(Una interesante conversación con mi amigo Luis González Artiles suscitó este post)
En el camino de la vida hay líneas que al atravesarlas te marcan para siempre, especie de metas volantes que encienden algo dentro de ti y te cambian de manera irreversible: ya nada será igual después de haberlas franqueado, no hay retorno posible y uno es perfectamente consciente de ello. Un ejemplo de estas metas volantes es el descubrimiento de quiénes son los Reyes Magos. Otra, la toma de conciencia del horror cotidiano que subyace a nuestra alimentación y modo de vivir (incluidos los ritos religiosos). Parece una cosa evidente, pero muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos realmente delante de nuestras narices -preferimos no pensar, no dudar-, sea un solomillo, un bocadillo de chorizo o una tarrina de foie-gras.
En el camino de la vida hay líneas que al atravesarlas te marcan para siempre, especie de metas volantes que encienden algo dentro de ti y te cambian de manera irreversible: ya nada será igual después de haberlas franqueado, no hay retorno posible y uno es perfectamente consciente de ello. Un ejemplo de estas metas volantes es el descubrimiento de quiénes son los Reyes Magos. Otra, la toma de conciencia del horror cotidiano que subyace a nuestra alimentación y modo de vivir (incluidos los ritos religiosos). Parece una cosa evidente, pero muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos realmente delante de nuestras narices -preferimos no pensar, no dudar-, sea un solomillo, un bocadillo de chorizo o una tarrina de foie-gras.
Toda ética debe estar fundada en la razón, en el conocimiento de las consecuencias de nuestros actos. Y no hay mejor auxilio que la ciencia para evaluar dichas consecuencias. Por ejemplo, detrás del triste cadáver troceado de un pollo en un mercado sabemos positivamente que había un animal joven sensitivo -con sistema nervioso y, por tanto, capacidad para sufrir- con el que compartíamos antepasados y hecho de la misma materia que nosotros, un ser vivo criado en condiciones penosas y matado solo para servirnos de alimento. Reseño lo de positivamente, porque se trata de una proposición irrefutable racionalmente, solo impugnable desde la negación de la teoría de la evolución y de las evidencias de la neurociencia. Uno puede creer que el pollo ha sido puesto en la Tierra por un supuesto Creador para servirnos de sustento, pero eso es ya una creencia y no un conocimiento. Por cierto, una creencia tan digna como la de que existen los Reyes Magos, la de que la U.D. Las Palmas ganará esta temporada la Liga BBVA (pese al pequeño inconveniente de no militar en Primera División) o la de que en un cinturón de asteroides extrasolar puede leerse la inscripción "¡W.A.S.P. es heavy pastel!".
Lo que a mí me turba es que ese horror aún sea invisible para la mayor parte de la gente, que parece observarlo con la misma naturalidad con que abre una puerta, hace una cama, compra el pan o riega una planta. Procuro entonces pensar en mí mismo o en algunos amigos que han atravesado también el rubicón del vegetarianismo. Reconozco que yo me desentendía de este espanto a sabiendas -¿acaso hay algún adulto que sospeche algo muy diferente a lo que se ve en este vídeo?- hasta hace relativamente poco tiempo (solo desde septiembre del año pasado, 43 años después de venir al mundo, soy casi ovolactovegetariano). Darle vueltas a ciertas cosas es un engorro, una complicación aparentemente innecesaria añadida a nuestras ya numerosas preocupaciones cotidianas, de modo que nuestra voz interior más práctica nos invita casi siempre a aplazar esa reflexión o a rechazarla sin más. Las decisiones a este respecto tienen un coste económico e incluso social: no solo hay que estar más atento a la alimentación -con todo lo que conlleva de tiempo y dinero- sino también afrontar molestas sonrisitas entre condescendientes y burlonas, cuando no caretos de auténtica incomprensión y estupor ("¡Este se ha vuelto chiflado!", parece leer uno a veces en la mente de su interlocutor).
Pese a ello, cada vez más personas acabamos cruzando la raya. Se trata de un proceso de concienciación gradual, como la maduración de un fruto en un árbol: el paso de la meta volante coincide justamente con la caída del fruto, ya maduro, por su propio peso. Y la clave creo que está tanto en la apertura de mente -la que hace posible desconfiar sanamente de todo lo aprendido- como en la valentía de salir de los cómodos convencionalismos entre cuyos muros nos refugiamos de la fría e insondable negrura de ahí fuera. La inteligencia, unida a la compasión, es pues una condición necesaria pero no suficiente.
