jueves, 4 de abril de 2013

Mujeres (más o menos) liberadas

La liberación femenina es un fenómeno cuya importancia quizá no haya sido aún debidamente ponderada. Es posible que no haya habido en el último medio siglo un proceso de transformación social tan potente, al sacar a las mujeres de su postración y su minoría de edad permanente para insertarlas en la vida económica y política de los países que hoy pueden presumir de ser los más avanzados del mundo (lo cual no es de extrañar, ya que castrar el potencial talento de la mitad de un colectivo humano no parece lo más inteligente para progresar).

Antes de seguir quisiera dejar clara mi descreencia en dos bobadas que siguen gozando de un amplio e infundado predicamento. La primera de ellas es la que sostiene que el mundo sería mejor si estuviera gobernado por mujeres. La historia confirma que no es así, desde Cleopatra Zenobia hasta Margaret Thatcher o Dolores de Cospedal. Incluso cabe sospechar que detrás de muchos gobernantes nefastos hay en realidad una mujer que lleva los pantalones (se ha dicho esto de Franco y su esposa, por ejemplo). ¡Cuándo aprenderemos de una vez que la hijoputez es transversal a toda condición, inclusive la sexual! La segunda sandez es la que afirma que las mujeres y los hombres son iguales, que la diferencia sexual es una mera construcción social (un "constructo social", para usar la cargante jerga postmoderna). Hombres y mujeres son diferentes por obvias razones biológicas, lo que se manifiesta desde la manera de percibir hasta la forma de pensar: no se trata de diferencias tan superficiales como las que puedan encontrarse entre un blanco y un negro o entre un azerí y un nicaragüense (en este último caso, por razones de índole cultural). Por supuesto, constatar estas diferencias, que en nada afectan a la inteligencia, la capacidad y la dignidad, no está reñido con defender la igualdad de derechos entre unos y otras.

La emancipación de la mujer debe bastante tanto a la extensión de su educación como a la conquista de su derecho al voto y a la concienciación de muchos hombres. La instrucción ha permitido a las féminas ser dueñas de su sexualidad, planificar su maternidad y trabajar fuera de casa, factores clave para tener una vida más allá de los fogones y de la crianza de los hijos. Por su parte, el sufragio femenino ha hecho de las mujeres un segmento electoral a tener muy en cuenta. Ningún político en su sano juicio puede hacer un discurso misógino en una democracia avanzada (o sea, en toda democracia donde las mujeres estén bien educadas) si tiene aspiraciones de gobernar. Lo mismo ocurre con respecto a los homosexuales: un comentario homófobo arruinaría la carrera de un político en cualquier lugar del mundo medianamente civilizado. 

Obviamente, esto no es aplicable en países donde la mayoría de las mujeres son analfabetas: allí, en el improbable supuesto de que exista una democracia, el suyo es un voto cautivo de patriarcas y clérigos (no andaba errada Victoria Kent cuando creía prematuro dar el voto a las mujeres en la España de la II República, puesto que solo beneficiaría a los conservadores -en el peor sentido de la palabra- más recalcitrantes). No en vano se dice que algunas mujeres son más machistas que la mayoría de los hombres, al perpetuar en su familia los roles de género con el adoctrinamiento de los niños. ¡Qué mejor cadena de transmisión para la tradición que las mujeres alienadas, las que inculcan a sus hijas desde pequeñas la obligación de obedecer a sus esposos y a Dios (y, a sus hijos, la necesidad de imponerse a sus esposas)!

La ruptura de esa cadena, con madres educadas que enseñan a sus niños varones a respetar a sus pares femeninos, ha propiciado la aparición -sobre todo, en Occidente, no nos engañemos- de un nuevo tipo de hombre que respeta y valora a la mujer, que la considera una compañera para compartir y no una asistenta de la que servirse, que colabora activamente con ella en la crianza de los hijos. Los retoños de esos padres educados son a su vez concienciados en casa y en la escuela para no discriminar a nadie por razón de sexo -ni por cualquier otro motivo más o menos estúpido-, sabedores de que hombres y mujeres pueden ser igual de inteligentes y de válidos para muchísimas tareas (no para todas, desde luego).

