domingo, 25 de junio de 2017

Bendito (y también maldito) orden

"Ángeles y demonios" (M. C. Escher).

El desorden es bastante más frecuente que el orden. Por eso hay muchas más formas de ruido que de música, por eso los textos carentes de información -incluidas las combinaciones aleatorias de letras- son mucho más abundantes que los informativos o coherentes (aplicando el método de Cantor, el número infinito de los primeros sería superior al número infinito de los segundos). Por la misma razón es más fácil desordenar que ordenar, destruir que construir, dañar que curar, ensuciar que limpiar, errar que acertar, cometer una chapuza que desempeñar un buen trabajo, hacer el mal que hacer el bien... Es más probable la mediocridad que la brillantez, la fealdad que la belleza, la estupidez que la inteligencia, la condición inerte que la vital.

El orden, fruto de las leyes físicas (¿producto a su vez de una realidad platónica eterna?), es lo que permite la vida, la conciencia individual y la inteligencia. No hay voluntad ni racionalidad sin orden, sin una cierta organización cerebral o neuronal ya sea para acariciar o para torturar (existen órdenes diabólicos, como el del campo de exterminio o el del matadero municipal). Sin orden no hay complejidad ni evolución ni emergencias. Ni posibilidad alguna de interacción y comunicación. El mundo sería un enorme amasijo informe en el que tú y yo, dinosaurios y superordenadores, Villarrobledo y Vladivostok, grande y pequeño, arriba y abajo, fuera y dentro, antes y después, se confundirían en un indescriptible totum revolutum.

Quizá ese maremágnum sea el estado del mundo de un tic de Planck a otro, entre cada colapso de la función de onda que rige la evolución del Universo o acaso Multiverso. Solo mediante un filtrado sesgado y coherente de todo lo posible, mediante una destrucción ab toto como la que representa el colapso de la función de onda, sería posible tomar conciencia individualizada -necesariamente parcial- de un orden cósmico donde todo sucede simultáneamente y de una vez. Solo así el Brahman puede ser Atman, el mar puede ser ola. Solo así tendría sentido aprender y acaso vivir.

lunes, 12 de junio de 2017

Ciencia y religión: agua y aceite


En el Vaticano hay unos tipos intentando desde hace décadas la cuadratura del círculo: conciliar la ciencia con la religión católica (igual de absurdo sería intentarlo con cualquier otra). El argumento de estos expertos, bien financiados por las arcas de la Santa Sede (e indirectamente por quienes en España ponen la x en la casilla de la Iglesia de su declaración del IRPF), es que no hay incompatibilidad entre ciencia y religión porque la primera no puede ofrecer todas las respuestas. No debían estar muy convencidos de esa supuesta compatibilidad los que quemaron en la hoguera a Giordano Bruno, obligaron a retractarse a Galileo ("eppur si muove!") y también redujeron a cenizas a Miguel Servet (en este caso no fueron los católicos sino el fanático Calvino en su cantón talibán protestante de Ginebra). Los mismos que ya en el siglo XIX se burlaron de Charles Darwin, cuando el cristianismo en Europa empezaba a perder su influencia y convertirse en algo meramente folclórico (la gran asignatura pendiente del mundo islámico). La ciencia no puede ofrecer todas las respuestas, pero la religión ni siquiera es capaz de brindar alguna razonable: para elucubrar acerca de lo que de manera provisional -o acaso permanentemente, por una limitación epistemológica- se sitúa más allá del alcance de la ciencia solo cabe una metafísica seria y con fundamento. Sin desdeñar, por supuesto, el eventual acceso por vías como la meditación a profundas realidades inefables y elusivas a la razón.

Es cierto que la ciencia no puede responder a algunas preguntas del tipo de "para qué", como la de cuál es el sentido personal de nuestra vida. La ciencia se limita a constatar una tendencia de la materia a autoorganizarse y evolucionar en complejidad, desplegando emergencias como la vida y la consciencia. Podría haber un sentido cósmico en ello (un Universo que se hace cada vez más consciente de sí mismo), pero la vida propia no posee más sentido para un individuo que el que este se autoadjudique: ya sea el culto a Baal, la filatelia, la Unión Deportiva Las Palmas, el submarinismo, la misma ciencia, la dedicación a los seres queridos o la búsqueda espiritual (no tienen por qué ser sentidos excluyentes, por supuesto). 