Quiero subrayar que con estos párrafos no pretendo convencer a nadie (nunca he tenido esa intención, de veras). Y mucho menos busco colocarme una etiqueta de ser moralmente superior. Solo quiero aclarar una cuestión que me intriga y desazona: la capacidad humana de ser feliz -de disfrutar de una conversación, contar chistes o jugar cariñosamente con los hijos- en medio de un montón de despojos de seres sensitivos*. Mi sospecha es que la respuesta puede estar en la selección natural: los humanos que no son capaces de bailar alegres en medio de este horror tienden a desaparecer. Aunque no sea precisamente un consuelo, la aclaración ya es en sí misma una satisfacción. Así como la esperanza, quizá ilusa, en que la selección natural termine premiando en el futuro a los humanos empáticos con sus compañeros de viaje.
*Leones, tiburones o lobos no llegan a plantearse la moralidad de sus acciones -¿felizmente para ellos?-porque su inteligencia no les alcanza. Además, a diferencia de los humanos, por su propia naturaleza no tienen alternativas a la depredación.
Pese a ello, cada vez más personas acabamos cruzando la raya. Se trata de un proceso de concienciación gradual, como la maduración de un fruto en un árbol: el paso de la meta volante coincide justamente con la caída del fruto, ya maduro, por su propio peso. Y la clave creo que está tanto en la apertura de mente -la que hace posible desconfiar sanamente de todo lo aprendido- como en la valentía de salir de los cómodos convencionalismos entre cuyos muros nos refugiamos de la fría e insondable negrura de ahí fuera. La inteligencia, unida a la compasión, es pues una condición necesaria pero no suficiente.
Quiero subrayar que con estos párrafos no pretendo convencer a nadie (nunca he tenido esa intención, de veras). Y mucho menos busco colocarme una etiqueta de ser moralmente superior. Solo quiero aclarar una cuestión que me intriga y desazona: la capacidad humana de ser feliz -de disfrutar de una conversación, contar chistes o jugar cariñosamente con los hijos- en medio de un montón de despojos de seres sensitivos*. Mi sospecha es que la respuesta puede estar en la selección natural: los humanos que no son capaces de bailar alegres en medio de este horror tienden a desaparecer. Aunque no sea precisamente un consuelo, la aclaración ya es en sí misma una satisfacción. Así como la esperanza, quizá ilusa, en que la selección natural termine premiando en el futuro a los humanos empáticos con sus compañeros de viaje.
*Leones, tiburones o lobos no llegan a plantearse la moralidad de sus acciones -¿felizmente para ellos?-porque su inteligencia no les alcanza. Además, a diferencia de los humanos, por su propia naturaleza no tienen alternativas a la depredación.
Félix Rodríguez de la Fuente dio una conferencia en una asociación vegetariana que iba en esta línea; en la visión del vegetarianismo como actitud ética. Aunque él no lo era. Me parece interesante.
ResponderEliminarNo me parece acertada, sin embargo, la comparación de la creencia en Dios con la que se pueda tener en imposibles, como que un equipo de segunda o tercera (no tengo idea de fútbol) gane en primera de División, o en unos Reyes Magos bimilenarios.
Filósofos que de culturas politeístas llegaron por vías racionales al monoteísmo. Y no sólo eso, sino que personas ateas y nada tontas han abrazado la fe porque les parecía razonable, aunque sean capaces de distinguir fe y razón.
Toda realidad: la matemática, la física, la biología, etc. muestra su insuficiencia y parece apuntar a una instancia superior. No veo que sea asimilable a mensajes rockeros en las constelaciones estelares.
Un abrazo.
Rafa, lo que dije que me parecía absurdo es la creencia en un Creador que nos 'eligió' a nosotros (los humanos) y puso a nuestro servicio al resto de la Naturaleza. Puede que haya un Creador (o Programador o Sembrador, o acaso una pirámide jerárquica de programadores-creadores-sembradores), pero me parece ombliguista hasta el extremo pensar que este 'juego' (el despliegue del Universo) se diseñó específicamente para los humanos. Es casi tan absurdo como pensar que todo se creó para gloria de la nación croata o del Real Betis Balompié.
ResponderEliminarEn cualquier caso, creo que debemos trascender lo humano para llegar a lo más profundo. E intuyo que 'allí abajo' todos los seres vivos somos lo mismo (llámalo Ser o como quieras), una Sola Cosa que se expresa en diferente grado en infinitos avatares. Pero, repito, esto es solo una intuición...
