lunes, 17 de abril de 2017

Un viaje hacia la perfección (acaso desde la nada) gracias a la selección natural

Flor de la camelia, por trishhartmann

Todo lo que existe en el reino de los seres vivos ha superado la criba de la selección natural o es una inadaptación condenada a desaparecer a corto plazo. Lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, lo adorable y lo odioso, lo compasivo y lo cruel, están ahí porque han sido funcionales para la supervivencia de sus portadores (salvo que se trate de inadaptaciones, efímeras por su propia naturaleza, tal como antes apunté). O sea, porque han permitido la adaptación de los organismos vivos a la evolución del Universo, a su vez determinada por su estado inicial y sus leyes. Fenómenos emergentes como la inteligencia, la consciencia y la moral se cuentan entre las grandes obras de una selección natural ciega, inconsciente y amoral que funciona simplemente por eliminación: las mutaciones no adaptativas son podadas sin piedad.

De esa manera tan sencilla e incluso tosca, mediante una constante e inmisericorde poda de mutaciones aparentemente aleatorias, la vida avanza en complejidad. Y digo "aparentemente" porque podría ser que no existiese la aleatoriedad y todo estuviera completamente determinado conforme a un estado inicial y unas ciertas leyes. En ese caso nada sería contingente sino necesario, fruto de la materialización de las únicas posibilidades permitidas. Porque el Universo no permite cualquier cosa (sí lo haría, por definición, un hipotético Multiverso constituido por todos los universos posibles).

El poderoso principio de la selección natural se puede generalizar a ámbitos prebióticos, anteriores a la vida (también a fenómenos emergentes de orden superior como las culturas y los memes): los agregados moleculares con capacidad para reproducirse fueron seleccionados, por razones obvias, en detrimento del resto. El principio se podría aplicar incluso a los universos: solo los universos autoconsistentes sobreviven, se expanden y permiten así el surgimiento de la vida, la inteligencia y lo que acaso pudiera venir después. Si así fuera, ya no solo seríamos la muestra viviente de tres mil millones de años de evolución sino también de una muy exigente selección previa de universos del infinito catálogo del Multiverso. Una carrera ciega, inconsciente y amoral hacia la perfección (¿inclusive la moral?), acaso desde la nada.

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