No pueden ponerse en el mismo plano ciencia y religión, no puede igualarse la postura del que niega la ciencia porque no encuentra en ella a su Dios con la del que niega a Dios (un ser intervencionista y sospechosamente antropocéntrico como el de las religiones judeocristianas) porque no hay evidencia científica alguna que lo sostenga o incluso por puro sentido común. No hay conciliación razonable -ni lógica- posible a este respecto porque no es lo mismo una verdad contrastada empíricamente que una creencia irracional evidentemente fabricada por nuestros antepasados (un constructo social -¡este sí!- en toda regla). Además, a diferencia de los dogmas religiosos, las verdades científicas son siempre provisionales: cuando se hallan otras con mejor poder explicativo, son adoptadas por el corpus de la ciencia.

Cuando Galileo descubrió que Júpiter tenía lunas girando en su derredor, cuando constató la hipótesis de Copérnico de que la Tierra no era el centro del Universo, los cimientos de la Iglesia empezaron a sacudirse. La teoría aristotélica de las dos esferas (la imperfecta terrenal y la perfecta celestial) ya no era sostenible. Pero el golpe a las creencias religiosas tradicionales propinado por Darwin sería mucho más brutal: ¡somos primos de los chimpancés e incluso las ratas, los insectos y los árboles forman parte de nuestra familia! Luego llegó Freud para decirnos que el subconsciente es mucho más poderoso que el yo consciente. Por si fuera poco, ahora sabemos que el Sol es solo una estrella de entre las más de cien mil millones de la Vía Láctea, a su vez una más de entre el billón de galaxias del Universo observable. Ya en el colmo puede que nuestro mundo sea solo uno más de un vasto Multiverso que comprende todos los universos posibles y en el que podría haber multitud de formas de vida inteligente. ¿Habrá muchas de ellas con creencias parecidas a la de que hay muertos que resucitan al tercer día para salvar a sus congéneres (y solo a ellos, no a perros ni a delfines ni chimpancés)?...

sábado, 3 de junio de 2017

El pasado balompédico de Ojeda D'Artais obstaculiza su elección como nuevo fiscal Anticorrupción

El cada vez más extendido rumor de que el jurista murciano Renato Borja Ojeda D'Artais podría ser el nuevo fiscal Anticorrupción, en sustitución del dimisionario Manuel Moix, ha levantado la crítica en bloque de la oposición. A Ojeda D'Artais se le reprocha su pasado como jugador y entrenador de fútbol fuera de España, que a juicio de PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos le incapacitan para el desempeño de esa responsabilidad.

"Es el colmo", ha dicho esta tarde en Moncloa el presidente Mariano Rajoy aprovechando un hueco en su agenda (la emisión de una tira de anuncios en la previa televisiva de la final de Champions de Cardiff): "Ya solo nos faltaba esto, que por haberse puesto calzón corto y calzado botines con tacos tenga que renunciar a un alto cargo del Estao. No roben mi tiempo y el de los miembros del Gobierno con estas solemnes bobadas".

Tras la reanudación del especial Champions en directo en Antena 3 TV, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha tomado el testigo de Rajoy para, sin confirmar ni desmentir la posible elección de Ojeda D'Artais, hacer público un informe del catedrático constitucionalista Jaime de Sota Bamberg que no considera incompatible el ejercicio como fiscal Anticorrupción con "cualquier vinculación de naturaleza balompédica previa, ceteris paribus, tanto en territorio nacional como fuera de nuestra jurisdicción". "Solo desde la mala fe", ha añadido la número 2 del Ejecutivo, "se puede negar que al señor Ojeda D'Artais le avalan muchos años como jurista experto en fiscalidad internacional y cooperación transfronteriza".

Ojeda D'Artais jugó varios años en el Caiman Hawks Football (club señero de las islas Caimán), así como en el equipo de casados de Aruba (disputó varios encuentros contra el combinado de solteros de este mismo territorio insular). Participó asimismo en numerosas pachangas durante sus periódicas estancias en Anguila, Bermudas, Dominica, Curaçao y Turcas y Caicos. Por otro lado, fue entrenador de la selección de las Islas Vírgenes británicas y director técnico de la Federación de Fútbol de Antigua y Barbuda. Su rechazo hace unos días de una multimillonaria oferta para entrenar a la selección de San Vicente y las Granadinas parece relacionada con la aceptación de su nueva responsabilidad en la oficina en Madrid de la Fiscalía Anticorrupción.