrusco huérfano en el llano o los recuerdos olvidados. Un alarido roto que se propaga por el espacio y el tiempo, apenas amortiguado por las leguas y los siglos, elevando una pregunta grave sin más respuesta que el Sol ardiente, el viento, las nubes, los mares y el cielo estrellado.
(Tras haber leído Si esto es un hombre, de Primo Levi).
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