Jugando al billar en la Wii, advertí una obviedad: todos los posibles movimientos en el juego están ya programados, mediante algoritmos, por sus creadores de Nintendo. El que se manifiesten unos movimientos y no otros depende de las elecciones realizadas por los jugadores con sus mandos: o sea, de la dirección e impulso de los golpeos de las bolas.
Si dentro de la pantalla de la tele hubiese un ser consciente bidimensional observando las evoluciones sobre la mesa de billar virtual, ¿podría sospechar que detrás del movimiento de los tacos virtuales se hallan unos tipos fuera de su mundo? Unos tipos cuyas acciones dependen a su vez de lo que sucede en su realidad tetradimensional (las tres dimensiones espaciales más la temporal), en la que -tal como nos enseña la mecánica cuántica- todos los sucesos posibles están presentes de algún modo en un misterioso estado de superposición lineal que se va decantando de manera aparentemente aleatoria (¿o quizá en función de las elecciones realizadas por desconocidos jugadores con sus desconocidos mandos?).
En nuestro mundo tetradimensional, algunos individuos sí que sospechan que detrás de sus movimientos podrían estar unos tipos de fuera del mundo... ¿jugando?, ¿trabajando?, ¿cumpliendo alguna misión?... ¿Y si al final el bueno de Jámblico (pensador neoplatónico) tuviese razón y estuviéramos en un Cosmos poblado por dioses, ángeles, demonios, héroes y simples mortales ubicados en distintos niveles a cual más alejado de la mónada primordial?
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