sábado, 16 de junio de 2012

Miedo

(Fragmento de Viaje de ida)

A la marcha de Esteban sucedió una inesperada pesadilla en estado de vigilia. Todo empezó por un pensamiento sobre la inmensidad del Cosmos, suscitado por la observación del estrellado cielo nocturno. Y es que nuestro ya de por sí inabarcable Universo puede que solo sea uno entre billones de billones de un Multiverso de dimensiones inimaginables. Avanzando en la oscuridad entre altos árboles, un escalofrío me sacudió de la cabeza a los pies. Aceleré el paso, pero antes de llegar a casa ese escalofrío ya había devenido en terrorífico vértigo: era como si en el suelo que pisaba se hubiese abierto una trampilla hacia el centro del gran secreto cósmico. Tanto buscarlo y ahora temía verme transportado a un escenario de espanto, lleno de frío y soledad, terriblemente silencioso y eterno, sin rastro alguno de formas conocidas. No quería mirar más allá del brumoso umbral que intuía cercano. No quería conocer: era mejor volver a la vida prosaica, al sabor de las cerezas y las galletas de chocolate, al contacto con el agua matutina de la ducha, al sonido familiar de la radio, al rico aire fresco que esas noches de verano solía acompañarme cuando me dirigía al contenedor de la basura a tirar mi bolsa. Entré en casa temblando y bañado en sudor. No me atreví a mirarme en el espejo del salón. Me tiré en el sofá y quedé allí encogido hasta que el sueño me rescató de aquella inopinada crisis de miedo.

2 comentarios:

  1. Nicolás, comprendo perfectamente ese vértido de la existencia. Personalmente lo he experimentado desde bien pequeño, lógicamente no de forma continua, sino con momentos de especial clarividencia.

    Sabernos sobrepasados, perder el suelo bajo nuestros pies, tener preguntas en las que nos va la vida sin saber siquiera si hay respuesta.

    Y todo esto, visto desde fuera, despierta más admiración sobre la realidad de ese ser perplejo que llamamos "hombre".

    Un abrazo.

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  2. Otro abrazo para ti, Rafael. Muchas gracias por leerme.

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