Claro está, no todo es tan maravilloso y sigue existiendo discriminación y violencia contra las mujeres incluso en los países más avanzados. Pero al igual que continúa habiendo asesinatos, accidentes dolosos de tráfico y otras lacras humanas inerradicables (eso sí, minimizables). Por otro lado, no todos los padres son esos progenitores educados que mencionaba anteriormente (incluso tengo dudas de que sean mayoría en España). Y las mujeres trabajadoras deben aún hacer frente en nuestras latitudes a obstáculos como la cultura empresarial dominante (reacia a la conciliación familiar y a la igualdad de ingresos con el hombre) y los escasos apoyos públicos a la maternidad y la crianza. Pero el progreso (para las mujeres y los hombres) es innegable gracias a la educación, la única esperanza social razonable.

5 comentarios:

  1. !Perfecto!, ¡no quitaría ni una coma!.

    ResponderEliminar
  2. Aun cuando creo que apuntas muy certeramente en lo relativo a ese par de bobadas en las que dices no creer, a saber, lo del mundo mejor si lo gobernasen las mujeres y lo de que hombres y mujeres somos iguales, tengo la impresión de que la imagen idílica que tienes sobre este proceso no deja de ser una expresión más de lo políticamente correcto.

    Para empezar diría que compartiendo totalmente tu posición en lo relativo a las bobadas, me da la impresión sin embargo de que somos minoría para lo primero y, en cuanto a lo segundo lo cierto es que se ha instalado en muchos países como filosofía de Estado, entre ellos el nuestro, y de ahí deriva el sesgo de la legislación de género en nuestro país. Una legislación que podemos poner las cataplasmas que queramos pero se ha cargado el principio de igualdad ante la ley.

    Solo un par de cosas más, lo de que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo es una falacia de cabo a rabo, como no entiendo por qué te expresas como si la única conciliación de la que hubiera que estar atento sea la de ellas. En cuanto a quien ha golpeado con más fuerza la crisis te sugeriría que te informases porque seguramente te vas a llevar más de una sorpresa.

    ResponderEliminar
  3. La conciliación femenina es más importante que la de los hombres al menos en una primera etapa, aunque solo sea por el amamantamiento (si lo hubiera). Lo de que las mujeres cobran menos por el mismo trabajo parece contrastado por muchos estudios (y por la experiencia directa de personas de nuestro entorno). Y, por supuesto, es innegable que el embarazo pone a las mujeres en desventaja en el mercado laboral: muchos empresarios se cuidan de contratar a mujeres sospechosas de querer quedarse embarazadas a corto o medio plazo.

    ResponderEliminar
  4. Sé que nada hay más difícil de combatir que un prejuicio, pero de todos modos lo intentaré.

    No todo lo que está en los medios o la opinión pública es verdad y el hecho de que se hayan dado mil porcentajes diferentes de diferencias salariales ha de por fuerza representar algún tipo de discriminación.

    Si así fuera no habría mil, habría uno. Si así fuera y tuviera la magnitud que se le da,los más parcos hablan de dos digitos de diferencia por término medio, seguro que en tu medio laboral, social o familiar deberías conocer muchos pero apuesto a que con toda seguridad no conoces ninguno.

    Pongo en cuestión que si hablamos de igualdad la conciliación deba ser únicamente para las mujeres, sería tanto como condenarlas indefectiblemente a ese papel que según entiendo es lo que el feminismo ha denunciado siempre. Y aún cuando en los primeros meses quien más precisa el permiso es ella a partir de ahí fomentar el contacto con el padre será lo que haga que eso pueda seguir siendo igualitario a lo largo de toda la vida del niño.

    En nuestro país en cualquier caso los permisos materno y paterno no se parecen en nada: 14 semanas para ellas y 3 para ellos. En Noruega los permisos son iguales y parece que todo funciona mejor.

    En relación a lo que dices de algún empresario o empresaria desaprensiva que no contrate a quien crea que pueda quedarse embarazada, no digo yo que no se produzca algún caso, pero la ley es muy exigente en estos casos.

    Pero insisto, lee cual está siendo el balance de la crisis para el empleo masculino y femenino y te llevarás más de una sorpresa.

    ResponderEliminar
  5. Donde puse 14 semanas debí poner 16 porque es como está actualmente

    ResponderEliminar