Aunque yo no busco convencer a nadie, sí agradezco mucho que intenten convencerme (en debates como este, claro está, no me refiero a que intenten venderme las bondades de una moto o una lavadora).
¡Un fuerte abrazo, amigo!
Querido Nico. Empecé a leerme tu entrada, después de meterme entre pecho y espalda un filete con ensalada, (no es por provocar,fue la casualidad), y lo cierto es que estoy de acuerdo en casi todo lo que expones, y no esperaba menos disfrutar de la elegancia con lo que lo dices.
ResponderEliminarSi bien quería hacer unos añadidos, que tienen que ver con el lío que me presenta este tema.
La ética es una construcción humana, luego entramos en el terreno de lo debatible. No es “natural”, o es tan natural como la falta de ética, o el hacer otra ética diferente. Por cierto, ¿Cuál es la ética mejor, de todas las que podamos construir?
Lo natural es que seamos omnívoros porque nuestro sistema digestivo así está configurado, y eso implica alimentarse de otros seres vivos. En este caso, la ética iría contra la naturaleza, cosa no infrecuente, pues la venganza o la violencia, también son sentimientos “naturales”.
El vegetarianismo es una opción, no natural, impulsada como dice el artículo, por ética, o por salud.
¿La ética se mide por el sufrimiento causado, o se debe ir más allá?. ¿Si hubiera una forma de matar a los seres sensitivos que no fuera dolorosa , proporcionándoles el mejor trato en su vida y muerte, con el único fin de servir de alimento, pasaría a ser ético el alimentarse de animales?. Quizá.
Personalmente, soy omnívoro, pero no caen en saco roto los planteamientos éticos relacionados con la manera de hacer vivir y morir, tan cruel y dolorosa las más de las veces, a los animales de los que nos alimentamos. Así, me doy cuenta de que cada vez hay menos carne en mi cesta de la compra, y es porque no tengo claro que comer animales no debería tener coste alguno en mi conciencia.
De hecho ya lo tiene.
¿Pero porqué no he dado el paso?. Pues, (a parte de ciertas dudas sobre si debería considerar poco ético alimentarse como dicta la naturaleza en mi especie), fundamentalmente es por miedo, y la respuesta básicamente está en el propio artículo que muestras:
“Para que la dieta vegetariana sea saludable, tienes que ser un experto. Nutrición, es nutrición”.
Tengo claro que mis hijos no han de serlo aún, cuando sean adultos sería su decisión, (como se suele decir, “los experimentos, con gaseosa”).
En definitiva que no es un asunto que tenga resuelto ni mucho menos en mi mente. ¿Por ahí se empieza, no?.
Por una parte está la "falacia naturalista", que nos hace creer (erróneamente, por supuesto) que todo lo natural debe ser bueno. Pero luego también tenemos la "falacia moralista", que sostiene que lo "bueno" y lo "correcto" tienen que existir en la naturaleza. La primera confunde lo que "es" con lo que "debe ser"; la segunda, lo que "debe ser" con lo que "es".
ResponderEliminarUna ética laica convencional, como la que defiende con tanto ardor un tipo como Savater, parte de adjudicarnos primero la etiqueta de "dignos" (por el mero hecho de ser humanos) para luego construir todo el edificio ético sobre esta arbitrariedad. Frente a esta ética convencional está la que tiene en cuenta las consecuencias de nuestros actos sobre la felicidad o el bienestar de los seres conscientes (humanos o no). Me parece mucho más racional la segunda opción, defendida con brillantez por un filósofo como Peter Singer.
¡Un fuerte abrazo, Adolfo!
http://www.veoverde.com/2012/09/descubren-inteligencia-superior-en-las-plantas/
ResponderEliminarsegún este artículo, varios científicos definden que las plantas tienen conciencia
Tengan o no conciencia, hay que tener en cuenta que tanto los anímales como las plantas son seres vivos.
Para mi todos los seres vivos son iguales.
Como dice el compañero Adolfo ¿Si hubiera una forma de matar a los seres sensitivos que no fuera dolorosa , proporcionándoles el mejor trato en su vida y muerte, con el único fin de servir de alimento, pasaría a ser ético el alimentarse de animales? ¿Por qué no? Para mi sería un honor que al morirme pudiera servir de alimento para buitres o lobos o cualquier animal que necesite de mi alimento.
saludos compañeros