miércoles, 18 de enero de 2017

¿Cómo te abalanzarías sobre un león si no tuvieras miedo?

El escritor y conferenciante Borja Vilaseca habló el pasado jueves en su nueva sección en el programa TIPS de La 2 del miedo al cambio. Llevaba razón en buena parte de lo que dijo. Es cierto que abundan las personas que llevan vidas estandarizadas y grises, sumidas en el conformismo y la resignación, por su pereza y su temor a los cambios. Insistió en la importancia del autoconocimiento y el recuestionamiento de creencias para dar giros de timón que a veces son necesarios si no queremos condenarnos a una existencia sin sustancia ni sentido. Erich Fromm trató en su libro El miedo a la libertad esa tendencia humana a delegar en otros -y a subyugarnos a ellos- en vez de tomar las riendas de nuestra propia vida y hacernos responsable de ella, asumiendo el correspondiente precio (porque, obviamente, no sale gratis ejercer la libertad con responsabilidad). Hay adultos que prefieren seguir anclados a su infancia, a esa etapa de la vida en la que no teníamos que preocuparnos de problemas y cosas importantes porque ya eran otros -nuestros padres o abuelos- los que se encargaban de sacar las castañas del fuego.

En cualquier caso, no somos autosuficientes y dependemos en mayor o menor medida tanto del prójimo como del sistema social del que formamos parte. Está muy bien propugnar el cambio personal como motor de transformación de la sociedad, así como dejar atrás el cinismo y una "actitud victimista y reactiva" (Vilaseca dixit). Y es verdad que nuestra postura frente al mundo depende bastante de con qué mirada lo observemos, de nuestro interior anímico (¡incluso en un campo de exterminio se puede mantener el optimismo!). Pero no es menos cierta nuestra dependencia. Muchas veces estamos limitados por problemas económicos, ataduras laborales, situaciones familiares complicadas (como enfermedades o discapacidades de seres queridos)... Y en la vida hay que lidiar con no pocos desaprensivos y desalmados. Más relevante aún es que, por mucho que uno pretenda refugiarse en su burbuja de confianza de familiares y amigos, se encuentra siempre a merced de un orden jurídico o político que en ocasiones no solo no desactiva a desaprensivos y desalmados sino que los protege o premia (véase el caso de Trump, aunque no hay que irse muy lejos para buscar ejemplos). Actuar honradamente y hacer bien tu trabajo no es suficiente, ni siquiera necesario, para medrar y alcanzar metas. Desde luego, no aquí en España.

Por si fuera poco, estamos sometidos también a los designios del azar: no puede negarse que el mundo es un lugar peligroso y que nuestras vidas penden de finos hilos, que un cascote desprendido de una fachada, un inesperado rayo o un ictus pueden acabar con cualquiera de ellas -de igual lo rico o pobre, lo bueno o malo, lo emprendedor o pasota que seas- en todo momento y lugar. La suerte es un factor fundamental en todos los ámbitos de la vida, las ventanas de oportunidad se abren y se cierran caprichosamente, y conviene tenerlo presente para no fustigarnos demasiado cuando fracasamos.

Vilaseca apuesta por no tener miedo, pero el miedo no solo es algo natural sino incluso saludable (por supuesto, siempre y cuando no sea paralizante). Lo mismo podría decirse del prejuicio, otro elemento de nuestro sistema defensivo que tiene injustamente muy mala prensa. Miedo y prejuicio han sido seleccionados por la evolución: no en vano, todo lo que tiene culo tiene miedo y se conduce de manera prejuiciosa (si no fuera así, posiblemente ya habría perdido el culo). Si alguien desprovisto de un arma de fuego atisba un león en la calle, lo suyo es tener miedo y tomar alguna decisión en consecuencia: por ejemplo, esconderse o meterse en un coche y arrancar a toda pastilla. Pretender plantarle cara al félido en esas circunstancias sería un acto tan valiente como estúpido y fatal.

Reconozco que no pude evitar torcer el gesto cuando Vilaseca dijo que el cambio siempre es posible y que podemos hacer con nuestra vida lo que queramos: ese infundado optimismo new age, esa filosofía ingenua de coaches (perdón por la palabra) y chopráticos, me hace saltar como un resorte. ¡Porque no todo es posible, claro que no! Ya dije en otra entrada del blog que por mucho que yo me proponga correr los 100 metros lisos por debajo de los 10 segundos en un semestre (o en un decenio), no hay ninguna posibilidad razonable de que lo logre. Porque la mera creencia no hace posible lo imposible, ni menos improbable lo improbable. Todos tenemos nuestras limitaciones, y nos autoengañamos al no asumirlas. Esto no es conformismo sino sano realismo.

Vilaseca termina el programa lanzando una pregunta a los telespectadores: "¿Qué decisiones tomarías si no tuvieras miedo?". Yo le respondería con otra pregunta: ¿Te abalanzarías mejor sobre un león si no tuvieras miedo, Borja?... En fin, que las cosas no son tan fáciles como se presentan en los manuales de coaching, las películas de la factoría Disney o el Twitter de Justin Bieber.

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